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Authors: Donald Kingsbury

Tags: #Ciencia-Ficción

Rito de Cortejo (31 page)

BOOK: Rito de Cortejo
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—Kathein.

—Mi Teenae. —La voz era cálida; no así la expresión de su rostro—. Me alegra tanto que estés de nuevo con nosotros. Estaba asustada.

—Hemos sabido poco
de ti.

—No es nada sencillo esto de crear un nuevo clan. ¿Tus heridas han sanado?

—No se puede dividir a un o'Tghalie por cero —dijo Teenae tratando en vano de tomarlo a la ligera.

—Oelita —dijo Kathein, recordando sus deberes de anfitriona—, mi casa es tuya. Me sorprende el hecho de que poseas el cristal, y te agradezco que me lo hayas traído.

—No lo he traído como un obsequio.

—Veo que eres directa. —Por primera vez, Kathein esbozó una pequeña sonrisa—. Soepei —dijo en voz bien alta, mientras se volvía hacia otra habitación—, trae la caja. —Entonces miró nuevamente a Oelita—. Teenae te habrá dicho que nos agradan los tratos justos. —Acomodó a sus invitadas en unos cojines y les ofreció un té con especias que sacó de la mesa baja donde estaba calentándose. Kathein recibió la caja y la abrió. Dentro, sobre un pedazo de terciopelo, había un cristal rectangular.

—Tu voz Congelada de Dios tiene el mismo tono azul pálido que la mía. —Oelita pronunció el nombre con sólo un dejo de sarcasmo—. Teenae me ha dicho cuánto la valoras.


Esta
Voz Congelada de Dios es la que tenías en tu poder. No es mía. La reconocerás por el extremo astillado.

Teenae se volvió hacia Oelita, examinando su rostro con gran atención. Se dispuso a sujetarla, pero Soepei también estaba allí, alerta y fuerte, y Kathein sólo aguardó, preparada.

Oelita respondió con valentía, como si sólo hubiese tenido mala suerte con los dados.

—¿Y mi hombre?

—Fue detenido en el Templo del Destino Humano. No ha sufrido ningún daño. Quedará libre en cuanto hayas hablado con él. Recibirá una recompensa del Templo como pago por haber cuidado tan bien el cristal.

—Sois generosos. —La voz de Oelita reveló su ironía.

—¡No somos generosos! —Kathein estaba irritada—. Él se lo ha ganado. ¡No importa cómo nos llega un cristal sagrado, siempre apreciamos su entrega!

—¿Cómo lo habéis encontrado?

Kathein se detuvo.

—Oelita, tú no comprendes esta ciudad. Es
nuestra
ciudad. Prácticamente no hay ser humano que no tenga un contrato personal con su propio Kaiel, y recibimos informes sobre casi todo lo que ocurre. Para ocultarte de los Kaiel, debes ocultarte de todas las miradas.

—Me encuentro a tu merced.

—¡No, tú no estás a nuestra merced! ¡Nos sentimos profundamente agradecidos! Negociaremos contigo como si aún estuvieras en posesión del cristal que Dios ha querido darte. Así nos relacionamos los Kaiel. No obtendrás todo lo que deseas porque nuestros recursos son limitados y nuestros objetivos son diferentes de los tuyos, pero cuando cerremos un trato quedarás satisfecha. No despertarás alguna mañana, conociendo el verdadero valor de tu cristal, y sentirás que has sido estafada.

Teenae intervino.

—Se encuentra molesta por el Rito Mortal.

—¡
Ella
está molesta! ¡Deberías ver la furia de Aesoe! Ha convocado una reunión del Consejo en pleno. ¡Joesai será desterrado!

—¡No! —exclamó Teenae, consternada.

Kathein se volvió hacia Oelita con fatiga.

—Tienes amigos poderosos aquí en la ciudad. No sé si Aesoe está furioso con Joesai por la forma en que te ha tratado o porque en el fondo de su corazón sabe que es el padre de mi hijo, pero sin duda el hecho de que te hiciera pasar por un Rito Mortal es la excusa de su ira.

