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Authors: David Brin

Marea estelar (59 page)

BOOK: Marea estelar
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—Bueno, guárdame la espalda —dijo Charlie después de mantener sus ojos clavados un buen rato en los del humano.

Éste le ayudó a subir y el chimp se adentró en el laberinto mecánico. Toshio se quedó acurrucado bajo los impulsores escuchando los ruidos procedentes del bosque. Cuando Charlie trató de sacar el panel de acceso interno, le pareció que hacía un ruido enorme.

Luego dejó de oírlo.

Volvió al bosque para recorrer con sigilo la zona circundante.

Por el estrépito que le llegaba de la aldea de los kiqui, supuso que los sienas se estaban divirtiendo con un juego destructivo. Tenía la esperanza de que ninguno de los pequeños nativos hubiese regresado para presenciarlo; o lo que era peor, para ser presa de su violencia.

Regresó a la lancha y consultó su reloj. Faltaban diecisiete minutos para que explotara la bomba.

Llegó al área de mantenimiento y dedicó algunos minutos a hacer girar varias válvulas, estropeando sus fijaciones. Estaba claro que Takkata-Jim no necesitaría los impulsores para nada. Si había cargado el suficiente combustible, podría despegar con los motores gravitacionales. Si dejaba suelto el panel de acceso, disminuiría la estabilidad aerodinámica de la nave, pero incluso ese efecto sería poco importante. Las lanchas como aquélla estaban construidas de un modo muy sólido.

Se detuvo y se puso a escuchar. El alboroto del bosque se acercaba. Los fines estaban regresando.

—¡Date prisa, Charlie! —se llevó la mano al gatillo de su pistola de agujas aunque no estaba seguro de poder apuntar lo bastante bien como para alcanzar a los delfines en las zonas donde no estaban protegidos por las arañas de metal.

—¡Vamos!

Del interior de la cavidad le llegaron una serie de pequeños ruidos, palmadas y chapoteos. Unos chillidos intermitentes resonaban en la estrechez de la abertura y entonces vio aparecer un par de manos palmeadas de color verde.

Éstas fueron seguidas por la cabeza de un kiqui de expresión angustiada. El aborigen pasó a través del panel interno y se arrastró entre el laberinto de tubos hasta que, de un salto, fue a parar a los brazos de Toshio.

El guardiamarina tuvo que soltar a la aterrorizada criatura y dejarla en el suelo para poder coger a la siguiente. El pequeño aborigen daba horribles y aterrorizados gritos.

Por fin, los cuatro estaban fuera. Toshio miró al interior y vio cómo Charles Dart intentaba poner de nuevo en su sitio el panel interior.

—¡No importa! —susurró Toshio.

—¡Tengo que hacerlo! Si no, Takkata-Jim notará un cambio de la presión del aire en su panel de mandos. ¡Es una suerte que aún no lo haya visto!

—¡Vamos! Están... —oyó el silbido de los brazos manipuladores y el crujido de plantas aplastadas—. ¡Están aquí! Voy a mantenerles alejados de vosotros. ¡Buena suerte, Charlie!

—¡Espera!

Toshio se arrastró unos cuantos metros entre los arbustos para que no pudieran adivinar de dónde venía. Luego se agazapó unos instantes y empezó a correr.

¡Allí! ¡Allí!

¡Ballenero!

¡Pescador de redes de Iki!

¡Perseguidor de atunes!

¡Allí! ¡Mata! ¡Allí!

Los gritos de los stenos llegaban de muy cerca. Toshio se escondió tras un árbol de frutos oleosos mientras los rayos mortales de color azul volaban sobre su cabeza. Los kiqui, chillando, corrieron hacia el bosque.

Tosido se puso en pie y también corrió, procurando que el árbol le protegiese de sus perseguidores.

Oyó ruidos por la izquierda y por la derecha al tiempo que los fines avanzaban a toda prisa para rodearlo. Su traje de inmersión le estorbaba mientras corría para llegar a los acantilados de la orilla antes de que el círculo se cerrase.

96
TOM ORLEY

Pasó un rato escuchando la radio, pero a pesar de que reconoció las voces de algunas razas, la mayoría de las comunicaciones se establecían de ordenador a ordenador; por lo cual, de muy poco podría enterarse.

Muy bien, se dijo a sí mismo. Voy a trabajar en la redacción. Ha de quedar bien.

