Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (88 page)

BOOK: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España
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Capítulo CXCIV: Cómo Marcos de Aguilar fallesció y dejó en el testamento que gobernase el tesorero Alonso de Estrada, y que no entendiese en pleitos del fator ni veedor ni dar ni quitar indios hasta que Su Majestad mandase lo que más en ello fuese él servido, según de la manera que le dejó el poder Luis Ponce de León

Teniendo en sí la gobernación Marcos de Aguilar, como dicho tengo, y estaba muy ético y doliente de bubas, los médicos mandaron que mamase a una mujer de Castilla, y con leche de cabras se sostuvo cerca de ocho meses, y de aquellas dolencias y calenturas que le dio fallesció, y en el testamento que hizo mandó que sólo gobernase el tesorero Alonso de Estrada, ni más ni menos que tuvo el poder de Luis Ponce de León. Y viendo el cabildo de Méjico y otros procuradores de ciertas ciudades que en aquella sazón se hallaron en Méjico quel Alonso de Estrada no podía gobernar tan bien como convenía, por causa que Nuño de Guzmán, que había dos años que vino de Castilla por gobernador de la provincia de Pánuco, se metía en los términos de Méjico, y decían que eran subjetos de su provincia, y como venía furioso y no mirando a lo que Su Majestad le mandaba en las provisiones que dello traía, porque un vecino de Méjico, que se decía Pero González de Trujillo, persona muy noble, dijo que no quería estar debajo de su gobernación, sino de la de Méjico, pues los indios de su encomienda no eran de los de Pánuco, y por otras palabras que pasaron, sin ser más oído, le mandó ahorcar, y demás desto hizo otros desatinos, que ahorcó a otro español, e por hacerse temer, y no tenía acato ni se le daba nada de Alonso de Estrada, el tesorero, aunque era gobernador, ni le tenía en tanta estima como era obligado, y viendo aquellos desatinos de Nuño de Guzmán, el cabildo de Méjico y otros caballeros vecinos, y por que temiese el Nuño de Guzmán e hiciese lo que Su Majestad mandaba, suplicaron al tesorero que juntamente con él gobernase Cortés, pues convenía al servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Majestad, y el tesorero no quiso, e otras personas dijeron que Cortés no lo quiso acetar, porque no dijesen maliciosos que por fuerza quería señorear, y también porque hobo murmuraciones que tenían sospecha que la muerte de Marcos de Aguilar que Cortés fuese causa della, e le dio con qué murió. Y lo que se concertó fue que juntamente con el tesorero gobernase Gonzalo de Sandoval, que era alguacil mayor y persona que se hacía mucha cuenta dél, y hóbolo por bien el tesorero; mas otras personas dijeron que si lo aceto que fue por casar una hija con el Sandoval, y si se casara fuera muy más estimado y por ventura hobiera la gobernación, porque en aquella sazón no se tenía en tanta estima esta Nueva España como agora. Pues estando gobernando el tesorero y el Gonzalo de Sandoval pareció ser, como en este mundo hay hombres muy desatinados, que un Fulano Proaño, que dicen que se fue en aquella sazón a lo de Jalisco huyendo de Méjico, y después fue hombre muy rico, púsose a palabras con el gobernador Alonso de Estrada, y tuvo tal desacato que por ser de tal calidad aquí no lo digo, y el Sandoval, como gobernador que era, que había de hacer justicia sobrello y prender al Proaño, no lo hizo, antes, según fama, le favoresció para hacer aquel atroz delito e ir huyendo a do no pudo ser habido por mucha diligencia que sobrello puso el tesorero para le prender, y demás desto, de ahí a pocos días después deste desacato que pasó hobo otro malísimo delito, que pusieron en las puertas de las casas del tesorero unos libelos infamatorios muy malos, y puesto que claramente se supo quién los puso, viendo que no podía alcanzar justicia, lo disimuló, y desde allí adelante estuvo muy mal el tesorero con Cortés y con el Sandoval y renegaba