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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (24 page)

BOOK: Romance Extremo
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-Vale.- digo cerrando la puerta.- Imagino que todos sabréis quién es ese.

Señalo el corcho y las fotos de Román Sorel. Tanto las que ya teníamos como las que le saqué en el exterior del concesionario.

-El camaleón.- contesta Rubén.- Sí, le conocemos.

-Bien, porque quiero saber todo de él: antecedentes, propiedades, cuentas bancarias, negocios, conversaciones telefónicas... hasta la maldita marca que usa de calzoncillos.

-¿Objetivo principal?- pregunta Pablo.

-Exacto.- afirmo.- Era socio y amigo de Pomeró, está en el país. Quiero saber qué hace a cada minuto.

-Necesitaremos permisos del juez para hacer algunas cosas que has pedido.- murmura el sabelotodo Feijoo.

Qué raro, él poniendo trabas. Me giro y lo miro con detenimiento.

-Pues se piden, Feijoo, ¿es que tengo que hacerte un manual?

El friky bufa y aparta la mirada.

Voy hasta la mesa de trabajo, cojo los dossieres que he preparado con los datos que he podido recopilar de Sorel y los reparto.

-Estos datos son todo lo que he encontrado de él. Esta tarde quiero sobre mi mesa el doble de lo que hay. ¡Vamos, en marcha! Cacemos a ese cabrón.

Si piensa que va a casarse con Victoria... lo lleva claro.

Salgo en último lugar de la sala y observo que mis compañeros se ponen manos a la obra.

-¡Y sed listos, que por algo le llaman camaleón!- elevo la voz para que me escuchen.- El muy cabrón se cuela hasta en la casa de un policía.- murmuro para mí.

-¡Sánchez!

Me giro hacia el comisario y veo que me indica con la mano para que vaya. Lo hago.

-¿Sí, señor?

-Pasa.

Entro en su despacho y frunzo el ceño al ver a Lara sentada frente a su mesa. ¿Todavía sigue aquí?

-Toma asiento, Gabriel.

Ocupo la silla contigua a la de ella y le lanzo una mirada fugaz.

-Veamos.- habla Nuñez mientras se acomoda en su sillón de cuero.- La agente Acosta me ha dicho algo muy interesante.

Observo a mi superior sin saber qué me va a decir. ¿Le habrá contado que hemos estado liados?

-La hija de Pomeró llegó hace cuatro días de Italia.

Entorno los ojos y observo a mi subalterna que sigue muda en la silla. Ni siquiera me mira.

-Acompañada por Román Sorel.- añade el comisario.

Ahora observo a mi jefe. Esa información no me pilla por sorpresa debido a la noticia que me dio Sorel, pero sí que finjo... confusión.

-Con los antecedentes de su padre, viendo con quién se relaciona y sus estudios en química... Considero que debe pasar a ser objetivo principal del caso. Hay que centrarse en ella y ver qué trama.

-Señor, disculpe que le corrija, conozco a Victoria y ella odia ese mundo. Jamás traficaría con drogas.

-Han pasado meses.- dice él.- La gente cambia en mucho menos tiempo.

-Victoria fue al hotel, fue a la reunión.- entra Lara en la conversación.

-¿Ah sí?- me giro molesto hacia ella.- ¿Por qué no le explicas al comisario qué hizo exactamente allí?

La chica me mira como si fuera una presa y yo la bestia que acecha, y traga saliva.

-Sé que no fue al salón privado.- interrumpe el jefe el momento de tensión.- Que se quedó frente al bar, pero el hecho de que ella, hija de Pomeró, estuviera allí, ya es motivo razonable para ser objetivo.

Miro rabioso a mi jefe y resoplo.

-¿De verdad, señor? ¿Por ser hija de un narco?- espeto sin contemplar el rango.- Entonces solicite unas cuantas órdenes de arresto porque tenemos una gran lista de hijos de traficantes y trapicheros.

El comisario espira fuerte por la nariz y clava la vista en Lara.

-Puede irse, agente Acosta.

Ella se levanta y sale del despacho.

-Escucha, Gabriel. Entiendo que llevas meses en tensión por el puesto, que los casos que te asigno son importantes y que te cuesta pensar que esa chica que conociste, haya cambiado tanto, pero no voy a consentir que me hables así.

Resoplo y asiento con la cabeza.

-Mis disculpas, señor.

-Estar infiltrado es duro y sé que para lograrlo tuviste que hacer cosas de las que no estas nada orgulloso.

Pues claro que no estoy orgulloso, pero no respecto a lo que él cree. No estoy orgulloso de mentir a Victoria, de engañarla y hacerle daño, de casi perderla. Estoy orgulloso de haberla conocido, de haberme enamorado de ella, del verano que pasé con ella.

-Puedo darle el caso a otro si...

-No.- niego interrumpiéndole.- Lo único que le pido, señor, es que confíe en mí. Nuestro objetivo principal es Sorel. Él es la cabeza que debemos vigilar y cortar. Lo sé.

El comisario Nuñez me mira durante varios segundos y termina asintiendo.

-Está bien, confío en ti, pero infórmame de todo y no pierdas la pista a la hija de Pomeró.

