Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (89 page)

BOOK: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España
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y dos tigres, y muchos barriles de liquidámbar, y bálsamo cuajado, y otro como aceite, y cuatro indios maestros de jugar el palo con los pies, que en Castilla y en todas partes es cosa de ver, y otros indios grandes bailadores, que suelen hacer una manera de ingenio que al parecer como que vuelan por alto bailando, y llevó tres indios corvocados de tal manera que era cosa mostruosa, porquestaban quebrados por el cuerpo, y eran muy enanos, y también llevó indios e indias muy blancos, que con el gran blancor no vían bien; y entonces los caciques de Tascala le rogaron que llevase en su compañía tres hijos de los más principales de aquella provincia, y entrellos fue un hijo de Xicotenga el Ciego Viejo, que después se llamó don Lorenzo de Vargas, y llevó otros caciques mejicanos. Y estando aderezando su partida le llegaron nuevas de la Veracruz que habían venido dos navíos muy buenos y veleros y en ellos le trujeron cartas de Castilla; lo que se contenía en allas diré adelante.

Capítulo CXCV: Cómo vinieron cartas a Cortés de España del cardenal de Sigüenza, don García de Loaisa, que era presidente de Indias, que luego fue arzobispo de Sevilla, y de otros caballeros, para que en todo caso se fuese luego a Castilla, y le trujeron nuevas que era muerto su padre, Martín Cortés, y lo que sobrello hizo

Ya he dicho en el capítulo pasado lo acaescido entre Cortés y el tesorero y el fator y veedor, e por qué causa lo desterró de Méjico, y cómo vino dos veces el obispo de Tascala a entender en amistades, y Cortés nunca quiso responder a cartas ni a cosa ninguna, y se apercibió para ir a Castilla. Y en aquel instante le vinieron cartas del presidente de Indias, don García de Loaisa, y del duque de Béjar, y de otros caballeros, en que le decían que, como estaba ausente, daban quejas dél ante Su Majestad, y decían en las quejas muchos males y muertes que había hecho dar a los que Su Majestad enviaba, y que fuese en todo caso a volver por su honra, y le trujeron nuevas que su padre, Martín Cortés, era fallescido. Y desque vio las cartas, le pesó mucho, ansí de la muerte de su padre como de las cosas que dél decían que había hecho, no siendo así, y se puso luto, puesto que lo traía en aquel tiempo por la muerte de su mujer doña Catalina Juárez la Marcaida; e hizo gran sentimiento por su padre e las honras lo mejor que pudo; y si mucho deseo tenía de antes de ir a Castilla, desde allí adelante se dio mayor priesa, porque luego mandó a un su mayordomo, que se decía Pedro Ruiz de Esquivel, natural de Sevilla, que fuese a la Veracruz y de dos navíos que habían llegado que tenían fama que eran nuevos y veleros, que los comprase, y estaba apercibiendo bizcocho y cecina y tocinos y lo perteneciente para el matalotaje muy cumplidamente, como para un gran señor e rico que Cortés era, y cuantas cosas se pudieron haber en la Nueva España que eran buenas para la mar, y conservas que de Castilla vinieron, y fueron tantas y de tanto género, que para dos años se pudieran mantener otros dos navíos, aunque tuvieran mucha más gente, con lo que en Castilla les sobró. Pues yendo el mayordomo por la laguna de Méjico en una canoa grande para ir hasta un pueblo que se dice Ayozingo ques donde desembarcan las canoas, que por ir más de presto hacer lo que Cortés mandaba fue por allí, y llevó seis indios mejicanos remeros e un negro e ciertas barras de oro, y quien quiera que fue le aguardó en la misma laguna y le mató, que nunca se supo quién, ni paresció canoa ni indios que la remaban, ni aun el negro salvó, que desde allí a cuatro días hallaron al esquivel en una isleta de la laguna y el medio cuerpo comido de aves carniceras. Sobre la muerte deste mayordomo hobo grandes sospechas, porque unos decían que era hombre que se alababa de cosas que decía el mismo que pasaba con damas y con otras señoras e como era e decían otras cosas malas que dizque hacía, e a esta causa estaba malquisto, y ponían sospechas de otras muchas cosas que aquí no declaro, que no se supo de su muerte, ni aun se pesquisó ni extrañó muy de raíz quién le mató. Y luego Cortés volvió a enviar de presto a otros mayordomos para que le