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Authors: Alberto Olmos

A bordo del naufragio (18 page)

BOOK: A bordo del naufragio
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BUSCO PISO
, un Banco, dos motos azules y lúbricas sobre la acera, una mujer de falda blanca y piernas de crema, cafetería-restaurante con la marquesina de madera, agencia de viajes,
BARCELONA
5500
...en Miquel en Miquel
... una niña de cabello rubio dormida en su cochecito como un amanecer, la madre sentada en un banco, mirándola con ternura, otra obra, peones con cascos amarillos, ruidosa hormigonera, un hombre sobre un andamio, pintando, cinco ejecutivos trajeados, hablando alto, risas, más teléfonos, azules y erectos como árboles de la conversación, una heladería, una plaza, hamburguesería y cines y coches que irrumpen en la acera desde un aparcamiento subterráneo, escaparates, tráfico, un reloj que marca las 13.14, 16
o
, 13.14, 15
o
, paso de peatones, rojo, esperas, taxis alocados, Renault 19 blanco, Mercedes 300 clase E mercurio, Seat Ibiza rojo, no sabes amarillo, Golf azul oscuro, Opel Astra granate, verde, cruzas, plaza abierta al cielo grisáceo, edificios infinitos, una pareja se besa sobre el césped, otra pareja, otra, un grupo de amigos jugando a las cartas, bolsas de bocadillos, latas, mochilas abandonadas, mucha gente con su perro, árboles desnudándose poco a poco, a golpe de brisa, telón ocre, marrón, verde, sobre la plaza, un grupo de turistas japoneses con cámaras de fotos y cámaras de vídeo y gorritas azules con un logotipo blanco y planos de la ciudad en lengua nipona, un largo paso de peatones, tráfico de arriba abajo, de derecha a izquierda, de abajo arriba, un guardia azul de seriedad toreando vehículos, a tu lado una mujer que huele a primavera, mujer de melena castaña, pendientes de aro, labios de rosicler, ojos negros, rímel y sombra, verde, cruzáis, cruzáis ella y tú, y ellos, todos, la masa, la multitud, como un solo ser, ser amorfo, el cielo gris, marquesinas de cines con enormes carteles de héroes y villanos, nominaciones y premios, carteles como ventanas al paraíso, a la buena vida, la que se dan ellos, los actores, tan guapos y ricos, y ellas, las actrices felatrices, hechas de porcelana o mazapán, inalcanzables, sólo sueño, y tú debajo, amando porque es imposible, amando el ideal que sólo existe mientras es imposible, salas de juego, Bancos, ¡cuántos Bancos hay en esta ciudad!, joyerías, perlas majóricas, relojes más caros que los doce meses de alquiler, tráfico desquiciado, Fiat Bravo rojo, BMW 750 gris, paso de peatones o paso de cebra, un mendigo, ojos cerrados, de hinojos con la mano extendida, el letrero cuelga del cuello,
PIDO AYUDA PARA COMER Y DORMIR MUCHAS GRACIAS DIOS LE BENDIGA
, el monedero de punto rojo en el bolsillo derecho de tu pantalón, no seas tan bueno, a ti qué te importa, sólo es un lenitivo para tu conciencia, metes la mano en el bolsillo, no sirve de nada, abres el monedero, a ti qué te importa, le arrojas doscientas pesetas, eres un imbécil, que no son doscientas pesetas sino el precio que le pones a tu culpabilidad, doscientas pesetas que ya no tienes, tranquilo, te queda suficiente para el autobús, si no lo han subido, los cabrones, el ipecé es más poderoso que Dios: te puede no interesar, pero te afecta de todos modos, cuatro cabinas de teléfono, tres ocupadas, podrías llamar a tu abuela, hola abuela, sí, soy yo, que me largo, lo dejo, me tomo las vacaciones en este preciso momento, sí, sí, sí, sí, sí, sísísísísí, joder, que sí, que tenías razón, toda la puta razón putísima vieja analfabeta, no, no, no, perdona, no te enfades, era de coña, quiero decir que era una broma, sí, que no va en serio, que yo te quiero mucho y todo eso que debería decirte algún día, antes de que te mueras, o me suicide, antes de que alguien vuelva a morirse, un hombre anuncio,
