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Authors: David Brin

Marea estelar (61 page)

BOOK: Marea estelar
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Los ojos del pila se desorbitaron cuando Krat lo apuñaló en el abdomen con el espolón nupcial para matarlo. Krat se puso en pie, y levantando el cadáver del bibliotecario lo arrojó contra la pared.

Permaneció sobre el cuerpo inhalando profundamente los efluvios de la muerte. Aquel asesinato no le causaría problemas. En realidad, el idiota pila la había interrumpido. Nadie podría negar que ella estaba en su pleno derecho de matarle.

Contrajo su espolón. Había estado bien. No como si se hubiera apareado con un macho de su raza, que podía defenderse, pero había estado bien.

—Dime algo más acerca de esa nave terrestre —le susurró al paha.

—Señora —esperó unos cuantos segundos antes de empezar a hablar y ella lo noto—.

No es su nave principal, al parecer es una patrullera.

—Un emisario —asintió ella—. Me pregunto por qué no intentarán llegar a un acuerdo de rendición en vez de eso. Mueve la flota para interceptar a esa patrullera. ¡Debemos actuar antes de que los tandu se den cuenta! Y que nos escolten por detrás nuestros nuevos aliados thenanios. Quiero que comprendan que son los menos importantes en esta empresa.

—Señora, los thenanios han empezado a prepararse para abandonarnos. Parecen estar deseosos de unirse al caos de la superficie del planeta.

—Que se marchen —gruñó Krat—. Ahora ya estamos en igualdad de condiciones con los tandu. Y los thenanios están prácticamente acabados. Que se vayan. Y entonces nos dispondremos a seguir a la patrullera.

Volvió a sentarse sobre su cojín de vletur y murmuró para sí: Pronto. Muy pronto.

Los amos pedían demasiado. ¿Cómo podían esperar un informe concreto del Aceptador cuando estaban ocurriendo tantas cosas?

¡Era maravilloso! Todo sucedía al mismo tiempo. Pequeñas escaramuzas sobre la superficie del planeta... volcanes en erupción... y el gran rugido psíquico que había manado del propio planeta hacía sólo unos momentos.

La cólera todavía bullía y espumeaba. ¿Por qué estaban tan poco interesados los amos en un fenómeno tan singular como lo eran las ondas psi que emergían desde el subsuelo del planeta? El Aceptador podría haberles contado muchas cosas sobre aquello, pero ellos sólo querían que permaneciera en silencio. Los distraía y les hacía sentirse más vulnerables.

El Aceptador lo presenciaba todo con arrobamiento, hasta que llegó de nuevo el castigo. Los amos le aplicaron un látigo mural. Sus piernas se arquearon ante la desagradable sensación que corrió a través de su cerebro.

¿Modificaría el castigo su comportamiento esta vez?, se preguntó el Aceptador.

Decidió ignorar el «dolor». Dejémosles que griten. El Aceptador estaba cautivado por las encolerizadas voces que procedían de abajo y escuchaba con toda su atención.

105
EL ESQUIFE

—¿Qué demonios...?

Dennie rodó fuera de la plataforma seca para caer en el agua que estaba debajo.

Sah'ot daba gritos, confundido, cuando la pequeña nave empezó a oscilar.

Entonces, al movimiento físico se unió una oleada de molestia psíquica que empezó a llenar sus cabezas. Dennie escupió el agua que había tragado y se agarró a la barandilla.

Quería taparse los oídos.

—Otra vez no —gimió. Intentó poner en práctica las técnicas que Toshio le había enseñado... concentrarse en los latidos de su corazón para apartar de su cerebro los triturantes parásitos.

—Ssson ellos —gritó Sah'ot, pero ella apenas pudo oírlo.

El fin pulsó el botón de la escotilla con el hocico y nadó por el pasillo. Entró en la pequeña sala de mando.

—¡Creideiki! —empezó a decir, olvidándose por un momento de que el capitán no podía entenderle—. Son ellos. ¡Las voces de las profundidades!

Creideiki le miró, y Sah'ot se dio cuenta de que el capitán ya lo sabía. De hecho, apenas parecía sorprendido. Creideiki entonó una suave melodía de aceptación. Tenía un aspecto feliz.

—Estoy detectando neutrinos y flujos anti-g —anunció Keepiru desde el puesto del piloto—. Es una pequeña nave que despega.

—Seguro que es Takkata-Jim —asintió Hikahi—. Espero que Gillian se haya ocupado de él.

Continuaron avanzando bajo el agua en dirección este Media hora más tarde, Keepiru gritó de nuevo:

—¡Más anti-g! ¡Una nave grande! ¡Está despegando en el sudoeste!

Las aletas de Creideiki golpearon contra la superficie del agua.

¡Subid, subid!

¡Subid y mirad!

¡Mirad!:

—Subamos —dijo Hikahi a Keepiru asintiendo con la cabeza.

El esquife llegó a la superficie. El agua se deslizaba por las troneras.

Se reunieron junto a un ojo de buey que daba al sur y vieron cómo surgía del horizonte un gran objeto de forma afilada y cómo se elevaba en el cielo ganando gradualmente velocidad. Lo vieron volar hacia el sur, cruzar la barrera del sonido, para desaparecer al fin entre las altas nubes.

