Romance Extremo (9 page)

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Authors: Alvaro Ganuza

BOOK: Romance Extremo
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¡Lo que hace pasar una buena noche!

Tras apagarlo, me levanto y marcho corriendo a la ducha. -Buenos días.- saludo entrando en la cocina.

-Buenos días, corazón mío.- responde Adela.- Que madrugadora, pensé que te levantarías más tarde.

-He quedado con Maca.

Saco de la nevera el zumo de naranja y me lleno un vaso.

-¿Y dónde vais a ir tan temprano?

-¿Ir temprano?- pregunta papá, que justo entra en la cocina.- ¿Quién y adónde?

Tan guapo como siempre en un carísimo traje negro de Versace, se acerca a mí y me besa en la frente.

-Buenos días, cariño.

-Buenos días, papá. He quedado en recoger a Maca a las diez.

-¿Y eso?- curiosea mientras se acomoda en la mesa con la prensa.

-Me ha pedido que le acompañe a hacer algo.

Niego rotundamente a Adela cuando me ofrece algún bollo para comer y cojo la taza que me tiende.

-¿Y qué es ese algo?- curiosea papá.

No contesto y añado el azúcar a mi café. Después lo remuevo y doy un sorbo. Papá aparta los ojos de la prensa y los clava en mí.

-Te he hecho una pregunta, Victoria.

-Papá, es un asunto de chicas y algo privado de Maca, no pienso contártelo.

Y ahora viene el juego “Quien aparta la mirada, pierde”. Bruno Pomeró es un profesional en esto, pero por algo soy su hija.

-Está bien.- acepta cuando yo ya estaba a punto de ceder.- ¿Vendrás a comer?

-No lo sé. Te aviso con lo que sea.

-Pero hazlo, voy a ir al concesionario y no sé cuánto tiempo me llevará arreglar unos asuntos. Por lo que no puedo estar pensando si estás en casa o no.

-¿Asuntos graves?- me preocupo.

La última vez que dijo eso fue cuando tuvo una fuerte investigación por parte de hacienda en referencia a no se qué ingresos que no cuadraban, todo ello propiciado por las autoridades que hacían lo que fuera con tal de recabar pruebas contra papá. Por suerte, él tiene un gran intelecto y mucha destreza para arreglar líos.

-No, tranquila, princesa. Asuntos con un proveedor que tenía que traernos dos Mercedes de Madrid.

Suspiro aliviada y papá deja la prensa a un lado cuando Adela le sirve los huevos benedictine con salmón.

-Gracias, Adela.

La cocinera asiente y regresa a sus labores.

-Iba a subir el desayuno al muchacho.- me comenta la cocinera.- ¿Quieres algo más, cielo, o esperas a que baje?

-No, déjalo, yo se lo subo.

Papá me echa una mirada, pero no abre la boca y continúa desayunando. Yo me termino el café en un par de tragos, cojo la bandeja que me tiende Adela y salgo de la cocina.

¡Uff! Adela le ha puesto de todo: zumo, bollería, fiambre, café, fruta con yogur, tostadas con mermelada...

¡¿Le quiere cebar o qué?!

Llego a su habitación y es un gran alivio comprobar que han sustituido a los vigilantes de anoche.

Me abren la puerta, ya que voy cargada, entro y veo que Tomás sigue dormido. No puedo evitar sonreír. Tampoco puedo evitar pensar en lo sucedido anoche y que me entren calores por todo el cuerpo. Menos mal que he optado por ponerme un vestido veraniego azul turquesa y sandalias blancas de poco tacón que me mantienen fresca. El pelo recogido en coleta también es de gran ayuda.