dellos como de cosas muy malas. Dejemos esto, y quiero decir que en aquellos días que anduvieron los conciertos, ya, por mí memorados, para que Cortés gobernase con el tesorero, y pusieron al Sandoval por compañero, según dicho tengo, aconsejaron al Alonso de Estrada que luego en posta fuese en un navío a Castilla e hiciese relación dello a Su Majestad, y aun le inducieron que dijese que por fuerza le pusieron al Sandoval por compañero, según ya dicho tengo, desque no quiso ni consintió que Cortés gobernase juntamente con él; y demás desto, ciertas personas que no estaban bien con Cortés escribieron otras cartas por sí, y en ellas decían que Cortés había mandado dar ponzoña al Luis Ponce de León y Marcos de Aguilar, y que ansimismo al adelantado Garay
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, que en unos requesones que les dieron en un pueblo que se dice Estapalapa creían que estaban en ellos rejalgar, y que por aquella causa no quiso comer un fraile de la Orden de Santo Domingo dellos
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y todo lo que escrebían eran maldades y traiciones que le levantaron: y también escribieron que Cortés quería matar al fator y veedor; y en aquella sazón también fue a Castilla el contador Albornoz, que jamás estuvo bien con Cortés. Y como Su Majestad y los de su Real Consejo de Indias vieron las cartas que he dicho diciendo mal de Cortés, y se informaron del contador Albornoz e de lo de Luis Ponce, e lo de Marcos de Aguilar, e ayudó muy mal contra Cortés, e habían oído lo del desbarate del Narváez y del Garay, y lo del Tapia, y lo de Catalina Juárez la Marcaida, su primera mujer, y estaban mal informados de otras cosas y creyeron ser verdad lo que agora escrebían, luego mandó Su Majestad proveer que solo Alonso de Estrada gobernase, y dio por bueno cuanto había hecho y en los indios que encomendé, y también mandó que se sacasen de las prisiones y jaulas al fator y veedor y les volviesen sus bienes, y en posta vino un navío con las provisiones, y para castigar a Cortés de lo que le acusaban mandó que luego viniese un caballero que se decía don Pedro de la cueva, comendador mayor de Alcántara, y que a costa de Cortés trujese trecientos soldados, y que si le hallase culpado le cortase la cabeza y a los que juntamente con él habían hecho algún deservicio de Su Majestad, e que a los verdaderos conquistadores que nos diesen de los pueblos que le quitasen al Cortés, y ansimismo mandó proveer que viniese Audiencia Real, creyendo con ella habría reta justicia. E ya que se estaba apercibiendo el comendador don Pedro de la Cueva para venir a la Nueva España, por ciertas pláticas que después hobo en la corte, o porque no le dieron tantos mill ducados como pedía para el viaje, y porque con el Audiencia Real creyeron que lo pusieran en justicia, se estorbó su jornada, e porquel duque de Béjar quedó por nuestro fiador como otras veces. Y quiero volver al tesorero. Que como se vio tan favorescido de Su Majestad, y haber sido tantas veces gobernador, y agora de nuevo le manda Su Majestad gobernar solo, y aun le hicieron creer al tesorero que habían informado al emperador nuestro señor que era hijo del rey católico, y estaba muy ufano e tenía razón, y lo primero que hizo fue enviar a Chiapa por capitán a un su primo que se decía Diego de Mazariegos, y mandó tomar residencia a don Juan Enríquez de Guzmán, el que había enviado por capitán Marcos de Aguilar, y más robos y quejas se halló que había hecho en aquella provincia que bienes; y también envió a conquistar y pacificar los pueblos de los zapotecas e minges, y que fuesen por dos partes para que mejor los pudiesen atraer de paz, que fue por la parte de la banda del Norte envió a un Fulano de Barrios, que decían que había sido capitán en Italia y que era muy esforzado, que nuevamente había venido de Castilla a Méjico, no digo por Barrios el de Sevilla, el cuñado que fue de Cortés, y le dio sobre