En uno de los decomisos importantes de cocaína efectuado en la provincia de Buenos Aires se enfrentaron cuerpos de la seguridad nacional contra la provincial, ambos con órdenes de allanamiento emitidas por jueces distintos, lo cual revela el grado de incoordinación, irresponsabilidad, ineficiencia o locura de los que manejan un asunto tan grave. Fue asombroso que en esa ocasión se descubriese que los narcos mexicanos también trasegan cocaína, pues se daba por sentado que la efedrina era su único interés. Semejante suposición quedó desbaratada y el paisaje ahora es peor.
Sólo en la provincia de Buenos Aires se secuestraron durante el año pasado 2.304 kilos de cocaína, ¡cinco veces más que en 2007! Además, se descubrieron 73.000 unidades de paco frente a las 13.000 del año anterior. En cuanto a la metanfetamina, fueron halladas 200.000 unidades en comparación con las míseras 2.500 de un año antes. El crecimiento se hace en proporción geométrica. ¡Terrorífico! Sólo al decomisar marihuana se pudo comprobar que creció un 310 por ciento. Y eso que los decomisos y los secuestros de droga a menudo se parecen a los irrisorios cálculos del INDEG.
El norte no está radarizado, pese a que se viene denunciando esta peligrosa carencia desde hace años. Con mis propios ojos vi cuan fácil resulta traer cocaína desde la frontera boliviana mientras recorría esa zona en la etapa de investigación para mi novela Los Iluminados. Un capítulo de la obra reproduce gran parte de lo registrado en forma directa. También pude acceder a lugares donde aterrizan avionetas con su producto letal. Ahora se han descubierto vuelos que llegan basta el corazón del país, en la provincia de Santiago del Estero. La Gendarmería desplegó un operativo cinematográfico y atraparon una avioneta Cessna manejada por dos bolivianos que transportaban casi trescientos kilos de cocaína de alta calidad. Los gendarmes se escondieron por semanas en patrullas de dos hombres a lo largo de cientos de kilómetros e hicieron caer en una trampa ese vuelo, que seguía un corredor seguro. Luego la mercadería iba a marchar por tierra hacia las provincias norteñas antes de dirigirse a los puertos, lo cual no despertaría curiosidad, porque se entendía que la droga baja de norte a sur.
La pista inicial de este ardid saltó al secuestrarse en Salta, bajo el piso falso de un camión de carga que iba hacia el norte, doscientos kilos de cocaína. Ir hacia el norte contrariaba la ruta lógica de la droga, como dije recién. Sucesivos operativos identificaron entonces otras operaciones aéreas y terrestres que seguían el método. También se identificaron acopladores que brindan soporte logístico a varios traficantes.
En cuanto al Cessna capturado, pudo determinarse que había despegado desde Santa Cruz de lo asombroso que en esa ocasión se descubriese que los narcos mexicanos también trasegan cocaína, pues se daba por sentado que la efedrina era su único interés. Semejante suposición quedó desbaratada y el paisaje ahora es peor.
Sólo en la provincia de Buenos Aires se secuestraron durante el año pasado 2.304 kilos de cocaína, ¡cinco veces más que en 2007! Además, se descubrieron 73.000 unidades de paco frente a las 13.000 del año anterior. En cuanto a la metanfetamina, fueron halladas 200.000 unidades en comparación con las míseras 2.500 de un año antes. El crecimiento se hace en proporción geométrica. ¡Terrorífico! Sólo al decomisar marihuana se pudo comprobar que creció un 310 por ciento. Y eso que los decomisos y los secuestros de droga a menudo se parecen a los irrisorios cálculos del INDEC.
El jolgorio desatado por la gestión K también se asocia con los beneficios del juego. No importa que la combinación infernal de droga, juego y fortunas delictivas haga revolcar a Belgrano en su tumba, total nadie puede mirar sus doloridos restos mortales ni escuchar su lamento. Juego y droga son una combinación explosiva que afiebra la cabeza de Néstor. Agarra esta evidencia.
