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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (2 page)

BOOK: Marea oscura II: Desastre
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Los infieles, entre sus últimos estertores, se desvanecían en charcos de sangre.

Los esclavos pasaban por encima de los cadáveres, tanto los de los chazrach como los de los infieles, empujándose unos a otros para llegar al enemigo. La emboscada se había convertido en una desbandada. Los infieles intentaban encontrar una salida, pero la constante llegada de chazrach hacía imposible escapar.

Y entonces, Shedao Shai sintió la tranquilizadora punzada del dolor. Le entró por la espalda, justo por encima de la cadera izquierda, y le salió por el vientre.

Sintió cómo el chazrach intentaba suprimir el dolor mientras se lanzaba hacia la izquierda para alejarse del mismo. Se sacó el arma que le había herido, reduciendo un poco el dolor, pero sin conseguir evitar en absoluto que el resto de los chazrach se asustaran al ver la magnitud de su herida.

Se dio la vuelta y alzó el anfibastón, aunque casi erró el blanco. El infiel que le había atravesado con su arma era una hembra bastante joven. El golpe que habría acertado a un adulto en el cuello le dio a ella en la cara, al nivel de los ojos. El arma rompió el hueso y le atravesó el cráneo. La infiel se sacudió espasmódicamente cuando el anfibastón se separó de su cabeza, salpicando de sangre el ferrocemento quebrado de las paredes del laberinto. Cayó al suelo como un harapo húmedo y gastado, pero no soltó la vibrocuchilla que había empleado para asestar el golpe en el costado del esclavo. El aparato seguía zumbando, con un ruido que intentaba patéticamente imitar a la vida.

Shedao Shai arqueó la espalda y se quitó la máscara de cognición de la cabeza. No le daba miedo la reacción del chazrach a la herida, o que se asustara y se desvaneciera. Shedao Shai había pasado por ese tipo de cosas muchas veces. Pero en aquella ocasión no quería verse interferido por las percepciones de un cobarde.
No quiero ensuciarme.

El comandante yuuzhan vong abrió los brazos y respiró hondo en su camarote en las entrañas del
Legado del Suplicio.
Sabía que más de uno pensaría que su rechazo a vivir las últimas percepciones del chazrach era propio de cobardes. Deign Lian, su subordinado inmediato en la jerarquía, sin duda sería de esa opinión. Pero el Dominio Lian tenía una historia más gloriosa que el Dominio Shai, al menos hasta hacía poco.
Una historia de triunfos que les han conducido a ser descuidados débiles. Lian me fue enviado para que le inicie en las auténticas pasiones de un guerrero.

Shedao Shai sabía que lo que había percibido en el chazrach sería considerado por la mayoría como una nimiedad, pero a los Shai no les gustaba verse interferidos por ese tipo de cosas. El dolor que había sentido el esclavo con la vibrocuchilla, un arma blasfema que había corrompido a una inocente y la había inducido a luchar en la guerra, había sido recibido con rechazo. El chazrach había recibido la oportunidad de acceder directamente a la salvación, pero le dio la espalda.

El dolor no debía ser rechazado sino bienvenido. En opinión de Shedao Shai, la única verdad constante en la realidad era el dolor. El nacimiento es dolor, la muerte es dolor, todos los cambios requerían dolor. Rechazar el dolor era como negar la verdadera naturaleza del dolor. La debilidad personal distanciaba a la gente del dolor, que no era algo que tuviera que superarse, sino algo que había que asimilar en el interior de uno para poder trascender y transfigurarse en la apariencia de los propios dioses.

Shedao Shai se acercó a una de las agujereadas paredes de la cámara y acarició una esfera color perla incrustada en el muro. Como si se tratara de arena negra arrastrada por las olas de la playa, el color desapareció de la pared, que quedó transparente. Tras ella, en formación jerárquica piramidal, yacían los restos del Dominio Shai. Sólo una parte del patrimonio estaba almacenado allí.

Era impensable que una colección entera de semejante valor se encomendara a una sola persona, y mucho menos a la custodia de una nave como el
Legado del Suplicio.
Los huesos habían sido especialmente seleccionados por los ancianos del Dominio para inspirar a este heredero en particular.