tuviesen aparejados los navíos y metido todo el bastimento y pipas de vino; y mandó dar pregones que cualesquier persona que quisieren ir a Castilla les dará pasaje y comida de balde, yendo con licencia del gobernador. Y luego Cortés, acompañado de Gonzalo de Sandoval y de Andrés de Tapia y otros caballeros, se fue a la Veracruz, y desque se hobo confesado y comulgado se embarcó; y quiso Nuestro Señor Dios dalle tal viaje, que en cuarenta y dos días llegó a Castilla, sin parar en la Habana ni en isla ninguna, y fue desembarcar cerca de la villa de Palos, junto a Nuestra Señora de la Rábida. Y desque se vieron en salvamento en aquella tierra hincan las rodillas en el suelo y alzan las manos al cielo dando muchas gracias a Dios por las mercedes que siempre le hacía; y llegaron a Castilla en el mes de diciembre de mill e quinientos y veinte y siete años. Paresció ser que Gonzalo de Sandoval iba muy doliente, y a grandes alegrías hobo tristezas, que fue Dios servido que dende ahí a pocos días de le llevar desta vida, en la villa de Palos, y en la posada questaba era de un cordonero de hacer jarcias y cables y maromas, y antes que fallesciese le hurtó trece barras de oro, lo cual vio el Sandoval por sus ojos que se las sacaron de una caja, porque aguardó el cordonero que no estuviese allí persona ninguna en compañia del Sandoval, o tuvo tales astucias el cordonero que envió a sus criados del Sandoval que fuesen por la posta a la Rábida a llamar a Cortés, y el Sandoval, puesto que lo vio, no osó dar voces, porque como estaba muy debilitado e flaco y malo, temía quel cordonero, que le pareció mal hombre, no le echase el colchón o almohada sobre la boca y le ahogase; y luego se fue el huésped a Portugal huyendo con las barras de oro, y no se pudo cobrar cosa ninguna. Volvamos a Cortés, que desque supo questaba muy malo el Sandoval vino luego en posta adonde estaba, y el Sandoval le dijo la maldad quel huésped le había hecho, y cómo le hurtó las barras de oro y se fue huyendo; de lo cual, puesto que pusieron gran diligencia para que se cobrasen, como se acogió a Portugal se quedó con ello, y el Sandoval cada día iba empeorando de su mal, y los médicos que le curaban le dijeron que luego se confesase y rescibiese los santos sacramentos e hiciese testamento; y él lo hizo con gran devoción, y mandó muchas mandas, ansí a pobres como a monasterios, y nombró por su albacea a Cortés, y heredera a una su hermana María o hermanas, la cual se casó el tiempo andando con un hijo bastardo del conde de Medellín. Y desque hobo ordenado su ánima y hecho testamento, dio el ánima a Nuestro Señor Dios que la crió; y por su muerte se hizo gran sentimiento, y con toda la pompa que pudieron le enterraron en el monasterio de Nuestra Señora de la Rábida, y Cortés con todos los caballeros que iban en su compañía se pusieron luto. Perdónele Dios. Amén. Y luego Cortés envió correo a Su Majestad, y al cardenal de Sigüenza, y al duque de Béjar, y al conde de Aguilar, y a otros caballeros, e hizo saber había llegado aquel puerto y de cómo Gonzalo de Sandoval había fallescido, e hizo relación de la calidad de su persona y de los grandes servicios que había hecho a Su Majestad, y que fue capitán de mucha estima, ansí para mandar ejércitos como para pelear por su persona. Y desque aquellas cartas llegaron ante Su Majestad, rescibio alegría de la venida de Cortés, puesto que le pesó de la muerte del Sandoval, porque ya tenía gran noticia de su generosa persona, y ansimismo el cardenal don García de Loaisa y el Real Consejo de Indias; pues el duque de Béjar y el Conde de Aguilar y otros caballeros se holgaron en gran manera, puesto que a todos les pesó de la muerte del Sandoval; y luego fue el duque de Béjar, juntamente con el conde de Aguilar, a dar más relación a Su Majestad, puesto que ya tenía la carta de Cortés, y dijo que bien sabía la gran lealtad de quien había fiado, y que caballero que tan grandes servicios le había hecho, que en todo lo demás lo había de mostrar en lealtad y como era obligado a su rey y señor, lo cual se ha parescido agora muy bien por la obra, y esto dijo el duque porque en el tiempo que ponían las acusaciones y decían muchos males contra Cortés delante de Su Majestad, puso tres veces su cabeza y el estado por fiador de Cortés y de todos los soldados