Read La rama hacia el este. El álamo y el viento. Online
Authors: Juan L. Ortiz
Para que los hombres no tengan vergüenza de la
[belleza de las flores,
para que las cosas sean ellas mismas: formas
[sensibles o profundas
de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo
por penetrar el mundo,
con el semblante emocionado y pasajero de nuestros
[sueños,
o la armonía de nuestra paz en la soledad de nuestro
[pensamiento,
para que podamos mirar y tocar sin pudor
las flores, sí, todas las flores,
y seamos iguales a nosotros mismos en la
[hermandad delicada,
para que las cosas no sean mercancías,
y se abra como una flor toda la nobleza del hombre:
iremos todos hasta nuestro extremo límite,
nos perderemos en la hora del don con la sonrisa
anónima y segura de una simiente en la noche de la
[tierra.
Sentado entre vosotros, compañeros sencillos y
[simples,
pero fervientes de un amor que ahora se nombra con
[una palabra viril,
miro el otoño palidecer tras de la enredadera.
Me distraigo de vuestro juicio tan flexible y claro,
de vuestro sentimiento tan vivo de la realidad que
[queréis enternecer,
hacia el crepúsculo quieto, asombrosamente quieto
[entre las hojas
como un éxtasis febril que dorara el mundo
[maravillado.
Perdón! Quisiera mirar la calle en este momento,
y el cielo, y las casas, y las figuras lentas y claras
transfiguradas en el adiós largo y amarillo…
Y el río, y los últimos vuelos en el vacío infinito,
en el vacío infinito que ya empieza a absorbernos en
[el limite de las tardes,
como una pausa profunda, casi vertiginosa, de un
[pensamiento musical,
o de una música final que nos sumerge y en que,
[débiles hojas, flotamos…
Oh, la fragancia
de los viejos jardines
nocturnos
en los barrios sin luz,
en que el tiempo se ha como fijado!
¿Es la respiración
tenue
de un pasado
entre sentimental y voluptuoso?
Flores, plantas de antes,
humedad agridulce.
Niñez.
Adolescencia.
Mujeres, flores girando?
Adolescencia
en el vértigo suave
del perfume,
en el infinito del perfume
llorando.
Jardines viejos en la sombra llena
de adorables fantasmas
bajo las estrellas del otoño.
Jardines profundos,
jardines casi agrestes ya,
casi perdidos.
Tiempo
de lejanía
como con una palidez
de diamela
medio ahogada en la noche.
Tiempo de flores blancas
que aún respira,
con qué frágil respiración,
en el rocío.
Y yo iba hacia vosotros, camaradas,
alertas en la noche, en la noche de los pueblos y en
[noche del mundo,
hacia los menores
signos transparentes
del amanecer
sobre los despojos
encantadores
u odiosos.
Y yo iba hacia vosotros en la noche
sensible de jardines,
viejos, viejos.
Hacia vosotros, sí,
vueltos, todos vueltos hacia la luz primera de los
[jardines comunes,
hecha de la sustancia de nuestro amor seguro.
Ámbar frío del cielo,
soledad de la plaza,
casas frías y oscuras,
soledad.
El cielo, sólo, pálido,
con un infinito anhelo
de belleza,
que no llega a encenderse,
en una transparente
desesperación,
sobre el pueblo desierto
en el crepúsculo rápido.
Invierno. Soledad. La noche fría
sobre los otros,
sobre los sin fuego
y sin pan.
La soledad nuestra sufre con el cielo desangrado y
[vacío,
con la agonía amarilla,
—ángel de los anocheceres, herido por la muerte del
[cielo,
perdido en el vago horror de la sombra que sube
fría y desamparada—.
¿Pero la noche sólida,
cárcel de hielo negro para mis hermanos desnudos,
[para nuestros hermanos desnudos?
Sí, el "nocturno en pleno día". Qué reposante
la sombra, el baño de la sombra.
Algunos brillos, algunas florescencias. Y, ah,
reencontrar el centro de relación. Delicias
de las flores submarinas, frágiles delicias.
La noche íntima está llena del mundo. En la primera
capa del reposo, sólo. Acaso en la segunda.
