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Authors: David Brin

Marea estelar (60 page)

BOOK: Marea estelar
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Durante un buen rato los cruceros derivaron saliéndose de su formación, incontrolados, inclinados en las capas más altas de la atmósfera.

Por fin él psi-grito empezó a desvanecerse. El airado chillido se convirtió en un gruñido y desapareció, dejando imágenes ardientes en las mentes de los tripulantes que volvieron a recobrar sus sentidos.

Los xatinni y sus pupilos, que se habían alejado de los demás, miraron a su alrededor y descubrieron que habían perdido todo deseo de combate. Decidieron aceptar aquel hecho como una invitación a retirarse. Sus cuatro zarrapastrosos navíos abandonaron el sistema de Kthesemenee tan deprisa como se lo permitieron sus motores.

Los J'Slek fueron más lentos en recobrar el sentido Después de sucumbir al aturdidor grito mental, se desviaron para unirse a las naves de los Hermanos de la Noche. Los Hermanos se recuperaron en seguida y usaron a los J'Slek para sus prácticas de tiro.

Dos naves de guerra jofur con pilotos automáticos altamente sofisticados aterrizaron en la vertiente de una humeante montaña, mucho más al sur de su destino de origen. Las armas automáticas vigilaban la llegada de enemigos mientras los jofur se debatían en la confusión. Por fin, cuando el sonido psíquico cesó, las tripulaciones recuperaron la conciencia y retomaron el control de sus naves que ya habían aterrizado.

Los jofur se disponían a despegar de nuevo para dirigirse al norte, cuando toda la cima de la montaña explotó y voló por los aires formando una columna de vapor sobrecalentado.

102
STREAKER

Gillian se quedó con la mirada fija y la boca abierta hasta que los «chirridos» empezaron a disminuir. Tragó saliva, sus oídos estaban a punto de estallar y sacudió la cabeza para librarse del aturdimiento. Entonces vio que los delfines la estaban mirando.

—Nos encontramos bien, Gillian —Tsh't parecía aliviada—. Hemos detectado una explosión psi muy poderosa hace sólo unos instantes. Atravesó con facilidad nuestras protecciones y parece que te ha dejado atontada unos minutos. Pero aparte de una momentánea incomodidad, nosotros apenas la hemos notado.

—Debe ser mi percepción extrasensorial que me hace más vulnerable —dijo Gillian frotándose las sienes—. Esperemos que los ETs no repitan más ataques como éste... —se interrumpió. Tsh't sacudía la cabeza.

—Gillian, no creo que fueran los ETs. Y, en caso de que lo fueran, nosotros no constituíamos su objetivo. Los instrumentos indican que la explosión se produjo muy cerca y que estaba sintonizada de un modo preciso para que no pudiera ser percibida por los cetáceos. Tu cerebro es parecido al nuestro, por eso solamente lo notaste un poco.

Suessi dice que apenas ha sentido nada. Pero imagino que los galácticos han pasado un mal rato con esa tormenta psi.

—No lo entiendo —dijo Gillian sacudiendo la cabeza por segunda vez.

—Pues ya somos dosss. Pero supongo que no hay nada que entender. Sólo puedo decirte que en el mismo instante en que se produjo la explosión psi, hubo un temblor de tierra a menos de doscientos klicks de aquí. Ahora empiezan a llegar las ondas de choque.

Gillian nadó hacia el puesto de Tsh't en el puente del Streaker. La teniente delfín señaló con la mandíbula la esfera que representaba el planeta.

Cerca de la posición que ocupaba el Streaker en el globo, se veía un racimo de símbolos rojos que destellaban.

—¡Es la isla de Toshio! —dijo Gillian—. ¡Entonces, Charlie tenía una bomba!

—¿Cómo dices? —Tsh't parecía confundida—. Yo creía que Takkata-Jim las había confiscado.

—¡Nave despegando! —anunció un oficial de detección—. Anti-g y estasis en el mismo lugar del seísmo, a ciento cinc-cuenta klicks de distancia, ¡La nave se dirige ahora hacia Mach dos, rumbo este!

Gillian miró a Tsh't. Las dos habían pensado lo mismo: Takkata-Jim.

—Tendremos que enfrentarnos con una decisión —dijo Gillian—. Que sigan a esa nave para ver a qué flota se dirige. Y despertad a los que estaban libres de servicio.

—Bien, señor. A aquellos que se las arreglaron para seguir durmiendo los últimos minutos —Tsh't se volvió a transmitir la orden.

Poco más tarde el computador de combate empezó a parlotear.

—¿Y ahora qué? —preguntó Gillian.

Unos diminutos puntos de color amarillo brillante empezaron a aparecer en la esfera que representaba Kithrup, surgiendo exactamente del emplazamiento de la isla de Toshio.

—Son algún tipo de detonaciones —comentó Tsh't—. El ordenador las está interpretando como bombas pero no detectamos misiles. Y las detonaciones se dan sólo en esa estrecha franja de longitud!

—¡Más perturbaciones psi! —anunció el operador—. ¡Fuertes! ¡Y proceden de numerosas fuentes, todas sobre el planeta!

