Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (100 page)

BOOK: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España
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Capítulo CCX: De otras cosas y proyectos que se han seguido de nuestras ilustres conquistas y trabajos

Ya habrán oído en los capítulos pasados todo lo por mí recontado acerca de los bienes y provechos que se han hecho en nuestras ilustres e santas hazañas y, conquistas. Diré agora del oro y plata y piedras preciosas y otras riquezas de grana, hasta zarzaparrilla y cueros de vacas que desta Nueva España han ido y van cada año a Castilla, a nuestro rey y señor, ansí de sus reales quintos como otros muchos presentes que le hubimos enviado ansí como le ganamos estas sus tierras, sin las grandes cantidades que llevan mercaderes y pasajeros; que después quel sabio rey Salomón fabricó e mandó hacer el santo templo de Jerusalén con el oro y plata que le trujeron de las islas de Tarsis, Ofir y Saba, no se ha oído en ninguna escritura antigua que más oro y plata y riquezas hayan ido cotidianamente a Castilla que destas tierras; y esto digo ansí porque ya que del Perú, como es notorio, han ido innumerables millares de pesos de oro y plata, en el tiempo que ganarnos esta Nueva España no había nombre del Perú, ni estaba descubierto, ni se conquistó desde allí a
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diez años, y nosotros siempre desde el principio comenzamos a enviar a Su Majestad presentes riquísimos, y por esta causa y por otras que diré antepongo a la Nueva España, porque bien sabemos que en las cosas acaecidas del Perú siempre los capitanes y gobernadores y soldados han tenido guerras ceviles, y todo revuelto en sangre y en muertes de muchos soldados bandoleros, porque no han tenido el acato y obidiencia que son obligados a nuestro rey y señor, y en gran disminución a los naturales, y en esta Nueva España siempre tenemos y ternemos para siempre jamás el pecho por tierra, como somos obligados a nuestro rey y señor, y pornemos nuestras vidas y haciendas en cualquier cosa que se ofrezca para servir a Su Majestad, y demás desto miren los curiosos letores qué de ciudades, villas y lugares questán pobladas en estas partes de españoles, que por ser tantos y no saber yo los nombres de ellos, se quedarán en silencio, y tengan atención a los obispados que hay, que son diez, sin el arzobispado de la muy insigne ciudad de Méjico, y cómo hay tres Audiencias Reales, todo lo cual diré adelante, y ansí de los que han gobernado como de los arzobispos y obispos que ha habido, y miren las santas iglesias catredales, y los monasterios donde hay frailes dominicos, como franciscos y mercenarios y agustinos, y miren qué hay de hespitales, y los grandes perdones que tienen, y la santa iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, questá en lo de Tepeaquilla, donde solía estar asentado el real de Gonzalo de Sandoval cuando ganamos a Méjico, y miren los santos milagros que ha hecho y hace de cada día, y démosle muchas gracias a Dios y a su bendita madre Nuestra Señora, y loores por ello que nos dio gracia e ayuda que ganásemos estas tierras donde hay tanta cristiandad; y también tengan cuenta cómo en Méjico hay Colegio universal donde se estudian y deprenden gramática y teología e retórica e lógica y filosofía y otras artes y estudios, e hay moldes y maestros de imprimir libros, ansí en latín como en romance, y se gradúan de licenciado y dotores; y otras muchas grandezas y riquezas pudiera decir, ansí de minas ricas de plata que en ellas están descubiertas y se descubren a la continua, por donde nuestra Castilla es prosperada y tenida y acatada; y porque bastan los bienes que ya he propuesto que de nuestras heroicas conquistas han recrescido, quiero decir que miren las personas sabias y leídas esta mi relación desde el principio hasta el acabo, y verán que ningunas escrituras questén escritas en el mundo, ni en hechos hazañosos humanos, ha habido hombres que más reinos y señoríos hayan ganado como nosotros, los verdaderos conquistadores, para nuestro rey y señor; y entre los fuertes conquistadores mis compañeros, puesto que los hubo muy esforzados, a mí me tenían en la cuenta dellos