questábamos en su compañía, que éramos muy leales y grandes servidores de Su Majestad y dinos de grandes mercedes, porque en aquel tiempo no estaba descubierto el Perú, ni había la fama dél que después hobo. Y luego Su Majestad envió a mandar por todas las ciudades y villas por donde Cortés pasase le hiciesen muchas honras, y el duque de Medina Sedonia le hizo gran rescibimiento en Sevilla y le presentó caballos muy buenos; y después que reposó allí dos días fue a jornadas largas a Nuestra Señora de Guadalupe para tener novenas, y fue su ventura tal que en aquella sazón había allí llegado la señora doña María de Mendoza, mujer del comendador mayor de León, don Francisco de los Cobos, y había traído en su compañía muchas señoras de grande estado y entrellas una señora doncella, hermana suya, y desque Cortés lo supo, hobo gran placer, y luego como llegó, después de haber hecho oración delante de Nuestra Señora y dado limosna a pobres y mandar decir misas, puesto que llevaba luto por su padre y su mujer y por Gonzalo de Sandoval, fue muy acompañado de los caballeros que llevó de la Nueva España y con otros que se le habían allegado para su servicio, y fue hacer gran acato a la señora doña María de Mendoza y a la señora doncella su hermana, que era muy hermosa, y a todas las más señoras que con ellas venían. Y como Cortés en todo era muy cumplido y regocijado y la fama de sus grandes hechos volaba por toda Castilla, pues plática y agraciada expresiva no le faltaba, y sobre todo mostrarse muy franco, y tenía riquezas de qué dar, comenzó hacer grandes presentes de muchas joyas de oro, de diversidad de hechuras, a todas aquellas señoras, y después de las joyas dio penachos de plumas verdes llenos de argentería y de oro y de perlas, y en todo lo que dio fue muy aventajado a la señora doña María de Mendoza y a la señora su hermana; y después que hobo hecho aquellos ricos presentes, dio por sí sola a la señora doncella ciertos tejuelos de oro muy fino para que hiciese joyas; y tras esto mandó dar mucho liquidámbar y bálsamo para que se sahumasen, y mandó a los indios maestros a jugar el palo con los pies que delante de aquellas señoras les hiciesen fiesta y trujesen el palo de un pie a otro, que fue cosa de que se contentaron y aun se admiraron de lo ver; y demás de todo esto supo Cortés que de la litera en que había venido la señora doncella se le mancó una acémila, y secretamente mandó comprar dos muy buenas y que las entregasen a los mayordomos que traían cargo de su servicio, y aguardó en aquella villa de Guadalupe hasta que partiesen para la corte, que en aquella sazón estaba en Toledo, y fueles acompañando e sirviendo e haciendo banquetes y fiestas, y tan gran servidor se mostró, que lo sabía muy bien hacer y representar, que la señora doña María de Mendoza le movió casamiento con la señora su hermana; y si Cortés no fuera desposado con la señora doña Juana de Zúñiga, sobrina del duque de Béjar, ciertamente tuviera grandísimos favores del comendador mayor de León y de la señora doña María de Mendoza, su mujer, y Su Majestad le diera la gobernación de la Nueva España. Dejemos de hablar en este casamiento, pues todas las cosas son guiadas y encaminadas por la mano de Dios, y diré cómo escribió en posta la señora doña María de Mendoza al comendador mayor de León, su marido, sublimando en gran manera las cosas de Cortés y que no era nada la fama que tiene de sus heroicos hechos para lo que ha visto y conoscido de su persona y conversación y franqueza, y le representó otras gracias que en él había conocido y los servicios que le había hecho, y que le tenga por su muy gran servidor, y que Su Majestad le haga sabidor de todo y le suplique que le haga mercedes. Y desque el comendador vio la carta de su mujer, se holgó con ella, y como era el más privado que hobo ni habido en nuestros tiempos del emperador nuestro señor, llevóle la misma carta a Su Majestad, de gloriosa memoria, y de su parte le suplicó que en todo le favoreciese, y ansí Su Majestad lo hizo, como adelante diré. Dijo el duque de Béjar y el almirante al mismo Cortés, como por pasatiempo, desque hobo llegado a la corte, que habían oído decir a Su Majestad, desque supo que había venido a Castilla, que tenía deseo de ver y conocer su persona de que tantos buenos servicios le ha hecho y de