—Eso me lleva a pensar en el caballo degollado en Petesviken —dijo Karin—. Si existe alguna relación. Aquello también parecía un ritual.
—Trataremos lógicamente de investigar las similitudes entre ambos casos —señaló Knutas—. Tenemos que averiguar más cosas del pasado de Martina Flochten. ¿Quién era? ¿Qué hizo las semanas anteriores a su muerte? ¿Pasó algo raro? ¿Cambió su forma de comportarse? ¿Y cómo era realmente como persona? ¿Puedes ocuparte de ello, Karin?
—Claro.
—También es importante que hablemos enseguida con todos y cada uno de los propietarios de las casas próximas a Vivesholm y, en particular, con los huéspedes que se alojaron en el hotel durante el fin de semana. Thomas, tú puedes hacerte cargo de eso. Hay que interrogar también a todos los arqueólogos, tanto a los alumnos que participan en el curso como a los profesores y al personal de la universidad. Además, me aterra pensar que los medios de comunicación se enteren de esta connotación ritual, no digáis nada de ello, a nadie. A nadie, ¿entendido?
Knutas miró seriamente a sus colegas sentados alrededor de la mesa.
—Si esto sale de aquí estamos perdidos. Entonces tendremos a los periodistas detrás de nosotros todo el santo día. Se levantó.
—Esta tarde a las cuatro daremos una rueda de prensa, Lars y yo nos ocuparemos de ella.
S
taffan Mellgren parecía desolado cuando Knutas bajó a recibirlo a la recepción. Tenía el rostro demacrado y los ojos enrojecidos y brillantes. Todo él rezumaba nerviosismo y llevaba la ropa tan arrugada que podría pensarse que había dormido con ella puesta. Subieron hasta el despacho de Knutas, donde pudieron sentarse tranquilos. Mellgren rehusó la taza de café que le ofreció el comisario.
—¿Qué tal está? —le preguntó Knutas cuando se sentaron en su despacho, el uno enfrente del otro.
—Es horrible lo que le ha pasado a Martina, no lo puedo entender.
—Me gustaría que empezáramos hablando otra vez de ese grupo de estudiantes. Por lo que sabemos Martina era bastante popular. ¿Había alguien con quien no se llevara bien?
Mellgren negó con la cabeza.
—¿Está seguro de que no estaba liada con alguien?
—No, al menos que yo sepa.
—¿Sabe si a alguno de los alumnos le gustaba especialmente Martina, o quizá, incluso, estaba enamorado de ella?
—Tanto, no —respondió dubitativo—. Pero hay dos chicos que le prestaban mucha atención.
—¿Quiénes son?
—Jonas, es un chico sueco, de Skåne, que no tendrá más de veinte años. Mark es americano, algo mayor, unos veinticinco años, le echaría yo. Los dos hacen muy buenas migas, Mark y Jonas, quiero decir. Son inseparables, parecen uña y carne.
—¿De qué forma mostraban su interés por ella?
—Bah, mariposeaban a su alrededor, a los dos les gustaba hablar y bromear con Martina.
—¿Daba la impresión de que uno estuviera más colado que otro?
—No, no lo puedo afirmar, creo que la cosa estaba bastante igualada.
—¿Su interés era correspondido?
—Creo que a ella le parecían agradables y divertidos como amigos, nada más.
—¿Cómo sabe eso?
—Sólo es una impresión.
—¿Esos dos chicos viven también en Warfsholm?
—Sí.
—¿Ha notado si alguna persona rara ha merodeado por las inmediaciones de la excavación?
—Sólo lo normal, o sea, gente a la que conocemos o alguno de los vecinos que se detiene al pasar y hablamos un momento. Varias veces a la semana llegan pequeños grupos de turistas, pero normalmente se mantienen a una distancia discreta.
—Como responsable del curso, ¿tiene alguna idea de quién puede haber asesinado a Martina?
—No.
—Ya le he preguntado esto antes, pero tengo que volver a preguntárselo, ¿cómo era vuestra relación?
—Era una alumna que me gustaba y a la que apreciaba, como alumna —puntualizó Mellgren alzando la voz—. Naturalmente no había nada entre nosotros. Eso ya os lo he dicho.
—¿Dónde estuvo el sábado por la noche?
—Salí a tomar una cerveza.
—¿Solo?
—Sí.
—¿Y dónde?
—Primero en Donners Brunn y luego en Munkkällaren.
—¿Se encontró con algún conocido?
—Siempre se encuentra uno con algún conocido.
—¿A qué hora volvió a casa?
—Eso no lo sé, no miré el reloj.
—Podrá decir si eran las nueve de la noche o las tres de la madrugada —prorrumpió Knutas impaciente.
Estaba empezando a sentirse bastante irritado y se preguntaba para sus adentros qué hacía un hombre casado y con cuatro hijos solo en la ciudad un sábado por la noche. ¿Por qué no estaba en casa con su familia, si no había quedado con nadie?