—¿Adonde será enviado? —preguntó Teenae con angustia.

—Al puerto de Kissiel, en el Mar Aramap, probablemente. —Kathein rió con amargura. Kissiel estaba en el lado opuesto de Geta, en las antípodas de Kaiel-hontokae—. Algunas veces sería capaz de matar a ese hombre. ¡Lo asaría en estiércol y se lo daría como alimento a los ortópteros! Traté de interceder en su favor, pero no sirvió de nada. No, no será enviado a Kissiel. Aesoe quiere realizar un Concilio contra los Mnankrei, y lo enviará a Soebo como hombre de Bendaein hosa-Kaiel. Aesoe no desperdicia el talento de un hombre al que se propone matar.

—¿Aesoe quiere ver muerto a Joesai? —preguntó Oelita.

—¡Sí! —le respondió Kathein a su rival de la costa, apenas conteniendo una rabia hostil.

—No tiene piedad —respondió Oelita con expresión pensativa.

—¡Por supuesto que no tiene piedad! ¡Enviaría a su propio clon a cumplir con el Suicidio Ritual!

—Joesai se opondrá —dijo Oelita.

—No se negará a ir a Soebo. Allí es donde están sus hombres —observó Teenae.

—El Concilio matará a muchos, y Joesai será uno de ellos —dijo Kathein.

—Yo tengo gran confianza en el kalothi de Joesai —afirmó Oelita con calma.

—¡Es un necio impetuoso! —exclamó Teenae.

—¡Es obstinado más allá de toda lógica! —agregó Kathein.

—De todos modos, posee un raro kalothi —insistió Oelita.

—¿

no querrías verlo muerto? —preguntó Kathein con curiosidad.

—Quisiera hacer las paces con él.

Kathein la cogió de la muñeca.

—Aesoe también esta enfadado con Hoemei por su participación, pero lo necesita y no puede exiliarlo. Tú negociarás tu trato con Hoemei, y yo conservaré la custodia del cristal. Hemos hecho algunos trabajos preliminares con él, pero nuestros aparatos no son lo bastante sensibles y debemos rehacerlos... de nuevo. —Kathein suspiró—. Os mostraré una de nuestras conversaciones con Dios. Soepei, trae el argentógrafo.

La página estaba borrosa.

—Ya no se trata de un mapa genético. Es un escrito. Teenae, esto es la escritura de Dios. Hay tres páginas que están superpuestas y no logramos descifrarlas, pero ¿puedes ver el alfabeto? No es igual al nuestro, aunque se parece bastante. Es como los grabados en el muro de la Aflicción. Observa la «p», y aquélla podría ser una «t».

—¡Allí abajo hay una línea de escritura que no está superpuesta! —exclamó Teenae con devoción.

—La hemos descifrado. Esto es lo que dice. —Lo escribió para ellas.

OSCURO HELICÓPTERO DIOS ARMADO VOLÓ MÁS ALLÁ DE

—¿Qué significa?

—Quién sabe. El Silencio de Dios llega en susurros misteriosos. Necesitamos más argentógrafos. Debemos tener mejores rituales. Precisamos más veneración y mejores instrumentos. Necesitamos más dinero.

—Estáis deduciendo mucho con muy poco —aventuró Oelita.

—¿Qué? ¿Acaso el maelot excretó este cristal? —Kathein pareció impacientarse ante las insinuaciones de la mujer bárbara.

La mente de Oelita estaba trabajando. Buscaba un sitio donde ubicar esta nueva información. Las hojas de té en su taza no le brindaron muchas pistas.

—¿Puedo ver a Jokain? —preguntó Teenae con suavidad.

Soepei se llevó la caja con el cristal y el argentógrafo. Teenae siguió a Kathein, quien se suavizó ante la mención de su bebé.

—Es posible que esté dormido. Nunca lo sé. Casi no llora. Algunas veces, cuando tiene hambre, sólo mira a su alrededor atentamente, como si realmente viera algo. Es muy paciente. Sólo llora cuando alguien lo trata con gran indiferencia.

