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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (5 page)

BOOK: Marea oscura II: Desastre
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Elegos alzó un dedo peludo y rubio.

—¿Cómo puede estar seguro de eso, general?

—Nos han llegado informes del tipo de naves y armas que utilizan. Y, aunque sus sistemas defensivos y de propulsión dependen de criaturas que, de alguna manera, pueden manipular la gravedad, ninguna de ellas tiene ni una fracción de la potencia necesaria para arrancar una luna de su órbita. Si la creación de una criatura así fue fácil, las naves y los sistemas que ya hemos visto podrían haberse desarrollado mucho más.

Apoyando los codos en la mesa, Wedge se apretó una mano contra la otra, juntando las yemas de los dedos.

—Sabemos que la criatura de Sernpidal murió antes de que la luna se estrellara contra el planeta. No logró escapar antes. Y, teniendo en cuenta que la interrupción de la órbita hacía el choque inevitable, podemos afirmar casi con toda seguridad que los yuuzhan vong no tenían intención alguna de recuperar a la criatura. Consideraban que el resultado bien valía el sacrificio de los medios empleados para obtenerlo. Lo cual me hace creer que probablemente estén tramando algo más en Sernpidal.

Traest frunció el ceño.

—Entiendo tu razonamiento, Wedge, pero tu hipótesis se basa en obtener un beneficio de una inversión. ¿Y si ellos no opinan así? ¿Y si consideraban que esa criatura estaba, digamos, impura, por hacer lo que había hecho? Quizá no la recuperaron porque podría haberles mancillado.

—Es posible —Wedge se encogió de hombros—. En ese caso, si su patrón de razonamiento está tan alejado del nuestro, será imposible anticiparnos a ellos y responder a sus movimientos.

Leia se rascó la nuca.

—Estoy a favor de ampliar nuestro conocimiento sobre los yuuzhan vong. El tipo de instalaciones que mi hermano encontró en Belkadan sugiere que, ciertamente, necesitan utilizar los recursos de los planetas invadidos para reabastecerse y reforzar a las criaturas que destruimos. Y, en ese caso, me pregunto qué estarán haciendo con los restos de Sernpidal. He leído algunos de los informes que ha recibido Wedge y, exceptuando a los givin, la mayoría de los pueblos encontrarían el planeta inhabitable. Si resulta que los yuuzhan vong pueden sobrevivir en él, sabremos algo más de ellos.

Borsk Fey'lya se arrellanó en su asiento, dejando que las luces del mapa salpicaran sus cabellos de puntos de luz.

—Soy muy consciente de lo importante que es aprender todo lo posible sobre el enemigo, pero mi preocupación como líder de la Nueva República es repeler esta amenaza. Supongo, almirante, que habrá desplegado los medios necesarios para contener a estos yuuzhan vong como es debido. ¿No es así?

Traest y Wedge intercambiaron miradas divertidas, y el joven bothan asintió.

—Tan lejos como hemos podido llegar, así es, sí. Tenemos una base en Agamar, y de allí enviamos patrullas por las rutas conocidas para recoger a todos los refugiados. Los organizamos en caravanas que dirigimos hacia Agamar, llenamos las naves hasta arriba y los conducimos al Núcleo Interior.

De momento no hemos experimentado más ataques por parte de los yuuzhan vong, pero nuestras patrullas van armadas hasta los dientes y, en teoría, podrían defenderse bien. Además, variamos las características de las patrullas, los horarios, la composición y demás, para que la planificación de una emboscada resulte difícil y costosa a los yuuzhan vong.

Borsk entrecerró sus ojos violetas.

—Has dicho "tan lejos como hemos podido llegar".

—Así es. Estamos hablando de una vasta cantidad de espacio. Un ordenador puede diseñar un mapa muy agradable a la vista y fácil de estudiar para nosotros, pero esta representación gráfica no tiene nada que ver con la realidad del espacio.

Traest pulsó unas cuantas teclas en su datapad, y el mapa cambió.

Los planetas seguían en su sitio y tenían el mismo color, pero, en lugar del sombreado que los rodeaba, ahora un montón de tentáculos salía de los planetas y los interconectaban. Algunos eran largos y describían curvas, otros eran rectos y cortos. Mientras Leia observaba, algunos desaparecían de repente y otros se estiraban, mientras aparecían otros nuevos. Lo que más le impresionaba era la cantidad de interconexiones entre los planetas, y que las fronteras del mapa anterior no fueran reales.

Traest señaló el nuevo mapa.

—Éstas son las rutas que enlazan a estos mundos. Cambian constantemente porque los horarios de tráfico entre planetas se alteran siguiendo el movimiento orbital de cada cuerpo celeste. Las rutas encuentran obstáculos que tienen que rodearse en el espacio real. Y eso sólo en las rutas que van de estrella a estrella. Si alguien quisiera saltar al hiperespacio y volver de repente, podría darse con casi cualquier planeta desde casi cualquier parte, lo cual requeriría mucho tiempo, lo que militarmente es poco práctico. Así que el despliegue de los medios militares para interceptar a los yuuzhan vong y obligarles a retroceder es imposible.

