Historia del Antiguo Egipto (72 page)

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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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Conseguir el poder es una cosa y mantenerlo es otra, pero el proceso de consolidación tuvo lugar con un éxito considerable. Con su importante papel en la conquista del territorio, los mercenarios realizaron una importante contribución. La documentación pone mucho énfasis en los de extracción griega y caria, mas también se nos habla de judíos, fenicios y posiblemente beduinos shasu. Estas tropas tenían dos funciones. En primer lugar, estaban destinadas a garantizar la seguridad de Egipto contra los ataques externos de una serie de enemigos, al principio asirios y luego caldeos (babilonios) y persas. No obstante, es indudable que también fueron el contrapeso dentro del país al poder de los
machimoi
, la clase guerrera egipcia, que en origen habían sido libios y suponían un significativo peligro potencial para la autoridad real.

Heródoto nos informa de que en la rama pelusiaca del Nilo entre Bubastis y el mar se crearon
stratopeda
(«campamentos»). Afirma que estuvieron ocupados sin interrupción durante más de un siglo, hasta que los mercenarios fueron trasladados a Menfis al comienzo del reinado de Ahmose II (570-526 a.C.); pero las pruebas arqueológicas ofrecen una imagen bastante más compleja. En Tell Defenna (la Dafne griega), el primer rey que encontramos es ciertamente Psamtek I, pero la gran mayoría del material data de la época de Ahmose II, lo cual contradice la tradición herodotea. También conocemos otro campamento, situado a veinte kilómetros de Dafne, algo al sur de Pelusia, donde se ha encontrado gran cantidad de cerámica griega del siglo VI. La explicación más verosímil para esta contradicción entre las fuentes literarias y las arqueológicas es que las tropas se retiraron de los campamentos a comienzos del reinado de Ahmose como resultado del estallido antigriego (véase más adelante), pero que volvieron en un momento posterior para enfrentarse a la creciente amenaza de Persia. En cuanto a su integración en el ejército egipcio, la famosa inscripción griega en una de las piernas de los Colosos de Memnón, además de otras posteriores, indica que los mercenarios bajo mando egipcio formaban uno de los dos cuerpos del ejército egipcio, cuyo comandante también era egipcio. Hay que mencionar que estas tropas no siempre eran fiables, y poseemos pruebas de una revuelta de mercenarios en Elefantina durante el reinado de Apries (589-570 a.C.).

El trabajo de Petrie en Tell Defenna ha proporcionado una vivida y probablemente típica imagen del carácter de las bases permanentes de este tipo de tropas en la época saíta. El yacimiento se encuentra situado en una amplia llanura, cubierta de cerámica y dominada por los restos de una plataforma de ladrillo, construida según el principio de las celdas de colmena, consistente en casamatas, muchas de ellas rellenas de arena. Su altura original se calcula en unos diez metros y se cree que estaba coronada por un fuerte. Esta estructura, ciertamente construida por Psamtek I, parece haber funcionado como una torre de homenaje dentro de un recinto señalado por un masivo muro oblongo, que en época de Petrie ya estaba degradado hasta el suelo. Fuera del campamento se encontraba el asentamiento civil, sobre todo hacia el este. Gracias a la excavación se obtuvo una sustanciosa cantidad de equipo de infantería griego; pero el lugar también era una base naval, desde donde podían operar galeras de guerra de estilo griego; una situación que refleja el importante papel representado por los mercenarios en la marina egipcia.

No resulta sorprendente entonces que la preferencia mostrada hacia estas tropas extranjeras no fuera bien acogida por los
machimoi
. Según Heródoto, un grupo de ellos se amotinó y abandonó Egipto, yendo a parar a un lugar que muy bien puede situarse en algún punto en las proximidades del Nilo Azul y Gezira, cerca de Omdurman, si es que podemos fiarnos de sus datos topográficos. En época de Apries, las cosas habían empeorado mucho y terminaron llegando a un nivel desastroso, siendo el rey expulsado del trono por una revuelta
machimoi
contra la privilegiada posición de los griegos y carios en el ejército. La gota que colmó el vaso fue una desastrosa derrota sufrida por una fuerza de
machimoi
enviada contra la ciudad griega de Cirene, lo cual concedió a Ahmose la posibilidad de utilizar estas tropas para derrotar a los mercenarios de Apries en Momenfis en 570 a.C. y usurpar el trono de Egipto.

