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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (4 page)

BOOK: Romance Extremo
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Camino acelerada hasta las ventanas y me apoyo en la encimera de granito color marfil, para que me dé un poco el aire. Uno de seguridad pasa por fuera y me mira.

-¡¿Qué pasa?!- gruño.

El chico continúa con su trabajo.

-¡Uy hija!- exclama Adela a mis espaldas.- Cuando sacas ese genio es porque te pasa algo y muy serio.

Regreso junto a ella y observo cómo termina de colocar todo en la bandeja y bien tapado para que no se enfríe: un tazón de sopa de ave, un plato de
suquet de peix
(guiso de pescado), un gran vaso de zumo de naranja de la tierra y de postre, una porción de un delicioso
arnadí
de calabaza y almendra.

Una vez están los cubiertos, la servilleta y el pan, estiro lo brazos para cogerla.

-¿Vas a subirla tú?- pregunta perpleja.

-Sí.

-¡Humm...!

-¡Humm...! ¿Qué?- repito molesta.

-Nada, mi niña, no te me receles.

Sonrío por su comentario, cojo la bandeja y subo a la habitación de mi huésped.

No me había dado cuenta de que le han acomodado en la habitación más lejana y esta maldita bandeja pesa y se tambalea si voy muy rápido.

Frunzo el ceño cuando veo a dos chicos de seguridad en la puerta, y mi padre, que sale del cuarto en cuanto me acerco, me echa una de sus miradas que dice “
Jovencita, te has metido en un buen lío
”. ¡Ay Dios!

Pongo cara de inocente y dejo que sea él quien hable primero, por si no es lo que imagino.

-¿Le subes la comida?- pregunta.

-Tiene hambre.- respondo, aunque es obviamente lógico.

-¿Y hay algo que quieras contarme?

Papá ladea la cabeza e introduce las manos en los bolsillos de su traje gris oscuro. ¡Mala señal!

-¿Aparte de que esta bandeja pesa como una condenada?

-No te hagas la listilla conmigo.- me reprende.- Sabes que no me gusta.

Veo por encima de su hombro que sus chicos sonríen de ver a mi padre molesto conmigo.

-Si vas a echarme la bronca delante de tus... lacayos.enfatizo bien alto la última palabra mientras los fusilo con la mirada.- Hazlo rápido por favor, esto pesa.

Papá carraspea molesto y se acerca un poco más, para que sus lacayos no le escuchen.

-¿Cuándo pensabas contarme que es un trapichero de tres al cuarto que va perdiendo mercancía por ahí?

Cierro los ojos y bajo la cabeza. Se ha enterado.

-Tenía pensado...

-¿Y qué has puesto a Mylo a investigarlo a mis espaldas?- me corta.

¡Oh, Dios! Esto es peor de lo que me esperaba.

-Papá yo...- murmuro sin levantar la cabeza.

-Victoria, mírame.- ruge.

Lo hago ipso facto.

-Jamás...- ordena, clavando sus duros ojos negros en mis dulces y cándidos azules.-...me dejes al margen de las cosas. Y menos si con ello puedes salir perjudicada.

-Vale, papá.- musito.- Lo siento.

Sé que me he ganado con creces la reprimenda, que lo hace por mí, por la protección que siempre me ha dado, porque nunca me ha querido mezclar con su mundo.

-Los chicos controlarán su puerta noche y día. Y ahora llévale la comida, aunque intuyo que tiene más ganas de verte a ti.

Lo intento. Lo intento, pero no lo consigo y me pongo roja... ¡como un tomate! ¡Dios, parezco una cría chica!

-¿Sabes que confidencia me ha hecho?- susurra mi padre en plan juguetón.

Eso es lo bueno de ser la niña de papá, que me echa la bronca y segundos después ya no está cabreado. Sonrío y niego con la cabeza.

-Que antes de perder la consciencia te vio llegar a lomos de Júpiter, como un ángel de la guarda a caballo.

