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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (35 page)

BOOK: Romance Extremo
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-¡Victoria!- gritan.

Ella se da la vuelta, asustada, y yo alzo el rostro a tiempo de ver surgir de entre los coches colindantes, a Sorel con cuatro de sus matones.

La agarro de la cintura para protegerla y cuando intento abrir el maletero para coger mi arma, otros dos perros de Sorel se abalanzan sobre mí, por la espalda.

Forcejeo, golpeo, recibo... pero uno de ellos es Ling y parece anteponerse a mis movimientos. En cuestión de minutos me tienen sujeto y expuesto a su jefe.

Sorel se acerca rabioso, colérico, con mirada asesina e inhumana, y clava su pistola bajo mi mentón.

-¡No, Román, por favor!- chilla aterrada Victoria, que está apresada por uno de los matones.

-¡Te dije que no te acercaras a ella!- gruñe él en mi cara.

Respiro con fuerza y aprieto la mandíbula, mientras el frío acerco se clava en mi piel.

-¡Román, no lo mates!- pide mi chica, llorosa.- ¡Me casaré contigo, pero no lo hagas!

El narco, que siempre ha aparentado ser frío y calculador, ahora está dominado por la furia y lo demuestra conmigo. Me propina varios fuertes puñetazos en el estómago y después me agarra del pelo para levantar mi rostro hacia él.

-¡¿Crees que soy gilipollas?!- me grita a la cara y clava de nuevo su arma en mi mentón.- ¡¿Crees que no iba a descubrir que estaba contigo?!

-¡No, Román, por favor!- solloza Victoria.- ¡Si lo matas, jamás me tendrás!

Éste resopla como un toro a punto de embestir y la mira de soslayo.

-Espero que lo hayas pasado bien con ella este fin de semana.- me dice.- Porque no la vas a ver más.

-¡Hijo de puta!- gruño rabioso entre dientes.

Sorel se aleja de mí para acercarse Victoria y agarrándola fuerte del pelo, la besa rabioso. Ella intenta apartarlo, pero la tiene bien sujeta.

-¡Suéltala, cabrón!- grito.- ¡Te voy a matar!

Forcejeo y doy un cabezazo a Ling en la cara. Cuando quiero atacar al otro matón que me retiene, un golpe seco en la cabeza con la culata de un arma, me deja KO.

La sombra de una voz llega a mis oídos como un eco lejano y algo me golpea en la mejilla varias veces. Abro parcialmente los ojos y solo veo oscuridad con algún que otro brillo.

-Vamos, muchacho, despierta. La mano vuelve a golpear mi mejilla y me retuerzo dolorido sobre el duro y frío asfalto. ¡Joder, mi cabeza!

-Venga, arriba.

Dos manos me agarran por las axilas y me ayudan a levantar. Cuando me apoyo contra el maletero de mi coche, veo que es Felipe quién se encuentra junto a mí.

-¿Qué ha pasado, chico? Aurora escuchó unos gritos y salí para ver que pasaba.

Suspiro y gruño dolorido cuando me toco el huevo del cogote. Al mirarme la mano, veo sangre.

-Se la han llevado.- le digo.- Se han llevado a Victoria. Levanto la vista hacia su abuelo y aparte de ver el gesto de disgusto, me fijo en su ojo morado.

-¿Qué le ha pasado en el ojo?

Resopla y niega con la cabeza.

-Ayer estuvo aquí.- responde.- Quería ver a Victoria y no se creyó que no estaba con nosotros.

Me incorporo del maletero y voy a la puerta de conductor. Abro, cojo la botella de agua que compramos durante el camino de vuelta y vierto su interior en mi mano para limpiarme el golpe de la cabeza.

-¿Y qué vas a hacer ahora?- pregunta nervioso.

Arrojo la botella vacía al interior del coche y voy al maletero. Aparto las cosas que hay en él y meto la combinación para abrir el estuche de acero.