Antes de dejar el Poder Ejecutivo para transferirlo (en apariencia) a su esposa, pretendió que el entonces jefe de la ciudad de Buenos Aires, Jorge Telerman, firmase un permiso para su amigo de Santa Cruz, Cristóbal López, con el fin de extenderle por dieciséis años la explotación del juego porteño. Es extraño desde el punto de vista institucional. A diferencia de las provincias, en nuestro débil sistema federal la Capital del país no tiene jurisdicción sobre el juego. Es sólo el gobierno de la Nación quien maneja este placer tanático. También es sabido que las autoridades capitalinas, por razones obvias, no cesan de reclamar su control, de la misma forma que reclama la policía y la administración del puerto. Consideran la falta de esos derechos como un agravio a su autonomía. Pero entonces, ¿por qué el más poderoso empresario del juego necesitaba de un permiso firmado por la débil Capital, y que ese convenio haya sido solicitado nada menos que por el omnipotente presidente de la Nación? Suena misterioso, pero la respuesta me parece simple: para protegerse de eventuales cambios en el actual sistema de competencias. Los argentinos sabemos que no existe estabilidad jurídica en ningún sector, y el del juego podría ser ahuyentado a los tiros apenas cambie la dirección del viento.
¿No te resulta molesto que el mismo Néstor Kirchner se haya ocupado en persona de asegurar el negocio de Cristóbal López? También el secretario personal del Presidente, Carlos Zanini, hizo lo suyo ante el entonces intendente de Córdoba, Luis Juez, según confesó el mismo Luis Juez, quien agregó otros datos que hielan la sangre.
Sigo, porque hay ribetes de novela.. Sorpresivamente, y en contradicción con lo que pedía a la Capital Federal, el mismo Néstor le indicó al gobernador Felipe Sola que no se metiera con el juego, porque era un campo riesgoso. Su voz retumbó grave y paternal: "Te vas a encontrar con acusaciones falsas, o con amenazas a tu familia". Pero Sola tuvo la osadía de no hacerle caso en ese momento, puso en Internet el turbio negocio preexistente y no autorizó más bocas de expendio. La pregunta acida brota sola: si el juego resulta peligroso, ¿por qué Néstor hizo gestiones directas en representación del millonario Cristóbal López?
El trámite del permiso deseado se renovó ante Macri, cuando asumió como nuevo jefe de la Ciudad. Es interesante que Macri y López no tuvieran que negociar, porque la administración kirchnerista actuaba como representante del infecto negocio, inclusive para determinar los porcentajes que corresponderían a cada uno. No le iban a pagar a Macri con el control de juego, sino darle una mayor participación de los impuestos que se recaudarían. Ni el hipódromo de Palermo ni los barcos dedicados al juego que están sobre el agua pertenecen todavía a la Capital, ni les pertenecerán mientras Néstor y López no lo consientan. Incluso la apertura de futuros casinos y máquinas tragamonedas seguiría siendo facultad del Ejecutivo de la Nación. Macri aflojó en el primer momento, pero tuvo la suficiente apertura para escuchar las críticas espantadas de sus colaboradores y reaccionó. Dio marcha atrás en el acto. Se rectificó y su rectificación fue un ejemplo positivo en un país donde se hace gala de intransigencia contra viento y marea, aunque lleve al desastre.
Muchos gobernadores se hallan en una situación similar a la de Macri. Frente a los maxilares de la
Kaja
no encuentran otra alternativa que vender su alma al diablo. El repudio de la Iglesia frenó por el momento a Scioli, dispuesto a autorizar la expansión del juego por toda la provincia de Buenos Aires, incrementando la pobreza y el deterioro de los valores ciudadanos.
Ahora vamos a otro aspecto muy sabido. La Argentina se ha constituido en 1853 como una República, Representativa y Federal. Pero esas tres palabras mienten.
No es una República, porque los tres poderes que la constituyen carecen de independencia y no se controlan entre sí. Desde hace rato que el único poder que importa y decide es el Ejecutivo, dominador del Congreso y la Justicia.
No es Representativa porque los concejales, diputados y senadores esquivan rendir cuentas al pueblo —que es su elector—. Sólo lo hacen al caudillo de la provincia o, peor aún, al de la Nación. Como ya dije, actúan de cara al trono y de espaldas a la gente, como si languideciéramos bajo la férula de una monarquía absolutista.
