Excesión (51 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Excesión
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Fue la cosa más difícil que jamás había hecho, más difícil que ningún cortejo (con la posible excepción del de la propia Dajeil). Para empezar, tuvo que convencerla de que era buena idea. Ella no se sintió inicialmente halagada, ni por un instante. Era una idea terrible, le dijo. Era demasiado joven, demasiado inexperto, y su carrera en Contacto apenas acababa de empezar. No estaba impresionándola; estaba portándose como un estúpido. No era nada romántico, nada sensato, nada halagador, nada práctico, solo era una estupidez. Y si por algún milagro permitían que fuera con ella, haría bien en no asumir que solo por hacer ese gran sacrificio iba a dejar que durmiera con ella.

No demostraba nada, salvo que era tan idiota como presuntuoso.

III

A la Unidad General de Contacto
Zona gris
no le gustaban los avatares; se comunicaba por medio de un dron esclavo.

–Jovencita...

–¡No utilices ese tono condescendiente conmigo! –dijo Ulver Seich, poniendo las dos manos en sus caderas incrustadas de gemas. Todavía llevaba el casco, aunque el visor estaba levantado. Se encontraban en el hangar de la UGC, entre módulos, satélites y parafernalia de todas clases. Daba la impresión de estar normalmente abarrotado, y ahora que tenía que alojar el pequeño módulo que había pertenecido a la URO
Franco intercambio de puntos de vista,
lo estaba más todavía.

–Señorita Seich –continuó el dron con tono complaciente pero sin dejarse intimidar–. No tenía por qué haberlos recogido a usted y a su colega, Dn Churt Lyne. Lo he hecho porque, en la práctica, estaban flotando a la deriva en medio de una zona de guerra. Si insiste realmente...

–¡No estábamos a la deriva! –dijo Ulver, sacudiendo los brazos y señalando el módulo–. ¡íbamos en eso! ¡Tiene motores, ¿sabe?!

–Sí, muy lentos. He dicho que estaban flotando en la práctica. –El dron esclavo, una colección de componentes sin carcasa que flotaba a la altura de la cabeza, se volvió hacia Churt Lyne–. Dn Churt Lyne. Tú también eres bienvenido. ¿Sería posible que trataras de persuadir a tu colega, la señorita Seich...?

–¡Y deja de hablar como si yo no estuviera aquí! –dijo Ulver dando un pisotón en el suelo. Bajo los pies de Genar-Hofoen, resonó la cubierta.

Nunca se había alegrado tanto de estar a bordo de una UGC. Libre de aquel maldito módulo y del abrasivo estado de ánimo de Ulver Seich. La felicidad. Se había percatado de que la
Zona gris
le había dado la bienvenida antes que a nadie. Finalmente, volvía a estar en camino. Desde allí a la
Servicio durmiente,
a acabar el trabajo y luego, si la guerra no jodía por completo las cosas, a algún centro Recreativo de Relax hasta que las cosas se calmasen. Todavía le costaba creer que la Afrenta hubiera declarado la guerra a la Cultura, pero suponiendo que fuera así, una vez que todo hubiera terminado y la Afrenta volviera a estar en su lugar, se necesitarían personas con experiencia para contribuir a la administración de la paz y la aCulturación de su sociedad. En cierto modo sería una pena; le gustaban tal como eran. Pero si estaban tan locos como para atacar a la Cultura... puede que necesitasen una lección. Una pizca de buenos modales aprendidos a la fuerza podía hacerles mucho bien.

Seguro que a ellos no les gustaba, porque sería una lección impartida con indulgencia, paciencia y suavidad, con esa clase de abúlica seguridad que la Cultura no podía evitar cuando sus estadísticas demostraban que estaba haciendo lo correcto. Probablemente, la Afrenta hubiera preferido ser pulverizada y a continuación sometida con mano de hierro. Sea como fuere, y pasase lo que pasase de ahora en adelante, Genar-Hofoen estaba seguro de que no se dejarían vencer fácilmente.

En este sentido, Ulver Seich tampoco estaba haciéndolo mal. Por el momento, estaba exigiendo que los devolvieran al dron y a ella de inmediato al módulo y les dejaran seguir su camino. Teniendo en cuenta que lo primero que había hecho cuando la
Zona gris
se había puesto en contacto con ellos había sido exigir que los rescataran y subieran a bordo, resultaba un poco descarado, pero era evidente que la chica no lo veía del mismo modo.

–¡Esto es un acto de piratería! –aulló.

–Ulver... –dijo el dron Churt Lyne con calma.

–¡No te pongas de su lado!

–No estoy poniéndome de su lado, lo que pasa es que...

–¡Sí que lo estás haciendo!

La discusión continuó. El dron esclavo de la nave miró a la chica, al anciano dron y luego de nuevo a la chica. Se elevó una fracción de centímetro en el aire y volvió a bajar. Se volvió hacia Genar-Hofoen.