-Descuide, señor, no lo haré.

Me levanto como un resorte de la silla y a paso decidido, salgo del despacho. Cuando cierro la puerta tras de mí, clavo los ojos en Lara e inspirando profundamente, voy hacia ella.

-¿Así que ahora vas con esas, Acosta?- gruño apoyándome en su mesa.- ¿Pasando por encima mía para informar directamente al comisario?

Ella me mira acongojada y aunque abre la boca para hablar, la callo.

-Que sepas que en este trabajo tenemos unas pautas y unos pasos a seguir. Soy tu superior y debes informarme de lo que hagas y averigües, o de lo contrario vas a tener muchos problemas.

Me incorporo y me voy a la sala de descanso a por un más que merecido café. Bien cargado.

Allí me encuentro con Abraham Palacios, inspector de segundo año, con el que charlo brevemente sobre mi casi recién estrenado cargo.

-Bueno, te dejo, que tengo una liada...- comenta.

Sonrío y asiento.

-Dímelo a mí.

Se marcha y aprovecho para apoyarme agotado en una de las altas mesas metálicas. Con una mano me sujeto la cabeza y con la otra el vaso de plástico. De reojo observo que el reloj de la pared marca las once de la mañana y eso me da un respiro. Todavía falta una hora para mi cita.

-¿Quién te crees que eres para tratarme así?

Me giro hacia la puerta de entrada y veo a Lara con el ceño fruncido.

-¿Qué acabas de decir a un superior?- murmuro en tono amenazante.

La chica entra y cierra la puerta.

-¿Te enfadas conmigo por decírselo al jefe? ¿Y qué debía hacer? Saliste corriendo tras esa chica sin pensar en nada más. ¿Qué... qué hubo... entre vosotros?- balbucea.

-Eso no es de tu interés.- bufo.

Le doy la espalda y me bebo el café de un trago. Ojala fuera algo más fuerte. Tequila, por ejemplo.

-Gabriel.- susurra.

La ignoro, estrujo el vaso de plástico y lo lanzo a la papelera de reciclaje.

Sus brazos me rodean por la espalda, sus manos agarran mi camiseta gris de manga larga, y me tenso como la cuerda de una guitarra.

-No, Lara.- digo alejándome.

-Gabriel, ¿por qué me haces esto?- gimotea.

-¿Hacerte el qué?- pregunto desesperado.

-Tratarme tan mal y hacerme tanto daño. ¿Es por ella, por Victoria? Creía que nosotros...

Suspiro y cierro los ojos.

-Nunca ha habido un nosotros.- comento.- Lamento que hayas pensado eso, pero solo fue sexo, nada más.

-¿Estás enamorado de ella?- pregunta horrorizada.

Observo sus enrojecidos ojos castaños y exhalo.

-Es mucho más que eso.- respondo sincero.- Victoria lo es todo para mí.

Lara eleva el rostro, ancha las aletas de la nariz, traga saliva y sus ojos se vuelven a aguar. Antes de que la primera lágrima resbale por su mejilla, se gira veloz para que no la vea y se marchar airada, con su coleta rubia bamboleando de un lado a otro de la cabeza.

Sentado en una silla de plástico, tamborileo con los dedos sobre la mesa metálica y observo la vigilada estancia y a las personas que me rodean. Muchas como yo, también de visita.

-Pero, ¡¿cómo es posible que no hayan aceptado el acuerdo?!- pregunta uno de los inquilinos a su visita.

-Lo siento, no quieren bajar de los diez años de condena.- informa el abogado.

El preso se lleva las manos a la cara y rompe a llorar.

Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza. A buenas horas llora.

Miro al frente cuando escucho la verja abrirse y le veo entrar, acompañado por un guardia. Viste un chándal negro y cuando me ve su expresión es... neutra total. Ni punto comparable con la anterior y vez primera que vine a verle.

---------

Recorro los pasillos del centro penitenciario de Valencia, acompañado por un guardia. Nos detenemos frente a un puesto, antes de acceder a la sala de visitas, donde entrego mi arma y firmo en un listado. Después me dejan pasar a la gran estancia vacía y espero a que lo traigan. Estoy tan nervioso que no puedo ni sentarme.

Pocos minutos después escucho que abren la puerta frontal y tras un par de guardias, entra Mylo, jefe de seguridad y mano derecha de Bruno Pomeró. Su expresión es sombría, pero cuando me ve y reconoce, se lanza a por mí como un toro de lidia. Por suerte, los guardias logran aplacarlo antes de que llegue hasta mí.

-¡Hijo de puta!- gruñe rabioso el búlgaro mientras los dos guardias le agarran por brazos y cuello.- ¡¿Cómo te atreves a venir a verme después de lo que has hecho?! ¡Y luego nosotros somos los malos, pero vosotros hacéis lo que sea con tal de destrozar a las personas! ¡Largo de aquí!

-Está muy alterado. Sería mejor que te fueras y volvieses en otro momento.- comenta uno de los guardias, que parece diminuto al lado de semejante bestia furiosa.

Asiento y observo a Mylo.

-Ella está viva.- le digo.