—Serían casi las tres.
—¿Qué tal funciona su matrimonio?
La respuesta se hizo esperar. Los músculos de su mandíbula se contrajeron.
—Perdone la pregunta, pero tengo que hacérsela —añadió Knutas mirándolo fijamente.
—Susanna y yo estamos felizmente casados. ¿Ha dicho ella otra cosa?
Knutas levantó la mano negando con un gesto la pregunta.
—En absoluto. Sólo preguntaba.
L
a sala donde se iba a celebrar la rueda de prensa era un hervidero de murmullos. Los periodistas estaban tomando asiento en las hileras de sillas y montando los micrófonos en la tarima que había delante. Se encontraban allí tanto los medios locales como los de ámbito nacional. Como la policía hasta ahora no había querido hacer ninguna declaración, el interés ante lo que pudieran llegar a conocer acerca del asesinato de la joven estudiante de arqueología era enorme.
El murmullo se apagó inmediatamente cuando Anders Knutas y Lars Norrby ocuparon sus asientos.
—Bienvenidos a esta rueda de prensa —comenzó Knutas—. La mujer que llevaba desaparecida desde el sábado por la noche, Martina Flochten, nacida en 1983, ha aparecido muerta en Vivesholm. Está muy cerca de Klintehamn, unos treinta kilómetros al sur de Visby, en la costa oeste. No cabe ninguna duda de que ha sido asesinada.
Echó una ojeada a sus papeles.
—El cuerpo fue hallado a las cinco y cuarenta y cinco por una persona que se encontraba dando un paseo por la zona. Algunos de vosotros quizá sepáis ya que Martina nació y creció en Holanda, pero su madre era de Hemse, aquí en Gotland. Murió hace unos años. Martina ha vivido en Holanda toda su vida y llegó aquí a principios de junio para participar en un curso de excavación arqueológica que organiza la universidad. Llevaba ya un mes en Gotland cuando desapareció en Warfsholm la noche del 3 de julio después de un concierto. Queda abierto el turno de preguntas.
—¿Puede decirnos cómo fue asesinada?
—No.
—¿Por qué?
—Para no entorpecer la investigación.
—¿Se ha utilizado algún arma?
—Sí, pero es todo cuanto voy a decir sobre ese asunto.
—¿Ha sido agredida sexualmente?
—Eso no lo sabremos hasta que los forenses hayan examinado el cuerpo.
—¿Cuándo será eso?
—Un forense ha reconocido hoy el cuerpo en el lugar donde fue hallado. Esta tarde será conducido a la Unidad del Instituto Forense de Solna. En los próximos días conoceremos el resultado de la autopsia.
—¿Se sabe cuánto tiempo llevaba muerta?
—Aún no, habrá que esperar a la autopsia.
—De todos modos, algo podréis decir sobre el tiempo que llevaba muerta cuando fue encontrada. ¿Estamos hablando de una hora o desde que desapareció?
—Todo lo que puedo decir es que probablemente llevara muerta como mínimo un día.
—¿Ha habido uno o varios autores?
—Eso no lo sabemos por el momento.
—¿Eso quiere decir que pueden haber sido varios?
—Sí, claro.
—¿Tenéis algún sospechoso?
—En estos momentos, no.
—¿Hay algún testigo?
—La policía ha hablado a lo largo del día con los vecinos y estamos cotejando sus testimonios.
—Martina Flochten era medio sueca y su madre era de Gotland. ¿Qué importancia puede tener eso?
—Como es lógico trabajamos en un frente amplio y seguimos todas las posibles pistas.
—¿Tenía familiares aquí en Gotland?
—No. Los únicos familiares eran los abuelos maternos, que también fallecieron hace bastantes años.
—¿Está acordonada la zona?
—Está acordonada la parte del bosque donde apareció el cuerpo.
—¿Cuánto tiempo permanecerá acordonada?
—Hasta que termine la inspección técnica.
—¿Mantenía algún contacto con la isla?
—Solía venir aquí de vacaciones una vez al año.
—¿Qué posibles motivos pueden haber causado el asesinato?
—Es demasiado pronto para especular ahora acerca de los motivos —cortó Knutas.
—¿Martina Flochten era conocida por la policía holandesa o sueca?
—Por lo que sabemos, no.
—Como se sabe, llevaba varios días desaparecida, ¿por qué la policía no ha registrado antes Vivesholm estando, como está, tan cerca de Warfsholm?
—No hemos visto ninguna razón para hacerlo. La policía debe rastrear las zonas de una en una, empezando por aquella donde la persona desaparecida haya sido vista por última vez y luego, a partir de ese lugar, se va ampliando gradualmente el círculo.
—¿Tenéis alguna otra pista del asesino?
—Un criminal siempre deja pistas, no puedo detallar cuáles son para no entorpecer la investigación.
—¿Qué está haciendo ahora la policía?
