Read Exilio: Diario de una invasión zombie Online
Authors: J. L. Bourne
Hace muchos meses, las radios del Hotel 23 interceptaron retransmisiones de cierta persona que decía ser un congresista del Estado de Luisiana. Aparte de la terrible información que nos dio sobre los efectos de la radiactividad en los muertos vivientes, dijo disponer de un sistema de comunicación por teletipo de alta frecuencia, con una base gubernamental equipada con prototipos de vehículo aéreo no tripulado y un amplio surtido de explosivos.
Había numerosas cajas dentro del paquete que tenía que contabilizar e inspeccionar antes de que se pusiera el sol.
La primera era pequeña y tenía el símbolo del láser grabado en la tapa. He abierto el cierre y he encontrado en su interior un aparato rectangular de color negro con plataformas de montaje estándar con riel Picatinny en el fondo. Con el aparato venía una hoja de instrucciones impresa en papel plastificado y una caja de baterías de litio CR123. Las instrucciones venían a decir lo mismo que el texto que había aparecido en la pantalla del teléfono. También he encontrado dentro de la caja una pequeña carpeta con documentos, entre los que había un mapa híbrido por satélite de Texas, con extrañas marcas numeradas que indicaban varios lugares. He tardado menos de un segundo en probar la compatibilidad del aparato láser con el MP5, pero no he tenido éxito.
También llevaba una pequeña llave Alien para ajustar el rayo láser, pero las instrucciones decían que el aparato estaba precalibrado para funcionar con precisión a un metro y medio si se montaba sobre el riel T6. Aunque tratara de ajustarlo, tan sólo dispondría de unos cinco segundos para hacerlo antes de que la detonación de una bomba de 225 kilogramos guiada por láser hiciera sus destrozos. También he encontrado sujeto en la tapa un pequeño dispositivo de plástico para la proyección de señales de socorro, junto con las instrucciones para colocármelo. Se parecía mucho al pequeño reflector de señales de avalancha que llevaba en la chaqueta de esquí y que, en caso de accidente, habría ayudado al personal de rescate a encontrarme. Estaba escrito que la batería del dispositivo de señales para el Reaper había de durar seis meses, y que su objetivo era permitir que el Reaper me escoltara, e impidiese mi autodestrucción. No vaya a ser que el láser se dispare accidentalmente hacia mi pie cuando camine a campo través y se le caiga una bomba encima.
En el dorso de las instrucciones había una breve enumeración de capacidades básicas y limitaciones del Reaper. El texto del satélite me había informado de que tendría doce horas diarias de cobertura que coincidirían con las de luz solar. La cobertura no coincidía con la autonomía que se le atribuía al Reaper. Por ello, he pensado que Remoto Seis debe de encontrarse a muchos kilómetros de distancia. De acuerdo con las instrucciones, mi Reaper. tendría que acompañarme desde el cielo hasta las 18.00 horas de esta tarde y nuevamente a las 6.00 horas de la mañana.
En la caja siguiente he encontrado un rifle de asalto M-4 con mira de punto rojo y una luz Surefire LED, así como quinientos cartuchos de munición de calibre .223 y cinco cargadores. Había una montura para el designador láser en el costado del arma opuesto a la luz LED. En la misma gomaespuma del rifle había una Glock 19 con 250 cartuchos de nueve milímetros y tres cargadores, así como un accesorio ya instalado (silenciador). En la misma caja había dos granadas de fragmentación. Había material suficiente como para que tuviese que plantearme qué me llevaría y qué iba a abandonar.
En la siguiente caja había toda una serie de alimentos deshidratados, envasados al vacío. Había veinte paquetes de comida, cada uno con tres platos de tipos variados. Junto con la comida había una botella de plástico y un centenar de pastillas para purificar el agua.
He dispuesto las nuevas provisiones por el suelo, y, al lado de éstas, las nuevas armas. Faltaban dos cajas. La siguiente que abrí contenía una pequeña botella de líquido para tratamiento de gasolina en la que se leía «experimental», con instrucciones explícitas en la parte de atrás que decían: «Un cuarto de botella por cuarenta litros. Esperar una hora antes de iniciar la combustión interna. Una dosis excesiva podría provocar que el líquido combustible se volviera inestable y peligroso.» La caja también contenía un sifón manual lo suficientemente ligero como para pensar en llevárselo. Los materiales de aquella caja parecían destinados todos ellos a permitirme que encontrara y sacara rendimiento de un medio de transporte alternativo.
La última caja contenía una bolsa de compresión, y, dentro de ésta, un saco de dormir estilo momia, sin marca, con un diseño de camuflaje muy extraño. Era digital, pero sin ángulos rectos. La bolsa era de marca Gore-Tex y llevaba una etiqueta con número NSN en la que se indicaba que el saco de dormir era impermeable y aislaba del frío hasta los 0ºC. Tenía cierres a presión en vez de cremallera. Llevaba una pistolera cosida en el exterior, a la altura de la cadera, el mismo lugar donde se lleva normalmente la pistola. El saco de dormir estaba diseñado para despertarse de repente y empezar a luchar.