MENÚ DEL DÍA
850
PTAS PRIMER PLATO ARROZ A LA CUBANA JUDÍAS VERDES O MACARRONES SEGUNDO PLATO
, 13.21 y no has comido más que un poco de atún, rancio y de oferta, ah, y un café en la facultad, te quedan quinientas cuarenta pesetas más lo que te haya sobrado de esta mañana, una tía buenísima, con eso sólo puedes comprar un bocadillo de tortilla de patatas sin patatas, deberías volver y reclamarle al mendigo tus doscientas pesetas, mira, tío, fue un error, un lapsus, no volverá a pasar, a ti nadie te ha dado nunca doscientas pesetas así por todo el morro, joder, qué buena estaba la tía ésa, huele a castañas asadas, olor conocido para ti, las hacías sobre la estufa de leña, primero les clavabas la punta del cuchillo en el lomo, para que se hicieran bien, luego las ponías sobre la tapa redonda de la estufa, y las dabas la vuelta varias veces, y te las comías con encendida premura, un enorme anuncio de Kodak, esto es una plaza, bueno, en las ciudades a las plazas que utilizan los coches se les llama glorietas, o sea, que no son plazas, son otra mierda. Los adornos navideños te recuerdan las infaustas fechas en las que vives. Guirnaldas de wolframio,
FELICES FIESTAS
, subliman la calle que tienes enfrente. Es una calle recta y corta, ancha, abarrotada de gente, llena de escaparates y disparates, neón, guardas jurado, vagabundos, teléfonos y hasta una iglesia. Llama tu atención un centro comercial de donde sale una clientela muy joven. Decides perder el tiempo en él. Las pesadas puertas de cristal se abren a un mostrador de madera detrás del cual bellas chicas uniformadas departen solícitas con el estimado cliente. Lucen chalecos verdes con su nombre en huecograbado sobre una plaquita oscura. Miras a la derecha, miras a la izquierda, no sabes adónde ir. Nunca antes habías estado aquí. Tomas las escaleras mecánicas. En el primer piso hay cintas de vídeo, no te interesa; en el segundo música, no te interesa; en el tercero libros, te quedas. Hay mucha gente, hace calor, te desabotonas la camisa. Tu camiseta de los Dire Straits queda a la vista. Te vuelves para ver en el espejo de las escaleras mecánicas qué aspecto tienes. Estás horrible con esa americana oscura y con esa camisa de cuadros rojos y negros; y con esa camiseta verde vómito que lleva un indescifrable dibujo del que sólo se distingue una guitarra eléctrica, una calva y algo que parece más la cara de Javier Arzalluz que la de un sultán del swing. Al darte la vuelta, te topas con los ojos de un guarda jurado, que se queda mirando fijamente tu camiseta. Y piensas: sí, ya sé que los Dire Straits están pasados de moda, pero me gustan, tío. Él parece oír lo que piensas y hace un gesto con los labios, como diciendo, para gustos se inventaron los colores, u otra de esas geniales frases del acervo popular. Avanzas por el enmoquetado o lo que sea y vas leyendo los rótulos por los que se clasifican los distintos libros,
NOVEDADES CIENCIAS OCULTAS FILOSOFÍA LITERATURA HISPANOAMERICANA POESÍA
, y, en este último, buscas la P,
MACHADO MACHADO MACHADO MACHADO
, joder con Machado,
MACHADO MACHADO MANRIQUE ALEIXANDRE
, ¿qué hace aquí don Vicente?, sacas el volumen,
SOMBRA DEL PARAÍSO
, y lo pones en el lugar que le corresponde, el primero,
NERUDA NERUDA NOVALIS OTERO OTERO PESSOA
