Authors: Isaac Asimov
Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos
»De hecho, si había un presidente a quien Hennessy odiaba con furor, era Woodrow Wilson. Hennessy había nacido en Irlanda y había abandonado el país con las bayonetas inglesas pisándole los talones. Era fogosamente anti-británico y en consecuencia, durante la Primera Guerra Mundial, fue un pacifista enfático, que se oponía a la entrada de Norteamérica en el conflicto junto a Gran Bretaña. Eso tampoco lo ayudó en el proceso.
—Debs también se oponía a la entrada de Norteamérica, ¿verdad? —intervino Rubin.
—Correcto —dijo Fletcher— y en 1918 Debs fue encarcelado como espía a causa de ello. Hennessy evitó la prisión, pero después de la entrada de Norteamérica en la guerra no volvió a referirse a Wilson con otras palabras que “ese hombre impío”. Había votado por Wilson en 1916 como resultado del eslogan de la campaña: “Él nos mantuvo fuera de la guerra”, y se sintió traicionado, como comprenderán, cuando los Estados Unidos entraron en la guerra al año siguiente.
—Entonces usted cree que en esa nota se refiere a Wilson —dijo Trumbull.
—Estoy seguro. La referencia al dedo de Dios que toca al hombre impío no me suena a muerte, sino a algo menos importante: sólo el toque del dedo, entienden. Como es probable que todos sepan, Wilson sufrió un ataque al corazón el 2 de octubre de 1919, y quedó incapacitado por el resto de su mandato. Ese fue el dedo de Dios, si gustan…
—¿Afirma usted entonces que Hennessy iba a terminar el trabajo asesinando a Wilson?
—No, no, contra Wilson no hubo intentos de asesinato.
—¿Entonces qué significa “terminar el trabajo” y hacerlo “incluso a costa de cada gota de sangre que te corra por las venas”?
—Ese era su modo llamativo de expresarse —dijo Fletcher—. Si salía a buscar un balde de cerveza decía: “Lo traeré aunque me cueste hasta la última gota de sangre de mis venas”.
Avalon se echó hacia atrás en la silla, hizo girar la copa de brandy vacía y dijo:
—No lo censuro, Evan, por querer limpiar la memoria del abuelo de su esposa, pero necesitará algo mejor que lo que nos ha dado. Si puede encontrar otro viernes trece en el que la carta pueda haber sido escrita, si puede calcular algún modo de relacionar la fecha con otra que no sea el 13 de Junio de 1924…
—Me doy cuenta —dijo Fletcher, con cierto malhumor— y he investigado bien la vida de Hennessy. He trabajado con su correspondencia y con archivos periodísticos y con los recuerdos de mi suegro, hasta el punto de que creo que podría indicar dónde estaba él y qué hacía prácticamente en cada día de su vida. Traté de descubrir acontecimientos que pudiesen relacionarse con algún viernes trece cercano, y hasta creo que encontré algunos… ¿Pero cómo hago para probar que alguno de ellos es el viernes trece? Ojalá Hennessy hubiese estado menos obsesionado por el viernes trece y hubiese fechado la carta del modo normal.
—Eso no le habría salvado la vida —dijo Gonzalo, pensativo.
—Entonces la carta no podría haber sido usada para manchar su memoria y dar pie a la pretensión de que el proceso fue justo. Tal como son las cosas, ni siquiera sé si he dado con todos los viernes trece posibles. El calendario tiene una irregularidad tan tremenda que no hay modo de saber cuándo aparecerá la fecha.
—Oh, no —dijo Halsted en una explosión brusca y suave aun tiempo—. El calendario es irregular, pero no tanto. Se puede encontrar cada viernes trece sin problema retrocediendo o avanzando todo lo que uno quiera.
—¿Sí? —dijo Fletcher con cierto asombro.
—No creo eso —dijo Gonzalo, casi al unísono.
—Es muy fácil —dijo Halsted, mientras extraía un bolígrafo del bolsillo interno de la chaqueta y abría una servilleta sobre la mesa, ante él.
—Oh, oh —dijo Rubín, fingiendo terror—. Roger enseña matemáticas en una escuela secundaria, doctor Fletcher, y haría mejor en prepararse para algunas ecuaciones complicadas.
—No es necesaria la menor ecuación —dijo Halsted con altivez—. Rebajaré las cosas a tu nivel, Manny. Miren, hay 365 días en un año, o sea cincuenta y dos semanas y un día. Si el año tuviese 364 días, duraría cincuenta y cuatro semanas justas, y el calendario se repetiría año tras año. Si el 1º de enero fuera domingo en un año, sería domingo al año siguiente y en todos los años.
»Ese día adicional, sin embargo, significa que cada año el día de semana sobre el que cae una fecha en especial se adelanta en una unidad. Si el 1º de enero es domingo en un año, caerá en lunes al año siguiente, y en martes al otro año.