Tras echar una nueva ojeada a mi alrededor para asegurarme de que no hubiese muertos vivientes, he dejado la mochila y he procedido a sacar todo lo que llevaba dentro y colocarlo en el suelo. Había llegado el momento de jerarquizar el equipamiento, desde los artículos indispensables hasta los que simplemente estaría bien llevar. Cuando el sol desaparecía tras el horizonte, he programado la alarma del reloj para que se activase al cabo de dos horas.
Ya no tenía mucho sentido conservar el MP5, porque podía llevarme el M-4 y la Glock como refuerzo. No puedo abandonar el MP5 hasta que haya probado adecuadamente el M-4, pero tampoco puedo cargar kilómetros y kilómetros con los dos subfusiles mientras camino campo a través, porque transporto mucho equipamiento. Sí me queda espacio para conservar la antigua G-17, pero la opción más lógica es que la pistola que lleve conmigo sea la G-19, porque es más pequeña y tiene visión nocturna y silenciador desmontable. Además, los cargadores de la 17 también pueden ir en la 19. Es una ventaja adicional.
Está claro que me voy a llevar el saco de dormir tipo momia, y que sustituirá a la pesada manta de lana a la que había transformado en poncho: le había abierto un agujero en el centro y me la ponía al estilo Pancho Villa. Quinientos cartuchos de .223 van a pesar mucho. Creo que mañana voy a disparar unos cuantos mientras el procedimiento de eliminación del Proyecto Huracán esté todavía activo. Voy a disparar por la mañana, antes de marcharme, para estar seguro. Me había llevado 210 cartuchos de nueve milímetros del helicóptero. Si los sumamos a los 250 cartuchos del paracaídas, voy a contar con 460 cartuchos de nueve milímetros para las pistolas.
Cuando amanezca, voy a disparar también unos cuantos cartuchos con la 19 para asegurarme de que funcione bien, aunque también me voy a llevar la 17 como refuerzo, porque la relación entre el coste de cargar con ella en la mochila y los beneficios que puede reportarme es positiva. Las granadas también serán de valor, igual que las pastillas para purificar agua y los alimentos secos. Dentro de poco voy a necesitar calcetines nuevos, y utilizaré los antiguos para llevar dentro las granadas, porque así me aseguraré de que la anilla no se salga de sitio por accidente mientras camino hacia el sur.
16:10 h.
Se acerca el crepúsculo
Lista de Tareas
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= Equipamiento nuevo
Armas
MP5 9mm (4 carg)
3
G-17 (12 carg)
210 cart 9 mm. (combinar con nueva munición)
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M-4 .223 (5 carg) con designador láser, luz LED y mira.
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500 cart. de .223
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G-19 9 mm (460 total)
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2 granadas de fragmentación.
Equipo de Supervivencia
Mochila
Cuchillo de combate
Gafas de visión nocturna con pilas de recambio
Depósito de agua (3 litros)
Bengalas/Brújula
Manta verde la lana
4
Prismáticos
Radio PRC-90-2 (Inutil)
5
Cerillas resistentes al agua
1 mechero BIC
2 trampas grandes para ratas
3 paquetes de AA (para las gafas de visión nocturna)
1 tubo de antibiótico triple
1 rollo de cinta aislante
Hacha pequeña
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Teléfono por satélite con cargador de baterías solares
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Mapa topográfico de Texas
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100 pastillas para purificar agua
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Saco de dormir tipo momia
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Tratamiento de combustible experimental (botellín)
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¡Mucha atención a la advertencia sobre el tratamiento!
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Sifón de gasolina pequeño
Provisiones
2 raciones de comida preparada
3 latas de chile
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pesadas, comer primero
2 latas de estofado vegetariano
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pesadas, comer primero
3 litros de agua
*
20 paquetes con tres platos de alimento deshidratado cada uno
He llegado a la conclusión de que será mejor abandonar la radio PRC-90, porque no tengo baterías adecuadas y pesa. La manta de lana y, provisionalmente, el MP5 también están en la lista de cosas que voy a dejar. Mi plan consiste en guardar el arma y su cargador en un lugar seguro y marcarlo en mi nuevo mapa. He vuelto a meter las cosas dentro de la mochila. Lo más pesado de todo es la munición, que por sí sola añade varios kilos a la mochila. Al prescindir del MP5, la manta de lana y la radio se produce un aligeramiento modesto, pero perceptible.