, por fin,
FERNANDO PESSOA ANTOLOGÍA POÉTICA ALIANZA TRES
1.695
PESETAS LO INTELIGENTE ES PAGAR MENOS
. Y piensas: lo inteligente es no pagar nada. Y te metes el libro en el bolsillo derecho de la chaqueta. No cabe. Casi se ve entero el nombre y el título. Lo sacas. Y piensas: ¿pero qué estoy haciendo?,
FERNANDO PESSOA ANTOLOGÍA POÉTICA ALIANZA TRES 1.695 PESETAS LO INTELIGENTE ES PAGAR MENOS
. No tienes 1.695 pesetas. Si no le hubieras dado doscientas al menesteroso, tampoco tendrías 1.695 pesetas. Si no le hubieras dado setenta y cinco al viejo de la boina negra y la bolsa de plástico, tampoco las tendrías. Pero si no le hubieras dado ni un duro a nadie en todo el tiempo que llevas en esta ciudad, podrías comprarte diez veces la jodida antología del inefable Fernando Pessoa. De modo que, en cierto sentido, la Gran Cacharrería te debe algo por tu generosidad para con su indigencia, ¿o no? Y qué menos que un libro, que sólo cuesta 1.695 pesetas y que, además, nadie va a leer. Miras a todas partes. Hay un guarda jurado a diez metros de ti. Está de espaldas, es moreno; se gira un poco y puedes verle el perfil, gasta perilla y bigote, está muy serio y cruzado de brazos; ahora mira en tu dirección, sólo unos segundos, y ya está de espaldas otra vez. Te metes el libro por dentro de la chaqueta y lo sujetas con el antebrazo izquierdo. No te gusta, no es natural llevar la mano izquierda inmóvil sobre el estómago; no eres Julio Iglesias. Intentas sostener el libro con el brazo estirado; es más difícil y, además, es igualmente flagrante. No sabías que robar fuera tan jodido. No sabes nada. Vuelves a echar un vistazo por toda la planta. No hay peligro, puedes seguir metiéndote el libro por donde te quepa hasta que cierren. Coges el libro con la mano derecha y te das un paseo por toda la sección. El guarda jurado con bigote y perilla te mira descaradamente. Hijo de puta. Vaya un trabajo de mierda ser guarda jurado; consiste, mayormente, en desconfiar de todo el mundo, en pensar que cada uno de los bultos que marcan la ropa son artículos de la empresa que están intentando sacar del centro sin desprenderse de la cantidad de dinero preceptiva. Seguro que llegan a su casa con la psicosis delatora y someten a su mujer al tercer grado, ¿quién ha venido?, nadie, cariño, ¿cómo que nadie?, ¿y esto qué es?, ceniza, cariño, ¿fumas tú acaso?, no, cariño, ¿fumo yo?, no, cariño, entonces ¿quién ha venido? Escrutas la clientela femenina buscando alguna preciosidad que no esté mirando los libros de cómo hacer esto, cómo hacer lo otro y cómo hacer lo de más allá, y encuentras una sumamente mona junto a los diccionarios de lengua castellana, y te preguntas si le gustaría aprender varias palabras sicalípticas de esas que le ocultaron en el colegio de monjas al que fue, ¡por el amor de Dios!, si lleva calzas blancas, falda escocesa y una chaquetita azul con el cocodrilo mordiéndole una teta; es muy linda, sí, pero, joder, ya tiene edad para otro tipo de ropa, vamos, crees tú, que tampoco eres un experto en moda. Te excitan muchísimo las faldas escocesas y, en general, todas las colegialas jesuitinas, concepcionistas o lo que sea (¿tendrá esto algo que ver con esa atracción inmediata de algunas mujeres por los hombres de uniforme?); y te excitan más todavía las chicas que parece que no han buscado nunca la palabra polla en el diccionario. Es morena, con la típica cabellera milimétricamente cortada, puntas metidas, y todas esas cursilerías de niña-norte. Mientras le miras el interior de los muslos, esa carne