Read La rama hacia el este. El álamo y el viento. Online
Authors: Juan L. Ortiz
Ojos muy finos, sí, con una fría calidad de espejos,
de espejos muy complicados, hechos casi de
[espíritu,
pero sin relación con el centro vivo del alma:
llama de amor tendida hacia los hombres, los
[animales y las cosas.
Los hombres, sin embargo, han hecho "aquello".
Es posible que los hombres hayan hecho "aquello"?
Hay cosas horribles, y terribles, lo sé.
El horror sangriento en casi todo el planeta,
pero atravesando el horror un alba aún pálida que
[avanza en las liberadoras bayonetas del Este.
Han hecho "aquello" los hombres. Y se quiere hacer
[lo conveniente
para guardar las formas. Nada más.
No es posible, es cierto, reintegrar a "nuestro
[mundo" aquellas almas idas?
Si no es posible, deberíamos cuidar su mundo,
[resguardarlo.
Así decía el compañero: el niño tiene su mundo,
el loco tiene su mundo, los animales tienen su mundo.
Que nuestro amor llegue hasta los límites de estos
[mundos para franquearlos hasta donde sea
[posible.
Habéis mirado alguna vez con cariño atento los ojos
[de un perro?
El perro tiene su mundo, pero atravesamos sus
[límites hasta que la chispa de la unidad brota
[de nuestra mirada y de la suya, húmeda.
Los locos tienen su mundo. No tenemos sobre su
[mundo otro derecho que el de nuestro amor.
Si su huida es fatal, amemos ese mundo.
La vida tiene orbes distintos pero unidos
[secretamente.
Que la locura florezca si no tiene más que florecer.
Sus perfumes no llegarán hasta nosotros pero serán
[los de los sueños esenciales
de las vidas cerradas, es cierto, pero vidas.
Todas las edades tienen su mundo, además, con su
[encanto.
De la vejez es un florecimiento inclinado que tiene
[del cielo y de la tierra también.
Hemos de suprimirla como quería el "otro"?
Hemos de suprimir "los inútiles", los que viven vidas
[cerradamente propias?
Si vierais, amigos, "aquello". Cabezas de cenizas
[con ojos de espanto o de asombro —ante qué
[sueños?—
o de una amabilidad luminosamente absurda.
Huesos sólo bajo las sábanas con moscas.
Pupilas tendidas hacia los ruidos o hacia las
[palabras.
Manos que prosiguen un tejido invisible.
Una boca dolorosa, oh, terriblemente dolorosa,
[incansablemente dolorosa,
y es una boca vieja, apenas dos líneas hundidas entre
[la escritura numerosa del rostro.
Hueco de las bocas, amigos, en la queja permanente
[y silenciosa!
Ah, esas pupilas ciegas, fijas sobre una interrogación
[terrible,
mientras un breve bulto endurece sus ángulos bajo
[las mezquinas frazadas!
Ojos, ojos sin luz de las viejecitas y de los viejecitos.
El rostro sólo vive en otros, la cara con su mueca.
Y los hombres maduros y las mujeres maduras entre
[los dos límites,
con sueños que tienen todavía algo de los nuestros?
Oh, los paralíticos y los locos en el sol del patio!
La viejecita que se "ha ido" con la gentileza nativa
y con una atención antigua os despide como una
[niña.
El viejo con las dos manos sobre el puño del bastón,
la mirada vacía, terriblemente vacía, frente a una
[sombra quizás apenas iluminada.
Dedos infatigables en un desmadejamiento de
[pesadilla
o en una búsqueda infinita sobre cabelleras de
[algodón.
Y más allá otra "sala" con gestos de dolor clavado
o de esperanza infantil sobre el borde de la cama.
Rasgos definitivamente esculpidos por la punzada o
[el terror
sobre las huellas ya profundas de la vida miserable,
o con una luz empecinada de niños que no pueden
[creer el castigo fatal…
Y allí cerca está el río con velas en el sol blanco.
Y allí cerca el agua juega y los hombres y las mujeres
[juegan con el agua.
Y se ha hecho "aquello". Las fuerzas enemigas han
[hecho "aquello".
Cómo "aquello" también grita su crimen contra las
[raíces de la vida!
El infierno por todas partes es su obra, lo sé.
Pero allí aparece de tal modo que las colinas y las
[islas nos hieren como una dicha inmerecida.
