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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

Marea oscura II: Desastre (8 page)

BOOK: Marea oscura II: Desastre
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—¿Prefiere estar de nuevo en el ejército a ser un Jedi? —preguntó el muchacho.

—Fue agradable ver que todavía me sentaba bien el uniforme, y me gusta la estrella de más en los galones. Incluso me he quitado la barba —Corran sonrió—. Pero por este uniforme no soy menos Jedi que tú o Jaina. Es una ficción conveniente para hacer lo que hay que hacer. Me gustaría que fuera diferente, pero si tengo que representar un papel para salvar vidas, lo representaré.

Corran puso la taza vacía sobre la mesa.

—Y, dicho esto, añadiré que la misión en Garqi no va a ser ningún juego.

—Lo sé. He estudiado el terreno y sus alrededores, los recursos naturales, la red de telecomunicaciones, las rutas y los enlaces de tráfico, los generadores de energía y los circuitos de distribución —Jacen frunció el ceño mientras enumeraba con los dedos—. También he hecho simulaciones de todo el equipo básico y conozco el funcionamiento de mi escáner de muestras como la palma de mi mano.

—Bien. No esperaba menos de ti. Y hay una cosa que va a ser muy importante, y tu hermana lo está aprendiendo ya en el Escuadrón Pícaro: tendrás que acatar las órdenes. Sé que la acción independiente que ambos emprendisteis en Helska 4 salvó a Danni Quee, pero también sé que tu escapada para liberar a los esclavos de Belkadan no salió tan bien. Ahora vas a formar parte de un equipo. Todos dependemos de todos, así que no quiero escapadas repentinas sólo porque creas que sabes lo que va a pasar. Yo nunca me negaré a nada porque sí. Si tiene sentido, lo pensaré. ¿Entendido?

Jacen asintió. Apreciaba lo que Corran le estaba diciendo, y no pasó por alto el profundo tono paternal que empleaba para dirigirse a él.

—Sí, señor, entendido.

—Bien. Hay otra cosa que debes saber. Te elegí para esta misión por tu experiencia con los yuuzhan vong y por el valor que demostraste en tus enfrentamientos con ellos. Mi experiencia personal con ellos no ha sido muy agradable, y no estaría aquí si tuviera otra opción. Tu voluntad de regresar allí es admirable.

Jacen miró su taza.

—Gracias.

—Si la misión sale bien, entraremos y saldremos, y los vong apenas se darán cuenta de nuestra presencia. Espero que no se produzcan situaciones que requieran heroicidades propias de tu familia —Corran sonrió con amabilidad—. Por otra parte, tengo bastante confianza en nuestras posibilidades sabiendo que contamos con un profundo desprecio corelliano por el riesgo, además de con las habilidades en combate de los noghris.

Jaina alzó una ceja.

—¿Y Ganner?

—Él es de Teyr. No distinguiría un riesgo de una moneda —Corran recogió su taza de la mesa—. Pero es bueno luchando y es listo cuando se para a pensar. Y además ya habrás notado lo atractivo que es.

Jaina se sonrojó de nuevo.

—Bueno, es difícil no hacerlo.

—El hecho de que esté pavoneándose constantemente lo hace todavía más evidente —Corran guiñó un ojo a Jacen—. Pero será mejor que eso quede entre nosotros. Se sale ligeramente de los parámetros de la misión.

—Entendido.

—Bueno, me marcho. Pasa un rato con tu hermana y luego comprueba dos veces tu equipo. Faltan un día o dos para partir, pero nunca es malo estar preparado de antemano.

—Así lo haré, Corran.

Jaina asintió.

—Encantada de verle, coronel.

—Lo mismo digo, teniente. Espero que siga dejando bien alto el pabellón Pícaro.

—Sí, señor.

Jacen esperó a que Corran se alejara antes de arquear una ceja en dirección a su hermana.

—Pero qué formalita has estado.

—En el ejército, la familiaridad sobra, Jacen —sonrió—. Supongo que ahora nos movemos con reglas distintas.

—Mismo objetivo, diferentes caminos —Jacen suspiró—. Que es algo que podría darme mucho que pensar, pero no. Lo primero es lo primero. Y debemos ocuparnos de ello, antes de pensar en el futuro.

—Eso, hermano mío —dijo ella acercando su taza a la de Jacen—, es una estrategia con éxito garantizado.