Shedao Shai pasó una mano por la barrera que le separaba de los huesos, deteniéndose sólo en la abertura de la esquina inferior izquierda. Era allí dónde él quería que reposaran los restos de Mongei Shai, su abuelo, un valiente guerrero que se aventuró en una misión de exploración a un planeta que los infieles llamaban Bimmiel. Mongei se trasladó allí en misión preparatoria para la invasión. Permaneció valientemente en el planeta para poder seguir enviando información a sus compañeros, que regresaron a la flota en espera. El sacrificio de su muerte, como resultado de su afán por cumplir con su misión, conllevó un gran honor para el Dominio Shai, y, en gran medida, había hecho posible —no,
vital—
que Shedao fuera escogido para capitanear la invasión.

Shedao había enviado a dos de sus parientes a recuperar los restos, pero no tuvieron éxito. Neira y Dranae Shai habían sido asesinados por los
jeedai,
los infieles más peculiares sobre los que Nom Anor había enviado información.

Esos,jeedai dicen estar emparentados con la vida y ser capaces de controlarla, pero su emblema es un sable láser: un arma que puede destruir sin esfuerzo tanto la vida como a las abominables máquinas. Ellos se consideran por encima de la vida emplean la mítica Fuerza para ocultar su regocijo en la blasfemia mecánica.

El comandante yuuzhan vong se sacudió un escalofrío, se alejó de la pared de los restos y cruzó la habitación. Allí acarició una barra roja que había en la pared. Ese lado de la sala comenzó a transformarse. La pared de coral yorik comenzó a descender hacia una plataforma. Unos apéndices triples, seis, salieron de la pared. Shedao se giró, contemplando los huesos, y alzó los brazos.

De los dos apéndices superiores surgió un tentáculo de aspecto viscoso que le rodeó las muñecas y apretó fuerte. Los cuatro de abajo también soltaron unas correas que le agarraron de la misma forma los tobillos y los muslos. Se sintió elevado por las muñecas, con los antebrazos tensos. Las articulaciones le chasquearon y pequeñas explosiones de dolor le bajaron por los brazos, haciendo que se le retorcieran los dedos. Sus pies dejaron de tocar el suelo. Se quedó bocabajo, lo que le obligó a retorcer el cuello para poder contemplar los huesos en su dorado resplandor desde arriba.

La luz hacía que las cuencas de los ojos de la calavera situada más arriba parecieran agujeros negros. Shedao Shai contempló primero la izquierda, la más irregular, siguiendo con la mirada el filo cóncavo de la órbita. Nunca había visto viva a aquella yuuzhan vong, y apenas podía reconstruir la cantidad de generaciones que hacía que había muerto, pero podía imaginar que su mirada fue tan cruel en vida como lo era ahora entre las sombras.

Firmemente sujeto en el Abrazo del Dolor, Shedao Shai comenzó a luchar contra sus ataduras. Los miembros de la criatura se contrajeron, doblando los brazos de Shedao y arqueándole la espalda. El dolor comenzó a crecer poco a poco, por lo que Shedao aumentó su resistencia, tirando y empujando, intentando soltarse los brazos. La criatura llamada Abrazo del Dolor tiró de sus miembros y se retorció de manera que los hombros y la pelvis de Shedao giraron cada uno en una dirección. Si miraba por encima del hombro izquierdo, podía verse el talón derecho.
Pero todavía no lo puedo ver bien.

Luchó con más ahínco contra el Abrazo, dejando que las agonías plateadas sustituyeran a los rojos rastros de dolor que le recorrían el cuerpo de arriba a abajo. Buscó el dolor, lo paladeó, lo saboreó, intentó cuantificarlo y describirlo, se regocijó secretamente en el hecho de que era demasiado, mucho mayor que el dolor que él podría llegar a infligir en su vida.

Aun sabiendo que aquello le superaba, se obligó a luchar más contra el Abrazo, reuniendo fuerzas para otro explosivo acto de resistencia.

El Abrazo se movió de nuevo, llevándole las muñecas hasta la altura de la nuca. Estirando los dedos, se agarró del pelo de la nuca y tiró para poder contemplar los huesos. El suplicio era absoluto, y estimulaba todas y cada una de sus terminaciones nerviosas. No podía ni enumerar todo lo que sentía. Era demasiado, y llegaba tan rápido, y le arrasaba de dolor hasta que…

…hasta que todo lo que soy es dolor.