-Ir a por ella.- contesto, cogiendo mi arma.- Y matar a ese cabrón.

Miro la munición que tengo, la cargo y me la guardo en las lumbares.

-Señor Aguado, vuelva a su casa. La traeré de vuelta sana y salva.

Cierro el maletero y Felipe me agarra del brazo.

-Ten cuidado, muchacho, os quiero vivos a los dos.

Asiento, algo perplejo por el afecto que me demuestra, y subo al coche.

Atravieso Alcobendas lo más rápido que puedo, buscando un teléfono en el manos-libres.

-Sánchez, contigo quería hablar.- responde el comisario Nuñez.- Su compañero Salinas ha descubierto quién...

-Señor, disculpe.- le interrumpo.- Luego me dice que ha descubierto Rubén, ahora debo contarle algo importante y deberá pedir ayuda a la jefatura de Valencia.

A 220 y con el piloto azul sobre el techo del coche, me dirijo a la costa por la A-3.

Mi Iphone suena y pongo el manos-libres.

-Dime.

-¿Gabriel, por dónde vas?- pregunta Pablo.

-He pasado hace unos minutos Tarancón.

-Nos llevas varios kilómetros de ventaja, frena un poco para que te alcancemos.

-No puedo parar, Pablo, tiene a Victoria. Un murmullo ininteligible suena al otro lado de la línea.

-¿Quienes vais?- gruño molesto.

-Rubén, Lara, Barreda y yo.- me dice Pablo.- Morillas, Esparza y los demás vienen detrás.

-Bien, pues ya sabéis adónde hay que ir.

-Sí.- contesta Rubén.- Pero, ¿estás seguro que estarán allí?

-Muy seguro.- afirmo con contundencia mientras adelanto a un par de camiones.

-¿Por qué te fías de ella? Puede que te la esté jugando.- se entromete Lara.

Gruño y estrujo el volante con fuerza.

-¡Es una orden!- alzo la voz.


Rub, acelera.
” es lo último que escucho antes de cortar la llamada. Y yo también acelero.

Pinedo es un pueblito costero de Valencia que se encuentra entre el parque natural de la Albufera y el puerto, y en la parroquia de dicho pueblo, es donde Victoria me ha contado que Sorel ha planeado tener su enlace, ya que el templo religioso le ha servido para otras muchas cosas.

Cruzo el coche en la puerta de la parroquia con el freno de mano, salgo y apunto con la pistola la entrada. Tras pocos segundos, surge de la oscuridad del templo, Ling.

Frunzo el ceño y él sonríe mientras baja los pocos escalones con las manos en la espalda y aire chulesco. -
Veo que no aplende, inspectol.
- murmura y levanta las manos para que vea que no va armado.

Gruño, cierro la puerta del coche y tras dejar la pistola en el suelo, voy hacia él.

-Acabemos con esto de una vez.- bufo.

Esta vez consigo golpearle y adelantarme a sus atacadas. Aún así es rápido y sus golpes certeros.

Los minutos pasan y parece que esto es un entretenimiento para él, o mejor dicho, lo que parece es que me quiere entretener a mí.

-No voy a dejar que se casen.- le aviso.- Y menos, en contra de la voluntad de Victoria.

Ling se ríe y voy hacia él. Lanzo una patada a su pecho que aparta con un golpe de mano y se abalanza a mi espalda, estrangulando mi cuello con sus brazos.

Intento soltarme forcejeando y a base de codazos, pero es imposible.

-
Sí, inspectol, esto acaba aquí.
- se mofa.

Echo los brazos hacia atrás, le agarro del cogote y acerco su cara todo lo que puedo a mi cabeza. Después me dejo caer de culos al suelo y su nariz se aplasta contra mi cráneo.

Ling grita dolorido, me suelta y retrocede. Aprovecho ese momento para resarcirme de todos los golpes que me ha dado.

Cae inconsciente al suelo justo en el momento que llegan los dos todoterrenos de mis compañeros.