Capítulo 7

Leia Organa Solo se hallaba en el compartimiento de pasajeros de la lanzadera clase Marketta
Luna de Chandrila.
Olmahk y Basbakhan, sus dos guardaespaldas noghri, se sentaban tras ella en la estrecha cabina de la nave.

Leia sólo percibía tranquilidad en los noghris. Cosa que contrastaba con la mujer que tenía sentada delante. Danni Quee, por su parte, rezumaba miedo como un vaso rebosante de líquido.

Leia se obligó a respirar hondo y a expulsar lentamente el aire, dejando que la tensión se disipara. O
al menos en parte.
El viaje de Coruscant a Bastion se había realizado bajo las mayores medidas de seguridad. El destructor estelar
Protector,
perteneciente a la clase Victoria, llegó al sistema Bastión manteniéndose apartado de las rutas normales, describiendo una enrevesada trayectoria hacia su destino, para luego esperar en la frontera con los escudos bajados y el armamento desactivado.

La reacción de Bastion fue rápida. Enviaron un destructor estelar, el
Implacable,
para consultar al
Protector
sobre las intenciones de la Nueva República. Leia les comunicó que traía información para el almirante Gilad Pellaeon. La nave del Remanente Imperial interrumpió las comunicaciones durante dos horas, y luego indicó a Leia que podía bajar al sistema en una única nave, acompañada de su personal de asistencia y dos pilotos.

El almirante Aril Nunb, del
Protector,
insistió a Leia que si claudicaba ante esas exigencias se estaría poniendo en manos del enemigo. Ella sabía que era cierto, pues muchos de los miembros del Remanente seguían viviendo en el pasado, en la gloria conquistada por el Imperio. Había crecido toda una generación desde la muerte del Emperador, que achacaba todas sus frus-traciones a la Rebelión. Leia, como líder de la misma y jefa de Estado de la Nueva República hasta casi el final de los enfrentamientos con el Remanente, era blanco de muchos rencores.
Algunos miembros del Remanente intentaron impedir la boda de Luke y Mara, y sería absurdo pensar que estaré segura aquí.

Aun así, si había que luchar contra la amenaza de los yuuzhan vong, el Remanente tenía que ser informado de lo que estaba pasando, y convencido de que su destino estaba ligado al de la Nueva República. Volvió a presionar a Danni para que actuara como testigo de las fechorías de los yuuzhan vong.

Supuso que los imperiales encontrarían a Danni convincente, como lo hizo el pueblo de Agamar.

Leia se inclinó hacia delante y palmeó a Danni en el hombro.

—No va a ser un desastre, Danni.

—Gracias —la chica cogió la mano de Leia—. Cada vez que siento compasión por mí misma me acuerdo de lo que está haciendo el senador A'Kla, y recuerdo que yo lo tengo bastante más fácil.

—Me temo que tienes razón.

Leia se apoyó en el respaldo. Recordó el momento en que vio partir a Elegos hacia su misión en solitario en Dubrillion. Le sorprendió no percibirle en absoluto asustado, a pesar del riesgo que iba a correr. Le hizo algún comentario al respecto, y el alienígena de pelo dorado sonrió.

—Lo cierto es que no tengo miedo —sus enormes ojos parpadearon—. Sé que esta misión podría acabar saldándose con mi muerte, pero esa preocupación es ínfima comparada con una guerra que podría causar la muerte de millones de seres. Y debo confesar que tengo una enorme curiosidad con respecto a los yuuzhan vong. Y yo diría que ellos tienen la misma curiosidad por nosotros, lo que significa que tenemos una moneda de cambio con ellos. Eso no sólo posibilitaría las negociaciones, sino que podría facilitar que llegasen a buen término.

Leia le abrazó y sintió con agrado sus fuertes brazos alrededor de ella.

—No tienes por qué ir, Elegos. Hay otros medios.

Él se separó de ella y la cogió de las manos.

—¿Tú crees, Leia? Los yuuzhan vong odian las máquinas, así que si les enviamos un androide o cualquier otro tipo de dispositivo electrónico para ofrecerles nuestros mejores deseos, se lo tomarán como un insulto. Según la experiencia de Anakin en Dantooine, sabemos que respetan la valentía; de ahí esta misión. Y, si vuelvo, puede que se eviten más baños de sangre.

—¿Y si no vuelves?

