Paciente cero (20 page)

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Authors: Jonathan Maberry

Tags: #Terror

BOOK: Paciente cero
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—Esto es lo que hay —dije mientras todos nos inclinábamos sobre un mapa en el pequeño espacio que nos dejaba la cabina del helicóptero—. Church está haciendo un escaneo térmico del lugar, pero esa es toda la información que tenemos por ahora. También está intentando cortar las líneas telefónicas y la comandante Courtland dijo que recibirán una orden presidencial que les permitirá interrumpir cualquier recepción de llamadas en teléfonos móviles en la zona. No queremos que uno de los hostiles les envíe mensajes de texto a sus amiguitos con su LG Chocolate.

—Me parto… —murmuró Bunny.

—Entraremos por las alcantarillas. Tenemos los planos de los desagües y hay una gran línea que transcurre justo por debajo de la planta, muy bien colocada para una entrada silenciosa una vez que las luces estén apagadas. ¿Preguntas?

—¿Prioridades de la misión? —preguntó Top.

—El señor Church quiere prisioneros para interrogarlos. A todos nos gustaría tener más información antes de derribar las puertas de esa planta de procesado de cangrejo. Todo indica que va a ser algo grande. Los informáticos creen que este lugar de empacado es un lugar de almacenamiento para nuestros hostiles, no un centro de acción principal.

—¿Eso significa arriesgarse a recibir un balazo para darle su prisionero a Church? —preguntó Ollie con una mirada dura, como retadora.

—No, no dejes que ocurra eso. Dispara para herir, intenta inutilizar cuando sea posible, pero que no te maten.

—Eso es lo primero en mi lista de prioridades, jefe —observó Bunny, y Skip asintió.

—¿Y qué pasa con esos zombis hijos de puta? —preguntó Top.

—Con un poco de suerte los caminantes estarán dentro sus contenedores, bajo llave y congelados.

—¿Y si no tenemos suerte?

—Si no tiene pulso, Top, tiene mi permiso para volarlo en pedazos y enviarlo de nuevo al infierno.

Todos asintieron. Era la única parte del plan que les gustaba. Y lo entendía. En los anales de la guerra había una larga historia de hombres muertos por falta de información. Nosotros no sabíamos ni una puta mierda.

Antes de subir al helicóptero dije:

—Mirad, no nos conocemos y ni siquiera hemos tenido oportunidad de entrenar como equipo. Church nos pide que entremos en acción de inmediato. Hagamos eso. Ninguno de nosotros somos novatos en este tipo de cosas, así que actuemos como profesionales. La cadena de mando es la siguiente: primero yo y luego Top. El resto sois todos iguales. Todos les guardaremos las espaldas a los demás como si fuese la nuestra. Entramos cinco y salimos cinco. ¿Lo tenéis claro?

—¡Júa! —dijo Top.

—¡Júa, joder! —asintió Skip.

Eso ocurrió hacía media hora; ahora estábamos en las alcantarillas y mientras caminábamos yo tenía que esforzarme para seguir centrado en el asunto que nos ocupaba. Si existía una mejor definición de demasiado y demasiado pronto, no quería oírla. Me preguntaba cómo estaban de inquietos los demás y cómo afectaría eso cuando las cosas se pusiesen calentitas.

Ollie se detuvo con un puño en alto y todos nos quedamos quietos donde estábamos. Señaló a nuestras diez en punto y vi la oxidada escalera de hierro atornillada a la pared. Estaba cubierta de musgo y de excrementos de rata y conducía hacia un agujero negro en el techo. De una rejilla que había en el hormigón descendía una serpenteante, glacial y densa niebla.

—Telescopio —le susurré a Skip, y sacó una cámara fibroscópica que estaba conectada a una pantalla de un sistema de vídeo táctico en miniatura. Nos reunimos a su alrededor y miramos la pantalla. Mostraba una sala vacía con mesas de metal sucias. Ningún movimiento aparte de la niebla.

—Ahí arriba debe hacer un frío de morirse —dijo Top. Luego me miró—. A ellos, los caminantes, digo, tienen que conservarlos en hielo, ¿no?

—Esperemos. Pero aunque ahí arriba haga frío no demos nada por sentado. Skip, sube la escalera. Busca algún tipo de trampa.

Pero cuando llevaba allí un minuto dijo en voz baja:

—Despejado. Nada electrónico. Solo un candado. Necesito las cizallas.

Bunny las sacó de su mochila y se las dio. Se escuchó un ruido metálico y luego Skip empezó a pasarnos la cadena a trozos. Hasta ahora todo eran buenas noticias, pero aun así estaba asustado. Cuando algo parece tan fácil, no suele serlo.

—Venga, venga —les susurraba mientras los miembros del equipo Eco subían la escalera y adoptaban posiciones de defensa en la sala. Yo subí el último y le eché un vistazo rápido a la sala, pero realmente estaba vacía, no era más que una vieja sala de despiece. Había mesas con ruedas y ganchos colgados de cadenas que, a su vez, estaban unidos a unos raíles que había en el techo y que servían para transportar los costados de ternera o de cerdo desde el matadero. Una vez troceada, transportaban la carne en aquellas mesas metálicas con ruedas a una sala anexa para lavarla y empaquetarla. Limpiaban los restos y la sangre con agua, que caían a las alcantarillas. La función de la sala era evidente y no creo que a nadie del equipo Eco se le escapase la ironía de estar en una sala hecha para la matanza.