Apoyo la bandeja en el suelo y me siento en la cama junto a él. ¡Ay Señor, si es que es guapísimo! Estoy por encadenarlo a la cama y que no salga nunca de aquí. Me inclino sobre él y le doy un dulce beso en el cuello. ¡Y huele tan bien, tan varonil! Me permito unos minutos para observarlo con detenimiento. Como ayer le dije, no me transmite peligro, no es un chico como con los que he salido. Él habrá trabajado en asuntos ilegales, de hecho está como está por haberlo hecho, pero no es un trapichero o un camello, eso lo tengo... ¡clarísimo! Ojalá papá pueda conseguirle un buen trabajo.

Dejo un rastro de delicados besos desde su clavícula, pasando por su cuello, mentón y mejilla, haciendo especial hincapié en la comisura de su hermosa boca, y terminando en sus carnosos labios.

Tomás gime un poco y gira la cara hacia mí. No abre los ojos, pero sus labios reaccionan con los míos. Me separo ligeramente y sonrío cuando veo que los mueve como si estuviera besando e incluso abre levemente la boca.

-Buenos días.- susurro y vuelvo a besarle.

-¡Ummm...!- ronronea.

Empieza a moverse bajo el edredón y parpadea al abrir los ojos.

-Muy buenos días.- susurra sonriente.

Saca los brazos de debajo del edredón, me agarra delicadamente de la cara, como si me fuera a romper, y me atrae hacia él para besarme apasionadamente durante varios segundos.

¡Uff, que me da!

-Vaya.- suspiro anonadada cuando nos separamos.

-Sí, vaya.- repite él, igual de encandilado.

Sonrío y deslizo una mano por su torso, con cuidado de no tocarle los moratones.

-¿Sigues desnudo ahí dentro?- pregunto picarona.

-¡Ajam!- asiente varias veces.- Como Dios me trajo al mundo. ¿Quieres entrar?

Vuelvo a sonreír y me muerdo el labio inferior.

-Umm... no me tientes.- respondo y le beso.- Te he subido el desayuno, pero antes quiero darte la crema en los moratones.

Me separo de muy mala gana y Tomás se descubre el cuerpo justo hasta la frontera de su hemisferio sur, por debajo de las caderas y esos prominentes oblicuos, dejándome ver un poco de su bello púbico.

¡Es la puñetera tentación encarnada! ¡La manzana que Eva mordió en el Edén!

Le doy la milagrosa crema por todos los hematomas que ya van desapareciendo y vuelvo a cubrirle, para después recoger la bandeja del suelo. Tomás se incorpora contra el cabezal y le coloco el desayuno delante.

-¡Santo Dios!- exclama al verlo.

Me carcajeo con gusto.

-Lo sé, Adela se ha excedido un poco.

Él niega con la cabeza y coge el vaso de zumo.

-No creo que pueda irme de esta casa con lo bien que me estáis cuidando.

Sonrío y me acomodo junto a él.

-Debo decirte que ayer hablé con mi padre y va a intentar buscarte un trabajo en Valencia.

Tomás deja de beber y me mira perplejo.

-¿En serio?

-Sí, como me dijiste que igual te quedabas por la zona.

-Gracias Victoria, no sé cómo podré agradecerte todo lo que estás haciendo por mí.

Niego con la cabeza para quitar importancia y me cojo de la coleta para enrollarla entre mis dedos.

-Y había pensado... que...- balbuceo porque no sé cómo decir esto.- Podrías quedarte aquí en casa... hasta que te ubiques en la zona... si quieres. La casa es grande y tenemos sitio. Y así puedes pedir que te envíen tus cosas.

Tomás me mira sin decir nada, levanta el brazo y desliza los dedos por mi mejilla.

-Quiero besarte. Acércate, por favor.

Lo hago, con cuidado de la bandeja, y uno nuestros labios. Se me remueve todo por dentro cada vez que me roza, pero cuando me besa... ¡Oh, Señor!

Me levanto de la cama y camino hacia la ventana para dejar que desayune tranquilo. Abro la ventana de par en par y sonrío al ver el día tan maravilloso que hace. Miro mi reloj de pulsera Lotus y veo que son las nueve y cuarto.

