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Authors: Nikolaj Frobenius

Tags: #Intriga

La cara del miedo (18 page)

BOOK: La cara del miedo
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Mi tarea quedó clara enseguida cuando leí tu novela
Berenice
. La escribiste para mí, ¿no es cierto, maestro?, me diste una indicación. Les mostraré cómo terminará su nuevo mundo.

Les mostraré el miedo.

Con
Berenice
comenzó mi lección para que entiendan tu mundo. En cuanto vean el terror comenzarán a repensar su plan para el mundo.

Antes de encontrarla tuve que aprender y entre una y otra cosa leí el
Tratado sobre los dientes humanos
de R. C. Skinner has leído este libro maestro es interesante. Entiendes Skinner está preocupado por el estado de la profesión de los dentistas. En los pueblos hay mecánicos viajantes que sacan dientes y barberos dentistas aficionados sin los conocimientos necesarios sobre limpieza extracción reemplazos trasplantes fabricación de prótesis dentarias sí sin nada de la higiene necesaria. Recorrí la ciudad y busqué el dentista apropiado pero lamentablemente descubrí que muchos de estos tipos eran incompetentes además de muy poco amables. Cuando me presenté para ofrecer mi asistencia gratis me respondieron ya con un portazo en la cara o me hicieron ver algo que yo no tenía ganas de ver. Skinner escribió acerca de cuán importante es que no haya mucha suciedad bacterias cerca de la boca del paciente es por las malditas bacterias que a la gente le duelen los dientes una vez que han ido al dentista.

El único que me aceptó fue un dentista viejo con cataratas en los ojos. Aprendí tanto del doctor Flagger entre otras cosas a utilizar diferentes instrumentos. Una vez me llevó a una demostración que un doctor Gardener hizo para mostrar los buenos efectos de un anestésico el gas nitrógeno. Señoras elegantes aspiraban el gas de botellitas marrones sir era gracioso ver el efecto un muchacho se puso tan contento que se arrojaba sobre los bancos y los árboles para mostrar que no sentía ningún dolor. Desde ese día el doctor Flagger comenzó a usar el gas en sus pacientes estaban estirados en la silla sin sentir nada parecía que dormían. Yo estaba al lado del doctor Flagger y le alcanzaba los instrumentos escuchaba su voz amistosa.

Cuando aprendí lo que necesitaba saber del oficio blanco empecé a buscar un trabajo en donde pudiera llevar a cabo tu fantástica novela. Caminé por los cementerios de Nueva York y pregunté si necesitaban ayuda pero como de costumbre me echaron al final encontré un hombre un rapavelas muy delgado que se llamaba Stroke y necesitaba la ayuda que yo podía darle.

Soy fuerte le dije y después de unos días pudo ver lo fuerte que era.

Te cuento todo esto para que entiendas que no me tomo nada a la ligera sino que trabajo mucho para hacer honor a tu estándar.

Encontré a Berenice frente a una tienda de vestidos en una calle lateral de Broadway estaba parada y admiraba un vestido en una ventana pero enseguida reconocí su cara por la novela maestro era ella.

Le gusta el vestido, señorita, le pregunté.

¿Perdón?

Disculpe señorita no era mi intención molestarla sólo quería decir que ese vestido le va a sentar muy bien.

Le hablé muy educado para que entendiera que yo no era peligroso.

Pero de todos modos se volvió y se alejó rápido por el callejón.

Al día siguiente la esperé en uno de los portales oscuros. Cuando pasó debajo de mí salté la barandilla. Le puse la mano en la garganta y apreté el pañuelo con nitrógeno líquido contra la nariz y la boca.

Sus ojos se volvieron pesados y soltó el paquete con el vestido, le cayó entre los pies como una bolsa de manzanas podridas. La arrastré hasta una entrada. La puse en un saco. Busqué la carretilla. Puse unas tablas sueltas sobre el saco. La llevé hacia el río en la carretilla. La cargué dentro del viejo depósito donde había reunido todo lo que precisaba. Cuando la arrastré dormía todavía, parecía hacerlo sin ninguna preocupación. Ahora era mía.

La despertó un ruido fuerte y sé que sintió la presión en la mandíbula cuando abrió los ojos no vio nada estaba oscuro dentro del cobertizo. Estuve largo rato mirando su cara. Mi querida quería ponerse de pie pero descubrió que no podía el torso los brazos estaban atados al banco no podía ni mover la cabeza. La cabeza estaba fija a una máscara que estaba afirmada al banco ella estaba acostada parecía una muñeca en una trampa para zorros.

Quería decir algo pero no salían ruidos normales de su boca se oía como un bebé o un animal que trata de hablar. Estaba oscuro en el cuarto. No me veía. Los ojos recorrían el cuarto. La lengua quieta anestesiada.

Mi amada no vio nunca mi cara. Vio la luz directamente arriba y oyó el ruido de las tenazas en mi mano y entonces sintió que los muslos se le calentaban y se le mojaban de pis. Me incliné sobre ella vio las tenazas en la mano las miró con fijeza y esperó el dolor una presión fría sobre la lengua y entonces el dolor le llegó como un balde de agua hirviente y todo el cuerpo delgado se sacudió. Cuando comprendió que ya no tenía lengua toda la cara comenzó a sacudirse calambres en el cuerpo y entonces los ojos se volvieron blancos.

