Una Pizca De Muerte (15 page)

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Authors: Charlaine Harris

BOOK: Una Pizca De Muerte
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Cuando volví, después de correr la última cortina, Preston estaba detrás de mí, y lo siguiente fue que me rodeó con los brazos y empezó a besarme. Conseguí apartar la boca para tomar aire y decir:

—Yo no...

—Imagina que me has encontrado envuelto en papel de regalo debajo del árbol —susurró—. Imagina que tienes muérdago.

No me costó nada imaginar ambas cosas. Varias veces. Durante horas.

Cuando me desperté en la mañana de Navidad, me encontraba todo lo relajada posible. Me llevó un rato darme cuenta de que Preston se había ido; y, a la vez que una punzada, también sentí alivio. A fin de cuentas, no conocía a ese tipo y, a pesar de haber tenido un encuentro tan íntimo, me preguntaba cómo habría sido un día normal con él. Había dejado una nota en la cocina.

«Sookie, eres increíble. Me salvaste la vida y me diste la mejor Nochebuena de mi vida. No quiero meterte en más problemas. Jamás olvidaré lo genial que eres en todos los sentidos». La había firmado.

Me sentí deprimida, pero, por extraño que parezca, también contenta. Era el día de Navidad. Encendí las luces del árbol y me senté en el viejo sofá envuelta en la manta de lana de mi abuela, que aún olía a mi inesperado visitante. Me tomé un buen tazón de café y un poco de bizcocho de plátano para desayunar. Tenía regalos que desenvolver. A eso del mediodía, el teléfono se puso a sonar. Llamaron Sam y Amelia; incluso Jason se tomó un momento para desearme feliz Navidad. Colgó antes de que pudiera echarle en cara que prestase mi terreno a dos manadas de licántropos. Habida cuenta del satisfactorio desenlace, decidí perdonar y olvidar; al menos esa transgresión en concreto. Metí la pechuga de pavo en el horno, preparé una cazuela de boniatos y abrí una lata de salsa de arándanos. También hice un aderezo de pan de maíz con brócoli y queso.

Media hora antes de que el sencillo almuerzo estuviera listo, sonó el timbre. Llevaba unos pantalones nuevos azul pálido y un jersey de terciopelo que Amelia me había regalado. Me sentía endemoniadamente autosuficiente.

Me sorprendió la alegría que me dio ver a mi bisabuelo en la puerta. Se llama Niall Brigant, y es un príncipe de las hadas. Vale, es una larga historia, pero eso es lo que es. Había sabido por primera vez de él pocas semanas antes y no podía decir que nos conociésemos muy bien, pero era mi familia. Mide más de metro ochenta, casi siempre va vestido con un traje negro, camisa blanca y corbata a juego con el traje, y su pelo es amarillo pálido, tan fino como el maíz; más largo que el mío y parece flotar alrededor de su cabeza a la mínima brisa.

Ah, sí, mi bisabuelo tiene más de mil años. O por ahí anda. Supongo que es difícil mantener la cuenta después de tanto tiempo.

Niall me sonrió. Todas las diminutas arrugas que horadan su rostro se removieron con la sonrisa y, de algún modo, sumaron enteros a su encanto general. Iba cargado de cajas envueltas en papel de regalo, para mi asombro.

—Pasa, por favor, bisabuelo —dije—. ¡Cómo me alegro de verte! ¿Te apetece acompañarme en la cena de Navidad?

—Claro —accedió—. Por eso he venido. Aunque —añadió— no me hayas invitado.

—Oh —dije, sintiéndome ridículamente maleducada—. Jamás se me ocurrió que te interesara venir. Quiero decir que, después de todo, no eres... —Dudé; no quería meter la pata.

—No soy cristiano —confirmó amablemente—. No, querida, pero a ti te encanta la Navidad, y pensé que podría compartirla contigo.

—Genial —respondí.

Lo cierto es que había envuelto un regalo para él con la intención de dárselo la próxima vez que lo viese (encontrarse a Niall no era nada habitual), así que pude abundar en una felicidad completa. Me regaló un collar de ópalo y yo unas corbatas nuevas (tanto negro tenía que desaparecer) y una insignia de los Mudbugs de Shreveport, con los colores locales.

Cuando la comida estuvo lista, cenamos y todo nos pareció estupendo.

Fue una Navidad genial.

La criatura que Sookie Stackhouse conoció como Preston estaba de pie en medio del bosque. Podía ver a Sookie y a su bisabuelo moviéndose por el salón.

• • • • •

—Ciertamente es tan adorable y dulce como el néctar —le dijo a su compañero, el corpulento licántropo que había registrado su casa—. Apenas tuve que emplear una pizca de magia para atraerla.

—¿Cómo te convenció Niall de que lo hicieses? —preguntó el licántropo. A diferencia de Preston, lo era de verdad. Preston era en realidad un hada con la capacidad de transformarse.

—Oh, una vez me sacó las castañas del fuego —dijo Preston—. Digamos que me metí en un lío con un elfo y un hechicero, no quieras saber más. Niall me explicó que quería hacer que las Navidades de esa humana fuesen muy felices, que no tenía familia y se las merecía. —Parecía rezumar melancolía cada vez que Sookie pasaba por delante de la ventana—. Niall montó toda la historia conforme a sus necesidades. No se habla con su hermano, así que era creíble la idea de que él «prestara» su bosque. Le encanta ayudar a la gente, así que yo tenía que estar «herido»; le encanta proteger a la gente, así que debía ser «cazado». Hace mucho que no se acuesta con un hombre, así que la seduje —suspiró Preston—. Me encantaría repetirlo. Fue maravilloso, si te gustan los humanos. Pero Niall dijo que una vez y no más, y su palabra es ley.

—¿Por qué crees que se ha tomado tantas molestias por ella?

—Ni idea. ¿Cómo os ha metido a Curt y a ti en esto?

—Oh, trabajamos en uno de sus negocios como mensajeros. Sabe que hacemos un poco de teatro comunitario, cosas así. —La modestia del licántropo no parecía muy convincente—. Así que me tocó la parte de la bestia amenazadora, y a Curt la del acompañante de la bestia.

—Hicisteis un buen trabajo —dijo Preston, satisfecho—. Bueno, me vuelvo a mi propio bosque. Ya nos veremos, Ralph.

—Hasta luego —se despidió Ralph, y Preston desapareció de su vista—. ¿Cómo demonios harán eso? —dijo, y atravesó el bosque hacia su motocicleta y su colega Curt. Tenía el bolsillo lleno de dinero y una historia que mantener en secreto.

Dentro de la vieja casa, Niall Brigant, príncipe de las hadas y afectuoso bisabuelo, tomó nota de la partida de Preston y Ralph con su fino sentido del oído. Sabía que sólo él era consciente de ello. Sonrió a su bisnieta. No entendía la Navidad, pero sabía que era un momento en el que los humanos daban y recibían regalos y en el que las familias se juntaban. Mientras contemplaba la feliz cara de Sookie, sabía que le había regalado un imborrable recuerdo navideño.

—Feliz Navidad, Sookie —dijo, y le dio un beso en la mejilla.

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