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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (8 page)

BOOK: Romance Extremo
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Frunzo el ceño aún más extrañada.

-Adrián... yo...- balbuceo sin saber que decir.

-Me juré a mi mismo que el día que te volviese a ver te lo diría. Siempre me has gustado y fui un auténtico cretino al negarme lo que sentía porque me parecieras demasiado joven para mí. Pero después de aquella noche...

Da un paso hacia mí y yo retrocedo por instinto.

-Si vas a pasar el verano aquí, quiero pasarlo contigo, Victoria.

-¿Estás loco? ¿Crees que por decirme toda esta sarta de chorradas voy a caer rendida a tus pies? Creo que ese gran ego te ha afectado al cerebro.

Y lo dejo ahí plantado para regresar con mis amigas que, muy mal disimuladas, han estado atentas a nosotros.

-¿Todo bien?- pregunta Marisa.

-Sí, chorradas del modelo.- contesto agitando una mano.

-Pues atenta, que viene otra vez.- murmura Maca.

Me agarro del brazo de Lucía y me arrimo más a ellas, como si la cercanía de mis amigas evitara que Adrián me dijera algo más.

Su enorme ego puede con él y aparta levemente a Raquel para colocarse a mi lado.

-Todo lo que te he dicho es cierto.- comenta delante de mis amigas.- Quiero pasar el verano contigo.

Miro a mis amigas que están casi en shock por lo que han escuchado. Hace años él era nuestro chico ideal.

-Y que sepas...- murmura acercándose a mi oído.- Que consigo todo lo que me propongo.

Desliza el índice por mi brazo y regresa con sus amigos.

-¿Qué ha sido eso?- pregunta Raquel.

-Acompañadme al coche que os lo cuento.

Para que seguir ocultando. En su momento no lo conté porque lo quería guardar para mí, porque era el chico que habíamos deseado durante años y por fin me hacía caso. No quería que me arruinaran el momento con sus comentarios de si me había utilizado o no.

Apoyada en la puerta de mi Maserati les relato lo sucedido aquella Nochevieja del 2011 al 2012 y lo ocurrido hace escasos minutos. Mis amigas escuchan atentas, casi sin pestañear.

-Y eso es todo.- finiquito algo avergonzada.

-¿Por qué no nos lo contaste?- pregunta Raquel. Niego con la cabeza.

-Fue un rollo de una noche.- intento excusarme.

-Para él no, por lo visto.- comenta Lucía.

-Me da igual, no me interesa.

-¿Y dónde estábamos nosotras esa Nochevieja que no te vimos con él?- curiosea Maca.

-A ver, era Nochevieja, estábamos en el bar de Manu, había muchísima gente conocida, todos celebrando la entrada del año, bebidos, y nos íbamos unos con otros. Él me abordó en la entrada del baño, ligó conmigo y yo me dejé.

-Y os fuisteis a su casa.- añade Marisa.

-Sí.- asiento algo avergonzada.

-¡Qué zorra, te lo has tirado!- chilla Lucía y se carcajea.

Me pongo colorada porque la gente de los coches colindantes se han girado hacia nosotras y le tapo la boca con la mano.

-Dilo más alto que no te han escuchado en Australia. Ella me quita la mano y sonríe.

-No te cortes, chica.- dice.- Deberías ir pregonándolo. Pongo los ojos en blanco y le doy dos besos. Me despido de todas, Maca en último lugar.

-Mañana a las diez.- le susurro disimuladamente. Abro el Maserati y subo. Les digo adiós con la mano y vuelvo a casa. El reloj digital del coche marca las tres menos cuarto de la mañana. Caray, pensé que era más tarde.

Lo bueno de tener tanta seguridad en casa, aunque jamás se lo reconoceré a papá, es la comodidad en estos casos que llegas de fiesta y con ganas de ir a la cama. Yo detengo el coche junto a la entrada, me bajo sin parar el motor y uno de los chicos se encarga de meterlo en el garaje.