»La única complicación es que cada cuatro años tenemos un año bisiesto en el que se agrega un 29 de febrero, haciendo un total de 366 días. O sea cincuenta y dos semanas y dos días, de modo que una fecha en especial se adelanta dos unidades en la lista de los días de semana. Se saltea uno, por así decir, para aterrizar en el segundo. Eso significa que si el 1º de enero cae, digamos, en miércoles de un año bisiesto, entonces al año siguiente el 1º de enero cae en viernes, ya que se salteó el jueves. Y esto se aplica para cualquier dia del año y no sólo, para el 1º de enero.
»Como es natural, el 29 de febrero llega después que han pasado dos meses del año así que las fechas de enero y febrero realizan su salto en el año posterior al año bisiesto propiamente dicho. Para evitar esa complicación, supongamos que el año empieza el 1º de marzo del año anterior al año del calendario y termina el 28 de febrero del año del calendario… o el 29 de febrero en año bisiesto. De ese modo, podemos hacer que cada fecha salte el día de semana en el año posterior al que llamamos bisiesto.
»Ahora imaginemos que el trece de un mes cae en viernes (no importa de qué mes) y que ocurre que se trata de un año bisiesto. La fecha salta y aterriza en el domingo del año siguiente. Ese año siguiente es un año normal de 365 días y también los dos que le siguen, pero el año en el que es miércoles es otra vez un año bisiesto y al año siguiente cae en viernes. En otras palabras, si el trece de un mes es viernes de un año bisiesto, según nuestra definición, vuelve a ser viernes cinco años después…
—No te sigo para nada —dijo Gonzalo.
—Muy bien —dijo Halsted— entonces hagamos una tabla. Podemos catalogar los años como B, 1, 2, 3, B, 1, 2, 3 y así sucesivamente; donde B simboliza al año bisiesto, que aparece cada cuatro años. Podemos denominar los días de la semana con letras de la A a la G, con la A para el domingo, la B para el lunes hasta llegar ala G para el sábado. Al menos eso nos dará el esquema. Aquí lo tienen…
Garabateó como un poseído, después hizo circular la servilleta. Había escrito en ella lo siguiente:
B 1 2 3 B 1 2 3 B 1 2 3 B 1 2 3 B 1 2 3 B 1 2 3 B 1 2 3 B
A B C D E F G A B C D F G A B D E F G A B C D E F G A B C D E F G A
—Como ven —dijo Halsted— en el vigésimo noveno año posterior a donde empiecen, A cae otra vez en año bisiesto y todo el esquema recomienza. Eso significa que el calendario de este año puede usarse otra vez dentro de veintiocho años y otra vez veintiocho años después, y veintiocho años después de entonces, y así sucesivamente.
»Adviertan que cada letra se presenta cuatro veces en el ciclo de veintiocho años, lo que significa que cualquier fecha puede caer sobre cualquier día de la semana con igual probabilidad. Lo que significa que el viernes trece debe presentarse cada siete meses como promedio. En realidad, no lo hace porque los meses son de extensiones distintas, espaciadas de modo irregular, así que puede haber cualquier cantidad de viernes trece en cualquier año dado, de 1 a 3. Es imposible tener un año sin ningún viernes trece y también imposible tener uno con más de tres.
—¿Por qué es un ciclo de veintiocho años? —preguntó Gonzalo.
—Hay siete días en la semana —dijo Halsted—, y un año bisiesto cada cuatro años, y siete por cuatro es veintiocho.
—¿Quieres decir que si hubiera un año bisiesto cada dos años el ciclo duraría catorce años?
—Correcto, y si lo hubiera cada tres años duraría veintiún años y así sucesivamente. Mientras haya siete días por semana y un año bisiesto cada x años, con x y 7 mutuamente primos…
—Eso no importa, Roger —interrumpió Avalon—. Ya tienes tu esquema. ¿Cómo lo empleas?
—Es lo más fácil del mundo. Digamos que el trece cae en viernes en un año bisiesto y uno recuerda empezar al año bisiesto el 1º de marzo anterior al año bisiesto del calendario. Entonces se lo representa con una letra A, y verán que el trece de ese mismo mes caerá dondequiera se presente la A, cinco años más tarde y seis años después de eso, y luego once años más tarde.
»Ahora bien, hoy es 13 de diciembre de 1974, y según nuestra convención para los años bisiestos se trata del año anterior al año bisiesto. Eso significa que puede ser representado con la letra E, cuya primera aparición es bajo el 3, el año anterior a B. Entonces, siguiendo las “E” vemos que habrá otro viernes trece en diciembre dentro de once años, después en seis años más, después en cinco años. Es decir, habrá un viernes trece en diciembre de 1985, en diciembre de 1991 y en diciembre de 1996.
»Pueden hacer lo mismo con cualquier fecha de cualquier mes, utilizando esa pequeña serie que acabo de anotar, y fabricar un calendario perpetuo que rige por veintiocho años y después se repite una y otra vez. Puede hacerlo funcionar hacia atrás o hacia adelante y dar con todos los viernes trece hasta donde quieran, en cualquier dirección, o al menos hasta 1752, hacia atrás. De hecho, se pueden encontrar tales calendarios perpetuos en libros de referencia como el Almanaque Mundial.
—¿Por qué 1752? —dijo Gonzalo.