Vuelvo a sonreír y me pongo más roja si cabe.

-Voy a ver qué tal le va a Mylo.- dice papá.

-Yo iré enseguida.

Papá me besa en la frente, con cuidado de no tirarme nada de la bandeja, y se marcha pregonando:

-
Angele dei, qui custos es mei, tibi commissum pietate superna, me illumina, custodi, rege et guberna.

Suelto una risotada por su oración en latín y la repito traducida en mi mente.

Santo ángel del Señor, mi celoso guardador, a ti me confío piedad divina, me ilumine, guarde, rige y gobierne.

¡Qué intensa, por favor!

Atravieso la puerta que me abre uno de los escoltas y sonrío a Tomás cuando vuelve el rostro hacia mí.

Me acerco y él intenta incorporarse para apoyar la espalda en el cabezal blanco de polipiel, que resalta con la pared gris plomo de fondo.

-Espera, que te ayudo.

-No, tranquila, yo puedo.

Aun con gestos de dolor lo consigue y coloco con mucha cautela la bandeja con patas sobre sus piernas.

-
Bon appétit.
- le deseo.

Voy a apartarme para dejarlo comer tranquilo, pero él me agarra por la muñeca derecha, reteniéndome.

-Quédate aquí, por favor. A mi lado.

¡Aiiisss! No sé si es la casi súplica, el roce de su mano en la sensible piel de mi muñeca, su sexy, varonil y algo rasgada voz, o ese escultural torso de gladiador que tengo ante mí... pero me siento junto a él y solo me falta babear.

¡Dios mío! ¡¿Qué me está haciendo este chico?! ¡Ningún tío me había embelesado de semejante manera en cuestión de horas!

Tomás destapa el tazón de sopa y una nube de vaho asciende y se disuelve.

-Menudo despliegue de comida.- dice sonriente.

-Si te parece mucho no hace falta que comas todo.

-Victoria.- me nombra y en su boca suena como un canto de ángeles.- Voy a arrasar con todo.

-En ese caso, si te quedas con hambre solo tienes que decírmelo. Adela es una gran cocinera.

El joven sonríe y mete la cuchara en la sopa para después llevársela a la boca. Intento no mirarle porque si fuera yo, me daría mucha vergüenza tener a alguien pendiente de mí mientras como.

-Tu padre impone un huevo, ¿lo sabías?- dice entre cucharada y cucharada.

Suelto una risotada y asiento varias veces, como uno de esos perros cabezones con el cuello de muelle que van en la parte trasera de los coches. Si me hubieran dado un euro cada vez que he escuchado esa frase, sería millonaria, mucho más de lo que lo soy ahora.

Bueno, el millonetis es mi padre, yo solo soy la titular, nada a favor, de una generosa cuenta corriente aquí y otra en un paraíso fiscal. Por eso quiero encontrar un buen trabajo, para no tener que hacer uso de esas cuentas y no seguir viviendo a costa de un dinero ganado ilegalmente.

-Sí, es un tipo duro.- admito.

-¿A qué se dedica?

Otra pregunta con la que me habría hecho millonaria.

-Es propietario del mejor concesionario de coches de lujo que hay en Valencia.

Y la respuesta con la que también sería millonaria.

-¡Guau! ¿De lujo, lujo?- se interesa.

-Audi, Mercedes, Rolls-Royce, BMW, Lamborghini, Porche, Ferrari, Jaguar...- expongo.- Cualquier coche que quieras, él lo consigue.

-¡Joder!- alucina.

-Un día...- recuerdo como si fuera ayer y sonrío.-...mi padre me dejó conducir un Maserati Gran Cabrio valorado en unos 150.000 euros. ¡Uf! Qué maravilla de coche, y esa sensación de libertad que da el descapotable...

-Qué pasada.- murmura, atento a lo que cuento.