-¡Que alguno espose a este cabrón!- les digo.

Después recojo mi arma y corro hacia la parroquia.

-¡Espera, Gabriel!- grita Pablo.

No le hago caso y accedo. En el pequeño recibidor de madera no encuentro ningún matón más y sigo hasta las siguientes puertas dobles. Abro una lentamente y mi corazón se detiene de golpe cuando veo a Victoria con un vestido blanco, fino y largo, en el altar. Parece triste por cómo agacha la cabeza. Sorel está frente a ella, un cura entre ambos y al menos una docena de hombres en los primeros bancos.

Entro y apunto a Sorel.

-¡Policía, las armas al suelo!

El cura levanta las manos, dejando caer un libro, Sorel coge a Victoria, la encañona con un arma y se la pone de escudo, y sus hombres corren a protegerse con los bancos y columnas.

Me tiro tras los bancos de madera cuando empiezan los disparos y ruedo hacia la pared izquierda. Mis compañeros entran en batalla, disparando a diestro y siniestro.

-¡Cuidado con Victoria!- les digo.

-¡Gabriel!- grita ella.

Desesperado, me asomo por encima de un banco y observo que ese desgraciado se la lleva a la fuerza, hacia la izquierda del altar. Disparo a uno de sus hombres y vuelvo a protegerme.

-¿Qué hago? ¡Vamos, piensa Gabriel!- me digo.

A metro y medio de mí observo una pequeña puerta de madera. Busco a Pablo y cuando me mira, le indico mi plan y que debe cubrirme. Él asiente, se golpea el chaleco y me señala. Bajo la vista a mi pecho y veo mi camiseta blanca de Tommy Hilfiger. Con las prisas, he olvidado ponerme el chaleco antibalas.

Asiento y empiezo una cuenta atrás con los dedos. En el uno, Pablo dispara y yo salgo corriendo hacia la puerta, que abro de una patada.

-¡No os olvidéis del cura!- recuerdo a mis compañeros.- ¡Trabaja con ellos!

La pequeña puerta da a un estrecho pasillo de paredes de roca, que cruza la parroquia. La primera puerta que derribo de una patada, es un cuarto de la limpieza. La segunda es un baño. La última es la sacristía. Accedo a ella y veo a Sorel en el fondo, agarrando por el cuello a una aterrada Victoria y apretándole la pistola en la cabeza.

-Suéltala, Sorel, no te lo digo más veces.

Sujeto bien mi arma y entro poco a poco.

-Si no me dejas salir de aquí, esparciré por la habitación los sesos de tu querida Victoria.

Tenso la mandíbula y aprieto las manos alrededor de la empuñadura.

-¿Qué te hace pensar que no atravesaré tu cabeza antes de que lo intentes?

Román se ríe y oculta su cabeza un poco más, tras la de Victoria.

-No creo que te arriesgues a darle a ella.

Tensa el brazo que rodea el cuello de mi chica y ella gime dolorida. Entorno los ojos y elevo un poco el arma, apuntando su frente.

-Soy el oficial con mejor puntería del país, ¿quieres comprobarlo?

Me muevo hacia la derecha y él gira a su vez, colocando todo el rato a Victoria en el medio de los dos.

-Ahora mismo hay varios equipos desmantelando cada propiedad tuya del país.- le digo.- Tus barcos, tus pisos de Madrid, tus áticos de Valencia, tus fincas... ¿Crees que no sabemos lo que ocultas bajo esta parroquia? Incluso los Carabinieri han recibido información sobre qué buscar y dónde en Italia.

-¡¿Qué le has contado, maldita zorra?!- grita a Victoria.

Ella contrae el gesto y gimotea.

-Ya te dije que no eras tan listo como Pomeró.- sigo centrando su ira en mí y apartándola de ella.- Por eso ordenaste que lo mataran, ¿verdad?