cient soldados, y entre ellos muchos escopeteros y ballesteros; y llegado este capitán con sus soldados a los pueblos de los zapotecas, que se decían los tiltepeques, una noche salen los indios naturales de aquellos pueblos y dan sobre el capitán y sus soldados, y tan de repente dieron en ellos, que matan al capitán Barrios y a otros siete soldados, y a todos los más hirieron, y si de presto no tomaran calzas de Villadiego y se vinieran acoger a unos pueblos de paz, todos murieran aquí. Verán cuánto va de los conquistadores viejos a los nuevamente venidos de Castilla, que no saben qué cosa es guerra de indios ni sus astucias. En esto paró aquella conquista. Digamos agora del otro capitán que fue por la parte de Guaxaca, que se decía Figueroa, natural de Cáceres, que también dijeron que había sido muy esforzado capitán en Castilla, y era muy amigo del tesorero Alonso de Estrada, y llevó otros cient soldados de los nuevamente venidos de Castilla a Méjico, y muchos escopeteros y ballesteros, y aun diez de a caballo; y cómo allegaron a las provincias de los zapotecas y envió a llamar a un Alonso de Herrera questaba en aquellos pueblos por capitán de treinta soldados por mandado de Marcos de Aguilar, en el tiempo que gobernaba, según lo tengo dicho en el capítulo que dello hace minción, y venido el Alonso de Herrera a su llamado, porque según paresció traía poder el Figueroa para questuviese debajo de su mano, sobre ciertas pláticas que tuvieron e porque no quiso quedar en su compañía, vinieron a echar mano a las espadas, y el Herrera acuchilló al Figueroa y a otros tres de los soldados que traía que le ayudaban; pues viendo el Figueroa questaba herido y manco de un brazo, y no se atrevía a entrar en las sierras de los minges, que eran muy altas y malas de conquistar, y los soldados que traía no sabían conquistar aquellas tierras, acordó de andarse a desenterrar sepolturas de los enterramientos de los caciques de aquellas provincias, porque en ellas halló cantidad de joyas de oro con que antiguamente tenían por costumbre de enterrar los principales de aquellos pueblos, y diose tal maña, que sacó dellas sobre cinco mill pesos de oro, y con otras joyas que hobo de dos pueblos acordó de dejar la conquista e pueblos en questaba, y dejólos muy más de guerra algunos dellos que los halló, e fue a Méjico, y desde allí se iba a Castilla, y los soldados cada uno se fue por su parte; e ya que se iba a Castilla el Figueroa con su oro y embarcado en la Veracruz, fue su ventura tal que el navío en que iba dio con recio temporal al través junto a la Veracruz, de manera que se perdió él y su oro, y se ahogaron quince pasajeros, y todo se perdió. Y en aquello paró las capitanías que envió el tesorero a conquistar, y nunca aquellos pueblos vinieron de paz hasta que los vecinos de Guazacualco los conquistamos, y como tienen tan altas sierras y no pueden ir caballos, me quebranté el cuerpo de tres veces que me hallé en aquellas conquistas, porque puesto que en los veranos los traíamos de paz, en entrando las aguas se tornaban a levantar y mataban a los españoles que podían haber desmandados; e como siempre les seguíamos, vinieron de paz y está poblada una villa que se dice Sant Alifonso. Pasemos adelante y dejar de traer más a la memoria desastres de capitanes que no han sabido conquistar; y digo que como el tesorero supo que habían acuchillado a su amigo el capitán Figueroa, envió luego a prender al Alonso de Herrera, e no se pudo haber, porque se fue huyendo a unas sierras, y los alguaciles que envió trujeron preso a un soldado de los que solía tener el Herrera consigo, y ansí como llegó a Méjico, sin más ser oído, le mandó el tesorero cortar la mano derecha; llamábase el soldado Cortejo, y era hijodalgo. Y demás desto, en aquel tiempo un mozo despuela de Gonzalo de Sandoval tuvo otra quistión con otro criado del mesmo tesorero, y le acuchilló, de que hobo muy gran enojo el tesorero y le mandó cortar