Que la locura florezca si no tiene más que florecer.
Que la infancia tenga su mundo, que la enfermedad
[tenga su mundo,
que el animal tenga su mundo, que las cosas tengan
[su mundo.
No nos queda sino el amor para franquear sus
[límites
o envolverlos de un delicado respeto hasta que
[podamos penetrarlos
y juntar tantas chispas en una gran llama fraternal
[que abrasará hasta las estrellas.
Rosa y dorada
la ribera.
La ribera rosa y dorada.
Febrero,
y ya estás,
belleza última, en el cielo y el agua.
Etérea,
pero ya estás,
vapor flotante de un sueño
que parece de flor y es de un lúcido pensamiento
que se busca
y se suspende
mientras el cielo es un ardor sensible.
Por los caminos pálidos, entre la hierba oscura,
el alma es un olvido hacia una orilla eterna.
Habíamos despertado a los pájaros que dormían
[entre las hojas de las palmeras.
Ya el crepúsculo cuando los tordos se abatían sobre
[el bebedero,
y posados sobre los bordes conversaban —de qué
[cosas vistas en los vuelos
y desde los lomos de los caballos, de qué cosas de la
[luz, de qué cosas de las ramas,
de qué cosas quizás terribles de los pastos?—,
ya el crepúsculo cuando los tordos conversaban,
qué sombras intrusas y nefastas se atareaban bajo el
[corredor todavía rosa
y encendían un escándalo blanco en la cocina?
Desde Marzo hasta Octubre suya y de las palomas y
[de los chingolos y de los gorriones
y de las tijeretas y de los loros y de otras alas que no
[sé —casi de mariposas— había sido la fronda.
—Los petirrojos ardían, aquí y allá, junto al camino,
[los gráciles tallos de la "flor morada"—.
Desde Marzo hasta Octubre había sido el silencio
[ciego de la casa nocturna hasta bajo los
[aleros con tacuaritas.
Quiénes ahora daban ojos a la noche sobre las hojas
[de las palmeras?, quiénes?, quiénes?
Durante varias noches las palmeras fueron una
[inquietud de alas y de charlas hasta el alba.
Luego la luna o la proximidad del mal tiempo, a
[veces, sólo traían el desvelo de las alas.
Palpitantes nubes de alas sobre los altos paraísos y
[los eucaliptus contra la tarde palidecida,
oscuras nubes que se abrían hacia el agua larga y
[encendida,
mientras el brocal blanqueado del pozo era rosa y
[celeste…
Pero Octubre había traído lluvias y lloviznas.
Una ventana larga nos daba el paisaje del oeste y del
[noroeste.
Pequeñas lomas y hondonadas con ganado de sueño
[paciendo un verde pálido o medio hundido
[en la lejanísima aguada.
Prados de un malva imposible hasta las cuchillas
[más distantes, azules de arboledas.
O una bruma rayada que de pronto nos daba
sólo tenues fantasmas de animales, de casas y de
[árboles.
Entonces, Catherine y Rainer nos parecían más
[profundos, cerca de un fuego suave.
La noche nos cercaba de tiniebla agitada de follajes
contra un sueño que se apelotonaba de timidez y de
[una delicia con remordimientos:
tantos en esa noche, quizás allí muy cerca,
agitándose unidos contra la vigilia ante el frío
[asaltante de los ranchos.
* * *
Las tardes, de pronto, habían adquirido un delgado
[ardor espiritual,
un encendimiento transparente que no era todavía
[tibio, y que hacía casi religioso el poniente.
Pero ya flameaba con alguna alegría sobre el agua
[lila de los campos.
A dónde se voló ese momento del Noviembre, tan
[puro, del cielo?
Flores cayeron sobre los pastos o cantaron sobre los
[pastos. Flores.
Una mañana sobre la loma no supe a quién
[agradecer tanta gracia. Flores.
El cielo era de un azul de pastel sobre la loma
[delicadísimamente constelada.
Una dulzura empezaba a fermentar en la mañana
[abierta igual que una corola infinita.
No fuimos más que un anhelo de canto. El verano.
* * *
La media tarde, en el camino hacia "La
[Carmencita", era irreal casi de celeste y de
[verde
en el sol cristalino que hacía perder a todo su
[densidad y lo volvía sólo un diáfano temblor.