-Tengo que acompañar a una amiga para hacer unos asuntos.- le cuento desde aquí.- No sé lo que puedo tardar, pero ya sabes, si necesitas algo me llamas.

-De acuerdo.- contesta tras tragar un bocado de tostada.- Pero espero que vuelvas pronto.

Sonrío y asiento.

Me impulso con la ventana y camino decidida hacia él, dispuesta a besarlo antes de irme. Tomás no aparta sus brillantes ojos verduzcos de mí y como intuye lo que voy a hacer, se limpia el morro con la servilleta.

Apoyo la rodilla sobre el colchón y me inclino hacia él.

-Luego te veo.- introduzco los dedos entre el pelo de su nuca y le beso con posesión.- Umm... que dulce.

Tomás sonríe mientras yo me separo y camino de espaldas hacia la puerta, sin dejar de mirarlo.

Resoplo y maldigo. ¿Será posible que no voy a tener un puñetero hueco para aparcar? He dado un par de vueltas a la manzana y no hay manera.

-¡Qué le den, pues en segunda fila! Detengo el coche frente al portal de Macarena, echo el freno de mano, doy las luces de emergencia y bajo. Corro hasta la puerta y timbro el quinto A, su casa, o de sus padres, si hablamos con propiedad.

-¿Sí?- contestan a los pocos segundos.

-¿Está Macarena?

-Soy yo, Vicky.- dice riendo.

-¡Uy, si no te conocía!- me carcajeo.- ¿Bajas?

-Tengo que secarme el pelo, sube.

-No puedo, nena, tengo el coche en segunda fila.

-De acuerdo, no tardo.

-Vale, tranquila.

Cuelga el interfono y yo regreso al coche a esperarla. Apoyo la cabeza en el asiento y dejo que los rayos de sol me den en la cara. ¡Qué gozada! Esto es lo bueno de un descapotable.

A pesar del tráfico que pasa a mi lado, las mujeres que caminan por la calle cotorreando sobre otras vecinas o los niños que gritan, en mi cabeza solo está Tomás. Parece que lo conozco de hace días y tan solo ha pasado uno.

La atracción que sentimos el uno por el otro es palpable y ahora que sé que hay sentimientos, los nervios y las ansias por estar con él se mezclan en mi estómago, formando esas mariposillas con alas en forma de corazón.

Lo malo es mi padre, que todavía no puede enterarse o lo echaría de casa. Eso hace que me sienta un poco Julieta, ocultando a papá mi amor por mi Romeo y viéndonos a escondidas.

-Bonito coche.- dice una voz masculina. Abro los ojos y miro hacia el lado del copiloto donde hay un tío, bastante atractivo por cierto, mirando el interior y exterior de mi Maserati.

-Gracias. El chico me sonríe tras unas gafas de sol. Viste una ceñida camiseta blanca de manga corta, luciendo sus fuertes brazos completamente tatuados, y unos ajustados vaqueros que no dejan nada a la imaginación. Moreno de pelo largo que le cuelga sobre la frente, bronceado y fuertote.

¡El típico musculitos, vamos! -Me encanta este coche.- sigue hablando y tocando la carrocería.

¡No toques! ¡¿Por qué tocas?!

-No se ven muchos de estos coches por la zona y te lo digo yo que trabajo en una cafetería aquí mismo y los ficho todos.- comenta bromista.

Sonrío sin ganas y solo deseo que baje Maca para largarnos.

-¿Eres de aquí?- pregunta y vuelve a sonreírme.

¿Está ligando conmigo? ¡Menudo cretino!

-No.- contesto secamente.

Miro al frente pero de reojo me percato que el chico sigue pegado a la ventanilla bajada del copiloto. Intento ignorarlo, pero como veo que no se va, vuelvo a mirarle.

-¿Quieres algo?

-¿Te apetece un café? Te invito a uno en mi curro, es esa cafetería que está a doscientos metros.- dice señalando a mi espalda.

