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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (33 page)

BOOK: Romance Extremo
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-Has dado en el clavo, hijo.- me felicita apretándome el hombro.- Es inteligente, educada, simpática... y qué decir de lo guapa que es. No hay muchas chicas así.

-No las hay.- le aseguro.- Victoria es única.

-¿Hay algún otro motivo por el que la hayas traído hoy?

Miro a mi padre y éste me observa sonriente, con la llama de la sospecha en su mirada.

-Quiero casarme con ella.- le informo.

Decírselo, decirlo en voz alta, lo hace más real y enloquece mi corazón. No voy a contarle que ya se lo he pedido y que Victoria no ha contestado por temor a que pueda volver a hacerla daño. Espero que este fin de semana le quede muy claro lo que siento por ella, lo que quiero con ella y que su respuesta sea un contundente “Sí, sí quiero”.

Papá me arrastra hacia él y me abraza fuerte. Yo se lo devuelvo.

-Estoy muy orgulloso de ti, Gabriel, y aunque me gustaría que la hubieses traído antes... os doy mi total bendición. Quiero a esa chica de nuera.

-Gracias, papá.- musito sonriente y a la vez emocionado.

Nos separamos y palmea mi mejilla un par de veces.

-¿Qué hacéis aquí?- pregunta Paula, asomándose por la puerta de la cocina.- ¿Poniendo la oreja como dos marujas?

Papá y yo reímos, y accedemos al interior de la cocina. Mi chica se encuentra sentada en la pequeña mesa de madera, junto a mi madre y mi hermana mayor. Frente a ellas, varias tazas de café vacías y una enorme pila de álbumes fotográficos.

Me acerco a ella sonriente y ésta se levanta de la silla, igual. Rodeo su cintura con un brazo, acaricio su mejilla y a pesar de que tengamos cuatro pares de ojos clavados en nosotros, la beso dulcemente en los labios mientras la aferro fuerte a mí.

-¿Qué tal estás?

-Muy buen.- contesta alegre.

-¿Por qué me has dejado dormir tanto?

-Subí un par de veces, pero estabas tan a gusto que me dio pena despertarte.

Suspiro y vuelvo a besarla.

-¡Gabi, ya, no seas lapa!- exclama Paula.

Los dos reímos y me separo, pero sin dejar de rodearla con el brazo.

-Así que habéis estado viendo fotos.- murmuro y miro a mamá.

-Y no solo eso.- contesta misteriosa.- ¿Quieres un café con leche, cariño?

-Sí, gracias.

Tomo asiento en la silla que ocupaba mi chica y tiro de ella para que se siente sobre mis piernas. Considero que ya hemos pasado mucho tiempo separados. Yo abarco su cintura y ella pasa el brazo por mi cuello, hundiendo los dedos entre el pelo de mi nuca.

-Hemos hablado de salir esta noche de marchuqui.- me dice Paula, sentándose frente a nosotros.

-¿Quienes?- curioseo.

-Vosotros dos, Tere y Jorge, Charlie y yo.- explica.

Miro a mi hermana mayor, sorprendido de que quiera salir de fiesta.

-Sí, chico sí. Estas dos me han convencido y los papás se quedan encantado con Gito.

-Adoro a mi nieto y me encanta tenerlo en casa.- comenta mi madre según coloca el café frente a mí.

-¿Te apetece?- pregunto a Victoria.

Ella sonríe y asiente.

-Está bien.- acepto.- Pero antes, Victoria y yo nos vamos a ir a cenar por ahí.

La nombrada me mira alucinada.

-¿Cenita romántica, hermano?- se mofa Tere.

-Por supuesto.- afirmo contundente.

Mi chica sonríe feliz, mis hermanas se burlan diciendo que soy un pastelón, mi madre se lamenta porque ya contaba con nosotros para la cena y mi padre, silencioso y con una cerveza en la mano, asiente orgulloso.