La economía fue un punto igual de importante de la política saíta durante la reconstrucción de Egipto. Los cimientos de una economía fuerte para el país fueron, como siempre había sido, una sólida agricultura, que en época de Ahmose había conseguido un nivel de éxito espectacular. Heródoto comenta (II 177,1): «Se dice que fue durante el reinado de Ahmose cuando Egipto alcanzó su más alto grado de prosperidad, tanto respecto a lo que el río da a la tierra como respecto a lo que la tierra produce para los hombres y que el número de ciudades habitadas en esa época alcanzaba en total veinte mil».

También se fomentó mucho el comercio. En las fuentes textuales, las relaciones con Grecia tienen un papel destacado, si bien conviene recordar que la mayoría de ellas son griegas. En el propio Egipto oímos hablar de estaciones comerciales como «El muro de los milesios» y de «Islas» con nombres como Éfeso, Quíos, Lesbos, Chipre y Samos, pero su relación concreta con la Corona y otros centros griegos del país no está nada clara para el período más antiguo. No obstante, el centro mejor documentado es Náucratis, fundado en la rama canópica del Nilo, cerca de la capital, Sais, con unas comunicaciones excelentes para el comercio interior y exterior. Si bien la ciudad fue fundada por milesios a mediados o finales del siglo VII a.C., había miembros de otras ciudades griegas orientales que estaban firmemente asentados en ella así como mercaderes de la isla-estado de Egina en el golfo de Sarónica, al sur de Atenas. Las excavaciones arqueológicas han revelado una serie de recintos sagrados dedicados a los cultos griegos, una fábrica de escarabeos que producía para la exportación y una típica plataforma en colmena de la Baja Época comparable a la de Tell Defenna, que puede haber tenido un propósito militar, pero también civil, para funciones administrativas.

Es difícil determinar hasta qué punto estaba regulado el comercio en los primeros años de fundación. Es posible que se aplicara desde el principio el modelo utilizado durante el Reino Medio en Mirgissa, Nubia. Este sistema aparece sumariamente descrito en la estela del año octavo del reinado de Senusret III:

La frontera meridional, hecha en el año octavo de reinado bajo la majestad del rey del Alto y el Bajo Egipto Khakaure (que viva para siempre jamás) para impedir que sea traspasada por ningún nubio que viaje hacia el norte por tierra o en un barco-
kai
, así como cualquier ganado perteneciente a los nubios, con la excepción de los nubios que vengan a Mirgissa o en una embajada, u otra cuestión cualquiera que puede ser hecha legalmente con ellos; pero estará prohibido para siempre que cualquier barco-
kai
de los nubios pase hacia el norte más alia de Semna.

Si bien esto puede ser cierto, no cabe duda de que Náucratis se convirtió en el punto por el cual
todo
el comercio griego era obligado a pasar por ley desde aproximadamente c. 570 a.C. No obstante, hay pruebas de esfuerzos más enérgicos por promocionar el comercio. Sabemos que Nekau II (610-595 a.C.) comenzó a construir un canal desde el Nilo hasta el mar Rojo, una actividad que debe indicar un renacimiento de la actividad en esa zona, que había sido un importante centro comercial en dinastías anteriores. También es razonable considerar la poco verosímil historia de Heródoto de la circunnavegación de África instigada por Nekau II como otro reflejo más de su interés en este campo.

Por impresionantes e incluso espectaculares que estas medidas hayan podido ser, nunca hemos de perder de vista el hecho de que grandes batallones y unas cuentas saneadas nunca pueden ser base suficiente para un poder duradero. Debe existir siempre un soporte ideológico que sea aceptable para el pueblo sometido. En Egipto esta base siempre ha sido el concepto de realeza divina, que otorgaba al faraón un papel claramente definido y universalmente aceptado, no sólo en el gobierno del país, sino en el mantenimiento del propio cosmos. Estas condiciones tuvieron que ser aceptadas y rigurosamente observadas; para ser un faraón legítimo era esencial
actuar
como tal. En otro lugar resumí el ideal faraónico como sigue:

