Read La rama hacia el este. El álamo y el viento. Online
Authors: Juan L. Ortiz
Balbuceante, trémula, fluida, siempre como deshaciéndose en el momento mismo en que se la quiere tocar, la poesía de Ortiz es tan profundamente placentera como ardua de abordar, mucho más en los últimos libros que en los primeros, pero algo de esa dificultad está presente ya en la aparente sencillez de los poemas juveniles. No porque en Ortiz pueda hallarse hostilidad alguna hacia el lector, sino porque aquello que dice es siempre de algún modo inaferrable, impone al lector una extrañeza que hace de la lectura una tarea intensa y exigente, o, mejor aún, lo que reclama es un tipo de entrega para la cual los lectores actuales no suelen estar preparados, un despojamiento. Pero si el lector entra en ese juego, si acepta realmente hacerse cargo de la aventura estética que Ortiz le propone, si se deja estar en ese fluir semejante a un encantamiento (pero un encantamiento lúcido, con la mente y todos los sentidos alertas), puede, de pronto, descubrir que lia ganado mucho, sobre todo cuando, al retornar a en realidad, la encuentre sorprendente y delicada, o al menos capaz de serlo por un rato. Habrá encontrado una disciplina de la paz y la atención, que inevitablemente ha de ser provisoria, pero los instantes que habrá vivido mientras respiró esta atmósfera le resultarán seguramente imborrables.
D
ANIEL
F
REIDEMBERG
1940
En la noche un ruido de agua.
¿Ruido? Escuchad el canto.
El agua choca contra el sauce caído
y deshace bajo la luna toda su red melódica:
canta un triunfo sereno e iluminado,
sola, toda la noche, sola,
por entre el follaje abatido.
¿canto un triunfo o es la queja
agreste por la gracia vencida
que en ella se miraba o temblaba en el día?
Ah, es triunfo y es queja pero por momentos
cobra tal serenidad que ya no tiene de nuestros
[sentimientos,
y es un canto de pájaro nocturno
que sale del río para encantar la soledad
hasta que ésta al este palidece y se franja…
Ah, como una música os desplegáis,
o sonreís, o cambiáis, o morís entre la lejanía de los
[vapores bajos.
Cielos, sois una música. No sois todavía el
[pensamiento
ni la alta serenidad.
Cambiáis en movimientos de una armonía
[encantadora,
aunque son los acordes suaves los que más os gustan:
matices de celeste, cómo cantan o suspiran,
o se doblan ahondados en la minuciosa mirada del
[agua.
Cielos, sois una música, y no estaba atento a vuestra
[llegada,
pero os hicisteis oír como en la sombra angustiada
[de la noche
en la angustia esperanzada del día que ha de alzarse
[en vuelo seguro detrás del bosque,
se oye un canto que se afirma y llena de pronto toda
[la sombra.
Pero, no! Vuestra música llena la misma luz con su
[dulzura ondulante,
la luz viva y real, llena de milagros y de luchas,
de misterios apasionados,
que componen también una sinfonía,
nuestra sinfonía, llena de nobleza y de dignidad,
porque se abre sobre la riqueza ilimitada de la
[creación humana,
sobre el rico jardín de los destinos futuros,
libres al fin o fieles a su ritmo,
a su íntima medida, musical y sagrada.
Es apenas Agosto.
15 de Agosto.
Pero ya el día es
de pájaros.
Todo no es aún pájaros, no.
Es apenas una tímida
cristalería
que abre la mañana
entre las ramas moradas,
y las nieblas ya dulces.
No se sabe ubicarla.
Tiembla no se sabe dónde.
Espíritu musical,
qué delicadamente transparente!
que sale de la tierra,
y flota, y sube,
sin fijarse aún
como el ensayo de una melodía.
Espíritu musical
de la tierra que aún sueña!
Sueño, anhelo
de la tierra
pronta a abrir
sus párpados verdes.
El sol sobre la helada.
Diamante que pronto se va a vaporizar
en separados hálitos azules. ¿En el río?
Me iría al río, a la orilla del río, al sol de la orilla.
Pero un cuarto helado me espera. Celda con gentes
[extrañas.
El mediodía es dulce con el sol.