quien tantos males le han informado que hacia con mañas e astucias. Pues llegado Cortés a la corte, Su Majestad le mandó señalar posada. Pues por parte del duque de Béjar y del conde de Aguilar e otros grandes señores sus deudos le salieron a rescibir e se le hizo mucha honra, y otro día, con licencia de Su Majestad, fue a le besar sus reales pies, llevando en su compañía por intercesores, por más le honrar, al almirante de Castilla y al duque de Béjar y al comendador mayor de León; y Cortés, después de demandar licencia para hablar, se arrodilló en el suelo, y Su Majestad lo mandó levantar, y luego representó sus muchos servicios y todo lo acaescido en las conquistas e ¡da de Honduras, y las tramas que hobo en Méjico del fator y veedor; y recontó todo lo que llevaba en la memoria, y porque era muy larga relación y por no embarazar más a Su Majestad en otras pláticas, dijo: «Ya Vuestra Majestad estará cansado de me oír, y para un tan gran emperador y monarca de todo el mundo como Vuestra Majestad es, no es justo que un vasallo como yo tenga tanto atrevimiento, y mi lengua, no acostumbrada hablar con Vuestra Majestad, podría ser que mi sentido no diga con aquel tan debido acato que debo todas las cosas acaescidas; aquí tengo este memorial, por donde Vuestra Majestad podrá ver, si fuere servido, todas las cosas muy por extenso como pasaron». Y entonces se hincó de rodillas para besarle los pies por las mercedes que fue servido hacelle en le haber oído. Y el emperador nuestro señor le mandó levantar, y el almirante y el duque de Béjar dijeron a Su Majestad que era dino de grandes mercedes; y luego le hizo marqués del Valle y le mandó dar ciertos pueblos, y aun le mandaba dar el hábito de Santiago; y como no se lo señalaron con renta, se calló por entonces, questo yo no lo sé bien de qué manera, y le hizo capitán general de la Nueva España y mar del Sur. Y Cortés se tornó a humillar para besalle sus reales pies, y Su Majestad le tornó a mandar levantar. Y después de hechas estas grandes mercedes, desde ahí a pocos días adolesció Cortés, que llegó a estar tan al cabo que creyeron que se muriera, y el duque de Béjar y el comendador mayor, don Francisco de los Cobos, suplicaron a Su Majestad, que pues que Cortés tan grandes servicios le ha hecho, que le fuese a visitar antes de su muerte a su posada; y Su Majestad fue acompañado de duques, marqueses y condes y del don Francisco de los Cobos, y le visitó, que fue muy gran favor, y por tal se tuvo en la corte. Y despues questuvo Cortés bueno, como se tenía por tan privado de Su Majestad, y el conde de Nasao le favorescía, y el duque de Béjar y el almirante, un domingo yendo a misa, ya Su Majestad estaba en la Iglesia mayor, acompañado de duques, marqueses y condes, y estaban asentados en sus asientos, conforme al estilo y calidad que entre ellos se, tenía por costumbre de se asentar, vino Cortés algo tarde a misa, sobre cosa pensada, y paso delante de algunos de aquellos ilustrísimos señores, con su falda de luto alzada, y se fue asentar cerca del conde de Nasao, questaba su asiento más cercano a el emperador, y desque ansí lo vieron pasar delante de aquellos grandes señores de salva,
murmuraron de su gran presunción y osadía, y tuvieron por desacato y que no se le había de atribuir a la pulicía de lo que dél decían; y entre aquellos duques y marqueses estaba el duque de Béjar y el almirante de Castilla y el conde de Aguilar, y respondieron que aquello no se le había de tener a Cortés a mal miramiento, porque Su Majestad, por le honrar, le había mandado que se fuese asentar cerca el conde de Nasao, porque, demás de aquello que Su Majestad mandó , que mirasen y tuviesen noticia que Cortés, con sus compañeros, había ganado tantas tierras que toda la cristiandad le era en cargo, y que ellos los estados que tenían que los habían heredado de sus antepasados por servicios que habían hecho, y que por estar desposado Cortés con su sobrina, Su Majestad le mandaba honrar. Volvamos a Cortés, y diré que viéndose tan sublimado en privanza con el emperador nuestro señor y con el duque de Béjar y conde de Nasao, y aun del almirante, e ya con título de marqués, comenzó a tenerse en tanta estima, que no tenía cuenta como era razón con quien le había favorescido y ayudado para que Su Majestad le diese el marquesado, que