la mano, y esto fue en tiempo que Cortés ni el Sandoval no estaban en Méjico, que se habían ido a un gran pueblo que se dice Cornavaca, y se fueron por quitarse de Méjico de bullicios y parlerías, y también por apaciguar ciertos debates que había entre los caciques de aquel pueblo. Pues desque supieron Cortés e Sandoval, por cartas, que el Cortejo y el mozo despuelas estaban presos e que les querían cortar las manos, de presto vinieron a Méjico y desque hablaron y vieron que no había remedio en ello, sintieron mucho aquella afrenta quel tesorero hizo a Cortés y contra el Sandoval, y dicen que le dijo Cortés tales palabras al tesorero en su presencia, que no las quisiera oír, y aun tuvo temor que le quería mandar matar, y con este temor allegó el tesorero soldados y amigos para tener en su guarda, y sacó de las jaulas al fator y veedor para que, como oficiales de Su Majestad, se favoresciesen los unos a los otros contra Cortés. Y desque los hobo sacado, de ahí a ocho días, por consejo del fator y otras personas que no estaban bien con Cortés, le dijeron al tesorero que en todo caso que luego desterrase a Cortés de Méjico, porque entretanto que estuviese en aquella ciudad jamás podría gobernar bien, ni habría paz, y siempre habría cherinolas y bandos. Pues ya este destierro firmado del tesorero, se lo fueron a notificar a Cortés, y dijo que le cumpliría muy bien y que daba gracias a Dios, que dello era servido, que de las tierras y ciudad que él con sus compañeros había descubierto y ganado, derramando de día y de noche mucha sangre y muerte de tantos soldados, que le viniesen a desterrar personas que no eran dinos de bien ninguno, ni de tener los oficios que tienen de Su Majestad, y quél iría a Castilla a dar relación dello a Su Majestad y demandar justicia contra ellos, y que fue gran ingratitud la del tesorero, desconocido del bien que le había hecho Cortés. Y luego se salió de Méjico e se fue a una villa suya que se dice Cuyuacán, y desde allí a Tezcuco, y desde ahí a pocos días a Tascala. Y en aquel instante la mujer del tesorero, que se decía doña Marina Gutiérrez de la Caballería, cierto dina de buena memoria por sus muchas virtudes, como supo lo que su marido había hecho en sacar de las jaulas al fator y veedor y haber desterrado a Cortés, con gran pesar que tenía le dijo al tesorero, su marido: «Plega a Dios questas cosas que habéis hecho, no nos venga mal dello», y le trujo a la memoria los bienes y mercedes que Cortés con ellos había hecho y los pueblos de indios que les dio, y que procurase de tornar hacer amistades con él para que vuelva a la ciudad de Méjico, o que se guardase muy bien no le matasen, y tantas cosas le dijo, que, según muchas personas platicaban, se había arrepentido el tesorero de lo haber desterrado y aun de haber sacado de las jaulas a los por mí memorados, porque en todo le iban a la mano y eran muy contrarios a Cortés. Y en aquella sazón vino de Castilla don fray Julián Garcés, primer obispo que fue de Tascala, y era natural de Aragón, y por honra del cristianísimo emperador nuestro señor se llamó Carolense, y fue gran predicador, y se vino por su obispado de Tascala; y desque supo lo quel tesorero había hecho en el destierro de Cortés, le pareció muy mal, y por poner concordia entrellos se vino a una ciudad, ya otras veces por mi nombrada, que se dice Tezcuco, y como está junto a la laguna se embarcó en dos canoas grandes y con dos clérigos y un fraile y su fardaje se vino a la ciudad de Méjico, y antes de entrar en ella supieron su venida en Méjico y le salieron a rescibir con toda la pompa y cruces, y clerecía y religiosos, y cabildo e conquistadores, y caballeros y soldados que en Méjico se hallaron. E desque hobo el obispo descansado dos días, el tesorero le echó por intercesor para que fuese adonde Cortés en aquella sazón estaba y los hiciese amigos, y le alzaba el destierro, y que volviese a Méjico. Y fue el obispo y trató las amistades, y