Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (91 page)

BOOK: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España
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Capítulo CXCVII: Cómo Nuño de Guzmán supo, por cartas que le vinieron de Castilla, que había mandado Su Majestad que le quitasen de presidente a él y a los oidores, y viniesen otros en su lugar, acordó de ir a pacificar y conquistar la provincia de Jalisco, que agora se dice la Nueva Galicia

Pues como Nuño de Guzmán supo por cartas ciertas que le quitaban el cargo de ser presidente a él y a los oidores, e venían otros oidores, y como en aquella sazón todavía era presidente el Nuño de Guzmán, allegó todos los más soldados que pudo, así de a caballo como escopeteros y ballesteros, para que fuesen con él a la provincia que le dicen de Jalisco, y los que no querían de grado apremiábalos que fuesen de grado o por fuerza, o habían de dar dineros a otros soldados que fuesen en su lugar, y si tenían caballos se los tomaban, y, cuando mucho, no les pagaban sino la mitad menos de lo que valían, y los vecinos ricos de Méjico ayudaron con lo que podían
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; y llevó muchos indios mejicanos cargados y otros de guerra para que le ayudasen, y por los pueblos que pasaba con su fardaje hacíales grandes molestias, y fue a la provincia de Mechuacán, que por allí era su camino, y tenían los naturales de aquella provincia, de los tiempos pasados, mucho oro, que aunque era bajo, porquestaba revuelto con plata, le dieron cantidad dello, y porque Cazoncín, que era el mayor cacique de aquella provincia, que ansí se llamaba, no le dio tanto oro como le demandaba, le atormentó y quemó los pies, y porque le demandaba indios e indias para su servicio, y por otras trancanillas que le levantaron al pobre cacique, le ahorcó, que fue una de las malas y feas cosas que presidente ni otras personas podían hacer, y todos los que iban en su compañía se lo tuvieron a mal e a crueldad, y llevo de aquella provincia muchos indios cargados hasta donde pobló la ciudad que agora llaman Santiago de Compostela, con harta costa de la hacienda de Su Majestad y de los vecinos de Méjico que llevó por fuerza. Y porque yo no me hallé en aquesta jornada
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se quedará aquí; mas sé cierto que Cortés ni el Nuño de Guzmán jamás se hobieron bien, y también sé que siempre se estuvo en aquella provincia el Nuño de Guzmán hasta que Su Majestad mandó que enviasen por él a Jalisco a su costa y le trujesen a Méjico, preso, a dar cuenta de las demandas y sentencias que contra él dieron en la Real Audiencia; que nuevamente en aquella sazón vino, y le pusiesen a pedimento de Matienzo y Delgadillo. Quiérolo dejar en este estado, y diré cómo llego la Real Audiencia a Méjico y lo que hizo.

Capítulo CXCVIII: Cómo llegó la Real Audiencia a Méjico y lo que se hizo muy justificadamente