97
EL ESQUIFE

Dennie se estrellaba contra las palabras que había preparado con tanto cuidado.

Intentó plantear sus argumentos de otro modo, pero Hikahi la interrumpió.

—Doctora Sudman. ¡No es necesario que insisssta! De cualquier forma, nuestra próxima parada será en la isla. Vamos a recoger a Toshio si aún está allí. Y quizá tengamos también que vérnoslas con Takkata-Jim. Nos pondremos en camino tan pronto como Creideiki termine.

Dennie se sintió libre de toda la tensión acumulada. Ya no estaba en sus manos.

Serían los profesionales los que se hicieran cargo de las cosas. Podía relajarse.

—¿Cuánto falta para...? Hikahi sacudió la cabeza.

—Creideiki no cree poder hacerlo en menos tiempo que la vez anterior. Pero no puede tardar mucho. Entretanto, ¿por qué Sah'ot y tú no descansáis un rato?

Dennie asintió y buscó un lugar para tumbarse en la pequeña cubierta.

Sah'ot llegó nadando junto a ella.

—Dime, Dennie, ya que los dos hemos de descansar, ¿por qué no nos rascamos la espalda el uno al otro?

—Bueno —dijo Dennie riendo—, pero no te entusiasmes demasiado, ¿de acuerdo?

Creideiki intentó razonar con ellos una vez más.

: Estamos Desesperados: Tal Como Antes Lo Estabais Vosotros: Ofrecemos Esperanza A Los Pequeños Seres Inacabados De Este Mundo: Esperanza de Crecer Sin Tener Que Doblegarse:

: Nuestros Enemigos También Serán Los Vuestros, Cuando Llegue El Momento:

: Ayudadnos:

Los parásitos palpitaron y vibraron en respuesta. Transmitían una sensación en parte de aislamiento psíquico, de presión y altas temperaturas. Era una canción claustrofobia de alabanza a las rocas vivas y a los metales en fusión.

+ ABANDONO -

- PAZ +

+ ¡LIBERTAD! -

- AISLAMIENTO +

Se hizo silencio súbitamente con el chillido de una torturada maquinaria. El robot que había estado tanto tiempo a dos kilómetros de profundidad en el estrecho pozo del árbol taladrador acababa de ser destruido.

Creideiki chasqueó una frase familiar en ternario.

Esto es, así es.

Tuvo la tentación de entrar de nuevo en el Sueño. Pero en ese nivel de realidad no había tiempo para tales cosas.

Su nivel de realidad se encontraba donde estaba su deber. Más tarde, tal vez. Más tarde visitaría de nuevo a Nukapai. Quizás ella le contaría las cosas innombrables que había oído en las vagas avenidas de la presciencia.

Volvió a dirigirse a la esclusa de aire de la pequeña astronave. Hikahi, al ver que se aproximaba, empezó a calentar los motores.

98
TOM ORLEY

—...detectado un pequeño grupo de delfines a unos cuantos cientos de paktars al norte de esta posición. Se dirigen hacia el norte a toda velocidad. Tal vez vengan hacia aquí a ver qué ha sucedido en la batalla. ¡Deprisa! ¡Es el momento de atacar!

Tom desconectó el receptor. La cabeza le dolía por el esfuerzo de concentración que tuvo que hacer para hablar en Galáctico Diez a tanta velocidad. No es que creyese que los Hermanos de la Noche iban a aceptar su voz como la de uno de sus exploradores desaparecidos. Pero eso carecía de importancia para su plan. Todo lo que deseaba era llamar su atención antes del golpe final.

Cambió de frecuencia y se dispuso a hablar en Galáctico Doce.

En realidad, aquello resultaba divertido. Le hacía olvidar la fatiga y el hambre y satisfacía su sentido estético, aunque todo eso significase que muy pronto llegarían todos con sus respectivos pupilos a buscarle.

—...guerreros paha. ¡Paha-ab-Kleppko ab-puber ab-Soro ab-Hull! ¡Informen a la Madre de la Flota soro de que tenemos noticias!

Tom se rió del juego de palabras que sólo podía pronunciarse en Galáctico Doce y que, sin embargo, estaba seguro de que los soro jamás entenderían.

99
GILLIAN

Algo estaba haciendo que todas las flotas se movieran de repente al mismo tiempo.

Los reducidos escuadrones se separaban de sus flotas y se unían a los pequeños grupos de las lunas de Kithrup, dirigiéndose todos hacia el planeta. Mientras se reunían, los grupos se arremolinaban y unas pequeñas explosiones sustituían a las luces individuales.