Borsk frunció el ceño en una mueca sombría.

—¿Está sugiriendo que no podemos hacer nada para detenerlos?

Wedge negó con la cabeza.

—No, jefe Fey'lya, en absoluto. Lo que estamos haciendo es organizar sistemas de defensa en los planetas que creemos que van a ser atacados. Nuestra meta es espaciar sus ataques lo bastante como para poder desplegar las fuerzas necesarias para rechazarlos. Sabemos que las fuerzas empleadas en el ataque a un planeta son más vulnerables cuando viajan desde el espacio a la superficie. Si podemos retenerlos en el espacio, y ralentizar esta transición, tendremos mucho más tiempo para traer armamento y vencerlos. Y así los detendremos.

—Vais a ponerles trampas con cebo.

—Trampas sí, pero cebo no. No sabemos lo que quieren, por tanto, no podemos ofrecérselo como cebo —suspiró Wedge—. Lo que nos lleva de vuelta al punto anterior: el desconocimiento del enemigo. Es decir, sabemos que emplean esclavos, que odian las máquinas, que todas sus armas son orgánicas y que tienen alguna relación con el dolor. Pero el significado de todo esto sigue sin descifrarse.

—Calma, Wedge —Leia le palmeó la mano—. Soy consciente de tu frustración. Podemos diseñar operaciones de investigación a fondo. Seguro que Luke nos cede a algunos Jedi para realizar incursiones en los planetas, como las de Bimmiel y Belkadan.

—No, Jedi no —Borsk Fey'lya negó con la cabeza—. No quiero que tengan nada que ver con esto.

Leia le miró.

— ¿Cómo?

El rostro de Fey'lya era una máscara impasible.

—No creas que no conozco el valor de los Jedi, Leia. Recuerdo cómo tu hermano y tú disolvisteis la crisis que podría haber acabado con Bothawui, pero la gente ya no los respeta. Aunque, tras leer los informes de la batalla por Dantooine, creo que todo el continente de refugiados habría sido masacrado de no ser por los Jedi. También creo que podría hacerse otra lectura de los hechos, y siendo menos caritativo, decir que los Jedi no pudieron hacer nada por evitar la muerte de cientos de seres. Y además, los yuuzhan vong han matado a varios Jedi. El más poderoso de todos, tu hermano, se vio obligado a abandonar Belkadan, dejando atrás a un número desconocido de esclavos. Según uno de los estudiantes rescatados en Bimmiel, los Jedi que allí acudieron introdujeron criaturas alteradas genéticamente que podrían interrumpir para siempre el ciclo vital del planeta, esterilizándolo. Añade eso a los rumores de que las habilidades de los Jedi en la Fuerza son casi inútiles ante los yuuzhan vong y sabrás por qué no se confía en los Jedi. Si les empleamos para las incursiones, daremos una imagen que debilitará la confianza en nosotros. Provocaremos el pánico.

A Leia le dolía tanto la cabeza que le latían las sienes. Había oído los informes de los estudiantes y de los supervivientes de Dantooine, e incluso las entrevistas realizadas a algún Jedi en relación con sus experiencias con los yuuzhan vong. Ella hubiera preferido una ausencia total de noticias con respecto a todo aquello hasta que comprendieran mejor lo que sabían, pero era muy difícil mantener al pueblo en la ignorancia. No podían evitarse las filtraciones, y los desmentidos oficiales de esas filtraciones erosionaban la confianza en el Gobierno y hacían cundir el pánico. Pero el hecho de que el público estuviera informado implicaba que tuviera opiniones sobre temas como los Jedi. Los políticos como Fey'lya se esforzaban por trabajar dentro de los márgenes establecidos por la opinión pública.

Leia se arrellanó en el asiento y se masajeó las sienes.

—Si nos negamos a contar con los Jedi estaremos rechazando un recurso de valor incalculable. Los Jedi que tenemos ahí fuera son gente que ha viajado mucho, que se ha enfrentado a diferentes crisis de forma discreta y flexible. Son los agentes perfectos para misiones en sitios como Garqi o Dubrillion. Y, lo que es más importante, no creo que podamos impedir que Luke envíe a los Jedi a ayudar a la gente. Y tú lo sabes.

—Claro que lo sé, Leia, por supuesto que lo sé —los labios de Fey'lya se curvaron en una sonrisa maliciosa—. Mi única preocupación es que no parezca que actúan con nuestra aprobación. Tendrán que operar sin nuestro apoyo.

Wedge arqueó una ceja.