Rubén lo descubrió a través de los datos que Mylo nos dio de todos los hombres que trabajaban en la seguridad de Bruno.

-¿Qué?- solloza Victoria.

Me mata, pero no debo mirarla. Debo seguir centrado en Sorel, leyendo en sus ojos sus siguientes movimientos.

-Él era mucho mejor que tú.- espeto.- En todo.

-¡Cállate!

-Él era “el monarca de la costa blanca”, al que todos temían y respetaban. ¿Y quién eras tú? Un simple secuaz que hacía todo lo que Bruno decía.

-¡Qué te calles!

Quita el arma de la cabeza de Victoria para apuntarme y en ese momento, sorprendiéndonos, mi chica agarra su brazo para apuntar al suelo y le da un cabezazo en la cara. Después le retuerce el brazo, le quita el arma y retrocede, apuntándole.

-¡No lo hagas, Victoria!- exclamo.

-¡¿Tú mataste a mi padre?!

Sorel se yergue frente a ella, engalanado en un traje gris perla y con la nariz sangrando por el cabezazo.

-No lo hagas, pequeña.- intento calmarla.

Me acerco poco a poco, sin dejar de apuntar a Sorel.

-¡Erais amigos, él confiaba en ti!

-Victoria, amor, baja el arma.- murmuro.- Ya lo tenemos, pagará por lo que hizo.

Cada vez estoy más cerca de ella. Sus ojos expelen lágrimas. Sus tensos brazos apuntan a Román.

-Vamos, pequeña, mírame.- le pido.

Ella sigue enfocando su furia hacia Sorel.

-Amor, mírame, estoy aquí. Contigo.

Llego hasta Victoria y apoyo suavemente la mano en su hombro.

-Shsss... tranquila.- la calmo.

Miro a la escoria que tenemos delante y veo lo quieto que está, desconfiando de que Victoria pueda dispararle.

Deslizo la mano por su brazo derecho.

-Baja el arma, mi amor. No arruines tu vida por esta escoria miserable.

Cuando llego hasta sus manos, la fuerzo levemente para que baje el arma y suspiro aliviado cuando lo hace.

Sorel aprovecha ese momento para sacar otro arma de su espalda y como si de a cámara lenta se tratara, me coloco delante de Victoria, alzo mi arma y... disparos.

DESENLACE

 

 

Un final... ¿feliz?

EPÍLOGO

 

 

La ancha espalda de Gabriel me cubre y al asomarme veo como Román cae al suelo con un orificio de bala entre ceja y ceja.

-Gabriel.- suspiro y le abrazo fuerte.

-Victoria.- susurra.

Alzo la vista y veo su bella mirada verde, clavada en mí. Su brazo cae, arrojando la pistola al suelo, y segundos después se desploma él.

-¡Gabriel!- grito y me agacho a su lado.

Su blanca camiseta se torna roja por momentos. Román ha conseguido herirle en el abdomen.

-¡No, por favor!- chillo, taponando su herida.- ¡No!

-Victoria.- musita.

-¡No, Gabriel!- sollozo agarrando su cara, como él lo hizo en su día conmigo.

-Te dije... que me interpondría...- tose y convulsiona.

-¡No me dejes, por favor!- suplico.

-Entre tú y una bala.

Los disparos han dejado de sonar en la parroquia y me yergo de rodillas.

-¡Ayuda!- grito.- ¡Ayuda, por favor!

Rasgo un trozo del vestido y hago una bola con él para taponar la herida de mi chico, mi novio, mi futuro marido, el hombre de mi vida.

-¿Qué ha ocurrido?

La agente Acosta, Lara, entra en la sacristía y se acerca corriendo.

-¡Le ha disparado, pide ayuda!- exclamo.

-¡Agente herido!- grita por su manga.- ¡Que venga la ambulancia!

Se arrodilla junto a Gabriel y le acaricia la cara.

-Esto es por tu culpa.- me dice mirándole.- Gab, resiste, aguanta.

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