-¿Dónde está Charlie?- pregunto a su novia mientras cojo el café para darle un sorbo.

-En el ordenador.- contesta papá por ella.- Instalando un nuevo... firegües... firegüel... como se diga eso.

-Firewall papá, firewall.- corrije Pau en un perfecto inglés.

Todos rompemos a reír, incluso él mismo.

-Es que lo estaba diciendo en español.- argumenta él.

Y reímos otro poco más.

-¿Qué tienes en el brazo?- pregunta mi madre de sopetón.

-¿Dónde?

Sé que se refiere al tatuaje, del que apenas se le ve la punta inferior, y me hago el loco mirando mi antebrazo y codo.

-¡No te hagas el tonto, ceporro!- exclama y río.

-Es un tatuaje.- contesto y miro a mi chica.

-¡¿A ver?!- pide rauda, Paulita.

Me levanto la manga izquierda de la camiseta roja y dejo que mis hermanas lo vean.

-¡¿Un tatuaje?!- alza la voz mamá.- ¡La madre que te parió que fui yo! ¿No sabes que eso es para toda la vida?

Sigo riendo por lo exagerada que es en estos temas. De adolescente quise ponerme un piercing en la ceja y ella me dijo que me lo pondría en... exacto, en el lugar que visitó esta tarde la mano de Victoria.

-Eso espero, sino que se prepare el tatuador.- me jacto.

CAPÍTULO 9

 

 

Disfrutamos de una apoteósica y romántica velada en el Restaurante el Fortín y regresamos a casa a eso de medianoche, hora en la que hemos quedado con el resto para salir a disfrutar de la noche salmantina.

Los encontramos de sobremesa en el salón, a todos excepto a Gito que ya estará acostado.

-¡Hombre!- exclama papá al vernos.- ¿Qué tal la cena?

-¡Uff!- resopla mi chica.- Creo que podemos pasar una semana sin comer.

Ríen y nos acomodamos en uno de los sofás libres.

-No, no os sentéis que os apalancáis.- comenta Paula poniéndose de pie.- Venga, vamos.

La música retumba en mi oídos, una fresca cerveza humedece mi garganta seca y mis dedos estrujan con furia el vidrio del botellín. No puedo apartar la mirada de las chicas, especialmente de la mía, que bailan en la pista rodeadas por un grupo de universitarios ebrios.

-Me estoy poniendo enfermo con esos putos babosos.gruño a mi cuñado.

Él se carcajea y palmea mi hombro.

-Tranquilo, hombre. Seguro que tú también eras así a su edad.

Resoplo, niego con la cabeza y sigo bebiendo sin dejar de mirar a mi chica. Cómo alguien se le acerque, que se prepare.

Nos encontramos en Nika's, uno de los locales de moda de la ciudad y que he frecuentado en muchas ocasiones. El generoso local está decorado de forma futurista con grandes lámparas de lava en colores llamativos, plasmas con imágenes espaciales, paredes plateadas, láseres coloridos, humo por el suelo, camareros astronautas y gogos extraterrestres con pelucas reflectantes y antenas, que se contonean con la música del Dj residente.

-¡Aquí llegan los chupitos espaciales!- exclama Charlie surgiendo a nuestro lado.

Cogemos los pequeños vasos de líquido fluorescente que nos tiende y tras brindar, los bebemos del tirón y dejamos caer los recipientes de plástico al suelo.

-¡La leche, qué fuerte es!- exclama Jorge, contrayendo el gesto.

Asiento acorde con él y doy un trago a mi cerveza para quitar el regusto amargo.

-Ahora que tengo las pilas cargadas, voy a danzar un poco con las chicas.- nos dice Charlie y se encamina hacia ellas.

-Anda que éste también...- murmura Jorge.

Estallo en carcajadas y vuelvo a beber de mi cerveza.

Teresa y Victoria regresan poco después y rodeo a mi chica con los brazos para darle un deseado y necesitado beso en los labios.