nunca pudo acabar cosa ninguna con Cortés, antes, como dicho tengo, se fue a Tezcuco e Tascala muy acompañado de caballeros e de otras personas, y en lo que entendía Cortés era en allegar todo el oro y plata que podía para ir a Castilla; y demás de lo que le daban de los tributos de sus pueblos empeñaba otras rentas, y de amigos e indios que le prestaban, y ansimismo se aparejaba el capitán Gonzalo de Sandoval y Andrés de Tapia, y allegaban y recogían todo el oro y plata que podían de sus pueblos, porquestos dos capitanes fueron en compañía de Cortés a Castilla. Pues como estaba Cortés en Tascala, íbanle a ver muchos vecinos de Méjico y de otras villas, y soldados que no tenían encomiendas de indios, y los caciques de Méjico, y le iban a servir, y aun como hay hombres bulliciosos y amigos de escándalos e novedades, le iban con aconsejar para que si se quería alzar por rey en la Nueva España, que en aquel tiempo tenía lugar, y que ellos serían en le ayudar. Y Cortés echó presos a dos hombres de los que le vinieron con aquellas pláticas y les trató mal, llamándoles de traidores, y estuvo para los ahorcar. Y también le trujeron una carta de otros bandoleros que le enviaron de Méjico que le decían lo mismo, y esto era, según dijeron, para tentar a Cortés y tomarle en algunas palabras que de su boca diese sobre aquel mal caso. Y como Cortés en todo era servidor de Su Majestad, con amenazas que dijo a los que le venían con aquellos tratos que no le viniesen más delante dél con aquellas parlerías de traiciones, que les mandaría ahorcar, y luego lo escribió al obispo para que le dijese al tesorero que, como gobernador, mandase castigar a los traidores que le venían con aquellos consejos; si no, quél los mandaría ahorcar. Dejemos a Cortés en Tascala aderezando para se ir a Castilla, y volvamos al tesorero y fator y veedor. Que ansí como venían a Cortés hombres bandoleros que deseaban ruidos y andar en bullicios, también iban y decían al tesorero y al fator que ciertamente que Cortés estaba allegando gente para les venir a matar, aunque echaba fama que para ir a Castilla, y aquel efeto estaban todos los más caciques mejicanos y de Tezcuco y de todos los más pueblos de alrededor de la laguna en su compañía para ver cuándo les mandaba dar guerra. Entonces temió mucho e fator y veedor, creyendo que les quería matar, y para saber e inquirir si era verdad volvieron a importunar al mismo obispo que fuese a ver qué cosa era, y escribieron con grandes afetos a Cortés y demandando perdón; y el obispo lo hobo por bueno el ir hacer amistades por visitar a Tascala, y desque llegó adonde Cortés estaba, después de lo salir a recebir toda aquella provincia y ver la gran lealtad y lo que había hecho Cortés en prender los bandoleros y las palabras que sobre aquel caso le escribió, luego hizo mensajero al tesorero y dijo que Cortés era muy leal caballero y gran servidor de Su Majestad, y que en nuestros tiempos se podía poner en la cuenta de los muy afamados servidores de la corona real, y que en lo questaba entendiendo era para aviarse e ir ante Su Majestad, y que podía estar sin sospecha de lo que pensaban, y también le escribió que tuvo mala consideración en le haber desterrado y que no lo acertó; entonces dizque le dijo en la carta que le escribió: «¡Oh, señor tesorero Alonso de Estrada, y cómo ha dañado y estragado este negocio!». Dejemos esto de la carta, que no me acuerdo bien si volvió Cortés a Méjico para dejar recaudo a las personas a quien había de dar los poderes para entender en su estado y casa y demandar los tributos de los pueblos de su encomienda, salvo que dejó el poder mayor al licenciado Juan Altamirano, que era persona de mucha calidad, y a Diego de Campo, y Alonso Valiente, y a Santa Cruz, burgalés, y sobre todos al Altamirano; e ya tenía allegado muchas aves de las diferenciadas de otras que hay en Castilla, que era cosa muy de ver,

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