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, y el más antiguo de todos, y digo otra vez que yo, yo y yo, dígolo tantas veces, que yo soy el más antiguo, y lo he servido como muy buen soldado a Su Majestad, y diré con tristeza de mi corazón, porque me veo pobre y muy viejo, y una hija para casar, y los hijos varones ya grandes y con barbas, y otros por criar, y no puedo ir a Castilla ante Su Majestad para representalle cosas cumplideras a su real servicio, y también para que me haga mercedes, pues se me deben bien debidas. Dejaré esta plática, porque si más en ello meto la pluma, me será muy odiosa de personas envidiosas, y quiero proponer una quistión a manera de diálogo, y es que habiendo visto la buena e ilustre Fama que suena en el mundo de nuestros muchos y buenos e nobles servicios que hemos hecho a Dios y a Su Majestad y a toda la Cristiandad, da grandes voces, y dice que fuera justicia y razón que tuviéramos buenas rentas y más aventajadas que tienen otras personas que no han servido en estas conquistas ni en otras partes a Su Majestad, y ansí mismo pregunta que dónde están nuestros palacios y moradas, y qué blasones tenemos en ellas deferenciadas de las demás, y si están en ellas esculpidos y puestos por memoria nuestros heroicos hechos y armas, según y de la manera que tienen en España los caballeros que dicho tengo en el capítulo pasado que sirvieron en los tiempos pasados a los reyes que en aquella sazón reinaban, pues nuestras hazañas no son menores que las que ellos hicieron, ante son de memorable fama y se pueden contar entre las muy nombradas que habido en el mundo, y demás desto pregunta la ilustre Fama por los conquistadores que hemos escapado de las batallas pasadas y por los muertos dónde están sus sepulcros y qué blasones tienen en ellos. A estas cosas se le puede responder con mucha verdad: ¡Oh, excelente y muy ilustre Fama, y entre buenos y muy virtuosos deseada y loada, y entre maliciosos y personas que han procurado escurecer nuestros heroicos hechos no los querían ver ni oír vuestro ilustre nombre, porque nuestras personas no ensalcéis como conviene, hagoos, señora, saber que de quinientos y cincuenta soldados que pasamos con Cortés desde la isla de Cuba, no somos vivos en toda la Nueva España de todos ellos, hasta este año de mill y quinientos sesenta y ocho, que estoy trasladando esta mi relación, sino cinco, que todos los más murieron en las guerras, ya por mi dichas, en poder de indios, y fueron sacrificados a los ídolos, y los demás murieron de sus muertes; y los sepulcros que me pregunta dónde los tienen, digo que son los vientres de los indios, que los comieron las piernas e muslos, brazos y molledos, y pies y manos y lo demás fueron sepultados, e su vientre echaban a los tigres y sierpes y alcones, que en aquel tiempo tenían por grandeza en casas fuertes, y aquellos fueron sus sepulcros, y allí están sus blasones. Y a lo que a mí se me afigura con letras de oro habían de estar escritos sus nombres, pues murieron aquella crudelísima muerte por servir a Dios y a Su Majestad, e dar luz a los questaban en tinieblas, y también por haber riquezas, que todos los hombres comúnmente venimos a buscar. Y demás de haber dado cuenta a la ilustre Fama, me pregunta por los que pasaron con Narváez y con Garay; digo, que los de Narváez fueron mill y trecientos, sin contar entrellos hombres de la mar, y no son vivos sino diez o once, que todos los más murieron en las guerras y sacrificados, Y sus cuerpos comidos de indios, ni más ni menos que los nuestros; y de los que pasaron con Garay de la isla de Jamaica, a mi cuenta con las tres capitanías que vinieron de Sant luan de Olúa, antes que pasase el Garay, y con los que trujo a la postre cuando él vino serían por todos otros mill y docientos soldados, y todos los más dellos fueron sacrificados a los ídolos en la provincia de Pánuco, e comidos sus cuerpos de los naturales de la misma provincia. Y demás desto pregunta la loable Fama por otros quince