Ya he dicho en el capitulo pasado cómo Su Majestad mandó quitar toda la Real Audiencia de Méjico y dio por ningunas las encomiendas de indios que habían dado el presidente y oidores que en ellas residían; porque los daban a sus deudos y paniaguados y otras personas que no tenían méritos, mandó Su Majestad que se los quitasen y los diesen a los conquistadores questaban con pobres repartimientos, y porque tuvieron noticia que no hacían justicia ni cumplieron sus reales mandos, se mandó venir otros oidores que fuesen personas de cencia y de concencia, y les encargó que en todo hiciesen justicia, y por presidente vino don Sebastián Ramírez de Villaescusa, que en aquella sazón era obispo de Santo Domingo, y cuatro licenciados por oidores, que se decían: el licenciado Alonso Maldonado, de Salamanca, y él licenciado Zainos, de Toro o de Zamora, y el licenciado Vasco de Quiroga, de Madrigal, que después fue obispo de Mechuacán, y el licenciado Salmerón, de Madrid. Y primero llegaron a Méjico los oidores que viniese el obispo de Santo Domingo, y se les hizo dos grandes rescibimientos, ansí a los oidores, que vinieron primero, como al presidente, que vino de ahí a pocos días; y luego mandan pregonar residencia general, y de todas las ciudades y villas vinieron muchos vecinos y procuradores, y aun caciques y principales, y dan tantas quejas del presidente y oidores pasados, de agravios y cohechos y sinjusticias que les habían hecho, questaban espantados el presidente y oidores que les tomaban residencia. Pues los procuradores de Cortés pónenles tantas demandas de los bienes y hacienda que le hicieron vender en las almonedas, como dicho tengo antes de agora, que si todo en lo que les condenaba hobieran de pasar, montaba sobre docientos mill pesos de oro. Y como el Nuño de Guzmán estaba en Jalisco y no quería venir a la Nueva España a dar su residencia, respondía el Delgadillo y Matienzo, en la residencia que les tomaba, que todas aquellas demandas que les ponían eran a cargo del Nuño de Guzmán, que como presidente lo mandaba de hecho, y no era a su cargo, y que mandasen enviar por él que venga a Méjico a descargarse de los cargos que le ponen. Y puesto que ya había enviado a Jalisco la Real Audiencia provisiones para que pareciese personalmente en Méjico, no quiso venir; y el presidente y oidores, por no alborotar la Nueva España, disimularon la cosa y hacen sabidor dello a Su Majestad, y luego enviaron sobrello el Real Consejo de Indias a un licenciado que se decía Fulano de la Torre, natural de Badajoz, para que le tomase residencia en la provincia de Jalisco y para que le traiga a Méjico, y que le echase preso en la cárcel pública; y trujo comisión para que nos pagase el Nuño de Guzmán todo en lo que nos sentenció a los conquistadores sobre lo de Narváez, y lo de las firmas cuando nos echaron presos, como dicho tengo en el capítulo pasado que dello habla. Y dejaré apercibiendo a este licenciado de la Torre para venir a la Nueva España, y diré en qué paró la residencia. Y es que al Delgadillo y a Matienzo les vendieron sus bienes para pagar las sentencias que contra ellos dieron y los echaron presos en la cárcel pública por lo que más debían que no alcanzó a pagar con sus bienes; y a un hermano de Delgadillo, que se decía Berrio, questaba por alcalde mayor en Guaxaca, hallaron contra él tantos agravios y cohechos que había llevado, que le vendieron sus bienes para pagar a quien los había tomado, y le echaron preso por lo que no alcanzaba, y murió en la cárcel; y otro tanto hallaron contra otro pariente del Delgadillo questaba por alcalde mayor en los Zapotecas, que también se llamaba Delgadillo como el pariente, y murió en la cárcel. Ciertamente eran tan buenos y jueces y rectos en hacer justicia los nuevamente venidos, que no entendían sino solamente en hacer lo que Dios y Su Majestad manda, y en que los indios conociesen que les favorescían y que fuesen bien dotrinados en la santa dotrina, y demás desto luego quitaron que no se herrasen esclavos e hicieron otras buenas cosas. Y como el licenciado Salmerón y el licenciado Zainos eran viejos, acordaron de enviar a demandar licencia a Su Majestad para se ir a Castilla, porque ya habían estado cuatro años en Méjico y estaban ricos y habían servido en los cargos que trujeron. Su Majestad les envió la licencia después de haber dado residencia, que dieron muy buena. Pues el presidente, don Sebastián Ramírez, obispo que en aquella sazón era de Santo Domingo, también fue a Castilla, porque Su Majestad le envió a llamar para se informar de las cosas de la Nueva España y para ponelle por presidente de la Real Chancillería de Granada, e desde a cierto tiempo le pasaron a Valladolid; y ansí como llegó le dieron el obispado de Tuy, y dende a pocos dias vaco el de León y se lo dieron, y era presidente, como dicho tengo, en la chancillería de Valladolid, y en aquel instante vacó el obispado de Cuenca y se lo dieron; por manera que se alcanzaban unas bulas a otras, y por ser buen juez vino a subir en el estado que he dicho, y en esta sazón vino la muerte a llamarle, y paréceme a mí, según nuestra santa fe, questá en la gloria con los bienaventurados, porque a lo que conocí y comuniqué con él cuando era en Méjico presidente, en todo era muy reto y bueno, y como tal persona había sido, antes que fuese obispo de Santo Domingo, inquisidor en Sevilla. Volvamos a nuestra relación, y diré del licenciado Alonso Maldonado, que Su Majestad le mandó que viniese a las provincias de Guatimala e Honduras y Nicaragua por presidente y