Estuvieron observando hasta que la estela dejada por el Streaker empezó a desvanecerse y a deformarse debido a los vientos contrarios de Kithrup.

DÉCIMA PARTE
EL RAPTO

Ellos son los muchachos que siempre preceden al viento.

Hermán Melville

106
TOSHIO

Toshio nadaba con energía mientras la marejada intentaba arrastrarlo hacia atrás.

Luchaba contra la corriente y se dirigía hacia el mar abierto. Cuando sus brazos y piernas ya no podían soportar el dolor, llegó a aguas más tranquilas. Los pulmones le quemaban y se volvió para ver cómo la colina metálica, ahora a unos dos kilómetros de distancia, se hundía en su propia sima.

El hundimiento no duraría mucho. El árbol taladrador no había terminado su excavación cuando Dennie y él lo hicieron explotar. La isla se estabilizaría en cuanto el pozo se hubiera llenado.

Se oían sordas detonaciones. Toshio pedaleó en el agua y echó un vistazo a su entorno. En todas las islas cercanas los árboles se movían, y no precisamente impulsados por el viento. Vio en la distancia tres columnas de vapor y de humo que se elevaban sobre el agua. Eran el resultado de los terremotos subacuáticos.

¿Y todo esto a causa de una pequeña bomba? A pesar de todo lo que le había ocurrido, Toshio examinaba con calma las causas. No le quedaba nada por hacer a excepción de elegir la forma de morir. Se sintió extrañamente liberado.

¿Y si la bomba hubiese abierto una vena de magma?, se preguntó. Si aparece un volcán en cualquier parte, creo que podría ser en el pozo de ese árbol taladrador. Pero supongo que la isla lo está taponando.

La colina metálica que había sido su hogar durante dos semanas había dejado de hundirse. Algunas copas de árboles ondeaban sobre el agua.

Toshio se preguntó qué suerte habría corrido Charles Dart. No podía imaginarse al chimpancé nadando hasta muy lejos. Quizás fuese lo mejor. Al fin Charlie había obtenido un claro éxito.

Toshio se sintió aliviado después de descansar. Volvió a nadar hacia mar abierto.

Unos veinte minutos más tarde, se produjo un nuevo rugido sordo. Se volvió justo a tiempo para ver la distante colina sacudida por una violenta explosión. Fragmentos de piedras y vegetación volaron en todas direcciones. La propia colina se elevó, casi por encima del nivel del mar, se partió en pedazos y luego se hundió en una nube de vapor.

107
TAKKATA-JIM

—¡Llamando a la flota de guerra! ¡Llamando a la flota de guerra vencedora! Habla Takkata-Jim, teniente del Servicio de Exploración de Terragens. ¡Deseo negociar!

¡Responda, por favor!

El receptor permanecía mudo. Takkata-Jim soltó una maldición. La radio tiene que funcionar, la había cogido del trineo de Thomas Orley, y ese humano siempre tenía su equipo en perfectas condiciones. ¿Por qué los galácticos no respondían?

La lancha había sido diseñada para ser atendida por más de una persona. El repentino e inesperado desastre de la isla le había obligado a abandonar a sus stenos. Ahora no tenía a nadie que le ayudase. Debía realizar dos o tres trabajos al mismo tiempo.

Observó el visor de tácticas. Una masa de puntos amarillos se dirigía hacia él desde el sector norte galáctico. Era una ridícula flotilla si se la comparaba con las grandes naves que habían estado luchando en el sistema hacía sólo unas semanas. Pero su potencia de armamento seguía siendo impresionante. Iban directos hacia él.

El caos reinaba por doquier. El planeta estaba tachonado de fugas de energía, hirvientes explosiones de vapor en los lugares donde los volcanes se habían hundido en el mar. Y en el hemisferio norte del planeta, una batalla de «todos contra todos» continuaba.

Takkata-Jim aumentó la escala de alcance de su visor y captó otra flota. También ésta se dirigía hacia él.

El éter estaba lleno de voces que rugían. AM, FM, CMIC, se mezclaban confusamente en cada punto del dial.

¿Era aquélla la razón de que nadie le diera señales de oírle?

No. Los galácticos tenían unos ordenadores muy sofisticados. Debía ser culpa de su equipo. No tuvo tiempo para revisarlo antes de despegar.

Takkata-Jim consultó el mapa con nerviosismo.

Estaba volando entre una manada de tiburones atigrados, con la esperanza de negociar la protección del Streaker y su eventual liberación. Entonces recordó la expresión en el rostro de Gillian Baskin, una semana antes, cuando él sugirió dar a los ETs todo lo que pidieran. En aquella ocasión, Metz le había apoyado, pero ahora le venía a la mente la expresión de la mujer. Lo había mirado compasivamente al decirle que los fanáticos nunca actuaban de aquel modo.

—Nos quitarán todo lo que tenemos, nos darán amablemente las gracias y luego nos hervirán en un caldero —había comentado ella.

Takkata-Jim inclinó la cabeza. No lo creo. Y además cualquier cosa es mejor que lo que ella planea.