Hay una vivienda no muy lejos de mi posición, y, ahora que tengo la mochila a punto, me acercaré para echarle una ojeada y ver si será habitable para esta próxima noche. Las únicas cosas que voy a abandonar son la manta de lana, la prácticamente inútil radio PRC-90 y la mitad del paracaídas. He cortado una parte de los cordajes y de la tela por si puedo emplearlos para guarecerme. Cada día es más difícil encontrar cordaje de categoría militar.
Mi plan es probar el M-4 y hacer una última ronda con el ya probado, aunque mediocre, MP5 antes de esconderlo y reducirlo a poco más que una críptica marca en un mapa del tesoro.
21:45 h.
El sol estaba a punto de completar su recorrido cuando he cargado con la mochila y me he alejado del palé. Se notaba que la mochila era más pesada, y el subfusil extra que llevaba no hacía otra cosa que acentuar el peso. He caminado en dirección suroeste, hacia la vivienda que había descubierto poco antes con los prismáticos. Era una casa de dos pisos con las ventanas intactas. No estaban cerradas con tablones, pero sí a demasiada distancia del suelo como para que alguien, o alguna cosa, trepara hasta ellas con facilidad. El repecho de las ventanas me quedaba a la altura de la cabeza. Las cortinas estaban abiertas en algunas de las ventanas y echadas en otras. Todo se veía muy típico e inofensivo. He recorrido los 360 grados en torno a la casa, en busca de indicios de lucha o de marcas de sangre que dieran testimonio de un asalto previo de los muertos vivientes.
No había ningún coche en el aparcamiento. La hierba estaba alta, por supuesto, y lo único que parecía haber estorbado su crecimiento eran unos senderitos que parecían obra de conejos. Me he acercado al porche de entrada y he dejado la mochila en el suelo. He apoyado el M-4 contra la pared y me he cerciorado de que el MP5 estuviese cargado antes de tantear la mosquitera de la puerta. Estaba cerrada, y por eso he sacado el cuchillo y he hecho un corte para meter la mano y abrirla desde dentro. En el momento en el que tiraba del pomo, algo se ha movido tras la ventana más cercana a la puerta. He sacado la mano bruscamente, me la he arañado al sacarla, y entonces he corrido fuera del porche, esforzándome por no gritar...
Era tan sólo una cortina que se había agitado con el viento, nada más.
Me he quedado sentado en el porche, concentrado, tratando de escuchar algo que me obligara a pasar la noche sobre el tejado, y no dentro de la casa, donde se estaría más calentito. En el momento de intentarlo por segunda vez, el sol difundía el fulgor anaranjado del inminente crepúsculo. Yo antes no sabia que tendría que sacar coraje de lo más hondo cada vez que hiciera esto, cada vez que necesitara un sitio para dormir, o reorganizarme, o pensar.
Me he acercado a la fina mosquitera y he vuelto a meter la mano por dentro. Había que abrir la primera barrera que me impedía la entrada. He tenido que hacer fuerza. Me ha caído algo de polvo y tierra sobre la cabeza en el momento en el que la mosquitera ha cedido y la puerta principal ha quedado al descubierto. He agarrado el pomo de latón, sintiendo su frío metal en la mano. He dejado la mano allí durante un largo rato mientras me preguntaba hacia dónde tendría que hacerla girar. Un año antes lo habría sabido, por supuesto, pero los gestos sencillos, civilizados y familiares se me vuelven más extraños con el paso del tiempo. Lo he hecho girar lentamente hacia la derecha, y entonces, al darle un empujón con la bota, la puerta se ha abierto. La sala estaba abandonada desde hacía mucho tiempo. No había ni rastro de que nadie hubiese estado allí desde hacía varios meses. Parecía que las personas que habían vivido en la casa se hubiesen marchado antes de la epidemia/plaga/langosta o como se tenga que llamar.
He hecho una ronda por el piso de abajo y he abierto todas las cortinas que veía, para que no quedara ninguna posibilidad de que una criatura diabólica se escondiese en las sombras. Una vez me he cerciorado de que en el piso de abajo no había ningún peligro, he subido al de arriba, por una escalera que me ha parecido la que más crujía de todo el planeta Tierra. Tenía razón. Una vez he estado arriba, he tenido claro que en la casa no había peligro alguno, porque tampoco se había producido ninguna reacción al ruido que había hecho al subir. No me importaba. Han estado tantas veces a punto de matarme por subestimar las capacidades destructivas de bajo nivel de esas criaturas... Nervioso, he inspeccionado el piso de arriba con la misma meticulosidad y el mismo miedo que hace meses que llevo dentro de mí. Al pasar de habitación en habitación, mi cerebro se hundía en la oscuridad, y en fantasías sobre lo que iba a hacer si esta noche me infecto. Lo primero en que había pensado era suicidarme, y poner fin a todo con una bala en el cerebro. Quizá tendría que dejar un mensaje desolador, pero ingenioso, como el mozo de tienda ese al que maté. Parece que hayan pasado varios años. ¿Cuánto tiempo hace?