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Authors: John Ajvide Lindqvist

Tags: #Terror

Puerto humano (32 page)

BOOK: Puerto humano
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Kylie Minogue cantaba: «In my imagination there is no complication», pero su voz quedó apagada por la de Elin, que gritaba histérica fuera de la caseta.

—Cabrón asqueroso... más que asqueroso...

Anders salió justo a tiempo para ver a Joel poniéndole la mano a Elin en el hombro. Elin se había atado una red alrededor y estaba abofeteando a Henrik, que intentaba protegerse la cara. El reflejo de la luna llena sobre la superficie del mar hacía que sus cuerpos brillaran pálidos.

—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? —preguntaba Joel.

Elin seguía golpeando a Henrik, que retrocedía hacia la orilla de la playa mientras ella gritaba:

—Este cabrón asqueroso ha intentado violarme, llegó con su jodida y asquerosa polla y ha intentado... ha intentado violarme.

Henrik levantó las manos para mostrar que no llevaba ningún arma y dijo:

—No lo he hecho, solo...

Pero aunque el delito no se podía probar, el arma estaba presente. Salía del cuerpo de Henrik, señalando oblicuamente hacia arriba, y se negaba a dejar de apuntar pese a que los ojos de Henrik brillaban de miedo.

Joel dio un par de pasos hacia Henrik y le dio un puñetazo en el estómago. Henrik se quedó sin aire con un jadeo y se dobló de dolor. Joel lo agarró por la nuca y lo llevó hasta las cenizas del fuego, donde aún quedaban rescoldos, al tiempo que gritaba:

—Eso no se hace, ¿comprendes?, yo voy a hacer que lo entiendas, que lo entiendas un poco mejor...

Es difícil imaginar una prueba más dura que aquella para la amistad de Henrik y Björn, pero Björn la superó. Cuando Joel llevaba a Henrik —tosiendo, sin fuerzas y agitándose— en dirección a las ascuas, Björn corrió hacia él, lo agarró y se lo impidió.

—¡Estate quieto, estás loco, estate quieto!

Con la mano que tenía libre, Joel golpeó a Björn, que le había agarrado de los hombros. Como no conseguía quitárselo de encima, gritó a Martin:

—¡Pero ayúdame, joder!

Martin se acercó y como era bastante más corpulento consiguió que Björn soltara a Joel y lo obligó a tumbarse en el suelo boca abajo. Henrik aún seguía tosiendo después del duro golpe que había recibido en el estómago, intentaba, jadeante, tomar aire mientras tosía. Joel le golpeó en la cabeza y lo zarandeó mientras le escupía:

—Quieres follar, ¿no? Entonces me parece que tendrás que follar con alguien que
quiera
follar, ¿lo entiendes?

Tiró a Henrik encima de Björn. Martin puso los pies encima de las manos de Björn de manera que este no podía moverse.

—Aquí puedes follar —gritó Joel poniéndose a horcajadas sobre Henrik, le cogió por las caderas, le tiró del culo hacia arriba y se lo volvió a apretar. Henrik se revolvía intentando zafarse, pero Joel cogió una piedra del tamaño de un huevo y con ella como refuerzo le propinó a Henrik un puñetazo en el cogote.

—No me digas que no te gusta, ¿eh? A lo mejor aún no le has penetrado del todo.

Henrik permanecía inmóvil encima de Björn, que lloraba, y Joel hurgaba a tientas alrededor del culo pálido de Henrik para dirigirle correctamente.

—¡Basta ya, Joel, joder, déjalo ya!

Anders soltó a Cecilia y se acercó hasta aquellos cuerpos desnudos que se retorcían. Lo dijo otra vez:

—¡Joel, déjalo, ya basta!

Cuando se encontraba a un pasó de él, Joel volvió la cara para mirarlo. Le caían babas por las comisuras de los labios. Sus ojos eran inhumanos y expresaban un solo sentimiento, puro y duro:
si me tocas te mato
. Joel levantó la mano con la piedra para tirársela y Anders se retiró. Con el estómago revuelto, retrocedió un paso, se dio media vuelta y se alejó.

Los demás estaban como paralizados siguiendo el espectáculo, los ojos abiertos de par en par y una expresión de horror incomprensible. Solo la cara de Elin expresaba otra cosa. Ella sonreía. Una sutil y fría sonrisa atravesaba sus labios, y sus ojos parecían... ávidos. Anders oyó a sus espaldas cómo peleaba Joel con Henrik sin conseguir el pretendido resultado. Quizá la humillación había puesto fin a la vil erección.

Björn lloraba desesperadamente, aullaba como un animal apaleado. Joel resollaba y juraba, pero se dio finalmente por vencido. Se alejó de los cuerpos tirados y escupió. Al pasar junto al fuego dio una patada a las cenizas con el pie descalzo y algunas ascuas de carbón cayeron sobre la espalda de Henrik.

Henrik se estremeció y rodó por encima de Björn. Joel siguió hasta el interior de la caseta. Después de unos segundos volvió con una botella de Bacardi. Aún tenía los ojos turbios, febriles. Anders se dio cuenta de que con la pelea y el castigo se había empalmado. El pequeño trozo de red colgaba de su miembro como si estuviera allí tendido para que se secara.