—Como ya he dicho, trabajamos intensamente con los interrogatorios y las declaraciones de los testigos. La policía agradece cualquier tipo de información, tanto de quienes asistieron a Warfsholm la noche en que tuvo lugar el concierto de Eldkvarn como de aquellos que quizá hayan visto a Martina en compañía de alguna persona que pueda resultar de interés para la investigación. Queremos pedir la colaboración de la gente, cualquier aportación puede resultar de capital importancia en esta fase inicial.
Knutas se levantó para indicar que la rueda de prensa había finalizado. Ignoró la tromba de preguntas que cayeron sobre él. Varios periodistas lo rodearon para intentar entrevistarlo a solas.
Una hora después el espectáculo por fin había concluido y Knutas se refugió en su despacho. Siempre le había parecido complicado el trato con la prensa en estos casos importantes. Había que conseguir un equilibrio entre contar lo suficiente y no dar demasiados detalles para no perjudicar la investigación.
C
uando entró en su despacho, llamó el forense, que había terminado el reconocimiento del cadáver en el lugar donde fue hallado.
—Debo decir que nunca he visto nada parecido, nos enfrentamos a un asesino anómalo de verdad.
—De eso ya nos habíamos percatado.
—Sólo he hecho un reconocimiento preliminar y no se pueden extraer conclusiones firmes, pero sí que se pueden deducir algunas cosas.
—Veamos.
—Me inclino a pensar que lleva muerta por lo menos tres o cuatro días.
—¿Se puede concluir, por tanto, que la asesinaron la misma noche que desapareció?
—Es altamente probable. Ha sido sometida a varios tipos de violencia y hasta que no se le practique la autopsia no puedo estar absolutamente seguro de qué fue lo que le causó la muerte. A juzgar por las lesiones, yo diría que no murió por el corte en el vientre.
—Eso era lo que sospechaba Sohlman también.
—Por el contrario hay signos de que puede haber muerto ahogada.
—¿Ah, sí?
—He encontrado restos de espumarajos alrededor de la boca que recuerdan a la clara de huevo batida intensamente. Cuando se sumerge a la víctima se produce una especie de espuma en la tráquea. Además, también tiene restos de algas y de arena en el pelo y debajo de las uñas, lo que indica que el agresor le sujetó la cabeza bajo el agua en la orilla de la playa. Al oponer resistencia clavó las uñas en el fondo, de ahí los restos. También presenta marcas de arañazos donde la agarraron, en la parte posterior de la cabeza y en los brazos. He encontrado arena y cieno del fondo en la boca, y en los ojos tiene muchos puntitos rojos que le pueden haber salido al intentar resistirse o por la falta de oxígeno. Como ya he dicho, no me atrevo aún a pronunciarme definitivamente sobre la causa de la muerte, pero según todos los indicios estaba muerta antes de que fuera colgada de la soga. Así pues, lo más probable es que el asesino primero la ahogara sumergiéndole la cabeza en aguas poco profundas. Con casi completa seguridad debió de ahogarla en otro lugar. Luego trasladó el cuerpo a Vivesholm.
—¿Por qué piensas que la asesinaron en otro lugar?
—Pues sencillamente porque en Vivesholm no hay esa clase de arena.
—¿La mataron en una playa entonces?
—No necesariamente, pero el fondo era arenoso. En el promontorio de las aves, donde fue encontrada, el fondo es sobre todo rocoso. Habría tenido otras lesiones en las manos si la hubiera ahogado allí.
—Entiendo.
Knutas tomó notas diligentemente. Quedó impresionado ante la cantidad de información que podía obtener un forense de un cadáver.
—Lo que me pregunto es cómo pudo el asesino colgar el cuerpo, tuvo que izarla de alguna manera, no puede haberlo hecho él solo —continuó el médico—. La chica pesará unos sesenta o sesenta y cinco kilos, y tantos kilos de peso muerto son difíciles, por no decir casi imposibles, de levantar uno solo.
—¿Crees que fue más de uno?
—O eso o se trata de un hombre fuerte físicamente y con un ingenioso método para colgar.
El forense se aclaró la garganta.
—Hay otra cosa que me desconcierta. Se trata del corte que tiene en la tripa y la sangre que sale de él.
—¿A qué te refieres?
—El corte parece lo suficientemente profundo como para haber seccionado la arteria aorta, lo cual supone la pérdida de gran cantidad de sangre. La acumulación de sangre en el suelo debajo del cuerpo debería ser mayor. Podría pensarse que el asesino ha recogido parte de la sangre.
—¿Estás seguro? Sohlman hizo hace poco la misma observación en otro caso. ¿Habrás oído hablar del caballo degollado hace poco más de una semana?
—Sí, claro.
—Allí el agresor había hecho lo mismo.
—Eso no lo había oído.
El forense parecía sorprendido.
—No, pero eso fue lo que ocurrió. En opinión del veterinario que reconoció al caballo, habían recogido la sangre. ¿Cuándo podremos tener un informe preliminar de la autopsia?