ni al cardenal fray García de Loaisa, ni a Cobos, ni a la señora dona María de Mendoza, ni a los del Real Consejo de Indias, que todos se le pasaba por alto, y todos sus cumplimientos eran con el duque de Béjar y conde de Nasao y el almirante, creyendo que tenía muy entablado su juego con tener privanza con tan grandes señores, y comenzó a suplicar con mucha instancia a Su Majestad que le hiciese merced de la gobernación de la Nueva España, y para ello representó otra vez sus servicios, y que siendo gobernador entendería en descubrir por la mar del Sur islas y tierras muy ricas, y se ofresció con otros muchos cumplimientos, y aun les echó otra vez por intercesores al conde Nasao y al duque de Béjar y al almirante; y Su Majestad le respondió que se contentase, que le había dado el marquesado de más renta, y que también había de dar a los que le ayudaron a ganar la tierra, que eran merecedores dello, que pues que lo conquistaron que lo gocen. Y dende allí adelante comenzó a decaer de la gran privanza que tenía, porque, según dijeron muchas personas, el cardenal, que era presidente del Real Consejo de Indias, y los más señores dél habían entrado en consulta con Su Majestad sobre las cosas e mercedes de Cortés, les paresció que no fuese gobernador. Otros dijeron quel comendador mayor y la señora doña María de Mendoza le fueron algo contrarios, pues que no hacía cuenta dellos. Ora sea por lo uno o lo otro, el emperador nuestro señor no le quiso más oír, por más que le importunaban sobre la gobernación. Y en este instante se fue Su Majestad a embarcar el, Barcelona para pasar a Flandes, e fueron acompañándole muchos duques y marqueses y condes y grandes señores, y ansimismo fue Cortés hasta Barcelona, ya con titulo de marqués, y siempre echaba por intercesores aquellos duques y marqueses para suplicar a Su Majestad que le diese la gobernación; y Su Majestad respondió al conde Nasao que no le hablasen más en aquel caso, porque le había dado un marquesado que tenía más renta de la que el conde Nasao tenía con todo su estado. Dejemos a Su Majestad embarcado con buen viaje y vamos a Cortés y algunas de las grandes fiestas que se hicieron a sus velaciones, y de las ricas joyas que dio a la señora doña Juana de Zúñiga, su mujer, y tales que, según dijeron quien las vio y las riquezas dellas, que en Castilla no se habían dado más estimadas, y de algunas dellas la serenísima emperatriz doña Isabel nuestra señora tuvo voluntad de las haber, según lo que dellas le contaban los lapidarios, y aun dijeron que ciertas piedras que Cortés le hobo presentado, que se descuidó o no quiso dalle de las más ricas, como las que dio a la señora doña Juana de Zúñiga, su mujer. Quiero dejar de traer a la memoria otras cosas que a Cortés acaescieron en Castilla en el tiempo questuvo en la corte, y fue que triunfaba con mucha alegría, y según dijeron personas que vinieron de allá, questaban en su compañía, que hobo fama que la serenísima emperatriz doña Isabel nuestra señora no estaba tan bien en los negocios de Cortés como al principio que llegó a la corte, que alcanzó a saber que había sido ingrato al cardenal y Real Consejo de Indias, y aun con el comendador mayor de León, y con la señora doña María de Mendoza, y alcanzó a saber que tenía otras muy ricas piedras mejores que las que le hobo dado, y con todo esto que le informaron mandó a los del Real Consejo de Indias que en todo fuese ayudado, y entonces capituló Cortés que enviaría por ciertos años por la mar del Sur dos navíos de armada bien bastecidos y con sesenta soldados y capitanes con todo género de armas a su costa, a descubrir islas y otras tierras, y que de lo que descubriese le haría ciertas mercedes, a las cuales capitulaciones me remito, porque ya no se me acuerdan; e también en aquel instante estaba en la corte don Pedro de la Cueva, comendador en Alcántara, hermano del duque de Alburquerque, porqueste caballero fue el que Su Majestad había mandado que fuese a la Nueva España con gran copia de soldados a cortar la cabeza a Cortés si le hallase culpado y a otras cualquier personas que hobieren hecho alguna cosa en deservicio de Su Majestad; y desque vio a Cortés y supo que Su Majestad le había hecho marqués y sería casado con la señora doña Juana de Zúñiga, se holgó mucho dello, y se comunicaban cada