Ni me molesto en fijarme cuál indica.

-No, gracias.

-Piénsalo, preciosa. Cuando pases serás invitada a lo que quieras, tan solo pregunta por mí, por Oscar.

Inclina la cabeza como si fuera un caballero y se marcha. A través del retrovisor veo como lo hace, solo para cerciorarme de que por fin me deja tranquila.

-Oscar.- murmuro.- Menudo gilipollas.

Entonces se me enciende la bombilla.

-¡No puede ser!- exclamo.

Me giro en el asiento y por suerte logro verle entrar en una cafetería. ¡Es él! ¡El mamón que igual ha preñado a mi amiga!

Saco las llaves del contacto, cojo mi bolso y me bajo del coche para ir tras él.

A paso acelerado llego a la cafetería y entro. Es amplia y moderna con un toque rústico. El ambiente está cargado con un rico aroma a café y la extensa barra se encuentra al fondo. En las mesas hay poca clientela tomándose un café y leyendo la prensa.

Atravieso el local observando al chico que hay dentro de la barra, pero no es él. Cuando llego y me apoyo en ella, el joven camarero, Edu según su identificador, se acerca sonriente.

-Buenos días, ¿qué te pongo?

-En realidad no quiero nada. Estoy buscando a Oscar, ¿trabaja aquí?

Edu me escanea de arriba abajo con la mirada y sonríe engreído.

¿Será requisito ser un gilipollas para trabajar aquí?

-Claro.- responde.

Echa una mirada más a mi delantera y se dirige al lado derecho de la barra. Abre una puerta corredera e introduce medio cuerpo.

-Oye colega, aquí hay una tía que pregunta por ti. Y menuda tía, ¿cómo te ligas a semejantes monumentos?

Pongo los ojos en blanco y resoplo.

El chico regresa, pero no se detiene, me guiña un ojo y pasa de largo. Yo le pongo cara de asco.

Oscar sale por la puerta abrochándose la camisa blanca del uniforme. ¡Toma panorámica pechonal! Arquea las cejas y sonríe ampliamente.

-Me alegro de que te lo hayas pensado.- comenta.

Muerdo mi labio inferior de una forma coqueta y tras dejar mi bolso y las llaves del coche sobre la barra, me apoyo en ella dejando a la vista mi escote.

Funciona, se acerca con los ojos clavados en mis tetas.

¡Qué predecibles son los tíos!

-¿Y quieres tomar algo?- pregunta seductor conforme se recuesta sobre la barra.

El chico es guapo, hay que decirlo, tiene unos ojazos azules tirando a grises, impresionantes.

-No.- susurro.- Quería verte otra vez.

-¿Sí?

Mira por encima de mi hombro y se acerca un poco más a mí.

-Yo también deseaba verte.- musita.

Estiro la mano, introduzco los dedos entre su pelo y los deslizo hasta su nuca. Me acerco como para besarle y cuando él está más que preparado, le agarro fuerte del pelo y clavo en su traquea los dedos pulgar e índice. Esa llave es simple, pero muy dolorosa si pillas el punto justo detrás de la nuez.

Oscar exclama de dolor y me agarra la mano para quitársela de encima.

-Yo que tú no tiraría, te dolerá más.

-¿Qué quieres?- gruñe.

-¡Que me escuches bien porque si tengo que volver no seré tan delicada!- bufo en su cara.- Si vuelves a acercarte a Macarena, hijo de puta, aunque sea para pedirle la hora, juro que te vas a enterar. Si ves que ella se te acerca, te aconsejo que corras en el sentido opuesto. Y si tengo que volver... desearás no haberla conocido. ¿Lo has entendido?

-Sí.

Le suelto y recojo mis cosas, como si no hubiese pasado nada. Pero como todo gallito, tiene que decir el último kikiriki, aunque eso le lleve a un problema mayor.

-Eres tan puta como ella.- dice cuando me he dado la vuelta.

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