Examinó el holo de tácticas. La primera flota se hallaba ahora a cien mil klicks de distancia. Al fin, el ordenador le suministraba datos de las naves. Eran acorazados soro.

¡Soros! A Takkata-Jim le subió bilis desde el estómago a la boca. Se acordó de todo lo que había oído contar sobre ellos.

—¿Y si disparan primero? ¿Y si no tienen interés en capturar prisioneros? Echó una ojeada a sus propios mandos de combate. El armamento de la lancha era bastante escaso, pero...

Aproximó una garra de su arnés al mando que accionaba el lanzamiento, sólo para sentirse un poco más tranquilo.

108
STREAKER

—Las dos flotas más importantes se dirigen ahora hacia Takkata-Jim.

—Mantenme informada, Wattaceti —asintió Gillian y dirigiéndose a Tsh't dijo—:

¿Cuánto tiempo podemos seguir ocultos por estas perturbaciones tectónicas?

—Nuestra anti-g está siendo detectable cada cinco minutos, Gillian. No creo que podamos retrasar la detección de energía mucho más tiempo si volamos sobre los volcanes. Si queremos evitarlo, tendremos que ganar altitud.

—Estamos siendo detectados desde una gran distancia —espetó el operador de detección—. Un par de naves que intervinieron en la batalla que se desarrolló sobre Orley sienten curiosssidad por nosotrosss.

—Si es así —comentó Tsh't—, vamos por ellas.

—Dame cinco minutos, Tsh't —dijo Gillian sacudiendo la cabeza—. No me interesan esos rezagados del hemisferio norte. ¡Hemos de permanecer ocultos de las grandes flotas un poco más!

Tsh't giró en el oxiagua, dejando una estela de burbujas.

—¡Lucky Kaa! Enfila hacia el sur-sudoeste, en dirección al volcán.

Gillian observaba el visor con toda atención. Una diminuta mancha azul mostraba a la lancha que volaba junto a un grupo de unas treinta manchas mucho mayores.

—Vamos, Takkata-Jim —murmuró Gillian para sí—. Creo que sé lo que pretendes.

Demuéstrame que estoy en lo cierto.

En la frecuencia de la radio del renegado teniente todavía no se había producido ningún sonido. Toshio debía haber realizado su misión y saboteado los transmisores en la isla.

La mancha azul se hallaba a unos cien mil kilómetros del enemigo.

—¡Telemetría! ¡Takkata-Jim ha cargado sus armas! —anunció Wattaceti.

Gillian asintió. Lo sabía. Ese tipo es casi humano. Debe tener una personalidad más fuerte de lo que yo habla esperado; no por lo que está haciendo sino porque ha sabido disimular. Por juera de lugar que parezca, ¿quién iría a enfrentarse con el enemigo sin tomar precauciones?

—Ahora, un poco más cerca...

—¡Gillian! —gritó el oficial de detección—. ¡No puedo creerlo! ¡Takkata-Jim está...!

Gillian sonrió con un poco de amargura.

—Déjame adivinarlo. Nuestro bravo teniente está disparando contra toda la flota de guerra.

Tsh't y Wattaceti se volvieron para mirarla, sorprendidos. Ella se encogió de hombros.

—Vamos. A pesar de todas sus faltas, nunca se ha podido decir que Takkata-Jim no fuese valiente —rió para ocultar su nerviosismo—. Vamos, todo el mundo a sus puestos.

109
TAKKATA-JIM

Takkata-Jim gritó y trató de sujetar la palanca. ¡No funcionaba! ¡Los controles de fuego estaban activándose sin que él lo ordenara!

Cada pocos segundos, un temblor sacudía la nave cuando un pequeño proyectil dirigido salía de su único lanzamisiles. Leves chispas de antimateria brotaban del morro de la lancha, apuntando automáticamente al navío alien más cercano.

En un disparo afortunado, la nave que iba en cabeza de la flota soro se abrió como los pétalos de una flor de fuego. El ataque por sorpresa había vencido las defensas diseñadas para soportar las temperaturas de una nova.

Soltó una maldición e intentó apartarse. No lo consiguió.

Cuando la flota soro empezó a responder al fuego, Takkata-Jim gimió y lanzó su pequeña patrullera a una salvaje serie de maniobras evasivas. Con el sentido tridimensional natural de los delfines, se apartó rápidamente con un movimiento giratorio de alta gravedad pasando entre las descargas que se le acercaban peligrosamente.

Sólo había una cosa que hacer, sólo una posible tabla de salvación. Takkata-Jim enfiló directamente hacia la segunda flota de batalla. Ellos debieron presenciar su ataque.

Puede que pensaran que se convertiría en su aliado, si vivía lo suficiente para llegar hasta ellos.

Aceleró, seguido por una horda de mastodontes que viraron y avanzaron pesadamente tras él.

110
STREAKER

—¿Ahora, Gillian?

—Casi. Espera un minuto.

—Esas navesss del norte parecen haber tomado una decisión. Algunas de ellas vienen hacia aquí... Rectifico: toda la refriega ha tomado la dirección sur, ¡hacia no-sotrosss!

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