-¿Lo estás pasando bien?

-De maravilla.- sonríe.

Me quita la cerveza de la mano, se la lleva a la boca y da un trago sin dejar de mirarme fijamente. Sonrío y me acerco a su oído.

-Dios, qué sexy eres.- susurro excitado.- No me extraña que esa panda de babosos te coman con los ojos.

Ella rompe a reír y niega con la cabeza. Hunde los dedos entre el pelo de mi nuca, cierra el puño para agarrarme fuerte y acerca su boca a la mía una vez más.

-¿Y tú has visto la cantidad de lobas que tienes alrededor, deseando hincar el diente a mi atractivo corderito? Sonrío y miro a nuestro lado. Es cierto que hay muchas chicas y que algunas nos observan sin pudor, pero ni una de ellas, ¡ni una!, puede hacerle sombra a Victoria.

-A mí solo me hincas el diente tú.- musito y aprieto juguetón el perfecto culo que le marcan esos pitillos rojos.

Volvemos a besarnos apasionados, como dos amantes que se encuentran en su refugio a medianoche, como dos locos enamorados que no pueden vivir sin el otro.

-¡Buenoooo... que estamos en un sitio público!- exclama Tere.

Nos separamos a la fuerza, jadeantes y excitados.

-El amor, cariño, el amor.- murmura Jorge.- ¿Te acuerdas cuando tú y yo no podíamos separarnos?

-¿Estás insinuando que ya no nos queremos tanto?

-¡Cuidado, cuñado!- me burlo.

Él responde con la boca, pero no precisamente de forma verbal. Coge a mi hermana por la cintura y la nuca, y le pega un morreo en toda clase. Uno de esos besos que dicen: “
Esta noche que no tenemos al peque, vas a saber lo que te quiero
”.

Mi chica y yo nos miramos y sonreímos.

-Y luego nos dicen a nosotros.- bromeo.- ¿Te apetece tomar otro gintonic?

Victoria pone morritos y se acerca melosa. Deslizando las manos por encima de mi camiseta blanca.

-No quiero que te gastes más dinero.

Suspiro, la abrazo y le doy un beso en la sien.

-Escúchame, pequeña.- le susurro al oído.- Quiero que pases un fin de semana especial, así que por favor no sigas pensando en eso.

Muerdo su lóbulo y después bajo a su cuello, haciéndola reír.

-Entonces, un gintonic para la bella dama.- digo incorporándome.

-¡Otro para mí!- pide Teresa, agarrada al cuello de su marido.

-¿Tú quieres algo, cuñado?

-Otra cerveza.

Cojo la vacía que me entrega y marcho a la barra.

Mientras espero a que me sirvan las bebidas, por mi mente cruza una idea y sonrío.

-Oye, perdona.- le digo a la camarera astronauta cuando me entrega las copas.- ¿Me harías un inmenso favor?

-Claro, guapo.- sonríe coqueta.

Me recuesto sobre la barra para acercarme a ella.

Varios minutos después: la música sigue sonando, las chicas siguen bailando (esta vez junto a nosotros), todos seguimos bebiendo, y mi cuñado y yo reímos intensamente cada vez que nos miramos, por los bailecitos que se marca Charlie y sus chancletas.

Cuando pienso que mi favor ha caído en saco roto, empieza a sonar por los bafles de la sala aquella canción que me cantó Victoria en nuestro viaje al parque natural de el Tello,
Pocketful of sunshine
de Natasha Bedingfield. Canción que sé que le gusta, la anima y la hace feliz.

-¡Me encanta esta canción!- exclama igual de jovial que aquél día.

Sonrío pletórico al verla cantar y danzar, y cuando me mira, le guiño un ojo. Ella se acerca, pasa un brazo alrededor de mi cuello y se contonea contra mí.

-¿Sabes en qué pienso cada vez que escucho esta canción?- pregunta pícara.

-Seguro que en lo mismo que yo.- contesto, rodeando su cintura.