Entro en casa y me quito los zapatos para no taconear sobre la tarima. Empiezo a subir las escaleras y cuando llego al segundo piso, miro de soslayo las que ascienden al tercero.

Miro en todas direcciones y cuando compruebo que no hay nadie a la vista, corro hacia ellas y subo. Descalza y de puntillas recorro el pasillo en dirección a la habitación de Tomás. Tengo muchísimas ganas de verlo y no me quito de la cabeza los besos de antes y sus palabras:
“No hay que disculparse por los flechazos”
.

¿Flechazos? ¿Dijo flechazos? ¿Qué quiso decir? ¿Flechazos como los de cupido? ¿Flechazos amorosos? ¿Él ha tenido un flechazo conmigo? ¿Lo he tenido yo con él?

La verdad que no le di muchas vueltas en su momento porque estaba medio en shock por los intensos besos, pero ahora que lo pienso, esa frase dice mucho.

Cuando estoy a punto de girar en el siguiente pasillo hacia su habitación, recuerdo que tiene vigilancia y detengo mis pasos. Con mucho cuidado me asomo por la esquina y veo que los chicos están sentados en los sillones que hay al fondo, junto a la ventana. Los malditos tienen un par de tazas sobre la pequeña mesita de madera que hay entre los dos. ¿Será café o algo más fuerte que los mantenga despiertos? ¡¿Qué hago ahora?!

Me apoyo contra la pared resoplando y mi cabeza empieza a funcionar e imaginar que hacer para poder entrar en la habitación. ¡Qué narices! Me yergo, levanto la cabeza y voy hacia allí.

Como había intuido, los chicos se levantan de los sillones al verme, pero ninguno me detiene cuando ven que me acerco a la puerta de la habitación. Pongo la mano en el pomo y antes de entrar, me giro hacia ellos.

-Si mi padre o Mylo se enteran de esto, me encargaré de que seáis mis escoltas personales día y noche durante todo el verano.- advierto amenazante.

Ellos no dicen nada, solo me miran, y yo espero que la amenaza funcione. Según Mylo, ninguno de los empleados de seguridad quiere protegerme de lo arpía que soy con ellos. Ninguno salvo él. ¡Lo que me reí ese día!

Entro en la habitación y cierro la puerta sin hacer ruido, ya que Tomás está dormido. Tan solo la luz de la luna que se cuela por la ventana, evita que camine a ciegas por el cuarto. Observo la cama y el cuerpo que yace en ella.

Dejo los zapatos y el bolso sobre el sofá, me quito la blusa, los shorts, pulseras y pendientes en un santiamén, cojo el preservativo y me acerco a la cama.

Estoy nerviosa, muy nerviosa, jamás he hecho una locura igual. Meterme en la cama con un “desconocido” y sin que él lo sepa. ¿Y si me rechaza? ¡Me muero!

Me acerco lentamente a él bajo el edredón. Su respiración es sosegada y rítmica, en cambio la mía está acelerada a más no poder, en consonancia con mi corazón. Mis ojos se han acostumbrado a la poca luz y ahora veo perfectamente su silueta, su físico, su cara y labios.

Apoyo suavemente la mano en su pecho y cuando veo que no despierta, la deslizo lentamente hacia su cuello, disfrutando de la calidez y suavidad de su piel. También cuelo una pierna entre las suyas y acaricio sus pies con el mío.

-¿Eh?- se despierta desorientado.

-Shssss... soy yo.- susurro mientras pongo el índice en sus labios.

Tomás gira el rostro hacia mí.

-¿Victoria?- murmura.- ¿Ocurre algo?

Niego con la cabeza y sonrío. No se ha dado ni cuenta que estoy dentro de la cama... ¡y en ropa interior!

-No, todavía no ocurre nada.- susurro y me inclino para besarle.

El parece que sigue dormido porque no reacciona. Bajo la mano por su pecho y cuando llego al borde de sus calzoncillos, me detiene.