Estuvo así durante varias horas no sé cuánto durmió.

Entonces volvió el dolor en la boca y mi amada abrió de nuevo los ojos la anestesia había pasado y la boca se sentía como un cráter activo. En la luz vio los dientes que arranqué uno por uno de su boca trabajé con tranquilidad. Las tenazas aparecieron delante de sus ojos y desaparecieron de nuevo. Mi preciosa Berenice podía gritar pero no podía hacer nada con el dolor que la comía viva.

Yo era su salvador y su renovador sir. Salí del cementerio con el corazón aliviado. Al principio el criptograma los confundiría. Después entenderían. Pronto la encontrarían y el miedo se extendería por el mundo.

Y así llega el tiempo del cambio.

Sir ¿no le llena de felicidad leer esto?

Unos días después apareció en el
Sun
el artículo sobre el «espantoso hallazgo en el cementerio».

Oh yo estaba orgulloso como un gallo sir ése era un buen signo. Mi primera lección en los periódicos esto era de veras el comienzo. Lo arranqué con cuidado y lo plegué lo puse en un sobre y se lo envié al importante redactor Rufus Griswold.

Poe

El cuervo

Nueva York

A
nn Charlotte Lynch y su delgadísima madre sirven el té en un enorme servicio de porcelana china con imágenes de arrozales. Él recibe una taza en la mano, se inclina y huele el liviano té de hierbas (aquí el alcohol está prohibido: la señorita Lynch es una abstemia convencida, él lo sabe bien). Edgar sonríe y asiente con la cabeza y prueba el té. No siente ningún sabor… ¿Estará a punto de resfriarse? Toma otra cucharadita de azúcar, revuelve en la fina taza y mira en torno de sí, de los candelabros a las pelucas, de los guantes de damasco a los dorados estuches para rapé. Los bigotes se curvan despacio bajo los dedos del redactor, sombreros puntiagudos se levantan de las cabezas hacia el dueño de un periódico, un escritor se atraganta con el té, tose y parece —por un instante— que va a morir. El apartamento de la señorita Lynch se parece a Waverly Place. Ella organiza «veladas» literarias los sábados en ese gran salón. Comienzan a las seis. Éste es el «salón literario» más importante de la ciudad. Aquí están escritores como Ralph Waldo Emerson, Margaret Fuller y William Cullen Bryant. También los redactores. Griswold y Willis y George Graham. También hay muchos otros,
Knickerbockers
y Jóvenes Americanos, facciones enfrentadas que están en desacuerdo acerca de todo, esclavitud, política, literatura.

Edgar es muy cauto en este ambiente, es prudente con lo que dice, en cómo se deja ver. Con quién está, por cuánto tiempo.

—Magnífico té, señorita Lynch. —Inclinándose levemente hacia ella, murmura—: Qué fantástico salón.

Ann Lynch se vuelve hacia él, y quedan cara a cara:

—¿No querría venir a leer aquí el próximo sábado, señor Poe?

—Cómo no —contesta él sin demostrar lo feliz que se siente.

—Qué bien —dice Ann Lynch; por un momento, parece como si se fuese a inclinar más hacia él.

—He escrito un poema nuevo.
El Cuervo
.

—¿Qué? Oh, estoy ansiosa por escucharlo.

—Yo estoy ansioso por leérselo.

Ann Lynch le sirve más té.

—Si se parece al resto de sus poemas, será seguramente bien recibido.

—Es el mejor poema que he escrito —dice él, y la mira decidido.

—¿En serio?

—Me tomé mucho tiempo para acabarlo. Cada sílaba está cuidadosamente planeada.

—No será muy complicado, espero —dice ella levemente preocupada.

—No, no. Es el más simple de mis poemas y el más cargado de sentimiento, señorita Lynch.

—Oh —dice ella.

Él asiente con la cabeza.

Mientras lee las primeras líneas del poema, observa que una expresión de letargo les invade las caras, cierran los ojos, inclinan las cabezas. Parece como si las bellas e inteligentes mujeres durmiesen y escuchasen el poema que lee. No levanta nunca la voz, pero lee el poema con voz susurrante. Piensa: «Ahora sueñan. Ahora las he atrapado con mi voz».

El Cuervo
es un éxito desde su primera estrofa.

Los aplausos del salón de la señorita Lynch resuenan en sus oídos cuando regresa a Greenwich Village.

Sissy dice:

—Puedo ver que te encantan los aplausos.

Es cierto, sí, por supuesto, por supuesto, pero ¿no entiende ella acaso que él ha estado esperando este momento desde que tenía catorce años? ¿Que nunca tendrá demasiados y que siempre serán demasiado cortos?

—En realidad pienso que el aplauso no fue exagerado —dice como si no hubiese oído el comentario de Sissy—. Pareció como si aplaudiesen durante una eternidad, pero en realidad no fue tan largo. Leí el poema tan condenadamente bien esta noche… No podría haberse leído mejor.