Los elementos básicos son: el faraón asciende al trono como Horus, campeón del orden cósmico (maat), y derrota a las fuerzas de la oscuridad; como continuación de este papel, entonces asegura el bienestar de Egipto en términos económicos organizando el sistema de irrigación y en términos militares manteniendo un ejército y derrotando a sus enemigos exteriores; la pax deorum se ve asegurada al dotar a los templos de todo lo que necesitan y construyendo monumentos tanto para los dioses como para sí mismo (estatuas y complejos funerarios); se enviarán expediciones a Punt, el Sinaí y otras fuentes canónicas de materias primas y, en el transcurso de estas operaciones, los dioses manifestarán su aprobación al rey mediante biayt, «maravillas», que pueden consistir tanto en el notable éxito de la empresa como en cualquier signo o presagio que los dioses tengan a bien proporcionar. El resultado de todo esto será una larga vida para el rey y la realización del deseo de los dioses del orden cósmico sobre la tierra.

(Heródoto, Libro II, Comentario 2, 16-17)

Psamtek I estaba bien asentado, pero al mismo tiempo se enfrentaba a una pesada responsabilidad. Estaba llevando a cabo una de las tareas más críticas de la realeza, tras los pasos de Menes y Mentuhotep II: estaba unificando el país y restaurando el orden correcto de las cosas, el estado que los egipcios llamaban
maat
. Esto aparece con cristalina claridad al comienzo de la sección conservada de la Estela de Adopción de Nitiqret, la inscripción real más larga de su reinado:

Yo [Psamtek I] he actuado para él como debe ser hecho para mi padre. 2) Soy su hijo primogénito, uno hecho próspero por el padre de los dioses, uno que realiza los rituales de los dioses; uno que lo engendra para sí mismo de modo que satisfaga su corazón. Para ser «esposa del dios» le he dado a mi hija y la he dotado con más generosidad que aquéllas que hubo antes que ella. Sin duda estará satisfecho con su adoración y con la protección de la tierra de 3) él que ella le dio a él […] no haré esa cosa que no debe ser hecha y quitar a una heredera de su sitio, puesto que soy un rey que ama 4) la verdad —mi especial abominación es la mentira—, el hijo y protector de su padre, que tomó la herencia de Geb y unificó las dos porciones mientras todavía era un joven. (11. 1-4)

Esta devoción a los dioses no podía quedarse sólo en una declaración de intenciones. Tanto Psamtek como sus sucesores se enfrascaron en una serie de trabajos arquitectónicos en diferentes recintos sagrados para expresar con ellos su devoción y mantener la buena voluntad y el apoyo de los dioses. Los edificios saítas están mal conservados en el registro arqueológico, en gran parte debido a que fueron construidos en el delta, donde las condiciones de supervivencia son mucho peores que en el Alto Egipto. No obstante, en la obra de Heródoto, en las inscripciones y en los fragmentos de los edificios se ha conservado suficiente información como para demostrar que los soberanos saítas hicieron todo lo posible para cumplir esta parte de las obligaciones de la realeza. Se afirma que Psamtek I construyó el pilono sur del templo de Ptah en Menfis y que en este mismo santuario edificó en honor del toro Apis; se sabe que su sucesor, Nekau II, es el responsable de la construcción de monumentos a Apis en esta misma ciudad y existen pruebas escritas de sus esfuerzos en las canteras de caliza de las colinas de Mokkattam, donde Psamtek II (595-589 a.C.) también dejó pruebas de haber extraído piedra. Ahmose II también se mantuvo muy activo en Sais, hogar de la dinastía, donde construyó un pilono en el templo de Neith, erigió estatuas colosales y creó esfinges con cabeza humana para la vía procesional. De hecho, las pruebas nos dejan la fuerte impresión de que los esplendores eclesiásticos de esta ciudad en la Baja Época le debían mucho al trabajo de los reyes saítas. Su objetivo principal era el recinto sagrado de Neith, que contenía el centro de culto principal (la «Mansión de Neith»), y aprovisionar a un grupo de dioses asociados (Osiris, Horus, Sobek, Atum, Bastet, Isis, Nekhbet, Wadjet y Hathor). Destacan sobre todo un lugar de enterramiento de Osiris y un lago sagrado, en el cual se celebraban los rituales de la fiesta de la Resurrección de Osiris; la zona estaba ricamente decorada con otros elementos, como por ejemplo obeliscos, de los cuales las tristes ruinas de Sais apenas nos dan hoy día un pálido reflejo.

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