-¿Estás borracha?

-No.- exhalo.- Soy muy consciente de lo que hago. Sus labios parecen reaccionar bajo los míos y suelta mi mano, que por supuesto sigue su curso hacia el interior del bóxer. ¡Oh, Dios mío!

Tomás jadea y se revuelve para situarse sobre mí.

-¿Estás segura?- pregunta mientras acaricia mi cuerpo y me sigue besando.

-No he estado tan segura de algo en mi vida. ¿Y tú?

-Yo te deseo como nunca he deseado a nadie. Los siguientes minutos los pasamos besándonos, reconociendo nuestros cuerpos desnudos con las manos, cada detalle, las partes más sensibles, las que nos dan más placer...

Su lengua y su boca me parecen adictivas, y las tomo y poseo a mi antojo, como si me pertenecieran. Nuestros silenciosos jadeos se funden en uno y ya no puedo soportarlo más, necesito que me posea como necesito el respirar. Estiro el brazo hacia la mesilla izquierda y con las puntas de los dedos cojo el preservativo.

-Toma.- susurro en sus labios conforme se lo entrego. Él lo mira, lo coge, lo abre con los dientes y se lo coloca con gran destreza en su impresionante erección.

-Te necesito ya, Tomás, sino creo que voy a morir.

-Yo también necesito hundirme en ti.- murmura excitado.- Y no salir nunca.

No nos hace esperar más por este gran placer y entra en mí, hasta el fondo. Yo gimo como nunca antes y él cubre mi boca con la suya para absorberlo. Le rodeo con piernas y brazos, olvidándome momentáneamente de sus hematomas. Bajo las manos a sus duras posaderas y se las estrujo a la vez que lo azuzo para que no se detenga. ¡Dios mío, que no pare nunca, por favor!

Intento mover las caderas a su ritmo, pero tiene la potencia de un toro, por lo que me entrego y me dejo llevar por él.

El orgasmo se va creando en mi interior y todavía no quiero estallar de gozo. Quiero seguir durante horas, pero es imposible, cada embestida da en su punto exacto y una ola de placer se acumula con el resto.

-¡Ah!- gimo.

-Sí.- exhala Tomás.- No quiero correrme, pero no puedo aguantar mucho más.

-Yo tampoco.

Fundimos nuestras bocas y Tomás acelera las penetraciones haciéndome estallar en pedazos de puro placer. Él se deja ir justo detrás mía y cuando ambos regresamos de la estratosfera, Tomás rueda sobre el colchón llevándome con él.

Con la cabeza apoyada en su magullado pecho, retomo la respiración y relajo las pulsaciones. Tomás tiene los brazos a mi alrededor y siento en la cara el martilleo veloz de su agitado corazón.

-Sé que esto va sonar a locura, pero...- murmura conforme acaricia mi pelo.-...me estoy enamorando de ti. Sonrío y me muerdo el labio inferior.

-Pero no me conoces.- susurro mientras trazo círculos sobre su pectoral.

El pecho se le agita al reír.

-Lo sé, pero es lo que me dice el corazón cada vez que te veo.

-¿Te lo dice?- pregunto jovial.

-Sí.- contesta y vuelve a reír.- Me dice que eres la chica perfecta para mí, que no debería dejarte escapar porque jamás encontraré a otra mujer que me haga vibrar y sentir como tú, como cuando me miras, me sonríes, me tocas. Me dice que eres la famosa media naranja de la que tanta gente hace mención. Creí que eso no existía hasta que te vi a lomos del caballo, y sonará ridículo o moñas, pero en ese momento sentí la flecha de Cupido directa al centro del corazón.

Trago saliva con gran esfuerzo, ya que se me ha hecho un nudo en la garganta. Nadie me había dicho nunca nada tan bonito ni tan profundo. Levanto la cabeza de su pecho y le miro, directamente a los ojos.