Me apeaba de la bicicleta para saludar con los
[trabajadores del camino
a la esperanza en armas triunfando desde el Este
[sobre la noche de los chacales
para todos los trabajadores del mundo, para todos
[los pobres del mundo.
Nunca os olvidaré, oh hermanos míos, sudorosos ya
[sobre la arena blanca,
ajenos a los "hilos de la virgen" y a las telas de seda
[de color oro muerto…
O yo llegaba cuando la casa era una pálida mancha
[dorada que se apagaba sobre la loma
medio escondida por la arboleda vespertina
que no alcanzaba a cubrir las anchas pupilas de sus
[ventanas hacia el sur.
Y era una luz ubicua de malvones
que el último sol exaltaba hasta hacerla casi flotar.
Y eran cuatro bienvenidas junto al fino portón de
[hierro: las de los míos y las de los perros.
A veces también el campo era una niebla azul entre
[la que yo iba rodando sobre un camino
[espectral.
Ellos miraban salir la luna sentados frente a la loma
[que subía hacia el milagro amarillo…
Caminábamos luego entre la alta hierba fantástica
[mirando
cómo la hondonada flotaba en matices franjeados de
[largas penumbras…
—Yo había visto a medio camino, desde el terraplén,
[los ya pálidos valles de la costa con los
[ceibos oscuros…
Paisaje de sueño y a veces de pesadilla, a esa hora,
[que siempre me tocaba…
Íbamos hacia "el bajo" en el atardecer moroso,
[seguidos de los perros.
Detrás de nosotros también se aventuraban la gatita
[y su hijo, llenos de sobresaltos.
Vacas, vacas curiosas en el potrero con su fuerte olor
[de égloga.
El galgo se curvaba entre los cardos y el "Rulo"
[buscaba los caminitos entre el alboroto de
[los teros.
La luz, en el regreso, todavía suspiraba sobre la
[cuchilla tenuemente morada
en que la casa aparecía de frente toda larga entre la
[arboleda oscura contra el cielo desmayado…
Y era la espera de los trenes en el corredor medio
[nevado en la luna.
Una larga serpiente fosforecía de pronto al pie de la
[cuchilla del norte
y ondulaba hacia la loma del este que la escondía
[luego
mientras otra más larga, larguísima, con un sol en la
[frente, del lado de la luna, doblaba hacia su
[encuentro.
Una vaga inquietud de viaje nos llevaba hacia la
[ventana para escuchar las últimas pitadas
hasta que la noche recaía en una paz celeste de
[paraísos que nos hacía temblar.
Las sombras y los fantasmas blancos del parque
[llenaban el duermevela.
El alba era de ángeles, gris-celestes, rastreros
y la aurora un purísimo asombro de geranios que
[apenas se doraba detrás de los talas…
* * *
La noche era una asfixia. Prolongábamos la
[sobremesa en el patio de palmeras
en la espera anhelante de la más tenue respiración
[—de los campos o de las estrellas?
Titilaba allá lejos la línea encendida de la ciudad.
Quería tenderme sobre la tierra y me iba hacia los
[pastos.
Allí permanecía de espaldas hasta que un hálito
[tardío me daba el alivio de la madre
y yo no era más que un sueño infantil suspendido
[entre ella y las enredaderas de allí arriba…
El día era todo mío y permanecía en la cama hasta
[que la vecina casa amarilla
se disolvía casi en las primeras luces entre los troncos
[plateados de los eucaliptus del parque.
Iba a visitar los cardos del potrero. Me tendía con
[el galgo entre los altos ramilletes bajo el sol
[diáfano
hasta que mi acción de gracias se volvía una
[responsabilidad
para los que allá lejos alzaban nuestro sueño como
[una custodia entre las cortinas de la muerte.
—Verdad que entre los finos candelabros de luz lila
y el hálito del mismo color que ondulaba todo el
[campo
nuestro deber hacia los héroes y nuestra conciencia
[de estar en una fiesta que costaba
tanto desamparo cercano, chocan en el poema o no
[los creen ciertos?…
* * *
El mediodía vibraba igual que una colmena. Poco
[antes del almuerzo
buscaba la parte alta del parque para tenderme a
[leer.
Pero se estaba demasiado bien para que lo que
[leíamos no nos pareciera demasiado hermoso
o no le prestáramos atención, la vista entre las
[coníferas hacia los lueñes vapores
del armonioso fuego que era todo el paisaje…
Fuera de la casa, ya en el campo, instalábamos