—Esas detonaciones no son bombas —dijo Gillian frunciendo el ceño—. Recuerdo haber visto diseños como éste. Es el límite tectónico del planeta. Esas perturbaciones deben ser volcanes. Yo diría que es la manera con la que los nativos muestran su descontento.

—¿? —Tsh't la miró con cara de estar absolutamente perpleja.

La expresión de Gillian era pensativa, como si tuviera la mirada perdida en la distancia.

—Creo que empiezo a entender lo que está ocurriendo. Podemos agradecer a Creideiki que las perturbaciones psi no afecten a los delfines, por ejemplo —los delfines la miraban. Gillian sonreía y dio una palmadita a Tsh't en el costado—. No hay que preocuparse, fem-fin. Es una larga historia y cuando tenga tiempo ya la contaré. Creo que el mayor efecto que todo esto provocará sobre nosotros serán los terremotos. Pronto empezaremos a notarlos. ¿Crees que podremos soportarlos a esta profundidad?

La teniente delfín frunció el ceño. La forma en que los humanos saltaban de una idea a otra era algo que escapaba a su comprensión.

—Creo que sssí, Gillian. Es decir, en la medida en que esto permanezca estable —dijo señalando el acantilado marino que se divisaba desde una tronera del navío.

Gillian miró la inmensa masa de rocas, a través de las grietas del destructor thenanio.

—Me había olvidado de eso. Será mejor que estemos atentos.

Se volvió hacia el visor holo para contemplar el diseño de las perturbaciones.

Vamos Hikahi, urgió en silencio. Recoge a Toshio y a los demás y vuelve. Tengo que tomar una decisión de inmediato y tal vez llegues demasiado tarde.

Pasaban los minutos. Varias veces el agua pareció temblar mientras un ruido sordo recorría el fondo marino.

Gillian contempló la esfera azul de Kithrup. Una serie de puntos amarillos se desplazaba gradualmente hacia el norte, como si se abriera una herida en el costado del planeta. Finalmente los puntos luminosos acabaron por confundirse con un grupo de pequeñas islas del cuadrante nordeste.

Ahí es donde está Tom, recordó.

De repente, el operador de comunicaciones se agitó en su puesto.

—Capitán, ¡estoy recib-b-biendo una transmisión! ¡Y esss en ánglico!

103
TOM ORLEY

Tom tenía problemas para sujetar el micrófono. Había sido diseñado para manos alien.

Se pasó la lengua por los labios resecos. No tuvo tiempo de repetir su mensaje. Pronto tendría compañía.

Accionó el botón de transmisión.

—¡Creideiki! —articuló con cuidado—. ¡Escucha atentamente! Regístralo y repíteselo a Gillian. ¡Ella lo interpretará!

Sabía que en aquellos momentos todas las naves del espacio cercano le estaban escuchando. Y con toda seguridad, un buen número de ellas se dirigía hacia donde él se encontraba. Si formulaba sus nuevas mentiras adecuadamente, podría conseguir que llegaran más.

—El cable directo que me conecta con la nave se ha roto —dijo—. Y cien kilómetros es mucha distancia para transmitir un mensaje, así que voy a probar este nuevo codificador.

Espero que no se haya estropeado a consecuencia de la batalla.

Eso último era un entramado de fantasías para el consumo de los galácticos. Y ahora venía el mensaje auténtico. Oculto en el contexto, tenía que comunicar al Streaker lo que sabía.

—¿Jill? Nuestro huevo ha roto ya la cascara, cariño. Y de él ha salido todo un zoológico. Un zoológico de fieros bichitos. Pero he encontrado sólo una muestra mojada de lo que queríamos comprar. He oído decir que aún está en venta, en las estanterías de arriba. Aunque eso son sólo rumores. Tú y H y C tendréis que decidir.

«¿Recuerdas cuando el viejo Jake Demwa nos llevó con él en esa misión de la Biblioteca central de Tanith?

¿Recuerdas lo que dijo sobre los presentimientos? Habla con Creideiki. La decisión es suya, pero algo visceral me dice que hay que seguir el consejo de Jake.

Notó que se le formaba un nudo en la garganta. Tenía que cortar. No tenía sentido dar a los ETs más facilidades para localizarlo.

—Jill —tosió—. Yo ahora estoy fuera de juego. Lleva a Herbie y el resto de los datos al concejo. Y también a esos abos. Tengo que creer que todo esto ha merecido la pena.

Cuando veas al viejo Jake, brindad a mi salud —dijo cerrando los ojos y agarrándose al micrófono.

Quería decir algo más pero se dio cuenta de que resultaba cada vez menos ambiguo.

No podía permitir que los ordenadores de lenguaje de los galácticos adivinaran de qué estaba hablando.

Se despidió en un idioma apropiado para tales cosas.

Pasan pétalos flotando

Por las manos de mi amada

Cuando ella piensa en mí.

La onda siguió silbando hasta que decidió cortar el circuito.

Se puso en pie y sacó la radio fuera. Acercándose con cautela a la orilla de un agujero en las hierbas, dejó caer el aparato en él.