–Discúlpeme –dijo en voz baja.

Genar-Hofoen asintió.

El dron Churt Lyne se interrumpió a mitad de frase y descendió flotando con suavidad hasta el suelo del hangar. Ulver Seich, furiosa, lo miró con el ceño fruncido. Entonces comprendió. Se revolvió en dirección al dron esclavo y lo apuntó con un dedo.

–¡Cómo se arre...!

El visor de su casco se cerró con un ruido metálico. El traje se desactivó y quedó convertido en una estatua inmóvil. El casco enjoyado empezó a despedir chispas bajo las luces del hangar. Genar-Hofoen creía oír algún ruido lejano y amortiguado procedente de su interior.

–Señorita Seich –dijo el dron–. Sé que puede oírme desde donde esta. Siento terriblemente tener que ser tan maleducado, pero debo decir que empezaba a encontrar sus discusiones tediosas e improductivas. El hecho es que ahora están ustedes completamente en mi poder, como confío haya puesto de manifiesto esta pequeña demostración. Puede usted aceptarlo y pasar los próximos días en una relativa comodidad o negarse a aceptarlo y ser encerrada, seguida a todas partes por un equipo de intercepción dron o drogada para impedir que haga tonterías. Le aseguro que en cualquier otra circunstancia aparte de la guerra los devolvería encantada al módulo y dejaría que siguieran su camino. Sin embargo, mientras no reciba la orden de emprender alguna acción militar, estarán mucho más seguros conmigo que flotando a la deriva, o flotando voluntariamente, en un pequeño, desarmado y completamente indefenso módulo que, le suplico que me crea, podría confundirse con demasiada facilidad con un proyectil o con una nave hostil por alguien con una predisposición natural hacia el método de reconocimiento-por-fuego.

Genar-Hofoen vio que el traje de la chica se estremecía. Empezó a balancearse de un lado a otro. Debía de estar zarandeándolo desde dentro. El traje estuvo a punto de desequilibrarse y caer. El pequeño dron esclavo extendió un campo azulado para sostenerlo. Genar-Hofoen se preguntó si habría sentido la tentación de dejar que cayera.

–Si se me pide que preste mi colaboración en las operaciones militares, les dejaré marchar –continuó el dron–. Igualmente, una vez que haya cumplido con mi deber para con el señor Genar-Hofoen y la sección de Circunstancias Especiales, serán, imagino, libres para marcharse. Gracias por escucharme.

Churt Lyne volvió a elevarse y continuó donde lo había dejado antes.

–... sé razonable por una vez en tu maldita y despreocupada vida... –y entonces su voz se apagó. Hizo una maravillosa demostración de perplejidad, volviéndose a un lado y a otro un par de veces.

El visor de Ulver volvió a subir. Tenía el rostro pálido y los labios comprimidos en una línea muy fina. No pronunció palabra durante un momento. Por fin, dijo:

–Eres una nave muy maleducada. Será mejor que no tengas que solicitar nunca la hospitalidad de Roca Phage.

–Si ese es el precio de su aquiescencia a mis razonables peticiones, joven señorita, trato hecho.

–Y espero que tengáis alojamientos decentes en este montón de chatarra... –dijo, mientras señalaba a Genar-Hofoen con el pulgar–. Estoy harta de inhalar la testosterona de este tío.

IV

La rindió por cansancio. Transcurrió medio año entre su nombramiento para el puesto de Telaturier y el comienzo de la misión. Necesitó casi todo este tiempo para convencerla. Finalmente, un mes antes de que la nave hiciera un trasbordo en Telaturier para dejarla allí, accedió a que Byr preguntara a Contacto si podía acompañarla. Él albergaba la sospecha de que solo lo había hecho para conseguir que cerrara la boca y dejara de incordiarla. Ni por un momento esperó que aceptaran su solicitud.

Así que se aplicó a la defensa de su caso. Aprendió todo lo que pudo sobre Telaturier y los 'Ktik; revisó todo el trabajo de exobiología que había hecho hasta entonces y subrayó los aspectos que lo relacionaban con la misión. Elaboró el argumento de que era el más idóneo para un puesto estoico y sedentario como aquel, precisamente por lo activo y frenético que había sido en el pasado. Estaba, vaya, no quemado, pero sí saciado. Este era el momento justo para aminorar el paso, tomar aliento, calmarse un poco. La situación era perfecta para él, y él para ella.

Se puso manos a la obra. Habló personalmente con la
Converso reciente
, con otras naves de Contacto, con varios drones especializados en psicoevaluación humana y con la junta de selección de humanos. No recibió una aprobación unánime –la cosa andaba en torno al cincuenta por ciento, con la
Converso reciente
encabezando el grupo del NO– pero poco a poco estaba consiguiendo apoyos.