Tampoco es Federal. Todos los recursos se han encadenado al mítico Puerto, es decir al bolsillo del poder central con sede en la Casa Rosada y sus pabellones vecinos. Allí confluye el producto del esfuerzo nacional y desde allí, según los caprichos y cálculos del que gobierna, se "devuelve" algo. Esa devolución inecuánime, humillante y estranguladora se llama en forma rimbombante "coparticipación federal". En otras palabras, aunque en la letra se dice que somos un país federal, hemos permitido que nos encierren en una vil mazmorra unitaria. Y no protestamos porque nos han inculcado que es correcto y hasta moral un sistema basado en la rapiña. Ni siquiera somos capaces de advertir que contradice el espíritu de la Constitución Nacional. Esa "coparticipación" es una herramienta perversa del paternalismo, mediante la cual el presidente asfixia a los gobernadores y éstos a los intendentes y, con carácter transferencia!, a los legisladores y miembros de la judicatura.
Impacta el bufonesco desfile de los gobernadores con la gorra en la mano. No piden regalos, no, sino lo que de veras pertenece a sus provincias. Más preciso: lo poco que queda para sus provincias luego de que la faltriquera del Puerto hizo pasar por el exprimidor la parte más nutritiva. Luego los intendentes van con su propia gorra a las casas de gobierno provinciales con el mismo propósito. Ese patético mecanismo de menesterosos debe acompañarse con gestos degradantes, como pronunciar halagos del intendente al gobernador y del gobernador al presidente. Prometerle lealtad y sumisión. Deben sonreír con la idiocia de los cortesanos. Muchas veces también deben renunciar a sus principios, contradecir afirmaciones anteriores y enmascararse para no dejar a la vista los forúnculos de su indignidad.
Nuestros padres fundadores desearon que la Ley permitiese que cada porción del país genere sus propios recursos y luego derive una parte al Estado Nacional, quien se ocuparía de las obligaciones generales como defensa, diplomacia y otros quehaceres, entre los cuales figura, desde luego, ayudar a las regiones menos privilegiadas. Pero no quedarse con toda la torta de los ingresos no coparticipables y distribuir sólo migas, como si fuese Tata Dios.
Más horrible es que los "representantes del pueblo" se trencen en cabalísticas discusiones sobre un punto más o un punto menos de la "coparticipación", cuando en realidad se trata de un robo a mano armada.
¿Cómo no va a irritarme que se haya vuelto a sancionar el impuesto al cheque, nacido como una medida transitoria, provisional, de emergencia, como todas las deletéreas medidas que se adoptan para despojar a la gente? La pregunta del millón que ahora te hago es ésta: ¿acaso no se firman cheques en Jujuy?, ¿en Río Negro?, ¿en San Juan? ¿Por qué entonces ese impuesto no queda donde se emite el cheque y en cambio un 85 por ciento de lo recaudado vuela hacia la Raja y desde allí, según humores y conveniencias, se redistribuye, ¡cuando se redistribuye!? El caníbal impuesto al cheque le aporta a la Raja nada menos que 22.000 millones de pesos, ¡cómo lo va a redistribuir mejor, con la voracidad que la caracteriza! Y pensar que muchos senadores, quienes debían defender a sus saqueadas provincias como gladiadores dispuestos a morir en la arena, se inclinaron de forma ruin para avalar el despojo. ¿Qué esperan esas provincias para hacerles juicio político y aplicarles una sanción ejemplar? Las provincias que no lo hacen, que me disculpen, están colonizadas por una dirigencia no menos ruin.
Esta forma de coparticipación es distorsiva al máximo. Consolida un sistema unitario y hasta unipersonal. La mayor porción de lo que se tributa no ayuda al progreso, sino a la decadencia. Hasta en el caso hipotético de que se redistribuyese según la moral, el mecanismo de entregar todo al Puerto para que desde el Puerto se devuelva algo a sus orígenes me recuerda los viejos carros aguateros que iban perdiendo su carga en la accidentada ruta y, cuando llegaban a destino, sólo quedaban pocas gotas. Mucho mejor sería que el grueso de los tributos quedase desde el vamos en los municipios y, si los municipios son grandes, que se dividan en secciones para que la recaudación sea más eficaz y transparente. De ese modo habría mayor control y responsabilidad, tanto para establecer los montos como para rendir cuentas sobre el destino que se le da al dinero. Una parte debería ser coparticipada a la provincia, claro. Y la provincia coparticiparía una parte a la Nación. Entonces no habría que pagar boletos de ida y vuelta, sino sólo de ida. Y no habría "favores" del gobernador a los intendentes ni del jefe del Ejecutivo a los gobernadores. Tampoco sufriríamos las pérdidas del carro aguatero lleno de perforaciones que dan de beber a los corruptos.