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soldados que aportaron a la Nueva España, fueron de los de Lucas Vázquez de Ayllón cuando lo desbarataron y él murió en la Florida, que qué se habían hecho. A esto digo, que no he visto ninguno, que todos son muertos, y hago os saber, excelente Fama, que de todos los que he recontado, agora somos vivos de los de Cortés cinco, y estamos muy viejos y dolientes de enfermedades, y lo peor de todo muy pobres y cargados de hijos e hijas para casar, y nietos, y con poca renta, y ansí pasamos nuestras vidas con trabajos y miserias. E pues ya he dado cuenta de todo lo que me ha preguntado, y de nuestros palacios y blasones y sepulcros, suplícoos, ilustrísima Fama, que de aquí adelante alcéis más vuestra excelente y virtuosísima voz para que en todo el mundo se vean claramente nuestras grandes proezas, por que hombres maliciosos con sus sacudidas y esparcidas y enviosas lenguas no las escurezcan ni anichilen, y procuréis que a los que Su Majestad le ganaron estas sus tierras se les debe el premio dello, y no se dé a los que no se les debe, porque ni Su Majestad no tiene cuenta con ellos ni ellos con Su Majestad sobre servicio que les hayan hecho. A esto que he suplicado a la virtuosísima Fama, me responde y dice que lo hará de muy buena voluntad, y dice que se espanta cómo no tenemos los mejores repartimientos de indios de la tierra, pues que la ganamos y Su Majestad lo manda dar, como lo tiene el marqués Cortés, no se entiende que sea tanto, sino moderadamente; y más dice la loable Fama, que las cosas del valeroso y animoso Cortés han de ser siempre muy estimadas y contadas entre los hechos de valerosos capitanes; y más dice la verdadera Fama, que no hay memoria de ninguno de nosotros en los libros e historias que están escritas del coronista Francisco López de Gomara, ni en la del dotor Illescas, quescribió El Pontifical, ni en otros modernos coronistas, y sólo el marqués Cortés dicen en sus libros ques el que lo descubrió y conquistó, y que los capitanes y soldados que lo ganamos quedamos en blanco, sin haber memoria de nuestras personas ni conquistas, y que agora se ha holgado mucho en saber claramente que todo lo que he escrito en mi relación es verdad, y que la misma escritura trae consigo al pie de la letra lo que pasó, y no lisonjas y palabras viciosas, e ni por sublimar a un solo capitán quiere deshacer a muchos capitanes y valerosos soldados, como ha hecho el Francisco López de Gomara y los demás coronistas modernos que siguen su propia historia sin poner ni quitar más de lo que dice; y más me prometió la buena Fama que por su parte lo proporná con voz muy clara y sonante a doquiera que se hallare, y demás de lo quella declarará, que mi historia si se imprime, desque la vean e oigan la darán fee verdadera y escurecerá las lisonjas quescribieron los pasados. Y aliende lo que he propuesto a manera de diálogo, me preguntó un dotor oidor de la Audiencia Real de Guatimala que cómo Cortés cuando escribió a Su Majestad e fue la primera vez a Castilla, por qué no procuró por nosotros, pues por nuestra causa después de Dios fue marqués e gobernador. A esto respondí entonces y agora lo digo, que como tomó para sí al principio, cuando Su Majestad le hizo merced de la gobernación, todo lo mejor de la Nueva España, creyendo que siempre fuera señor absoluto y que por su mano nos diera indios o quitara, y a esta causa se presumió que no lo hizo ni quiso escrebir, y también porque en aquel tiempo Su Majestad le dio el marquesado que tiene, y como le importunaba que le volviesen la gobernación de la Nueva España como de antes la había tenido, y le respondió que ya le había dado el marquesado, no curó de demandar cosa ninguna para nosotros que bien nos hiciese, sino solamente para él; y demás desto habían informado el fator y veedor y otros caballeros de Méjico a Su Majestad que Cortés había tomado para sí las mejores provincias y pueblos la Nueva España y que había dado a sus amigos y parientes, que nuevamente habían venido de Castilla, otros buenos pueblos, y