La fatiga de la luz y del ruido, sonríe, sí, al silencio
[iluminado
apenas, muy apenas de un pálido cielo abisal.
Silencio, silencio, sombra y silencio reposantes y ah,
[indispensables.
El nocturno delicado para oír nuestro silencio y el
[silencio del mundo,
curvados sobre la sombra opaca, sin reflejos
[mezquinos o complacientes.
Nuestro silencio y el silencio del mundo, tan
[musicales, ah, tan musicales,
en sus primeras zonas. Porque en cuanto
[descendemos más nos sorprende el grito de
[la vida.
La vida grita, hermanos, en lo profundo del mundo
[y de nosotros mismos.
La vida herida grita y es inútil nuestro intento de
[eludir el grito
en el adorable y reposante refugio de nuestra soledad
[o de nuestra comunión con las criaturas
[secretas del mundo.
Ah, cómo quisiéramos encontrar la paz absoluta de
[la sombra o de la armonía total
cuando bajamos hacia nuestro silencio en el día o en
[la noche!
Por unos minutos sólo, aunque fuera por unos
[minutos, ver alzarse una tenue constelación
[de las profundidades últimas.
Subiríamos con una sonrisa más segura, hermanos,
[para los deberes del amor.
No el vértigo de la sombra, no, sino el canto de la
[sombra.
Ah, cómo quisiéramos en el silencio de nuestro
[paisaje ver sólo los juegos de la luz y del
[agua.
Una impalpable presencia, casi una música, sobre las
[colinas olvidadas.
Cómo quisiéramos que el canto nuestro fuera el del
[pájaro, el del arroyo, acaso el del grillo en el
[alba:
una perdida aspiración hacia una dicha que casi no
[es de este mundo o el cristal de esa dicha
[ubicuo como el cielo.
Cómo quisiéramos, sí, contar con una breve
[seguridad en la noche de nosotros mismos o
[en la armonía de las cosas.
Fuera agradable, verdad, hermanos míos? estrechar
[el universo en el límite del ser, en el último
[limite tembloroso del ser.
Pero la vida, el mundo, nos han penetrado tanto que
[en nuestras profundidades sólo hay sangre y
[gritos.
Nuestro silencio último está lleno de llantos y de
[desgarramientos.
El paisaje manchado de injusticia y de desolación.
En la sonrisa de las lomas criaturas amarillas con su
[pregunta terrible de animales acosados.
Y en el polvo de los caminos la inseguridad de
[pies llagados, y junto a los alambrados el
[desamparo ante la noche.
Ah, nuestro querido Supervielle, nuestro nocturno,
[nuestro delicado "nocturno en pleno día"
[gime con el dolor del mundo.
Pero, pero,
más allá de la sangre y de las lágrimas, más allá de la
[muerte y del espanto, el día como una nave
con su carga preciosa para las soledades ya seguras
[frente al canto de la sombra,
y menos indefensas ante el vértigo de la sombra.
Octubre ya pesado de hojas, en la tarde,
hacia el filo de una dulzura aún inquieta,
se evade hacia arriba y se fija un momento en un
[pálido jardín.
Sonrisa celeste, quizás última, de Octubre ya con
[fuertes raíces.
Alado, Octubre, libre un instante sobre su dicha
[demasiado verde,
nos mira desde su cielo ligero e iluminado
como en un equilibrio misterioso que es ya casi del
[sueño,
triunfante de sí mismo, tenue llama doblada hacia la
[sombra,
a cuyo resplandor nuestra inquietud se serena en una
[gracia eterna,
triste por fugitiva?
Solas las flores en el sol y en el viento.
Solas.
¿Sienten ellas la ausencia del homenaje tímido?
En el polvo y en el sol se agitan entre el vuelo de
[algunas hojas secas.
No era el homenaje sólo:
vegetal casi yo estaba en cada íntimo estremecimiento
de tanto silencio vivo e iluminado que cantaba o
[se exhalaba o se descomponía en bisbiseos
[nocturnos.
Las adorables criaturas tiemblan ahora
en una luz cruel sin conciencia,
como perdidas en un tiempo que no es el habitual.
Ah, infundir en las cosas, en los paisajes y en los
[jardines, la medida de nuestro amor
para salvarlos de la eternidad o de la fugacidad en
[que parecen vacilar sin ella.