gobernador, y en todo fue muy bueno y reto juez y gran servidor de Su Majestad, y aun tuvo título adelantado de Yucatán por capitulación que tuvo hecha con su suegro, don Francisco de Montejo. Pues el licenciado Quiroga fue tan bueno y virtuoso, que le dieron el obispado de Mechuacán. Dejemos de contar destos prosperados por sus virtudes, y volvamos a decir de Delgadillo y Matienzo, que fueron a Castilla y a sus tierras muy pobres, y no con buenas famas, y dende a dos o tres años dijeron que murieron. E ya en esta sazón había Su Majestad mandado que viniese a la Nueva España, por visorrey, el ilustrísimo y buen caballero y dino de loable memoria don Antonio de Mendoza, hermano del marqués de Mondéjar, y vinieron por oidores el dotor Quesada, natural de Ledesma, y el licenciado Tejada, de Logroño, y aun en aquel tiempo estaba por oidor el licenciado Mercenario, que aún no había ido a ser presidente de Guatimala, y también vino por oidor un licenciado anciano que se decía el licenciado Loaisa, natural de Ciudad Real, y como era hombre viejo estuvo tres o cuatro años en Méjico, y allegó pesos de oro para irse a Castilla, y se volvió a su casa; y de ahí a poco tiempo vino un licenciado de Sevilla, que se decía el licenciado Santillana, que después fue dotor, y todos fueron muy buenos jueces, y después que se les hizo grandes rescibimientos en la entrada de aquella gran ciudad, se pregonó residencia general contra el presidente y oidores pasados, todos los hallaron muy retos y buenos, y hacían conforme a justicia. Y volviendo a nuestra relación cerca del Nuño de Guzmán, que se estaba en Jalisco, y como el virrey don Antonio de Mendoza alcanzó a saber que Su Majestad mandó venir al licenciado de la Torre a tomarle residencia en Jalisco y a echalle preso en la cárcel pública, y hacer que pagase al marqués del Valle lo que se hallase deberle, y a los conquistadores también nos pagase en lo que nos sentenció sobre lo de Narváez, y por hacelle bien y porque no fuese molestado e afrentado, le envió a llamar que viniese luego a Méjico sobre su palabras, y le señaló por posada sus palacios, y el Nuño de Guzmán ansí lo hizo, que se vino luego; y el virrey le hacía mucha honra y le favorescía y comía con él. Y en este instante llegó a Méjico el licenciado de la Torre, que ya he nombrado, y como traía mandado de Su Majestad que luego echase preso a Nuño de Guzman y que en todo hiciese justicia, puesto que primero lo comunicó con el virrey, y parece ser no halló tanta voluntad para ello como quisiera, acordó de le sacar de la posada del virrey, adonde estaba, y decía a voces: «Esto manda Su Majestad; ansí se ha de hacer, y no otra cosa», y le llevó a la cárcel pública de aquella ciudad y estuvo preso ciertos días, hasta que rogó por él el mismo visorrey, que le sacaron de la cárcel, y como conoscieron en el de la Torre que traía recios aceros para no dejar de ejecutar la justicia y tomar residencia muy a las derechas al Nuño de Guzmán, y como la malicia humana muchas veces no deja cosa en que pueda infamar que no infame, parece ser que como el licenciado de la Torre era algo aficionado al juego especial de naipes, puesto que no jugaba sino al trunfo e a la primera por pasatiempo, quien quiera que fue por parte del Nuño de Guzmán, y como en aquel tiempo se usaban traer unos tabardos con mangas largas, en especial traían los juristas, metieron en una de las mangas del tabardo del licenciado de la Torre una baraja de naipes de los chicos, y ataron la manga de arte que no se pudiese salir. Y en aquel instante, yendo el licenciado por la plaza de Méjico acompañado de personas de calidad, e quien quiera que fue en metelle los naipes en la manga tuvo manera que se le desató, y sálensele os naipes pocos a pocos, y dejó rastro dellos en el suelo en la plaza por donde iba; y las personas que le iban acompañando, desque le vieron salir de aquella manera los naipes
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, se lo dijeron que mirase lo que traía en la manga del tabardo; y desque el licenciado vio tan gran burla, dijo con gran enojo: «Bien parece que no quieren que yo haga justicia a las derechas; mas si no me muero, yo la haré de manera que Su Majestad sepa deste desacato que conmigo se ha hecho». Y dende a pocos días cayó malo, y de pensamiento dello o de otras cosas que ocurrieron, de calenturas murió. Y luego proveyó el Audiencia Real, juntamente con el virrey, del poder que traía el de la Torre a un caballero que se decía Francisco Vázquez Coronado, natural de Salamanca, y era muy íntimo amigo del visorrey, y todo se hizo de la manera quel Nuño de Guzmán quiso en la residencia que le tomaron. Este Francisco Vázquez Coronado fue dende a cierto tiempo por capitán a la conquista de Zibola, que en aquel tiempo llamaban las Siete Ciudades, y dejó en su lugar en la gobernación de Jalisco a un Cristóbal de Oñate, persona de calidad, y el Francisco Vázquez era rescién casado con una señora hija del tesorero Alonso de Estrada, y demás de ser llena de virtudes era muy hermosa, y como fue aquellas ciudades de la Zibola, tuvo gana de volver a la Nueva España e a su mujer, y dijeron algunos soldados de los que fueron en su compañía que quiso remedar a Ulises, capitán greciano, que se hizo loco cuando estaba sobre Troya por venir a gozar de su mujer Penélope; ansí hizo Francisco Vázquez Coronado, que dejó la conquista que llevaba y le dio ramo de locura y se volví a Méjico a su mujer, y como se lo daban en cara de se haber vuelto de aquella manera, falleció dende a pocos días.