Cuando consiguió lo que deseaba, sus labios dejaron al descubierto una sonrisa mellada. Los infieles hacían todo lo posible por escapar de este tipo de dolor.
Se disocian de la realidad. Es por eso que son una abominación que debe eliminarse de la galaxia. A
él le daba igual que los humanos hubieran llegado antes. Sólo le importaba que los dioses habían dado a los yuuzhan vong la galaxia y la misión de librarse de aquellos no creyentes.

Envuelto en agonías inimaginables, Shedao Shai se dedicó de nuevo a la sagrada misión otorgada a los yuuzhan vong.
Hemos venido a traerles la Verdad.

Ahogándose en un crisol de dolor, los afortunados conocerán la salvación antes de morir. El resto…
Se detuvo cuando una explosión de dolor le subió por la columna hasta el cráneo.
El resto se quedarán sin vida, como las máquinas a las que adoran, y los dioses se regocijarán, pues nuestro destino será cumplido.

Capítulo 2

El chasquido de los sables láser ahogaba el profundo respirar de Luke Skywalker. Miraba mientras el contundente golpe hacía que Mara Jade Skywalker se tambaleara hacia atrás. Luke podía sentir la Fuerza fluyendo alrededor de ella, formando líneas que parecían atacarla, atravesarla. Luke alargó una mano, dispuesto a convertir esos abruptos vértices en suaves curvas.

Pero, antes de que pudiera hacerlo, Mara empleó la inercia de su movimiento. Rodó sobre el costado derecho, se puso en pie y asestó una estocada en barrido con su sable láser azul. Su roja melena centelleaba al moverse de un lado a otro. Sus ojos verdes brillaban con otro tipo de luz, una luz que hacía juego con la feroz expresión de su rostro, que no delataba ni un sólo signo de debilidad por su parte.

Su contrincante saltó por encima de la hoja del sable, pero ni tan alto ni tan grácil como lo hubieran hecho otros Jedi. Corran Horn aterrizó y se cambió el sable láser a la mano izquierda, clavándolo en el suelo. Echó chispas al encontrarse con el arma de Mara. Corran giró sobre el talón izquierdo y le dio una patada lateral a Mara en la cabeza. Ella salió impulsada hacia atrás y, con una voltereta, se puso en pie.

La mujer alzó la hoja en guardia, a la altura de su cabeza. Corran se puso frente a ella, agarrando el sable con ambas manos y apuntando al suelo, hacia su pie derecho. La luz de las hojas parecía convertir su sudor en un brillo iridiscente, visible en el rostro y los brazos desnudos de Mara y el empapado torso de Corran.

Mara atacó y Corran esquivó. Intercambiaron golpes, retirándose y atacando por turnos. Luke se maravilló con la complejidad de la Fuerza que fluía alrededor de ambos. Había visto grandes demostraciones de la Fuerza,
hace
años, antes de llegar a comprender las sutilezas de la Fuerza,
y demostraciones todavía más fluidas del manejo del sable láser, pero el enfrentamiento que presenciaba en ese momento era otra cosa. Mara y Corran, amigos desde hacía tiempo, buscaban llevarse mutuamente al límite, utilizando la astucia, la habilidad y la fuerza para hacerlo. Alternaban la defensa y el ataque, pasando por una cantidad ingente de variaciones. El objetivo no era causar daño, sino obligar al otro a impedir que se hiciera el daño.

Y lo que todavía lo hacía más destacable era que ninguno de los dos se hallaba en plenas facultades físicas. Mara llevaba tiempo luchando contra una enfermedad que mermaba sus fuerzas y desafiaba a los tremendos esfuerzos de Luke por ayudarla. Pero éste sabía que podía haber sido peor: Mara era la única que había sobrevivido de las cien personas diagnosticadas con esa enfermedad.

Su permanencia en la Fuerza la ha mantenido con vida, y siempre deja que la Fuerza fluya por su interior durante el combate.

Por su parte, Corran acababa de terminar un tratamiento de bacta para recuperarse de las heridas mortales recibidas en la lucha contra los yuuzhan vong en Bimmiel. Aunque las heridas se habían curado, incluyendo los efectos a largo plazo de una biotoxina, no le era fácil recuperar la forma y estar preparado para el combate. Luke se dio cuenta de que Corran respiraba con dificultad debido al ejercicio, y sonrió.
Ya no somos tan jóvenes como antaño.

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