—Ese es un año poco común, al menos para Gran Bretaña y lo que entonces eran las colonias norteamericanas. El antiguo calendario juliano que se empleaba desde la época de Julio César se había adelantado a las estaciones porque había en él cierto exceso de años bisiestos. El calendario gregoriano, bautizado en honor del Papa Gregorio XIII, fue adoptado en 1582 en la mayor parte de Europa, y para ese entonces el calendario estaba desincronizado en diez días con respecto a las estaciones, así que se dejaron caer diez días del calendario, y de allí en adelante se omitió un año bisiesto de vez en cuando para impedir que ocurriera lo mismo. Gran Bretaña y las colonias no se adhirieron al sistema hasta 1752, época en la que se había agregado otro día, así que tuvieron que dejar caer once días.
—Es cierto —dijo Rubin—. Y por un tiempo emplearon los dos calendarios, refiriéndose a cualquier fecha en particular como A.E. o N.E., o sea Antiguo Estilo y Nuevo Estilo. George Washington nació el 11 de febrero de 1732 A.E., pero en vez de conservar la fecha, como hacía mucha gente, la cambió a 22 de febrero de 1732 N.E. He ganado bastante dinero apostando que George Washington no nació el día del cumpleaños de Washington.
—El motivo por el que Gran Bretaña vaciló tanto fue que el nuevo calendario fue iniciado por el papado, y Gran Bretaña, como era protestante, prefería ir contra el sol que seguir al Papa. Rusia no lo cambió hasta 1923, y aún hoy la Iglesia Rusa Ortodoxa sigue el calendario juliano, que es la razón por la que las navidades ortodoxas caen el 7 de enero, ya que la diferencia de los números acumulados es trece.
»Gran Bretaña pasó directamente del 2 de septiembre de 1752 al 14 de septiembre, dejando caer los días intermedios. Hubo motines contra eso, con gente que gritaba: “Devuélvannos nuestros once días”.
—No era algo tan demencial como puedes creer —dijo Rubin indignado—. Los amos cargaron la renta de la tierra completa, sin descontar los once días. Yo también me habría amotinado.
—En todo caso —dijo Halsted— es por eso que el calendario perpetuo sólo retrocede hasta 1752. Esos once días que faltan enredan todo y hay que disponer los días de modo distinto para los anteriores al 14 de septiembre de 1752.
—Debo reconocer que no sabía nada de esto, señor Halsted —dijo Fletcher, que había escuchado con evidente interés—. No pretendo haberlo seguido a la perfección, o que pueda duplicar lo que usted acaba de hacer, pero no sabía que podía encontrar un calendario perpetuo en el Almanaque Mundial. Me habría ahorrado muchos problemas: aunque desde luego, saber cuáles son todos los viernes trece no me ayudaría a determinar qué viernes trece podría ser el viernes trece.
Henry intervino de pronto y dijo con su voz suave, cortés:
—No estoy seguro de eso, señor Fletcher. ¿Puedo hacerle algunas preguntas?
Fletcher parecía asombrado y, por un breve momento, quedó en silencio.
—Henry es un miembro del club, Evan —dijo Avalon con rapidez—. Espero que no te importe…
—Por supuesto que no —dijo Fletcher de inmediato—. Adelante, Henry.
—Gracias, señor. Lo que quiero saber es si el señor Hennessy conocía este esquema de las variaciones de la fecha que el señor Halsted ha tenido la bondad de bosquejarnos.
Fletcher adquirió una expresión pensativa.
—No puedo asegurarlo; por cierto no me he enterado, si lo hizo. Sin embargo, es muy probable que así fuera. Por ejemplo se enorgullecía de poder preparar un horóscopo y, a pesar de toda la insensatez de la astrología, preparar un horóscopo correcto requiere un poco de matemáticas, según tengo entendido. Hennessy no tuvo una gran educación formal, pero contaba con una temible inteligencia, y se interesaba por los números. De hecho, según yo lo veo, estoy seguro de que es imposible que se interesara en el viernes trece sin verse llevado a elaborar ese esquema.
—En ese caso, señor —dijo Henry—, ¿si le pregunto qué estaba haciendo el señor Hennessy en un cierto día, usted podría llamar a alguien para controlar sus notas sobre la cuestión, y decírnoslo?
Fletcher pareció vacilar.
—No estoy seguro. Mi esposa está en casa, pero no sabría dónde fijarse, y no es probable que yo pueda darle las instrucciones adecuadas. Podría probar, supongo.
—En ese caso, ¿supone que puede decirme qué estaba haciendo el señor Hennessy el viernes 12 de marzo de 1920?
La silla de Fletcher chilló al arrastrarse hacia atrás y por un largo momento Fletcher se quedó con los ojos y la boca abiertos.
—¿Qué lo lleva a preguntarme eso?
—Parece lógico, señor —dijo Henry con suavidad.
—Pero yo sé qué estaba haciendo ese día, fue uno de los días importantes de su vida. Influyó en la organización obrera de la que era uno de los líderes para que apoyaran a Debs para la presidencia. Debs se presentó ese año como candidato socialista aunque aún estaba en la cárcel, y sacó más de 900.000 votos: lo máximo que han sacado nunca los socialistas en los Estados Unidos.