Capítulo CXCIX: Cómo vino don Hernando Cortés, marqués del Valle, de España, casado con la señora doña Juana de Zúñiga y con título de marqués del Valle y Capitán General de la Nueva España y de la Mar del Sur, y del rescibimiento que se le hizo

Como hacia mucho tiempo que Cortés estaba en Castilla e ya casado, como dicho tengo, y con titulo de marqués y capitán general de la Nueva España y de la mar del Sur, tuvo gran deseo de se volver a la Nueva España, a su casa y estado e marquesado, y tomar posesión en su marquesado. Y como supo questaban en el estado que he dicho las cosas en Méjico, se dio priesa e se embarcó con toda su casa en ciertos navíos, y, con buen tiempo que le hizo en la mar, llegó al puerto de la Veracruz, y se le hizo gran rescebimiento, y luego se fue por villas de su marquesado. Y llegado a Méjico, se le hizo otro rescebimiento; mas no tanto como solía. Y en lo que entendió fue presentar sus provisiones de marqués y hacerse pregonar por capitán general de la Nueva España y de la mar del Sur, y demandar al virrey y a la Audiencia Real que le contasen sus vasallos. Esto me parece a mí que vino mandado de Su Majestad para que los contase, porque, a lo que yo entendí, cuando le dieron el marquesado demandó Su Majestad que le hiciese merced de ciertas villas y pueblos con tantos mill vecinos tributarios. Y porquesto yo no lo sé bien, remítome a los caballeros e a otras personas que saben mejor los pleitos que sobre ello se ha traído, porque tenía el marqués en el pensamiento, cuando demandó a Su Majestad aquella merced de los vasallos, que se hablan de contar cada casa de vecino o cacique o principal de aquellas villas por un tributario, como si dijésemos agora que no se habían de contar los hijos varones que eran ya casados, ni yernos, ni otros muchos indios questaban en cada casa en servicio del dueño della, sino solamente que cada vecino un tributario ora tuviese muchos hijos, o yernos, y otros allegados o criados; y la Audiencia Real de Méjico, que lo fuese a contar un oidor de la mesma Real Audiencia que se decía doctor Quesada. Y comenzó a contar desta manera: que el dueño de casa, por un tributario, y si tenía hijos de edad, cada hijo un tributario; y si tenía yernos, cada yerno un tributario; y los indios que tenía en su servicio, y aunque fuesen esclavos, cada uno contaban por un tributario; por manera que en muchas de las casas contaban diez y doce y quince y más tributarios; y Cortés tenía por sí, y así lo proponía y demandó a la Real Audiencia, que cada casa era un vecino y se había de contar sólo un tributario; y si cuando el marqués suplicó a Su Majestad le hiciese merced del marquesado lo declarara, e que le diera la villa, y tal villa con los vecinos y moradores que tenía, Su Majestad le hiciera merced dellas; y el marqués creyó y tenía por cierto que demandando los vasallos, que acertaba en ello, y salióle al contrario. Por manera que nunca le faltaron pleitos, y a esta causa estuvo muy mal con las cosas del dotor Quesada, que se los fue a contar, y aun con el visorrey e Audiencia Real no le faltaron cosquillas. Y se hizo relación dello a Su Majestad por parte de la Real Audiencia, para saber de la manera que se habían de contar, y estuvo suspenso el contar de los vasallos ciertos años, que siempre el marqués llevó sus tributos dellos sin haber cuenta. Volvamos a nuestra materia. Y desque esto pasó, de ahí a pocos días se fue desde Méjico a una villa de su marquesado que se dice Cornavaca, y llevó a la marquesa, e hizo allí su asiento, que nunca más lo trujo a la ciudad de Méjico; y demás desto, como dejó capitulado con la serenísima emperatriz doña Isabel, nuestra señora, de gloriosa memoria, y con los del Real Consejo de Indias que había de enviar armadas por la mar del Sur a descubrir tierras nuevas adelante, y todo a su costa, comenzó hacer navíos en un puerto de una su villa que era en aquel tiempo del marquesado, que se dice Teguantepeque, y en otros puertos de Zacatula y Acapulco. Y las armadas que envió diré adelante, que nunca tuvo ventura en cosa que pusiese la mano, sino todo se le tomaba espinas; que muy mejor acertó Nuño de Guzmán, como adelante diré.

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