—¿Estás diciendo que si nos llega una llamada de auxilio de un Jedi que ha cruzado las líneas enemigas, no podremos hacer nada para ayudarlo?

—A menos que haya una meta estratégica u operativa detrás de ello, no, no veo cómo podríamos hacerlo, general.

Traest miró a Wedge.

—Supongo que eso significa que tendremos que establecer nuestras propias operaciones y utilizar nuestro propio personal.

—No queda alternativa.

Leia cerró los ojos un momento y suspiró.

—Entonces, si no vamos a emplear a los Jedi, supongo que mi misión a Bastion también queda cancelada.

La sonrisa de Fey'lya se amplió.

—No, no, en absoluto. Si quieres ir y convencer a Pellaeon de que ponga a nuestra disposición todo su armamento y efectivos disponibles para vencer a los yuuzhan vong, aplaudiré tu decisión. Te deseo toda la diligencia y la buena suerte posibles en esa misión, Leia, de todo corazón.

Leia miró a Elegos, y ambos asintieron. Al comentarle su idea de pedir ayuda al Remanente Imperial, los dos habían repasado todos los posibles resultados, y todos ellos eran favorables para Borsk Fey'lya. Si Leia conseguía que el Remanente ayudara a la Nueva República, podría relacionársela fácilmente con la facción reaccionaria, y así Borsk podría posicionarse como heredero de las tradiciones de la Rebelión. Si, en cambio, el Remanente se negaba, éste sufriría un desprecio generalizado, al igual que Leia por haber tenido la absurda idea de solicitar su colaboración. Todo resultado intermedio venía a ser más o menos similar. Ella estaría colaborando con un enemigo.

—Me alegra tu aprobación, Borsk. El senador A'Kla y yo partiremos rumbo a Bastion en dos días.

—¿El senador A'Kla? —Fey'lya negó con la cabeza—. Me temo que el senador tiene muchos asuntos que atender aquí en Coruscant, Leia. No irá contigo.

—Si piensas que…

Elegos alzó su mano de tres dedos para acallar la respuesta de Leia.

—Tiene razón, Leia. No iré contigo. De todas formas, tampoco me quedaré aquí, Borsk.

Leia pestañeó.

—¿Qué? ¿Adónde vas a ir?

El caamasiano suspiró y se apoyó en el respaldo, contemplando el techo oscuro.

—He escuchado todas vuestras discusiones, vuestros argumentos. Y creo que os halláis en el camino correcto para tratar este problema. Pero habéis tocado todos los temas menos uno: ¿qué es lo que quieren los yuuzhan vong? Mi intención es ir a Dubrillion a preguntárselo.

—No, imposible —Leia negó con la cabeza, vehemente—. Ya hemos estado en Dubrillion y hemos intentado comunicarnos con los yuuzhan vong. No quisieron establecer contacto con nosotros.

Traest asintió.

—No sabemos si entienden el concepto de tregua. Y lo cierto es que no tratan muy bien a sus prisioneros. Eso sí que lo sabemos. Estarías poniendo tu vida en peligro.

—Igual que tus soldados y tú.

—Ése es nuestro trabajo, senador.

—¿Y acaso no es también el mío? —el caamasiano se inclinó hacia delante, su cuerpo de largas extremidades se movió con fluidez serena—. Como senador, soy responsable de millones de seres. No quiero verles muertos o muriendo. Es mi responsabilidad hacer todo lo posible por impedir esta guerra. Ya sabéis que mi pueblo es pacifista, pero también sabéis que luché con vosotros en Dantooine, y que he luchado antes. No quiero luchar más, así que debo ir a Dubrillion.

Leia le miró con un nudo en la garganta. Le recorrió un escalofrío, un escalofrío que quiso atajar, pero no pudo. Sabía que la Fuerza otorgaba a veces cierta clarividencia. El temor que sentía arremolinarse en su interior era tan profundo que esperó que no significara que la misión de Elegos estaba condenada.

—Elegos, llévate al menos algunos noghris contigo, alguien que te proteja.

—Es una sugerencia muy amable, amiga Leia, pero los noghris estarán mejor siendo útiles en cualquier otra parte —Elegos ladeó la cabeza un poco y sonrió a Leia—. Esta misión tiene que llevarse a cabo. Si tengo éxito, todos nos salvaremos.

Borsk soltó una risilla.

—¿De verdad crees que esa misión tuya puede salir bien?

El caamasiano miró al bothan un momento, y entrecerró los ojos.

—Las posibilidades son escasas, quizá no haya ninguna, pero ¿quién de vosotros puede afirmar que no merece la pena correr el riesgo, si podemos detener esta guerra?

Leia tembló.

—¿Y si fracasas?

—Entonces, querida, mi destino importará poco, teniendo en cuenta la gravedad de lo que vendrá después.

Capítulo 5
BOOK: Marea oscura II: Desastre
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