Agito la cabeza para cortar ese recuerdo feliz en el que mi padre viajaba de copiloto y sonreía orgulloso de verme manejar semejante máquina. No se preocupaba de si podía rozarlo o dañarlo de alguna manera y que luego no pudiese venderlo, él siempre ha querido hacerme feliz y cuando se percató de las miradas que echaba a esa belleza roja, me lanzó las llaves. ¿Quién iba a pensar...?

-Por suerte no iba rápido, porque terminé estampándome contra una farola.- relato el final de la historia.

Tomás detiene la cuchara al oírme, con tan mala suerte que la sopa caliente se le cae sobre el pecho.

-¡Hostia! ¡Quema, quema, quema!- se queja.

Posa el tazón sobre la bandeja, pero yo ya me he adelantado y seco su pecho con la servilleta para después soplarle la piel enrojecida. Estoy tan cerca de sus pectorales que me provoca darles un bocado. Su torso apenas tiene un fino vello rubio que lo hace más tentador y debo cerrar los ojos cuando veo que se le eriza la piel.

Tras varios segundos soplando, levanto el rostro hacia él.

-¿Mejor?

-Sí.- exhala.

Estamos muy cerca el uno del otro y escasos centímetros separan mi boca de la suya. Nuestros alientos chocan entre sí y nuestras miradas conectan. Tomás se acerca un poco, yo lo hago otro tanto, nuestras narices se rozan y cuando mis labios prácticamente perciben el calor de los suyos, mi móvil empieza a sonar dentro del bolsillo.

¡Coño, qué susto!

Nos separamos apresurados, como si un hechizo que nos mantenía conectados se rompiera y nos liberara de hacer algo que no queríamos.

¡Yo sí quería, pero al final ni beso ni leches!

Me levanto de la cama y voy hacia la ventana mientras saco el teléfono del bolsillo, que sigue sonando. Es Macarena, una de mis amigas de toda la vida de aquí.

¡Qué oportuna, hija!

-Hola.- contesto lo más amable que puedo.

-Hola, nena, ¿ya estás en casa?

-Sí.- resoplo.- Llegué anoche.

-Genial, porque esta noche nos vamos de fiestuqui.

-¿Quién?

-Raquel, Marisa, Lucía, tú y yo.

Miro a Tomás y lo veo atacar el guiso de pescado.

-Maca, yo no sé si...

-Tú vas a salir como que me llamo Macarena Suárez.

Pongo los ojos en blanco y me recuesto sobre la repisa de la ventana. Ésta es capaz de venir a buscarme y sacarme a tirones según esté.

-Nena, que llevamos sin vernos desde... ¡Coño! Desde antes de navidades, el fin de semana aquel que fuimos a verte a la capi. ¿Fue en noviembre?

-¿Tanto ha pasado?- me sorprendo.

-Sí.- afirma sin contemplaciones.- Venga, no seas sosa, te pones guapa, te pintas y... ¡marcha, marcha, queremos marcha, marcha!

Sonrío por lo loca que está.

Las cinco somos buenas amigas de toda la vida, aunque yo siempre me he sentido un poco alejada, y no por ellas, sino por la falta de madre que me hacía sentir diferente. No tener ese modelo femenino tan importante deja huella, o mejor dicho, no la deja. Aparte de que tenía que guardar el secreto de papá y escuchaba muchas habladurías sobre él.

-Vale, está bien. Ya me dirás dónde quedáis.

-Fijo que donde siempre.

Ellas cuatro viven en la capital y yo siempre he estudiado allí. Hasta que me fui a Madrid mientras que ellas se quedaron e hicieron la carrera en Valencia.

-Deseo.- decimos al unísono y reímos.

Deseo 54 es la mejor discoteca de Valencia, técnicamente es de ambiente gay aunque va gente de cualquier orientación sexual. Es divertida, colorida, ponen buena música, hay grandes cantidades de carne escultural a la vista, buenos shows, y te evitas posibles moscones babosos que por muchas negativas que les des, insisten una y otra vez en invitarte a una copa o a bailar.