—Seguro que lo merecías —dice ella sin moverse.

—Más que merecido. Debían de haber aplaudido más. Cuando por fin logré leer mi poema, tendrían que haber aplaudido durante toda la noche.

Ahora ella se ríe.

—Hasta que se les cayeran las manos.

—Sí.

Entonces atrae a Sissy hacia sí y siente cómo el corazón de su esposa late con fuerza contra su pecho.

Una vez que el poema se publica por primera vez, en el
Mirror
, a finales de enero, oye constantemente que es algo de lo que «todos hablan». Está también en los periódicos: «Todos leen
El Cuervo
y hablan de él»; «Los lectores están electrizados por la notable exclamación “Nevermore”». Poco después lee la mención en el
New World
, dicen que el poema es «salvaje y oscilante» y que está escrito con «estrofas no conocidas hasta ahora por los dioses, los hombres y los editores». ¡Ja!

El poema se publica en diferentes lugares antes de que el mes finalice. Cada vez que se publica le supone una enorme alegría. Entonces comienzan las parodias:
El Cobarde
en el ¡
Poh
!,
La Gacela
,
El Pavo
,
El Vigilante
,
El Escarabajón
, pero él no se enoja por eso, piensa que es… divertido y los recorta de los periódicos y los pega juntos en una tira de donde los lee a Sissy y Muddy.

Se ríen mucho juntos.

Es un anticipo de la fama.

En una reunión, en la del doctor Francis, lo presentan como «el Cuervo». Cuando más tarde le cuenta a Sissy cosas sobre esa reunión, admite que es posible que haya dejado un recuerdo algo incómodo para satisfacer a los invitados.

—Así —dice, y hace una mueca.

—¿Así? —dice ella imitándola.

—No, no —dice él—. ¡Así!

Sissy ríe.

Una noche en el teatro uno de los actores pronuncia la frase «¡Nunca más!» mientras mira hacia donde están Edgar y Sissy. Varios asistentes se vuelven a mirarlo, y él siente que se sonroja. Afortunadamente la sala está a oscuras.

La editorial Wiley & Putnam decide publicar sus poemas.

Recibe honorarios, «dinero» en efectivo.

Ahora se convierte en una especie de amigo de los literatos de Nueva York, de los redactores, de los dueños de revistas, escritores, poetas, periodistas, organizadores de salones. Se encuentra con lectores que lo admiran a todas luces. Antes, siempre pensó que este mundo cerrado y consentido estaba envenenado, pero cuando se pone de pie en el salón de Ann Lynch y lee
El Cuervo
por segunda vez, se siente plenamente feliz: ser escuchado por bellas e inteligentes mujeres de ojos cerrados es lo mejor que conoce.

Una de esas mujeres destaca. Habla con ella, la poetisa Fanny Osgood. Es pequeña, ágil y muy bella, y escribe poemas bastante buenos. Le gusta mirarla y hablarle, y siente que debe tener cuidado para no enamorarse de ella y fallarle a Sissy, que está en casa en Greenwich Village y tose y está enferma. Pero es tentador dejarse admirar por Fanny Osgood, es tan fácil ser «el Cuervo», un magnético hombre pájaro condenado a la caída.

No ha bebido desde hace ocho meses y se siente como un chiquillo. ¡Es fantástico! Por la mañana se despierta temprano y empieza a escribir. Trabaja todo el día, pero tampoco está cansado por las noches. La energía no disminuye. Cada día se siente más joven. Más fuerte, más vital, se sienta por la mañana frente al escritorio, escribe con velocidad furiosa, sale rápido, rumbo a la oficina, cuenta historias graciosas y se le ocurren agudas observaciones hasta que llega el almuerzo; come mientras continúa discutiendo la lamentable prórroga de
La borrasca
, ríe un poco y da un largo paseo mientras piensa en nuevas novelas. Luego regresa a casa y se prepara para el recital de la noche.

Hay tantas reuniones a las que debería atender. Es un programa enloquecedor. Sissy no está bien y precisa de todo el cuidado que pueda obtener. Pero le dice: «Sal. Ve a la reunión. Esto es lo que hemos estado esperando».

Y él acude a las reuniones y habla con Fanny Osgood, y una noche la besa en un taxi que da vueltas por la ciudad. Cuando se despierta por la mañana —yace en su propia cama como si fuese la de otro—, se levanta y va hacia el escritorio y escribe un poema de amor. Cuando cierra los ojos, siente la cara de ella bien cerca de la suya, algo de su cabello que le cae sobre la garganta… El poema se publica en el
Journal
y cuando lo ve publicado siente en una exhalación que no serán sólo Fanny y él quienes entenderán lo que contiene. Dios mío. Ambos están casados, Fanny tiene hijos. Ella le dice que no puede tener ninguna relación con él, pese a que lo ama y a que él la ama. Amor desafortunado. Dolor por todos lados. Tormentos infernales en el pecho. «Déjalo ser», murmura y se sirve un minúsculo vaso de vino. Y enseguida está borrachísimo. Entonces se avergüenza y camina despacio de regreso a Sissy y a su tos, que raspa las paredes del dormitorio.

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