Sol del jardín tan suave hasta las 3,
pero con los fantasmas ensangrentados de los
[pueblos, que se levantan de los diarios.
El regreso al crepúsculo. El aire rosado
quiere tener una dulzura.
Es delicado entre las ramas secas
como entre un encaje morado,
y se abisma en el río, extasiado,
hasta una hondura pálida de casi más allá.
Lejanías ya frías
entre los sauces.
Quiere tener una dulzura.
Apaga sus tenues alardes
y es casi ya un nimbo tras el occidente del pueblo.
Podría yo casi sonreír como sonreía antes
a este celeste adiós de cristal amarillo.
¿Podría?
La calle tiene una paz espectral, con mujeres
[silenciosas, con niños silenciosos.
Antes hubiera sonreído a esta elegía.
¿ No es noble aquel árbol oscuro,
y aquella pared que se apaga, no es acaso noble?
¿Y este silencio y casi esta soledad?
Pero la sombra sale de la tierra,
una sombra cruel para los que no tienen fuego,
para los que no tienen calor porque no han
[trabajado.
Para tantos frágiles cuerpos, o maduros, o
[envejecidos, ay! maduros cuerpos.
¿Cuerpos sólo?
Para las llamas tímidas de sus almas,
para sus almas perdidas o larvadas.
La sombra fría que sube para mis hermanos.
La noche desvelada junto a las ramillas
[carbonizadas.
Esta sombra que sube ahoga pronto
los finos y fríos espíritus del cielo,
los gestos desnudos o hieráticos de las cosas,
el pensamiento grave y casi metafísico de las cosas
[últimas.
Tantas almas perdidas y tantos cuerpos sufrientes,
con tanta preciosa fuerza ignorada!
La sombra fría que sube sobre el arrabal,
que invade las casas ¿las casas? y tanta criatura
[inocente, oh, hombres.
No amaré más el arrabal, con árboles y con calles
[verdes, como le amaba antes.
Su silencio está lleno del silencio terrible de las almas
[ignoradas y de los cuerpos sufrientes.
Salud! ciudades radiosas y fraternales del mañana!
¡Qué aparición de gracias!
La tierra toda se nevó de gracias
con un olvido,
con una indiferencia,
puros, como de música, extraños o celestes.
La tierra toda se nevó de gracias
en un milagro delicado
que sorprendió
a la tierna, primer mirada, de la mañana.
Las ramas con luz propia, blanca y rosa!
La tierra no se estremece con el dolor de los hombres,
y con gesto alado
Septiembre
nieva, nieva sobre los árboles.
La dicha de la tierra
prende
a las sensibles ramas
alusiones de rosa y blanco, ah, tan puras,
como si las nubes del alba se hubiesen puntillado
y flotaran sobre las quintas y los jardines,
Pero, no.
La tierra tiene el cielo dentro.
Ved la revelación de ese cielo accesible.
Cómo emociona, ah, su gentileza rítmica
entre el drama de vuestro nacimiento, oh hombres,
pero ya os bañaréis en él entre las colinas plantadas,
entre las llanuras y las faldas en que aparecerá
[mañana para todos
como la misma imagen adorable de la total
[comunión.
En el celeste
nocturno
del este
tres árboles.
Tres reflejos
ligeros.
Pero las orillas
están sonoras.
Septiembre.
Las orillas sonoras:
canto perdido
del chingolo,
grillos, grillos.
Sin embargo,
el azul
de la noche tierna
en el río
con esos dobles pálidos de sauce,
y esa luz sola en la ya tenue orilla,
hecha un temblor dorado
—cómo, no era
que las ramas profundas se fijaban…?
Ese azul gris,
ese celeste,
infinito, infinito,
sobre la isla.
Es esta vaga música
que se va estrellando
la más penetrante.
Perdón, Septiembre.
De la otra ardiente
de tus orillas
la casi secreta
intervención
de algún grillo
y del chingolo.
Pero no el coro,
perdón!
Sé que fermenta
tu dulzura.
Pero tu noche, ah, tu noche
con su primer matiz
en el agua
y entre las ramas
y sobre la isla, es toda
de melodía íntima, a pesar
de las pocas estrellas o con éstas
como frases inevitables.