Victoria clava sus bellos ojos azules en mí y arquea una de sus perfiladas cejas morenas.

-¿Has pedido tú la canción?- se sorprende.

Sonrío y asiento.

-Te acuerdas, después de todo este tiempo.

-¿Cómo olvidar los momentos que vivo contigo, pequeña? Ni en una eternidad.

Victoria suspira y se estira para fundir su boca con la mía una vez más.

Regresamos a casa sobre las cinco de la mañana, agotados, los seis en completo silencio en la Espace negra de mi padre, con Jorge al volante y su mujer de copiloto, Paula y su rasta-novio groguis en los asientos traseros, y Victoria conmigo en el medio, dormida en mi pecho.

Cuando llegamos, suelto nuestros cinturones de seguridad y abro la puerta corredera.

-Gabriel, mañana vendremos lo antes posible, ¿estaréis pendientes de Gito?- me dice Tere.

-Sí, tranquila. Disfrutad de la noche libre.

Bajo de la monovolumen y cojo a mi chica en brazos.

-Hasta mañana.- me despido y cierro la puerta con ayuda del pie.

El coche sigue su camino y yo me dirijo a la entrada con mi chica en brazos.

-Ya hemos llegado, pequeña.

Bajo sus piernas al suelo, para poder sacar las llaves del bolsillo de mis vaqueros, y ella despierta levemente.

-¿Ya hemos llegado?- musita adormilada.

-Sí, amor.- contesto y beso su cabeza.

Dejo que entre torpemente en la casa y tras cerrar la puerta, vuelvo a cargarla en brazos. Victoria pasa los suyos por mi cuello y apoya la cabeza en mi hombro.

-Puedo subir andando.- murmura.

-Quiero llevarte yo.

-Te estás portando tan bien conmigo después de cómo te he tratado.

-No pienses eso, ahora estamos juntos.

Ascendemos al primer piso, pero me detengo a mitad de escalera al notar sus labios por mi cuello. Mi piel se calienta y eriza, mi corazón se acelera y mi miembro reacciona bajo el calzoncillo.

-Victoria.- exhalo de puro gozo.

Ella no contesta y sigue besando y lamiendo mi piel. Incluso muerde el lóbulo de mi oreja.

-¡Umm...!- ronroneo.- Pequeña, nos vamos a caer por las escaleras como sigas así.

Ella se ríe y me abraza fuerte. Termino de subir las escaleras y atravieso el pasillo hacia mi dormitorio. Cuando cierro la puerta, con cuidado de no despertar al resto de durmientes de la casa, me apoyo contra ella y suspiro.

-Porque estás cansada sino... te tendría despierta toda la noche.- le aseguro.

Victoria me besa en la mejilla y mueve las piernas para que la baje al suelo. Una vez está frente a mí, me agarra de las manos y me lleva a la cama.

-No estoy tan cansada.- sonríe.

Se tumba y yo lo hago sobre ella.

-¡Dios, Victoria!- jadeo excitado.- Te deseo tanto...

Clavo mi pelvis en la suya y toco su atractivo cuerpo por encima de la ropa.

-Y yo a ti.- exhala subiéndome la camiseta.- No quiero que acabe este fin de semana.

-Cásate conmigo y no acabará.

-Gabriel.- musita sonriente y levanta la cabeza para besarme.

-Lo digo en serio. Tú podrás encargarte del concesionario y yo pediré el traslado a Valencia.

-¿Te mudarías a Valencia por mí?

-Haría cualquier cosa por ti.

Enmarca mi rostro con sus manos y me mira obnubilada mientras desliza los pulgares por mis mejillas.

-Román quiere hacerse cargo del concesionario. Yo no sabría llevar un negocio como ése.

Ignoro el malestar que me causa escuchar que nombre a ese desgraciado y guardo el dato en mi memoria. Ya sabía yo que esa rata quería hacerse con el puesto que dejó vacante Bruno.

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