Noé estrechó en sus brazos a la extraña Liethe.
—Algunos de nosotros realizamos nuestra Contribución a la Raza a través de la Muerte, y otros lo hacemos a través de la Vida. Así ha sido siempre. Ahora duérmete, pequeña.
Algunas palabras para Bill Kingsley
Aquellos de nosotros que nunca hemos dejado el planeta Tierra sentimos una enorme curiosidad respecto a los que sí lo han hecho. ¿Qué ocurrió con ellos y por qué? Pero un estudiante de historia galáctica puede quedar muy confundido. Existen demasiados enjambres, demasiadas estrellas, soles y mundos, demasiados puestos de avanzada y personas que se desplazan en sus naves vivienda, independientes de cualquier planeta o sol, demasiados conflictos, dinastías y descubrimientos.
Algunos historiadores tratan de desentrañar este dilema tomando distancia, de modo que los mundos plateados de la herencia galáctica humana se confunden en la Vía Láctea de una fotografía de grano fino, donde un mundo no se diferencia del otro en la trama general. Pero entonces, ¿cuál es la diferencia respecto a hallarse en la noche desértica terrestre, mirando la majestuosa mancha celestial de la Vía Láctea, llenos de reverencia y curiosidad?
Fue la gente que subió allá arriba. ¿Qué vemos cuando tenemos un «telescopio» tan poderoso que los granos individuales se transforman en mundos, hombres, mujeres y conflictos? ¿Cuál es la microtextura que subyace bajo las reglas generales que hacen surgir una dinastía, fluir el comercio y que una vorágine de cambios se sucedan? Así fue como he dejado un poco de ser historiador para convertirme en cuentista. Pero entre las estrellas los rumores corren más lentamente que las historias de China que llegaron a Europa en las antiguas embarcaciones a vela, y no resulta fácil comprender su significado.
Hace mucho que poseo fascinantes archivos de información sobre los mundos del oscuro Dedo, el manojo de estrellas que señala hacia el Sol a través del Golfo Noir, tan distante en la dirección de Sagitario que pocos terrestres han oído pronunciar jamás ese nombre. De tanto en tanto, he tratado de reunir las piezas en diversas formas, ¿pero quién necesita el alboroto de los hechos? Es una historia que siempre he querido contar.
El Dedo que Señala hacia Sol es una pequeña península que se extiende sobre un extremo del Brazo de Sagitario en dirección a nuestro propio Brazo de Orion, una ruta comercial lógica que atraviesa el gran vacío entre los Brazos. En la punta del Dedo resplandece Akira. ¿De dónde provienen los habitantes de Akira? ¿Cómo fue que su imperio abandonó el Sistema Akirano para llegar a Butsudo, luego a Rokakubutsu y finalmente a la lejana Iwa Katsura? Más allá de Iwa Katsura se encuentra Enclad. ¿Quién posó sus pies sobre las tierras heladas de Enclad y decidió convertirlas en un mundo? ¿Por qué los huérfanos son amados por los hombres negros de la cercana Talatus? ¿Y quiénes son los getaneses que aparecen de la nada y vuelven a desaparecer sin confiar jamás en nadie?
Geta de Getasol, el mundo de este libro, no es en realidad uno de los Mundos del Dedo. Se encuentra en algún lugar intermedio entre el Dedo y la Corriente Remeden. Los que estudian estas cosas saben que hoy los getaneses ya no son humanos, aunque están hechos de carne y hueso y, al igual que los chimpancés, comparten un 98% de nuestros genes. En una galaxia donde el hombre ha adoptado tantas características biológicas diferentes, esto no es tan extraño, pero los getaneses son excesivos en sus diferencias. No dejan de aparecer en la historia del Dedo que Señala hacia Sol, y la información sobre ellos es escasa. El misterio que los rodea despertó mi curiosidad.
¿Por qué escogieron ese camino tan peculiar? ¿Cómo eran hace mucho tiempo, cuando todavía eran humanos? Durante años he buscado una respuesta. Las piezas eran muy difíciles de conseguir. Pero lo logré. Recuerdo cuando trataba de encajarlas todas en una historia. Lo mejor que obtenía era un frío documental.
Los artistas sufren accesos de ira en momentos como aquellos. Entré como una tromba en la casa de mi amigo Bill Kingsley y dejé caer el manuscrito.
—¿Qué tiene de malo?
Cuando Bill no está jugando a balonmano con nuestras cabezas, dice cosas muy sensatas. Yo estaba furioso. Bueno, los hechos son los hechos, pero lo importante es la forma en que se relacionan. Cuando Bill terminó de orientar mi mente, alguna clase de milagro se había producido en el interior. Ya no estaba en la Tierra con mis notas y teorías. Estaba en Geta, en una época crucial de su pasado.
Llevaba unas gruesas polainas para proteger mis piernas de los venenos, Getasol era enorme, anaranjado y violento, el aire desértico me resecaba la piel, una luna inmóvil se posaba sobre el horizonte, medio brillante, medio oscura, y la ciudad de Kaiel-hontokae se extendía al pie de las montañas. Un insecto trataba de colonizar mi oreja.
Acabáis de leer la historia que he vivido. Habrá otras. ¡Gracias, Bill!
Donald Kingsbury
La Tierra; Kilodía Galáctico Estándar 980
Donald Kingsbury nació en San Francisco (California, EE. UU.) en 1929 y vive en Canadá desde 1948. Ha sido profesor de matemáticas en la McGill University de Montreal hasta su jubilación en 1986.
Su primera publicación fue el relato
«Ghost Town»
aparecido en 1952 en la revista
Astounding,
de cuya publicación se encargaba por aquel entonces John W. Campbell. No volvió a publicar relatos de ficción hasta 1978-1979, cuando aparecieron tres novelas cortas en
Analog
(nuevo nombre de
Astounding
desde 1960):
«Shipwright», «To Bring in the Steel»
y
«The Moon Goddess and the Son»;
la última de ellas, ambientada en el mismo universo que
RITO DE CORTEJO,
fue finalista del premio HUGO y, más tarde, se convirtió en novela en su edición de 1986.
Su obra más conocida es
RITO DE CORTEJO
(1982,
NOVA ciencia ficción,
número 82) que fue considerada la mejor primera novela del año por los lectores de LOCUS y, además, fue finalista del premio HUGO en dura competición con Asimov, Cherryh, Clarke y Heinlein. Con una ciencia ficción de raíz antropológica y ecológica al estilo del
DUNE
de Frank Herbert, Kingsbury narra el duro rito de cortejo de un matrimonio de cinco miembros para incorporar un nuevo miembro al grupo. Todo ello ocurre en Geta, un planeta donde sólo se dispone de carne humana, y donde el canibalismo es un rito que ha llegado a ser incluso necesario en una sociedad escindida en clanes, y entre unos humanos que dominan las ciencias biológicas pero no la física.
La tercera novela de Kingsbury ha sido
THE SURVIVOR
(1991), que compone la mayor parte del volumen
«Man-Kzin Wars IV»
de la serie del universo compartido sobre las guerras Man-Kzin ideadas por Larry Niven.