El preso detiene su furia en el acto y me observa angustiado, como pidiendo que repita lo que he dicho.

-Victoria está viva.- digo otra vez.

Entonces me doy la vuelta y me marcho. Solo he venido para darle la noticia y ahora lo único que deseo es ir al hospital a verla. Compraré un ramo de flores de camino.

---------

Mylo se acerca con andares de tipo duro, de tipo que ya tiene cayo de recluido y todos en la cárcel lo temen. Ha sido una verdadera sorpresa que lo hayan trasladado a Madrid, pero me ha venido mejor.

Me abro la cazadora marrón de piel y me apoyo en la mesa a esperarle. Su mirada parece mucho más fría que de normal y se nota que no aprecia ni un ápice mi visita, aunque esta vez no se ponga agresivo.

Llega hasta la mesa donde me encuentro, se deja caer como un peso muerto en la silla frente a mí y mantiene la boca cerrada.

-Mylo.- saludo.- Veo que ya ha venido a visitarte.

Él sonríe con desdén y silencia.

-Imagino que te habrá dicho que no me cuentes nada.

Sigo sin obtener respuesta.

-Me agrada lo inteligente que es, sabía incluso antes que yo, que vendría a verte. ¿Te ha contado en lo que está metida? Si Bruno levantara la cabeza, no le gustaría nada lo que viese.

Mylo se lanza contra la mesa cual león enjaulado, intentando dar miedo a pesar de que no podrá hacer nada.

-No.. vuelvas... a nombrarle.- gruñe en mi cara.

Sonrío, al conseguir que reaccione. Cojo el móvil del bolsillo interno de mi cazadora y tras buscar una foto de Sorel, lo coloco delante suya para que la vea.

-El camaleón.- murmuro.- ¿Ha venido él a verte?

Mylo se recuesta de nuevo en la silla, sin ni siquiera mirar la pantalla del móvil, y opta por su primera opción, el silencio total.

-La está utilizando.- le cuento.- Está usando a Victoria para su beneficio. ¿Te gusta escuchar eso? Sé que harías cualquier cosa para protegerla.

-No voy a decirle nada, inspector. Haga su trabajo.

-Solo quiero que me digas dónde está Victoria, dónde puedo encontrarla, porque seré yo quien la proteja.

Mylo rompe a reír a carcajadas, unas inmensas carcajadas que provoca las miradas de todas las personas de la sala.

-¿Tú? ¿Protegerla?- sigue riendo.

Frunzo el ceño molesto y me inclino hacia él.

-Sí, yo.- reafirmo cabreado.

-¿Igual que en Villa Victoria?- espeta.

¿Por qué todos me golpean con lo mismo? ¡Ninguno estuvo allí para ver cómo ocurrió!

-¡No tienes ni puta idea de lo que pasó allí!- bufo.- ¡La protegería con mi vida!

Mylo contrae el rostro y se acerca.

-Más vale que te alejes de ella o sufrirás graves consecuencias.- amenaza.

-¿Crees que me das miedo? ¿Crees que Sorel o alguno de sus perros me dan miedo? Miedo tuve cuando creí que Victoria se moría. Miedo tengo por pensar que no podré estar con ella. ¡Ése es mi miedo!- gruño.- Lo demás me la suda.

-Siempre has sido un chulo.- escupe.- Esa chulería que tanto caracteriza a los policías. Desconfié de ti desde el principio y no entiendo cómo no me di cuenta.

Paso al plan B.

-¿Sabes?- suspiro.- Podría mover algunos hilos para que volvieras a Valencia. Incluso que rebajaran tu condena por colaboración.

Mylo vuelve a reír.

-Eres un cínico y un chantajista de mierda.- bufa.

Paso al plan C.

-¿Te ha contado Victoria que se va a casar con Sorel?

Mylo salta de la silla y me agarra por el cuello de la cazadora.

-¡Cabrón!- gruñe mientras me zarandea.

Me zafo de su agarre, le retuerzo el brazo derecho y lo tumbo sobre el acero, para después subirme encima de la mesa y retenerlo con mi rodilla en su espalda.

-¡No os acerquéis!- grito a los funcionarios de la prisión que vienen porras en mano.

-¡Hijo de puta, quítate de encima!- gruñe Mylo.

Aprieto mi llave y me inclino hacia él.

-¿Sabes quién me enseñó a hacer esto? Sí, seguro que sí. Seguro que la reconoces.

Él se revuelve e intenta tirarme, pero no puede.

-Ahora te vas a calmar.- le ordeno.- Lo de la boda es cierto. Ese cabrón de Sorel quiere casarse con ella y yo quiero impedirlo. ¿Vas a ayudarme o no?

Mylo respira airado y cuando noto que se ha calmado levemente, le suelto poco a poco, sin fiarme mucho.

Tomo asiento de nuevo en mi silla y me coloco bien la cazadora. Mylo se incorpora y se frota el hombro.

-¿Y bien?- pregunto expectante.

El prisionero me mira con ojos casi asesinos.

-Quiero regresar a Valencia.- comenta.

-Antes de dos semanas estarás allí.- aseguro.

-Y rebaja de condena.

-La tendrás.

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