blanca y tierna como la primera comunión, te hurgas el molar derecho con la lengua y constatas lo afilados que están ya los bordes de la caries; si no le hubieras dado nada a nadie durante los cuatro años que llevas aquí, podrías empastarte esa muela; y si tu madre no se hubiera abierto de piernas para un señorito, no tendrías ningún problema físico ni mental, estarías magníficamente vagando en la nada, el limbo, el Hades o como se llame el pre-espacio donde esperan los que tienen que nacer. Bueno, no sigas por ahí que siempre acabas poniéndote social y, lo que es más peligroso, revolucionario, con deseos fervientes de volar centros comerciales en horas punta o mear a la gente desde los tejados. Y eso es malo, no porque muera gente o las señoras que acaban de salir de la peluquería sufran un infarto; es malo porque luego la tele te haría famoso, y los esnobs izquierdistas y anarquistas te convertirían en algo peor: un héroe. Tú eres un mierda rata de biblioteca, y eso, siendo de lo más bajo, está dentro, por lo menos, de lo real. Los héroes no existen; los héroes son todos mentira. Un héroe es un afortunado (o no) en el que confluyen todas las esperanzas colectivas; ellos, la colectividad, pueden ser viles, despreciables, inconstantes, malos hijos y adictos a la telebasura, pero ése, el Héroe, no es así, él ve más lejos, siente más hondo, trabaja más, y por ello, les redime, nos redime, a nosotros, la Humanidad de pacotilla. El héroe es una excusa para que todos seamos villanos. Todavía no has visto la cara de la chica que tienes delante. Carlos Boyero, ese nombre aparece en tu cerebro así por las buenas. Carlos Boyero, no Botello ni Botero, Boyero, conductor de bueyes (no es extraño, por eso, que este tío escriba de televisión). Hagamos un juego, vamos a ver de dónde ha salido ese nombre. Para ello, debes recordar lo que estabas pensando antes, justo antes, de que apareciese. Pensabas en niñas y centros comerciales, pensabas en héroes; no, eso no lleva a ninguna parte. Vamos a ver, estabas mirando el culo de la chica ésta (que, por cierto, ya se ha girado y es más fea que un azadón) y, claro, te has dado cuenta de que te pasas las mañanas mirando culos y tetas, rostros y culos, y has acudido (inconscientemente) a tu diccionario cerebral para sacar la palabra voyeur, que es lo que tú eres, y por eso ha trascendido a tu consciente el nombre de Carlos Boyero, porque su columna se titula, precisamente, «El voyeur». Si a ti te dieran una columna (cosa poco recomendable, por otra parte) ¿cómo la titularías?, no la titularía, tampoco la escribiría: la dejaría en blanco para que el lector supiera cómo sería un periódico totalmente objetivo. Decides ir a dar una vuelta por la sección de música, segunda planta. Este sitio mola, puedes venir aquí todos los días y no comprar absolutamente nada, sólo ver libros, discos y faldas escocesas. Te miras de nuevo en el espejo que corre paralelo a los peldaños mecánicos. Supones que lo han puesto porque a la gente le gusta saber qué cara se les queda al comprar en unos almacenes tan afamados. (Tú podrías decirles qué cara se les queda.) El guarda de esta sección es también moreno, rapado al dos, con la mandíbula cuadrada, lampiña, las piernas firmemente plantadas en el suelo y las manos a la espalda, tensando la camisa azul, que hace pensar en un tórax de gimnasio y constancia. Esta planta tiene aún más gente que la de libros. Lo mejor son esas maquinitas para oír los cedés sin necesidad de comprarlos. Ahora están todas ocupadas.
EXTREMODURO IROS TODOS A TOMAR POR CULO.