-¡Voy, mamá!- grita de pronto.- Vicky, tengo que dejarte, te enviaré whatsapp con la hora. Tengo muchas ganas de verte.

-Y yo a ti.

Cuelga y me deja pensativa. La última vez que salí de fiesta fue... hace un mes, el día de la licenciatura, con Cayetana y Aurora, mis compis del piso de Madrid. Me pillé una cogorza de escándalo, pero bueno, estaba de celebración.

Me doy la vuelta y sigo apoyada en la ventana, recibiendo los cálidos rayos de sol en la espalda. Tomás está pasando la última rebanada de pan por el plato.

-¿Te ha gustado?- pregunto sonriente.

-¡Umm...! No había probado nada tan bueno desde que salí de casa de mi madre.

-Puedo subirte más si quieres.

-No, no gracias. Con este... bizcocho, ¿o qué es esto?

-
Arnadí
, algo así como un bizcocho de calabaza y almendra.

Tomás le da un gran bocado y cierra los ojos.

-¡Dios mío!- balbucea con la boca llena.- ¡Qué bueno!

Junto con el medio vaso de zumo que le queda, termina, como bien ha dicho, con toda la comida de la bandeja.

No puedo apartar los ojos de él y menos cuando me devuelve la mirada, momento en el que parezco caer hipnotizada. Creo que es buena idea que salga un poco de casa, hemos estado a punto de besarnos y no nos conocemos, de hecho, lo único que sé de él no es nada bueno.

En la pared frontal a la cama se encuentra un mueble bajo con tres cajones paralelos y sobre éste, anclado a la pared, un televisor LED de treinta y dos pulgadas. Cojo el mando de la tele que está sobre el mueble y se lo acerco.

-Ten, por si quieres ver la tele. Tenemos parabólica y cientos de canales. Entretanto yo voy bajando la bandeja. ¿Quieres un café o algo?

-No, gracias, Victoria. Así estoy mejor que bien.

Recojo la bandeja y salgo de la habitación.

De la cocina marcho al despacho de Mylo y me detengo en la entrada, cuando veo las caras tan largas de mi padre y su empleado de confianza.

¿Habrá encontrado algo peor de Tomás?

CAPÍTULO 4

 

 

Nerviosa por cómo me miran, Mylo desde su escritorio y papá de pie junto a él, cierro la puerta lentamente.

-¿Tan malo es lo que habéis encontrado?- murmuro mientras me acerco a ellos.

-¿Eh? ¡Ah, no!- exclama Mylo.- Está fichado por posesión de estupefacientes, desorden público y hurto.

-¿Ha estado en la cárcel?- me asombro.

-No.- contesta mi padre.- Pero no me sorprendería que la próxima vez que lo pillen, vaya derecho y para una buena temporada.

Mylo me entrega el DNI y vuelvo a mirar la foto. Parece tan bueno que me cuesta creer lo que me dicen, aunque también es cierto que los que más buenos parecen suelen ser los peores.

-¿Y respecto a los que lo tiraron del coche?

-En Benidorm solo hay trapicheros. Mi amigo no sabe de alguna organización que vaya a lo grande.- contesta el jefe de seguridad.- Imagino que sus socios le quisieron dar una lección y dudo que vuelvan a buscarlo.

Suspiro aliviada de que nadie pueda buscar a Tomás y hacerle más daño todavía.

-¿Y qué va a hacer cuando se recupere? ¿Te ha dicho algo?

Levanto la vista hacia papá, él como siempre directo al grano.

-No, imagino que regresará a Benidorm.

Papá rodea la mesa y se sienta en el borde, junto a mí.

-Aconséjale que deje de hacer ese tipo de trabajos. Puede que la próxima vez se tope con alguien que tenga menos escrúpulos y acabe siendo comida para gusanos.

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