La situación desembocó en un empate, y el voto de calidad estaba en manos de la VGS
Confidente silencioso
, la nave progenitura de la
Converso reciente
. Para entonces volvían a estar a bordo de esta última, de camino a la región del espacio en la que se encontraba Telaturier. Un avatar de la
Confidente silencioso
, un hombre alto y de aspecto distinguido, habló largo y tendido con él sobre su deseo de ir al planeta con Dajeil. Le dijo que habría una segunda entrevista y luego se marchó.

Genar-Hofoen, feliz de encontrarse de nuevo en una nave con cien millones de hembras a bordo pero incapaz de entregarse a la tarea de acostarse con tantas como fuera posible en las dos semanas de que disponía, hizo a pesar de ello todo lo que pudo. La indignación que sintió al descubrir, una mañana, que la ágil y esbelta rubia con la que había pasado la noche era otro avatar de la nave fue, según todos los testimonios, algo digno de verse.

Perdió los estribos, se enfureció. El apacible avatar permaneció sentado, despeinado y hermoso, en su cama, y lo miró con ojos calmados y serenos.

¡No le había dicho que era un avatar!

No lo había preguntado –señaló ella–. Tampoco le había dicho que fuera una hembra humana. Se disponía a decirle que estaba allí para evaluarlo, pero él había asumido sin más que cualquier persona a la que encontrara atractiva y que quisiera hablar con él debía de estar buscando sexo.

¡Seguía siendo un engaño!

El avatar se encogió de hombros, se levantó y se vistió.

Byr trató desesperadamente de recordar lo que le había dicho a la criatura la pasada velada. Habían bebido bastante y sabía que había hablado de Dajeil y del asunto de Telaturier pero, ¿qué había dicho? La duplicidad de la nave lo ponía enfermo. Lo aterraba que pudiera engañarlo así. No era justo. Nunca confíes en una nave. Oh, Dios, solo había estado hablando de Dajeil y del puesto en Telaturier, con la guardia baja, sin tratar de impresionarla. Un completo desastre. Estaba seguro de que la idea había sido de la
Converso reciente
y que había conseguido convencer a su nave progenitora. Bastardas.

El avatar se detuvo en la puerta de su camarote.

Por si quería saberlo –le dijo–, había hablado con mucha elocuencia sobre su pasado y sobre el puesto en Telaturier y la nave había decidido apoyar su solicitud para acompañar a Dajeil Gelian.

A continuación le guiñó un ojo y se marchó.

Estaba dentro. Hubo solo un momento de pánico, pero entonces sobrevino un abrumador sentimiento de victoria. ¡Lo había conseguido!

V

La
Hora de matar
seguía alejándose del almacén de naves de Miseria a una velocidad cercana a la máxima que podía mantener durante un período de tiempo prolongado. Si aceleraba más, el rendimiento de sus motores empezaría a degradarse. Estaba aproximándose al punto medio entre Miseria y la Excesión cuando cortó la potencia y dejó que su velocidad fuera aminorando hasta la de la luz. Quería evitar a toda costa una parada brusca. Con este fin, extendió con mucho cuidado un enorme campo de varios segundos luz de anchura sobre el tejido del espacio real y, tirando de él, fue frenando con lentitud hasta detenerse del todo, en una posición fija e inmutable en las tres dimensiones del espacio real. Su único vector de movimiento apreciable se debía a la expansión del propio universo; el lento alejamiento del punto central de Realidad asumida que compartía toda la materia en las tres dimensiones. Entonces envió una señal.

[haz estrecho, M32, tra. @n4.28.885.1008]

º º URO
Hora de matar

ª ª VGS
Brillo acerado

ºº

Tengo entendido que eres la comandante militar de facto de esta zona. ¿Quieres que te envíe mi estado mental?

ªª

No. Aprecio tu gesto

tu oferta

. Sin embargo, tenemos otros planes para ti. ¿Puedo preguntarte qué te ha llevado a Miseria?

ºº

Un asunto personal. Sigo convencido de que había otra nave en Miseria; una antigua nave de la Cultura y fui allí porque me pareció conveniente. Esta antigua camarada trató de provocar mi destrucción. Eso es algo intolerable. Mi orgullo está en juego. Mi honor. Quiero vengarme. Por favor, recibe mi estado mental.

ªª

No puedo. Aprecio tu celo y tu preocupación pero nuestros recursos son tan escasos que no podemos permitirnos el lujo de malgastarlos. Algunas veces el orgullo personal debe aceptar un papel subsidiario frente al pragmatismo militar, por mucho que esto nos repugne.

ºº

Comprendo. Muy bien. Sugiere un curso de acción, por favor. A ser posible, que deje abierta la posibilidad de que la nave traidora y yo volvamos a encontrarnos.

ªª

Desde luego (DiaGlif de itinerario adjunto). Por favor, confírmame la recepción del archivo y envía una señal cuando llegues a la primera posición.

ºº

(recepción confirmada.)

[haz estrecho, M32, tra. @n4.28.885.1122]

º º URO
Hora de matar

ª ª Excéntrica
Liquídalos más tarde

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