No es tu luz, Octubre.
Ni son los pájaros y las flores.
Ni tampoco es el verde nuevo, no.
Es el silencio del canto.
Un silencio que casi nos angustia de tan puro
y nos hunde
en vértigos delicados
hasta las presencias secretas
o las fisonomías adorables e indecisas
de una dicha que sube y las excede.
Es tu silencio, Octubre, el que yo amo.
¿De dónde surgieron
mi niñez
y mi adolescencia?
Sí, es también tu luz en la tarde quieta.
Silencio iluminado y transparente
con los vagos rostros
recuperados
de un niño extraviado
y de un adolescente a la ventana.
Luna deshojada en el viento de la medianoche
que ha apagado el río
y da a aquellos árboles
cercanos de la isla
una forma huyente
casi desesperada
hacia el sur.
Gráciles mujeres con sus agitadas vestiduras de
[ceniza,
hacia dónde?
sobre el flotante y casi inquieto
infinito que se corona allá abajo de estrellas.
La noche, sin embargo, da una ligera paz al corazón.
La noche se busca más allá de sí misma en el viento
[que la deshoja,
sin detenerse demasiado en el repentino camino de
[lirios
que la luna reintegrada hace brotar un momento en
[el agua.
Seguir la noche sentado en la barranca,
una ligera paz en el corazón…
Pero la noche se busca más allá de sí misma, amigos,
y aquellas huyentes criaturas que no alcanzarán las
[estrellas…
Pero hay otras criaturas que huyen esta noche bajo el
[fuego de los hombres
porque los suyos defienden las formas inmediatas y
[sencillas
de su acuerdo con el universo: su paisaje y su casa,
con todo lo que surgiera de su inocente y honda
[amistad con éstos,
destacándose o disolviéndose en su sangre cantante;
porque ellos defienden las formas de su alma, oh
[estetas,
o la eternidad viva de su alma, oh poetas amantes de
[una eternidad rígida,
muerte mezquina que os impusieran a vuestros
[sueños que creíais soberanos.
Las criaturas que huyen bajo el fuego de los
[hombres,
esta noche, esta misma noche, en que el viento aquí
[deshoja la luna
y agita hacia el sur fantasmas grises sobre un infinito
[palpitante!
Esta noche, esta misma noche aquí deshecha en una
[búsqueda angustiada!
Esta noche, esta misma noche, con transversal y
[efímero florecimiento de luna líquida.
Esta noche, esta misma noche, las criaturas que
[huyen bajo alas de espanto,
mientras los suyos entre la tormenta
de hierro, bien derechos, hico derechos se yerguen
[sobre las cimas del ser.
En el más transparente sueño de pureza
vacila el arrabal. ¿Vacila o se extasía?
Gracia azul o celeste, etérea, hecha con
los más ligeros fluidos del pensamiento o del
anhelo de la tierra en su más delicado
límite. Oh, primera, infinita mañana!
Paisaje de una infancia que no hemos tenido,
o sueño de paisaje que se fija en el último
duermevela, en la musical aspiración
de la angustia nocturna, en la sed de equilibrio
casi celeste que sufre nuestro caos,
cuando el grillo y la estrella sus latidos acuerdan.
______
Vapores del atardecer en la serenidad
pensativa de una perfección que se quema
como las rosas próximas. Humos de qué infinita
joya que ardió con fuego sereno, casi íntimo?
______
Marzo, rocío, rocío, Marzo puro.
Cielo, Marzo, de infancia o de juventud tímida
en la mañana o pálido como frente febril
cuando la tarde flota en una luz de flores
lo mismo que en un templo. Rocío, Marzo puro,
sobre un mundo con mujeres y con niños
ametrallados, con criaturas ajenas
a la dicha primera, toda húmeda y radiosa!
Sobre el sitio baldío,
verde,
el cielo de las cinco,
plateado en una extática dulzura.
Mujeres pasan
en la luz blanca.
¿Blanca la luz?
Una melodía profunda,
abierta y concentrada
delicadamente, a la vez,
hecha de pastos iluminados,
de puras nubes quietas,
de figuras rítmicas.
Mujeres cruzan el silencio argentino
sobre un tapiz por un momento mágico.