Joel se acercó a Elin, la agarró de la mano y dijo:

—Tú y yo tenemos que hablar.

Elin lo siguió. La red de pesca que llevaba colocada a medias flotaba tras ella como el velo de una novia cuando dieron la vuelta a la esquina y desaparecieron en el bosque.

Se quedaron en silencio. Martin hacía rato que había quitado las manos de encima a Björn y ahora parecía darse cuenta de lo que había hecho al observar al chico encogido y llorando. Miraba a su alrededor para que alguien le explicara por qué había hecho lo que había hecho. Todos evitaban las miradas de los demás.

Cecilia entró en la caseta a buscar la ropa de Henrik y Björn. Para entonces habían empezado a oír ruidos que procedían del bosque cuando Joel obtenía o se cobraba su recompensa. Por los sonidos que emitía Elin parecía que la recompensa era voluntaria. Samuel entró en la caseta y subió el volumen de la música.

La cinta había dado ya una vuelta y cuando Henrik y Björn se pusieron lentamente la ropa ya sonaban los sonidos del teclado de «The Final Countdown». Anders jamás podría volver a escuchar esa canción sin sentirse culpable.

Vio a Björn con la cara bañada en lágrimas poniéndose sus feos calzoncillos con aquellas manos finas y temblorosas, recordó las fortalezas que habían construido juntos en la nieve y el chocolate al que la madre de Björn le había invitado, los programas infantiles que habían visto juntos y las cosas de las que se habían reído. Deseaba que hubiese cogido una piedra más grande y se la hubiera tirado a Joel a la cabeza.

Pero no lo había hecho y ahora Björn estaba allí sentado, y empezó a llorar con más fuerza aún cuando vio que sus gafas a lo Morrissey estaban partidas por la mitad.

Anders se acercó a él, se sentó en cuclillas y dijo:

—¿Cómo estás?

Björn extendió la mano y le dio en la frente. No muy fuerte, pero lo suficiente como para que Anders entendiera. No quería que nadie lo mirara ni le dijera nada. Un par de minutos después Henrik y Björn estaban vestidos y desaparecieron caminando por la playa, más allá del embarcadero.

Anders se enteró después de que habían ido a nado hasta Kattudden.

La última semana de aquel verano discurrió en un estado parecido a la resaca. Cuando la resaca verdadera, después de la fiesta en la caseta, había pasado, todos seguían hablando en voz más baja de lo habitual, apenas se reían y acarreaban un ligero malestar que los corroía. Elin y Joel eran la excepción.

Ellos, por fin, habían encontrado de veras la horma de su zapato y no perdían ocasión de demostrarlo. Se jaleaban sin piedad, y juntaban gente a su alrededor más que nada para tener público mientras ellos se daban el filete. Posiblemente fuera su manera de liberarse del sentimiento de culpa, pero nadie lo interpretó así. Aquello resultaba duro de aguantar. En un par de ocasiones, Joel pegó a Elin medio en broma, y es posible que su carrera como maltratador de mujeres empezara precisamente aquel verano.

De Henrik y de Björn no oyeron nada y nadie los buscó tampoco. Su expulsión del grupo era un tema que llevaba varios años flotando en el aire y ahora finalmente se había producido. Más que expulsados del grupo, habían sido vomitados, lo cual era lamentable, pero no había nada que hacer.

Anders, el día antes de volver a su casa en la capital, subió de todos modos hasta la cabaña de Henrik. Al acercarse a la puerta oyó la música que sonaba dentro. «There is a light that never goes out». Él llamó a la puerta.

And if a doubledecker bus crashes into us, to die by your side
...

La música dejó de sonar y Henrik abrió la puerta. Tenía el mismo aspecto de siempre, salvo que tenía más espinillas que antes. Anders pudo ver gran cantidad de papeles de chocolatinas tirados por el suelo de la habitación. Henrik no se hizo a un lado para dejarle entrar.

—Hola —saludó Anders—. Solo... me voy mañana, y por eso... solo venía a decirte adiós.

Una ligera sonrisa de amargura se dibujó en los labios de Henrik. Al ver que Anders no decía ni hacía nada más, desapareció aquella sonrisa y durante un par de segundos la cara de Henrik se mostró al desnudo.

—Yo no hice eso —dijo—. Solo quiero que lo sepas. No lo hice. Yo solo... no fue nada. La rocé. Y entonces ella empezó a gritar. —Henrik clavó su mirada desnuda en la de él—. ¿Me crees?

Anders asintió con la cabeza y dijo:

—Sí.

—Bien. —El rostro de Henrik se relajó y aquella ligera sonrisa volvió de nuevo. Le dijo—: Me gustabas más cuando eras un caso perdido.

Anders supuso que sería una cita que en ese momento no podía recordar, por lo que solo añadió:

—Mm.

—Adiós —dijo Henrik, y cerró la puerta.