día el don Pedro de la Cueva con el marqués don Fernando Cortés, y dijo al Cortés que si por ventura fuera a la Nueva España y llevara los soldados que Su Majestad le mandaba, que por más leal y justificado que le hallase, que por fuerza había de pagar la costa de los soldados, y aun su ¡da, que serían más de trecientos mill pesos, y que lo hizo mejor de venir ante Su Majestad; y porque tuvieron otras muchas pláticas que aquí no relato, las cuales de Castilla nos escribieron personas que se hallaron presentes a ellas y de todo lo más por mí memorado en el capitulo que dello habla, demás desto, nuestros procuradores lo escribieron por capítulos, y aun el mesmo marqués escribió de los grandes favores que de Su Majestad alcanzó, y no declaró la causa por qué no le dieron la gobernación. Dejemos desto y digo que dende ahí a pocos días después que fue marqués envió a Roma a besar los santos pies de nuestro Santo Padre el papa Clemente, porque Adriano, que hacía por nosotros, ya había fallescido tres o cuatro años hacía, y envió por su embajador a un hidalgo que se decía Juan de Herrada, y con él envió un rico presente de piedras ricas y joyas de oro y dos indios maestros de jugar el palo con los pies, y le hizo relación de su llegada a Castilla, y de las tierras que había ganado, y de los servicios que hizo a Dios primeramente y a nuestro gran emperador, y le dio toda relación por un memorial de las tierras cómo son muy grandes y la manera que en ellas hay, y todos los indios eran idólatras y que se han vuelto cristianos, y otras muchas cosas que se convenían decir a nuestro Santo Padre; y porque yo no lo alcancé a saber tan por extenso como en la carta iba, lo dejaré aquí descrebir, y aun esto que aquí digo después lo alcanzamos a saber del mismo Juan de Herrada, desque vino de Roma a la Nueva España, e supimos que enviaba a suplicar a nuestro muy Santo Padre que se quitasen parte de los diezmos. Y para que bien entiendan los curiosos letores, este Juan de Herrada fue un buen soldado que hobo ido en nuestra compañía a lo de Honduras cuando fue Cortés, y después que vino de Roma fue al Perú y le dejó don Diego de Almagro por ayo de su hijo don Diego el Mozo, y éste fue tan privado de don Diego de Almagro, el capitán de los que mataron a don Francisco Pizarro el Viejo, y después maestre de campo de Almagro el Mozo, y se halló en dar la batalla a Vaca de Castro, cuando desbarataron al don Diego de Almagro el Mozo. Volvamos a decir lo que le aconteció en Roma al Juan de Herrada. Que después que fue a besar los santos pies de Su Santidad y presentó los dones que Cortés le envió y los indios que traían el palo con los pies, Su Santidad lo tuvo en mucho y dijo que daba gracias a Dios que en su tiempo tan grandes tierras se hobiesen descubierto y tantos números de gentes se hobiesen vuelto a nuestra santa fe, y mandó hacer procesiones y que todos diesen gracias e loores por ello a Dios, y dijo que Cortés y todos sus soldados habíamos hecho grandes servicios a Dios primeramente y al emperador don Carlos nuestro señor y a toda la cristiandad, y que éramos dinos de grandes mercedes, y entonces nos envió bula para nos salvar a culpa y a pena de todos nuestros pecados, y otras indulgencias para los hospitales e iglesias, e grandes perdones, e dio por muy bueno todo lo que Cortés había hecho en la Nueva España, según y conforme a lo que había hecho su antecesor el papa Adriano, y escribió a Cortés en respuesta de su carta, y lo que en ella se contenía yo no lo sé, porque, como dicho tengo, deste Juan de Herrada y de un soldado que se decía Campo, que volvieron desde Roma, alcancé a saber lo que aquí escribo, porque, según dijeron, después que hobo estado en Roma diez días y habían los indios maestros de jugar con el palo en los pies delante de Su Santidad y los sacros cardenales, de que se holgaron mucho de lo ver, Su Santidad le hizo merced a Juan de Herrada de le hacer conde palatino, y le mandó cierta cantidad de ducados para que se volviese y una carta de favor para el emperador nuestro señor que le hiciese su capitán y le diese buenos indios de encomienda. Y como Cortés ya no tenía mando en la Nueva España y no le dio cosa ninguna de lo quel Santo Padre mandaba, se pasé al Perú, donde fue capitán.

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