La niebla nos llegaba a los tobillos y se aferraba al suelo, oscureciendo nuestros pies. Apestaba a aguas residuales rancias y a descomposición. La temperatura ambiente tenía que superar ligeramente los cero grados, aunque el aire era tremendamente húmedo. Había puertas en cada extremo de la sala. Una llevaba a la nave de empaquetado, ya en desuso, que estaba vacía a excepción de montones de bandejas viejas de poliestireno y rollos de film transparente. La otra puerta estaba cerrada con llave.

—Lo tengo —dijo Ollie, y mientras se arrodillaba delante de la puerta sacó un precioso juego de ganzúas profesionales del bolsillo. Era el mejor juego que jamás había visto y las manejaba con práctica y mucha facilidad. No era el tipo de cosas que suelen llevar los soldados. Tendría que hacerle algunas preguntas más tarde.

Escuché un pequeño zumbido y levanté la mano para pedir silencio. Había energía estática en la línea, pero la voz de Grace Courtland sonaba alta y clara.

—Los escáneres térmicos muestran varios tangos.

«Tango» o «T» eran los nombres en clave para «terrorista».

—¿Cuántos?

—Están apiñados. Quizá veinte o quizá cuarenta.

—Repítalo.

Grace lo repitió y me pidió que confirmase la recepción.

—Eco Uno, entendido.

—El equipo Alfa ya está disponible y la policía local a la espera.

—Entendido. ¿Órdenes?

—Procedan con precaución.

—Entendido. Eco Uno, corto.

Llamé a los hombres para que se acercasen y nos agachamos juntando las cabezas.

—Los escáneres térmicos dicen que tenemos más de veinte cuerpos cálidos en el edificio. No hay manera de saber cuántos caminantes hay, sus lecturas son demasiado bajas.

Vi el impacto de las noticias en las caras de cada uno de ellos. Skip parecía asustado y Bunny tenía cara de loco. Los ojos de Top se entrecerraron y la cara de Ollie se volvió como una roca.

—Entramos cinco y salimos cinco —les recordé.

Ellos asintieron, pero yo añadí:

—Esto no es el O. K. Corral. No estamos seguros de que todos los que están ahí sean hostiles. Comprobad vuestros objetivos, nada de accidentes, y no quiero ni oír hablar de fuego amistoso.

—Entendido —dijeron, pero sin demasiado entusiasmo.

—Y ahora… vamos a patearles el culo a unos cuantos no muertos.

41

Claymont, Delaware / Martes, 30 de junio; 6.30 p. m.

Ollie terminó de forzar la cerradura y Bunny abrió la puerta con cuidado por si hubiese cables detonadores y alarmas, pero no sonó ninguna campana ni explotó nada al abrir la puerta hacia adentro. Solo se escucharon sus bisagras oxidadas y el ronroneo a lo lejos de motores.

Esta vez yo fui delante. Mis zapatillas mojadas hacían ruido, así que caminé con mucho cuidado. El pasillo era largo y estaba vacío. Solo había sombras grises y la omnipresente niebla. Nos pusimos contra una pared y avanzamos en fila, agachados, mirando adelante y atrás, comprobando cada puerta por la que pasábamos. Cuando el pasillo terminó llegamos a una intersección en forma de ele hice una pausa. Me asomé con cuidado a la esquina, manteniendo la cabeza lo suficientemente baja como para no ser visto con una luz normal. Hice una señal para que me siguiesen y giramos a la izquierda siguiendo el pasillo. Encontramos una puerta cerrada con llave que Ollie abrió sin esfuerzo, pero no era más que un almacén.

Me quedé en el umbral durante un momento intentando estimar el número probable de enemigos teniendo en cuenta la cantidad de mercancía almacenada. Me fijé en que Top, que estaba a mi lado, hacía lo mismo. O bien había veinte terroristas realmente hambrientos en este lugar o las cuentas me salían en más de cuarenta, o quizá el doble.

Retrocedimos y cerramos la puerta. El pasillo hizo una curva y continuamos durante casi veinte metros hasta que llegamos a un par de puertas dobles y grandes de vinilo, de las que se abren cuando pasas por ellas empujando un carrito. Flanqueamos las puertas, agachados, y escuchamos.

Nos llevó un segundo meternos en el ritmo vibrante de aquel lugar, filtrando mentalmente los sonidos de los compresores y de otros ruidos de ambiente que se pueden esperar en un viejo edificio destartalado. Y entonces lo oímos.

Un gemido bajo e inhumano.

Era el sonido de un hambre voraz y estaba al otro lado de la puerta.

Skip miró con nerviosismo a Top, que le hizo un guiño que supuestamente debía transmitir despreocupación, pero no fue así. Vi la mirada en los rostros de los demás y les hice que me mirasen. Eso reforzaría las órdenes que les había dado: hacer prisioneros, si era posible.