—Entonces vuestro conocimiento de los yuuzhan vong será mucho más profundo —él sonrió—. Sé el peligro que corro, pero no me sería posible vivir en paz sin probar suerte. Para ti sería igual de imposible rechazar tu responsabilidad. Es sólo que tú tomas decisiones más sabias que yo.

Leia estuvo de acuerdo en ese momento; pero se lo pensó mejor cuando vio en la pantalla del puente de mando cómo se acercaba el
Quimera, y
la aduana de Bastion cada vez más próxima. La última vez que había visto aquella nave fue en la firma de paz entre el Remanente y la Nueva República. Su posterior dedicación a los asuntos internos de la Nueva República, y luego su retiro del Gobierno, la habían mantenido al margen de los contactos entre el Remanente y la Nueva República. Se dio cuenta de que conocía poco el Remanente, lo que significaba que no sabía si al almirante Pellaeon le resultaría difícil o no ofrecer su ayuda.

Ni siquiera los informes que había leído durante el viaje habían podido darle los conocimientos de la política de la región que necesitaba. Unos cuantos imperiales sueltos huyeron al Remanente, llevándose consigo una vasta cantidad de riquezas, pero el desarrollo económico de la región era muy lento.

Los lujos de Coruscant sólo estaban al alcance de unos cuantos bolsillos, y en algunos planetas había zonas donde la gente vivía sumida en la pobreza. La disponibilidad de productos a bajo precio producidos en la Nueva República había acabado con varias industrias, y se había informado de varias revueltas relacionadas con las importaciones.

En el frente diplomático, las relaciones eran cordiales entre ambas naciones.

Leia sabía que eso se debía en gran parte a los esfuerzos de Talon Karrde. En la época de la firma del tratado, él propuso la creación de una agencia que facilitaba el intercambio de información entre ambas naciones. Eso acalló gran parte de la paranoia que sufrían los extremistas de ambos bandos, si bien seguía reinando cierta sospecha. Según los archivos de Leia, apenas se habían enviado datos sobre los yuuzhan vong a Karrde o al Remanente, así que probablemente sabían algo de lo que pasaba, pero sin detalles.

Y
como eso haya hecho cundir la paranoia, esta misión estaba condenada al fracaso desde antes de empezar.

La voz del piloto resonó en la cabina.

—Permiso concedido para aterrizar en la pista principal de la aduana. El tiempo calculado de llegada es de tres minutos.

Danni se giró en su asiento, se puso de rodillas y miró a Leia.

—¿De verdad vamos a conocer al almirante Pellaeon?

—Es probable y, en ese caso, sería muy buena señal —Leia suspiró—. La diplomacia puede ser un juego, Danni. Cuando fuimos a Agamar y solicitamos dirigirnos al Consejo Agamariano, el hecho de haber sido en el pasado jefa de Estado de la Nueva República garantizó en gran medida mi acceso y que me dieran audiencia. Para ellos fue un honor tenerme allí.

Entrecerró los ojos.

—Es probable que Pellaeon tenga grupos dentro del Remanente que se opongan a la Nueva República y, si son lo bastante fuertes, para él sería un suicidio político reunirse conmigo. En ese caso será un funcionario el que le represente en los encuentros preliminares. Y si es un funcionario de clase baja, nuestra misión está condenada. Si es alguien de alta graduación, un ministro, que es más o menos mi equivalente a nivel de protocolo, tendremos alguna posibilidad de sacar el caso adelante y obtener resultados favorables.

Danni sonrió.

—Creo que la astrofísica es más sencilla que la diplomacia o la política.

—Bueno, no sé. En política hay agujeros negros, púlsares, cosas que dan más calor que luz —Leia sonrió a Danni—. Ya no recuerdo la época en la que la política no era parte de mi vida. Menos mal que me lo tomé bien. Aunque he de admitir que cuando me retiré fui feliz, y que no veo el momento de volver a hacerlo.

El suave ronroneo de las alas de la nave al plegarse y el posterior bamboleo indicaron que habían llegado a la aduana. La escotilla de salida se abrió con un silbido que ahogó sobradamente el escaso ruido que hizo Basbakhan al cruzar la rampa de descenso en prevención de un posible ataque Olmahk se quedó entre Leia y el puente, y cuando su compañero le indicó que todo estaba despejado, hizo un gesto a Leia para que avanzase.

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