Permaneció inmóvil, junto al agujero, mirando las nubes bajas que pasaban, oscuras y densas, cargadas de lluvia.

Iban a llegar en cualquier momento. Tenía las armas en el cinturón, su tubo de respirar y una cantimplora llena. Estaba listo para recibirlos.

Y así estuvo, observando y esperando, cuando el humeante volcán del horizonte empezó a gruñir, a toser y a llenar el cielo de fuegos de artificio.

El puente era un borrón. Gillian tenía los ojos inundados, pero al parpadear las lágrimas no los abandonaban. Sus ojos se aferraban a ellas como si fueran algo precioso.

—¿Tenemos que responder? —dijo Tsh't con suavidad.

Gillian movió la cabeza. Quería decir no pero le fue imposible articular la palabra.

Telempáticamente, sentía la simpatía de los que estaban junto a ella.

¿Por qué debo entristecerme?, se preguntó, si todavía puedo sentirle. Todavía está vivo.

¿Por qué debo entristecerme?

Notó ruidos de movimiento de un fin que se acercaba para informar a Tsh't sin querer molestarla.

Gillian cerró los párpados, que le ardían, y por fin fluyeron las lágrimas como pequeños senderos sobre sus mejillas. No podía secárselas debido a la máscara. Cuando abrió los ojos, su visión se había aclarado.

—He oído eso, Wattaceti. ¿A dónde se dirige Takkata-Jim?

—Hacia las flotillas galácticas, capitán, aunque las flotas parecen estar en pleno caos, con la confusión del estallido psi. Se están atacando unas a otras justo encima de donde se encuentra... el señor Orley.

—Vamos a esperar un poco más —dijo Gillian—. Pasa a la situación amarilla y mantenme informada.

El personal que estaba libre de servicio fue llamado a sus puestos. Suessi y D'Anite informaron de que los motores estaban preparados.

La última oportunidad, Hikahi, pensó Gillian. ¿Vienes?

—¡Gillian! —gritó Lucky Kaa, señalando con el brazo del arnés una de las troneras—.

¡El acantilado!

Gillian miró hacia donde el piloto le indicaba. La masa de rocas temblaba. En la pared que estaba sobre el Streaker empezaban a formarse grietas.

—¡Todos a sus puestos! —ordenó Gillian—. ¡Tsh't, sácanos de aquí!

104
GALÁCTICOS

Cullcullabra se inclinó ante la soro Krat.

—¿Has descifrado la emisión humana? —le espetó. El macizo pila se inclinó de nuevo y retrocedió un poco.

—No del todo, Madre de la Flota. El humano se expresaba en esas dos lenguas llamadas «ánglico» y «ternario». Naturalmente tenemos programas de traducción para ambas, pero son tan caóticas y contextúales, a diferencia de cualquier lenguaje civilizado.

—Así pues, ¿no has conseguido nada? —El bibliotecario se sobresaltó cuando Krat siseó la pregunta, mostrando su desagrado.

—Señora, pensamos que la última parte de su mensaje, en lenguaje delfiniano, puede ser la más importante. Quizá sea una orden a sus pupilos, o...

El bibliotecario se interrumpió y retrocedió hasta su puesto a tiempo de evitar que una ciruela de brezo le alcanzara por centímetros.

—¡Hipótesis! ¡Conjeturas! —rugió Krat—. Hasta los tandu hierven de excitación y están mandando expediciones al lugar de donde procedían los mensajes. Y nosotros debemos hacer lo mismo, ¿no?

Miró a su alrededor. La tripulación evitó encontrarse con sus ojos.

—¿Tiene alguien una hipótesis para explicar ese ataque psi que sufrimos hace poco y que ha desorientado a todos los sofontes del sistema? ¿Era eso, también, un pasatiempo de los terrestres? Y los volcanes que llenan de parásitos nuestros instrumentos, ¿son también una treta?

La tripulación intentó parecer a un tiempo ocupada en sus tareas y atenía a las palabras de Krat. Nadie quería enfrentarse a la ira de la Madre de la Flota.

De la oficina de detección llegó un guerrero paha.

—Señora —anunció—. Debido a los volcanes no lo habíamos notado antes, pero ha despegado una nave de la superficie del planeta.

Krat se llenó de alegría. ¡Eso era lo que había estado esperando! Aunque envió algunas naves al lugar de las emisiones, había mantenido reunido al grueso de sus fuerzas.

—¡Dispersiones! ¡Todo fueron dispersiones! ¡Las emisiones de radio, los ataques psi, e incluso los volcanes!

Una parte de ella sentía curiosidad por saber cómo se las habían arreglado los humanos para provocar los dos últimos fenómenos, pero eso se sabría cuando los terrestres y sus pupilos fueran capturados e interrogados.

—Los terrestres han esperado hasta que la mayor parte de la batalla se desarrollase cerca del planeta —murmuró—. Y ahora intentan escapar. Ahora debemos...

Cullcullabra se le acercó y le hizo una reverencia.

—Señora, he investigado a fondo en la Biblioteca y creo que ya conozco el origen del ataque psi y de...

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