El verano siguiente el grupo había empezado a desintegrarse por dentro. Alguno se había ido de viaje con InterRail, otros se habían buscado un trabajo durante las vacaciones. Henrik y Björn seguían dando vueltas con la moto y Anders era el único que les saludaba haciendo un gesto con la cabeza, pero nunca se paraban a hablar.

En el pueblo habían empezado a pasar cosas raras. Desaparecían objetos y aparecían en otro sitio. El tablón de anuncios de la tienda amanecía tirado en el suelo y una mañana un veraneante que iba a bañarse hizo un descubrimiento terrible. En la rama más baja del pino que estaba junto a los vestuarios había un cisne colgando, enganchado del cuello con un hilo de acero.

Otro veraneante que tenía tres conejos en una jaula bastante grande salió una mañana y se encontró a los tres animales muertos. Lo único que había vivo dentro de la jaula era el furioso bulldog de otro vecino. No había indicios de que el perro se hubiera metido allí él solo. Alguien lo había desatado y después lo había metido en la jaula.

Las sospechas recayeron enseguida sobre Henrik y Björn. Ellos se pasaban el día dando vueltas con la moto y tenían una actitud extraña y negativa. Rebeldía, se podría llamar sencillamente. Fueron interrogados en varios sitios, pero lo negaban todo rotundamente. Y como no se podía demostrar nada, pues no había nada que hacer. Pero la gente empezó a poner a buen recaudo sus cosas y sus animales.

Llegó el invierno y los Smiths se separaron. Cuando Anders fue a Domarö para pasar allí la semana entre Navidad y Año Nuevo, vio a Henrik y a Björn dando vueltas con la moto vestidos de luto, pero no se encontraron ni habló con ellos.

El verano siguiente Cecilia y él se pasaron un mes viajando con InterRail y el resto de las vacaciones Anders estuvo trabajando en el almacén de un supermercado. Durante la semana de invierno de ese año no vio a Henrik ni a Björn. Supo por su padre que se habían vuelto totalmente insoportables. Que no hablaban con nadie y que habían visitado varias veces a la Unidad de Psiquiatría para jóvenes, pero que el vandalismo y los pequeños sucesos repulsivos continuaban, aunque en menor escala.

Cuando Anders llamó a su padre en el mes de febrero, este le contó que Henrik y Björn se habían ahogado. Habían salido con la moto sobre el hielo y se habían hundido. Ninguno de los dos llevaba puesto el chaleco salvavidas y por lo visto todo había ocurrido muy deprisa.

El pueblo podía volver a respirar. Se había producido el adiós definitivo de Hubba y Bubba. Sus padres abandonaron pronto la isla y desaparecieron del recuerdo colectivo. Por supuesto, siempre es una desgracia que muera gente tan joven, pero...

Por fin se había acabado.

Nadie nos quiere

Hola.

Soy el fantasma de Joe el atormentado.

The Smiths,
A Rush and a Push and the Land Is Ours
.

Si existes

A la luz de la lámpara de la cocina era más fácil ver lo que le había pasado a Elin, lo que se había hecho ahora. Aún tenía los puntos y algunas partes de la cara hinchadas por los tejidos que estaban cicatrizando, pero se podía ver de todos modos cuál había sido el objetivo de la última operación.

Dos cortes profundos bordeados por cicatrices encarnadas iban desde las aletas de la nariz hasta las comisuras de los labios. Bajo sus ojos, ahora muy hundidos, había un enrojecimiento encarnizado atravesado por unas cuantas líneas más delgadas que se prolongaban hasta las sienes. Elin había hecho que le volvieran a marcar las arrugas. Las operaciones a las que se sometía eran para hacer lo contrario de lo que normalmente consigue la cirugía plástica. Ella se estaba haciendo más vieja, más basta y más fea.

Elin rechazó el café que Anders le ofreció porque le costaba mover la boca y en vez de café le sirvió vino en un vaso de los de agua. Anders no encontró ninguna pajita, así que cortó un trozo de goma delgada y se lo dio a Elin. Ella se tomó medio vaso de un tirón mientras Anders la miraba.

Qué espectáculo tan lamentable
.

El hecho de que hubieran mencionado a Henrik y a Björn le había recordado con más fuerza aún quién había sido ella. Ahora, dieciocho años después, estaba allí sentada con las manos temblorosas y la cara hecha pedazos sorbiendo vino con una goma.

Quizá exista algún tipo de justicia en el mundo, después de todo
.

Dado que era duro mirarla durante un tiempo, Anders deslizó su mirada sobre la mesa y vio que las cuentas pinchadas en la base habían aumentado considerablemente. Había aparecido otra mancha de cuentas blancas y ya estaba cubierta una sexta parte de la superficie.

Elin sorbió el vino que le quedaba hasta que se oyó que se había terminado. Lo que sentía no se podía leer en su cara. Anders estaba a punto de preguntarle por Henrik y Björn, pero Elin se adelantó. Como sus labios no funcionaban bien, pronunciaba todas las consonantes débiles con un acento monótono.

—Tengo un sueño —dijo ella—. Un sueño que se repite. No consigo dormir bien porque tengo ese sueño todo el tiempo. No he dormido en condiciones desde hace varias semanas.

BOOK: Puerto humano
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