Y piensas: viva la libertad de expresión, o lo que sea. No sabes qué hacer, de modo que hojeas el libro de Pessoa y lees la reseña bibliográfica que aparece en la contraportada. Era un gris funcionario, como Rulfo, Muñoz Molina y, en general, todos los funcionarios, al que el tiempo ha hecho grande. Es lo que tiene el mundo del arte, un día estás durmiendo bajo un puente y al otro le ponen tu nombre a uno. Empiezas a maquinar el Gran Robo. Miras al guarda, está de espaldas, resuelves meterte el libro por dentro del pantalón y abrocharte la chaqueta para que no se vea el sobrante. No funciona. Sacas el libro, miras al guarda, sigue ciego, te introduces el libro otra vez por dentro del pantalón, pero no por delante, sino por detrás, donde no te molesta casi nada y la chaqueta lo tapa completamente; debes tener cuidado de no agacharte y de andar un poco estirado para que no se noten los bordes del libro. Bien, ahora tienes que salir. No puedes estar paseándote tranquilamente de aquí para allá, debes largarte ahora, vamos, ¿a qué coño esperas?, ¿no quieres tener un libro más en tu biblioteca de bolsillo?, ¿o acaso tienes dudas morales?, por si no lo sabías, las dudas morales hace tiempo que se extinguieron en este país, en este mundo, en la Creación; ni siquiera Dios tiene dudas morales. Ah, ¿no es eso?, ¿es más ruin?, ¿es sólo miedo? Sí, lo conozco, no me esperaba nada mejor de ti, estás acojonado, no tienes valor para cruzar esa puerta con un libro escondido entre la ropa, eres un perdedor, ni siquiera mereces las subvenciones que el Estado te ha concedido, ellos querían que estudiaras, querían hacer efectiva la igualdad de oportunidades, porque fueras de un pueblo no debías quedar al margen de la educación universitaria, ellos querían darte voz y voto, pero parece que tú quieres ser mudo, estar allí escondido entre el centeno sin que nadie te moleste, beatus ille, que te dejen en paz, se me importa una higa. Eres un perdedor, te vas y ni siquiera tienes arrestos para coger lo que te pertenece, un libro, un poemario de mierda que ni siquiera cuesta dos mil pesetas, gilipollas, ¿por qué no sacaste todo sobresalientes como esa gente de la primera fila que visten bien y sonríen y tienen amigos y tienen sonrisas?, ¿por qué no te metiste en algún sitio a hacer algo, uno de esos cursos maravillosos para aderezar tu desierto currículum?, ¿por qué no mandas algún poema a uno de esos certámenes que se pasan la vida premiando a niñas que no han leído a Aleixandre?, ¿por qué nunca quisiste competir en nada?, ésa es la pregunta clave, ¿por qué siempre rehuiste todo lo que suponía la existencia de ganadores y perdedores?, ¿no te das cuenta de que ésa es la piedra angular del tinglado?, alguien gana, alguien pierde, si no quieres ganar quieres perder, y hay que ser muy imbécil para querer perder siempre; coge ese maldito libro y que se vayan todos al infierno, por el amor de Dios, si sólo es un puto libro... Te encaminas decidido hacia la salida. Tomas las escaleras mecánicas. En el espejo ves tu mirada, urdida de odios y rabias ancestrales. Estás ya en la primera planta. El guarda es calvo y sobrado de kilos. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho y mira detenidamente a todo el que pasa. Si el detector se pusiera a pitar ahora, podrías aprovechar para salir. Pero en la planta baja tienen otro detector. No dejan de pasar clientes y, al parecer, son todos de lo más honrado. Decides dejarte de sutilezas y hacerlo por las bravas. Aprovechas que ahora están saliendo diez o doce personas y te mezclas con ellas. Escuchas los pitidos sin inmutarte. El guarda está entretenido comprobando el tícket de los últimos que salieron y tú ya estás bajando la escalera mecánica.

BOOK: A bordo del naufragio
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