Entonces escuchamos un ruido a nuestra derecha, a lo lejos, en la curva del pasillo y cuando miramos vimos un movimiento en la oscuridad, y luego las débiles luces del techo arrojaron una sombra sobre la pared: la silueta de un guardia con un rifle de asalto levantado. Un guardia, no un caminante.

Ollie estaba más cerca, así que le hice una señal. Él se tiró al suelo como una serpiente y se colocó en una posición de tiro baja y cómoda. Primero vi la bota del guardia al girar la esquina y luego todo su cuerpo. Cuando Ollie le disparó dos balas con el silenciador puesto solo se escucharon un par de silbidos. La cabeza del hombre se inclinó hacia atrás y cayó contra la pared. Bunny pasó por mi lado y cogió al guardia antes de que se cayese al suelo. Entre el disparo de Ollie y los rápidos pies de Bunny todo aquello parecía coreografiado, planeado. Para cualquier humano habría sido terrible, pero para un guerrero fue hermoso, una demostración del arte del soldado elevada a su más perfecto nivel.

El poli que llevaba dentro se dio cuenta de que la elección de Ollie fue una 22 con silenciador. El arma de un asesino. El poco peso de la bala hizo una herida en forma de punto, pero no tenía la masa suficiente como para atravesar el cráneo, así que la bala simplemente rebotó y desactivó todos los conectores. Ollie le había dado en la cabeza con ambos disparos. La mayoría de los tiradores, incluso los que son muy buenos, no son lo suficientemente buenos como para intentar hacer dos tiros a la cabeza sin disparar antes otros dos al cuerpo para detener el movimiento; y él había disparado desde una distancia de nueve metros. Ollie estaba sacando sus mejores bazas.

De nuevo junto a la puerta de vinilo, nos colocamos para entrar. La neblina salía por debajo de la puerta en remolinos, como si se tratase de los tentáculos de algún pulpo albino. Aquí olía aún peor. El olor de las alcantarillas era malo, pero esto apestaba a carne pudriéndose en un hueso vivo, una corrupción vital que solo había olido una vez… cuando maté a Javad. Y esta era la segunda vez.

Flanqueamos la puerta y Top sacó un pequeño espejo de dentista y lo metió por debajo de la puerta, girándolo ligeramente hacia la derecha y hacia la izquierda. Dentro había una gran fila de cajas azules. No es que me sorprendiese, pero tampoco me dieron ganas de ponerme a bailar de alegría, precisamente. Por lo que recordaba de los planos del edificio, esta tenía que ser la planta principal de producción, pero la hilera de cajas bloqueaba todo excepto una estrecha franja; y en el centro de la fila había un guardia. Estaba de espaldas a nosotros y estiraba el cuello para mirar a través de un pequeño hueco que había entre las cajas. Oímos más gemidos y ahora pudimos orientar el sonido dentro de la ubicación. En el extremo más alejado de la hilera de cajas estaba ocurriendo algo, en la planta de producción. El guardia estaba deseando verlo. Y yo también.

Enfundé la pistola y saqué el cuchillo. Me llevé un dedo a los labios y luego me toqué el pecho. Los demás asintieron. Bunny y Top agarraron la parte de abajo de la puerta con los dedos. A mi señal las abrieron tan rápida y silenciosamente como pudieron y yo entré en la sala. Rodeé al guardia, le tapé la boca con la mano izquierda y utilicé el pulgar y índice para taparle la nariz; al mismo tiempo, le di un golpe en la parte de atrás de la rodilla con un pie y, mientras caía contra mí, le corté el cuello de oreja a oreja, llevándome por delante la carótida, la yugular y la tráquea con un profundo corte. Tiré de él y lo coloqué encogido, con la cabeza hacia delante para evitar así que la sangre arterial saliese a chorro. Estaba muerto incluso antes de saber que estaba en peligro y no había hecho ruido. Bunny y Skip cogieron el cuerpo y me lo quitaron de encima mientras me levantaba. Limpié la hoja del cuchillo y lo enfundé, saqué la pistola y le quité el seguro.

Había cuatro cajas en la fila que bloqueaban por completo la puerta y nos escondían de quienquiera que estuviese en la sala. Le cogí el espejo de dentista a Top y comprobé ambos extremos de la fila. A nuestra derecha podía ver un pasillo formado por una segunda hilera de cajas alineadas formando un ángulo con la primera, y una fila de mesas de laboratorio llena de equipos. Había un guardia de pie en el hueco que quedaba entre los dos grupos de cajas, y cerca de él había seis hombres con batas de laboratorio manchadas. Todo el mundo estaba mirando por el agujero hacia el centro de la sala principal.

Retrocedí y utilicé el espejo para mirar al extremo izquierdo de nuestra fila. Había dos guardias hombro con hombro a unos seis metros de distancia que también miraban hacia el centro de la sala, pero esta vez pude ver lo que miraban. Lo que vi me heló la sangre que me corría por las venas.

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