-¿Quién eres?- susurro.- Has trabajado al margen de la ley, pero tu aura no me dice eso. No eres un mal chico. A pesar de la oscuridad puedo ver su rostro perplejo y su ceño fruncido.

-Yo...

Le interrumpo pegando mi boca a la suya para darle un dulce beso.

-Nadie me había dicho nada tan bonito.

-Y espero que no lo hagan.

Río brevemente y vuelvo a besarle. Pasamos los siguientes minutos riendo, acariciándonos, besándonos...

-Yo también me estoy enamorando de ti.- confieso. Tomás sonríe ampliamente, como si hubiera recibido la mejor noticia del mundo, y estrechándome más fuerte contra él, me besa apasionadamente.

¿Es esto posible? Quiero decir, ¿dos personas pueden enamorarse sin conocerse y en cuestión de horas? ¿O es tan solo una ilusión, un efecto colateral de la forma en que nos hemos conocido? Él medio muerto, yo salvándole. ¿Se han podido confundir los sentimientos? ¿Un estilo al síndrome de Estocolmo, pero sin secuestro? El tiempo lo dirá.

Me visto lentamente y es porque no quiero irme de su habitación, pero tengo que hacerlo. No me puedo permitir que papá o Mylo se enteren de lo ocurrido, echarían a Tomás en el acto.

Él sale del baño con una toalla alrededor de la cintura y con el pelo y cuerpo todavía húmedos por la ducha. Levanto la vista del bolso, donde he guardado las pulseras y los pendientes, y le sonrío.

-¿Relajado?

-Mucho.

Viene hacia mí y agarrándome de las caderas, tira de mí hacia él e inclina la cabeza para besarme. Deslizo las manos por su pecho hasta el cuello e introduzco los dedos entre su pelo mojado. Quería que me duchara con él y yo en el fondo también, pero había riesgo de hacerlo sin protección y eso es peligroso. Y no hablo de ducharse.

-¡Dios!- jadea y pega su frente a la mía.- ¿Seguro que no te puedes quedar?

-Seguro.

Estoy a un tris de mandar todo a tomar viento fresco y volverme a meter en la cama con él. Como me insista una vez más, caeré.

-Bueno, mañana nos vemos, ¿no?

-Sí.- respondo, sonriente de que quiera verme.- Ahora vuelve a dormir, que te he interrumpido en la fase REM. Buenas noches.

Me estiro y le doy un rápido beso. Cuando voy a separarme, él me sujeta fuerte.

-Espera. Lo primero, decirte que puedes interrumpirme así siempre que quieras, y lo segundo... que ahora te las quiero dar yo.- dice sonriente.

Río y noto como sube una mano a mi nuca. Sin esperármelo, hace un quiebro y me inclina hacia atrás como en las películas, sujetándome bien por la espalda. Pega su boca a la mía y me da un intenso, apasionado y húmedo morreo que dura un par de minutos y me deja boba.

Cuando vuelve a colocarme en posición vertical, tengo que agarrarme a él para no caer de culos al suelo. Eso ha sido un señor beso, uno de los que dejan huella y no se dejan de notar en mucho tiempo.

-Buenas noches, preciosa.- murmura.

-Y tan buenas.- musito obnubilada.

Tomás sonríe y me suelta para que pueda recoger mis pertenencias del sofá. Después camino hasta la puerta, pero me giro una vez más para verle. Me encanta verle, quiero grabarlo en mis retinas.

El muy jodido se quita la toalla, la lanza sobre el sofá y completamente desnudo, regresa a la cama.

¡Viva la madre que lo parió!

Agito la cabeza para espabilar y salgo del cuarto. Los chicos vuelven a mirarme, pero al igual que antes no dicen nada. ¡Más les vale!

CAPÍTULO 7

 

 

El despertador comienza a sonar a las ocho y media de la mañana y me despierto con una gran sonrisa en la cara. Y eso que he dormido escasas horas.

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