¿Pero no es el miedo al ángel o un abuso o una
[pretensión?
Sí, la lucha de las fuerzas oscuras entre sí,
y estas fuerzas oscuras pugnando por unirse contra
[la estrella, sí, contra la estrella.
Bajo los cielos lejanos prontos para el gran drama,
en los paisajes lejanos prontos a desgarrarse bajo el
[metal de los apetitos,
o asistir a la vana coalición del oro pérfido contra la
[estrella ya común en el equilibrio del cielo:
el destino de todos, la figura indecisa de nuestra
[futura relación o de nuestra alma integrada.
Pero Marzo de pensamientos y de pálidas nieblas
[viene, vino ya.
(Perdón por esta debilidad mía por Marzo, poetas
[amigos y sencillos compañeros).
Como una ligera concentración se apagó el cielo de
[pronto
para encenderse en las
últimas rosas de la fiebre íntima
que un insensible viento, un viento casi hecho de
[silencio se apresura a deshojar,
y luego sube, azul, en los primeros vahos de perla,
[sobre la orilla del anochecer.
Marzo de pensamientos y de nieblas vino ya.
Yo sé que este paisaje no es tan sólo un silencio
[celeste o un silencio dorado
con las figuras perfectas de un recuerdo. Yo sé
de otras criaturas arrancadas a las cosas y
[empujadas cruelmente a los caminos
de la mañana ingrávida o la tarde infinita
hasta hacernos desaparecer la mañana o la tarde
bajo [una angustia ambulante.
¿Podemos ser descorteses, sin embargo, con el
[mundo de Marzo,
por pensativo y frágil, ah, tan nuestro, a pesar de la
[pureza imposible de sus rasgos,
y de la final melancolía de sus imágenes?
Densidad de las cosas pero con una ligereza y una
[gentileza tales
que como nunca las sentimos en nosotros,
o como nunca, cosas, nosotros vacilamos en un gran
[esplendor húmedo o abierto.
Es el momento adorable de una amistad delicada y
[triste con el mundo.
Luchamos por afirmar esta amistad profunda para
[todos.
¿Por qué aún en la lucha de las sombras entre sí o de
[las sombras unidas contra la estrella,
en la humana angustia de nuestras colinas puras y
[otoñales,
hemos de despreciar el gesto envolvente o musical de
[la común dicha indefensa frente al sueño o
[la muerte,
el gesto amigo y triste de las cosas que respiran con
[nuestro mismo sueño,
con el sueño en que todos, criaturas salidas de la
[noche y asidas de la mano, podrán entrar
[mañana?
1947
Un resplandor último sobre las fachadas.
Recta la calle lodosa.
Soledad de la calle con esta pálida nostalgia amarilla
fija sobre las casas como una aérea mariposa de
[duelo.
De duelo?
El cielo tiene una extática sonrisa.
El arrabal de estos pueblos es esto en la tarde.
Espíritus dorados, sólo, sobre las casas,
en un silencio casi de llanto sobre las calles oscuras y
[llovidas.
De nuevo, por qué de llanto, si arriba hay un
[sentimiento, un sueño, pronto a matizarse?
No es una soledad dura, por lo tanto, amigos míos.
Ángeles inclinados, verdad?, sobre la tierra fúnebre,
[bajo la dulzura celeste.
Pero yo veo en la niebla verde de la esperanza
[manos, manos fraternas aquí también
[mañana,
manos, manos, tendido florecimiento del corazón
[unánime entre las otras flores,
manos frente y en torno de los hogares de la creación
[todos miradas y ligeros en la luz.
Todos aquí para mirar arder y consumirse este fuego.
Fuego sólo?
No es un corazón apasionado que se ilumina en los
[cielos?
La pasión de la luz antigua abriéndose en flores
[encendidas para mirarse en el espejo
[humano.
El corazón dice: criaturas terrestres, la vida es
[gloriosa,
alzaos hasta el fuego armonioso como hasta la
[sangre del éxtasis para que todas seáis como
[simientes ardiendo
para las cosechas sucesivas de la luz común que
[encenderá hasta la sombra y la estrellará