Lo encontraron en su cesta, despierto. Emitía pequeños sonidos y agitaba un brazo, como si no supiera muy bien por qué tenía uno libre y el otro inmovilizado. Teenae lo alzó y él lo consideró como una señal para atacar sus pechos con la boca. Teenae chilló. Kathein se echó a reír y se lo puso a mamar.

—Nunca nos visitas —le dijo Teenae a modo de reproche.

—Está prohibido.

—Aesoe no puede verlo todo.

Kathein se acercó a la ventana con su hijo.

—Cuando amas a personas que no puedes tener, es muy doloroso. Cuando las ves, les transmites ese dolor aunque lo único que deseas es hacerlas felices. Debido a tu dolor, esas personas acaban odiándote. Yo no quiero que eso suceda.

—Kathein. —La joven no lograba atraer su atención—. Kathein. —Abrazó a su amada por detrás, y la sostuvo mientras el bebé continuaba mamando—. Dices muchas tonterías considerando que tienes un cerebro tan inteligente.

—Oelita es muy agradable. Me alegro por ti.

—Oelita es la persona más agradable del mundo —susurró Teenae—. Pero es una bárbara. Es tan diferente de nosotros. No tiene ninguna educación. Jamás funcionará. Un Seis es una creación muy difícil. Te necesitamos, Kathein.

—Ahora has aumentado mucho más mi dolor. —Acarició la mano de Teenae que le rodeaba la cintura—. Debemos encontrar un modo para proteger a Joesai de Aesoe. Sería terrible que él muriera sin que yo pudiese hacer nada, a pesar de ser la amante de Aesoe. Vete. Por favor, vete. Nuestro negocio ha concluido.

Teenae extrajo una cinta brillante con un juguete atado al extremo y la colocó en la mano de Kathein.

—Para Jokain. Un homenaje al Caballo —le dijo.

Capítulo 33

No existe forma en que la mente vuelta hacia atrás pueda ver lo mismo que los ojos que miran al frente. El ojo sólo está ligado a la mente por un abismo temporal que pasa del aquí y ahora a la confusión de nuestro entendimiento. Cada imagen cae del ojo a la oscuridad de las entrañas, y vuelve a subir por los arrecifes de la vida hasta llegar a la mente que observa ya. El bebé filtra todas las sensaciones convirtiéndolas en línea, forma y color. Luego, transfiere lo que obtiene al niño, quien en su simpleza esboza el dibujo, agrega la perspectiva y establece el equilibrio, para finalmente pasar lo que queda al complejo adulto, quien agrega los detalles, elimina lo innecesario y otorga un propósito a la imagen. ¿Es pues extraño que dos personas que observan el mismo objeto vean formas tan diferentes?

Del
Compendio Original

El Templo del Destino Humano estaba dominado por una ventana circular de grandes vitrales que ilustraban la mente vuelta hacia atrás y los ojos que miran al frente. Resplandecía como una luna en la penumbra, sobre las salas de juego donde los ciudadanos acudían a probar su ingenio. Oelita consideraba que los templos Kaiel eran obscenos, libertinos y ampulosos comparados con la elegancia Stgal. Noé, quien la había llevado allí, se mostraba encantada con aquella abrumadora pomposidad. Como hija de un arquitecto, se enorgullecía ante la capacidad para crear grandiosas construcciones. De todos modos, el Templo era asombroso.

Oelita liberó a su hombre de la celda donde se encontraba, y lo consoló durante un instante. Era un sujeto inocente que temía haberle causado un gran daño. Ella le dio las gracias por cuidar tan bien el cristal, le entregó dinero y le indicó dónde podía hospedarse mientras aguardaba noticias suyas.

—¡Noé!

Un cortesano del templo, con el rostro maquillado y un atuendo sensual, se abrió paso entre la gente y se acercó a Noé con la jovialidad de un amigo que no la veía con frecuencia. Había sido él quien se la presentara a Gaet cuando Noé trabajaba allí, consolando a los que debían afrontar el Suicidio Ritual y entreteniendo a los que se acercaban al Templo para practicar algún juego de ingenio.