que no dejaba para el real patrimonio sino poca cosa. Después alcanzamos a saber mandó Su Majestad que de lo que tenía sobrado diese a los que con él pasamos, y en aquel tiempo Su Majestad se embarcó en Barcelona para ir a Flandes, y si Cortés en aquel tiempo que ganamos la Nueva España, como otras veces he dicho en el capítulo que dello habla, la hiciera cinco partes, y la mejor y ricas provincias e ciudades diera la quinta parte a nuestro rey y señor de su real quinto, bien hecho fuera, y tomara para sí una parte, y media parte dejara para iglesias y monasterios propios de ciudades y que Su Majestad tuviera qué dar y hacer mercedes a caballeros que le sirvieron en las guerras, y las dos partes y media nos repartiera perpetuos con ellos, nos quedáramos ansí Cortés con la una parte como nosotros; porque como nuestro césar fue muy cristianísimo y no le costó a conquistar cosa ninguna, nos hiciera estas mercedes; y demás desto, como en aquella sazón no sabíamos los verdaderos conquistadores qué cosa era demandar justicia, ni a quién la pedir sobre nuestros servicios, ni otras cosas de agravios y fuerzas que pasaban en las guerras, sino solamente al mismo Cortés, como capitán y que lo mandaba muy de hecho, nos quedamos en blanco con lo poco que nos habían depositado hasta que vimos a don Francisco de Montejo, que fue a Castilla ante Su Majestad, lo hizo merced de ser adelantado y gobernador de Yucatán, y le dio los indios que tenía en Méjico y le hizo otras mercedes; y Diego de Ordaz, que ansimismo fue ante Su Majestad, le dio una encomienda del señor Santiago y los indios que tenía en la Nueva España; y a don Pedro de Alvarado, que también fue a besar los pies a Su Majestad, lo hizo adelantado y gobernador de Guatimala y Chiapa, y comendador de Santiago, y otras mercedes de los indios que tenía; y a la postre fue Cortés, y le dio el marquesado y capitán general de la Mar del Sur; y desque los conquistadores vimos y entendimos que los que no parescían ante Su Majestad no hay memoria de nos hacer mercedes, enviamos a suplicar que de lo que de allí adelante vacase nos lo mandara dar perpetuo; y como se vieron nuestras justificaciones, cuando envió la primera Audiencia Real a Méjico, y vino en ella por presidente Nuño de Guzmán, y por oidores el licenciado Delgadillo, natural de Granada, y Matienzo, de Vizcaya, y otros dos oidores que en llegando a Méjico se murieron, y mandó Su Majestad expresamente al Nuño de Guzmán que todos los indios de la Nueva España se hiciesen un cuerpo a fin que todas las personas que tenían repartimientos grandes, que les había dado Cortés, que no les quedasen tanto, y les quitase dello, y que a los verdaderos conquistadores nos diesen los mejores pueblos y de más cuenta, e que para su real patrimonio dejasen las cabezas y mejores ciudades, y también mandó Su Majestad que a Cortés que le contasen los vasallos y que le dejasen los que tenían capitulados en su marquesado, y los emás no me acuerdo qué mandó sobrello; y la causa por donde no hizo el repartimiento el Nuño de Guzmán y los oidores fue por malos consejeros, que por su honor aquí no nombro, porque le dijeron que si repartía la tierra, que después que los conquistadores y pobladores se viesen con sus indios perpetuos no los ternían en tanto acato, ni serían tan señores de es mandar, porque no temían qué quitar ni poner, ni les vernían a suplicar que les diese de comer, y dile otra manera que ternían qué dar de lo que vacase a quien quisiesen, e que ellos serían ricos y ternían mayores poderes; y a este fin se dejó de hacer. Verdad es que Nuño de Guzmán, en vacando que vacaban indios, luego los depositaban a conquistadores y pobladores, y no eran tan malos como los hacían para los vecinos y pobladores, que a todos les contentaban y daban de comer, y si les quitaron redondamente de la Real Audiencia fue por las contrariedades que tuvieron con Cortés, y sobre el herrar de los indios libres por esclavos. Quiero dejar este capítulo y pasaré en otro, y diré acerca de los repartimientos perpetuos.

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