—¿Cómo va el juego? —preguntó Noé con la ironía que empleaba para aquellos que nunca cambiaban.

—Las muchachas parecen preferir el ajedrez —se lamentó él.

—¿No estarás perdiendo tu atractivo?

—Necesito nuevos colores, nuevo maquillaje.

Noé le cogió de la mano y lo llevó con ellas a compartir algunos pasteles... sólo unos instantes. Hablaron sobre libros que Oelita no había leído, y de la sorprendente interpretación que Saeb haría esa noche de los Salmos del Decálogo.

Para una aldeana de la costa, era difícil adaptarse a personas exuberantes que estaban construyendo una ciudad cuyo propósito era ser el centro intelectual y político de Geta. La túnica suelta y casi reveladora que Noé le había prestado era elegante, pero ella nunca antes había usado algo semejante en público. El pragmatismo religioso de aquella gente le resultaba refrescante, pero al mismo tiempo la escandalizaba. Ella, que siempre había disfrutado escandalizando a las personas, sonaba conservadora ante la irreverencia que esa gente exhibía en los templos que ellos mismos se empeñaban en levantar.

Oelita sentía curiosidad por visitar el mercado de carne. En Congoja no existía ningún lugar parecido. Cuando había carne fresca disponible la distribuían en el Templo. De otro modo, debían esperar una invitación a algún funeral. En Kaiel-hontokae, la carne se vendía en los templos a unos precios exorbitantes. Noé compró un frasco que contenía dos lenguas de bebé en vinagre. Por un momento, Oelita recordó a sus mellizos y odió a Noé con todas sus fuerzas. Pero luego se calmó. Hacía mucho que había aprendido que ante costumbres tan difundidas, lo mejor era aceptarlas hasta conocer el origen del patrón de pensamiento que creaba la costumbre. Sólo entonces se tenía alguna probabilidad de exorcizarla.

La Voluntad de Dios.
Eso era lo que le dirían. Al final, ella tendría que destruir a su Dios. Él era la raíz de todo aquel mal. Ellos pensaban: No
mato y me como a estos niños; es Dios quien los come, y yo no soy más que Su boca y Sus brazos.
Ante tal razonamiento, Oelita se estremeció.

Pidió ver el salón del fondo donde se preparaba la carne. Habló amablemente con los carniceros, sin revelar lo que pensaba. Ellos se mostraban joviales con su tarea. Estaban preparando el cadáver de una «máquina», el nombre otorgado por los Kaiel a la mujer genéticamente monstruosa que paría los bebés para las guarderías.

—¿Quiere un poco de ese muslo? Le costará un brazo y una pierna. —El hombre rió.

—¿Era muy vieja?

—Uf, sí. Voy a tener que hervirla. Debe de haber parido unos treinta o cuarenta crios.

Esas máquinas Kaiel maduraban sexualmente a la edad en que una niña normal apenas si había aprendido a caminar, y acogían su primer embrión casi de inmediato. Su segunda carnada siempre era de mellizos, y la tercera, cuando alcanzaba la madurez total, de trillizos. Cuando llegaban a la edad en que una mujer normal desarrollaba sus pechos, las máquinas estaban gastadas y listas para ser llevadas a la carnicería. Eran estériles, y reproducían por el sistema de clonación.

Oelita se marchó a toda prisa y regresó al Templo, donde Noé se hallaba inmersa en un juego de batra con un anciano caballero, poniendo a prueba la rapidez de su vista. Las máquinas se ocupaban de surtir a las guarderías, pero Oelita consideró que Noé debía de ser la clase de mujer que empleaba a una madre sustituía para que llevase a sus hijos en las entrañas. Tal vez tendría una carnada de seis, y después de cuidadosas pruebas se quedaría con el mejor y enviaría a los otros cinco al matadero de un templo. ¿De qué manera se podía llegar a una mujer como aquélla?

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