¿Qué demonios estaba ocurriendo? Fuera lo que fuese, a Gillian le pareció que aquello les daría una oportunidad.

—¡Doctora Bassskin! ¡Gillian! —era la voz de Tsh't en el radiotransmisor—. Estamos recibiendo comunicación de nuevo desde la superficie del planeta. Proviene de un solo transmisor pero habla cada vez en una lengua galáctica diferente. ¡Juraría que se trata siempre de la misssma voz!

Se inclinó hacia adelante y pulsó un interruptor.

—Ahora mismo voy, Tsh't. Por favor, llama a la mitad de la tripulación libre de servicio para que acudan a sus puestos y deja a los otros que descansen un rato más —desconectó el aparato de comunicaciones.

Oh, Tom, pensó mientras corría hacia la puerta ¿Por qué esto? ¿No se te podía haber ocurrido algo más elegante? ¿Algo menos desesperado?

Seguro que no, se dijo a sí misma mientras cruzaba a toda prisa el corredor. Vamos, Jill, lo último que tienes que hacer es criticarlo.

Llegó al puente en unos momentos y se dispuso a escuchar.

100
TOSHIO

Acorralado, Toshio no podía siquiera ni trepar a un árbol. Estaban demasiado cerca y le saltarían encima en el instante en que oyesen que se movía.

Pudo oír cómo se acercaban cerrando la espiral. Toshio asió la pistola de agujas y decidió que era mejor atacar primero, antes de que estuvieran demasiado próximos para poder cubrirse. Era sólo una pequeña arma de mano contra máquinas acorazadas y potentes lásers, y él no tenía tan buena puntería como Tom Orley. De hecho, nunca había disparado antes a un ser sensitivo.

Se arrastró hacia la derecha, en dirección a la orilla. Se movía con cautela para no producir ruido en el follaje; pero unos instantes después de haber salido de su escondrijo, asustó a algún animalillo que salió volando y gritando entre los matorrales.

Al instante, oyó que el sonido de las máquinas se aproximaba. Se escondió bajo un espeso arbusto y, cuando salió, se encontró frente a frente con el enorme pie de una araña.

¡Ya lo tengo! ¡Ya lo tengo!

Era un grito de triunfo. Levantó la vista para encontrarse con los locos ojos de Sreekah-pol. El fin sonrió malévolo mientras accionaba la araña para que levantase el pie.

Toshio rodó de lado mientras el pie se posaba en el lugar en que había estado. Cambió de dirección evitando una patada. El aparato mecánico retrocedió. Toshio no sabía qué dirección tomar. Disparó su pequeña pistola contra el acorazado vientre de la máquina y las minúsculas agujas rebotaron y se perdieron en el bosque. El silbido triunfal era primal puro.

¡Ya lo tengo!

En aquel momento la isla empezó a temblar.

El suelo subía y bajaba. Toshio fue zarandeado a derecha y a izquierda y su cabeza golpeada rítmicamente contra la hierba. La araña se balanceó y se adentró a toda prisa en el bosque.

El temblor se aceleró. Toshio rodó sobre su estómago y de algún modo luchó contra las oscilaciones para ponerse de rodillas.

Se produjo un gran estrépito cuando dos arañas tropezaron en el claro. Una estalló, sumiendo a Toshio en el pánico. La otra lo vio y graznó de rabia.

Toshio intentó desenfundar su pistola de agujas pero el temblor de la isla hizo que ésta se inclinara. Se estableció una competición entre el delfín loco y Toshio para ver quién era el primero que podía apuntar y disparar.

Entonces ambos se tambalearon al oír un grito que resonó en el interior de sus cabezas.

+ ¡MALOS! -

- ¡MALVADOS! +

+ ¡DEJADNOS -

- EN + + PAZ! -

Era un grito de rechazo que hizo gemir a Toshio y que se llevara las manos a las sienes. La pistola se soltó de su agarro y cayó al cada vez más inclinado suelo.

El delfín silbó estridentemente al ver que su araña quedaba colapsada entre convulsiones. Empezó a lamentarse.

¡Lo siento! ¡Lo siento!

¡Perdón, tutor!

¡Perdón!

Toshio rodó hacia adelante. Intentó decir «perdonado» al pasar junto al delfín. No podía entender la conversación esquizoide del fin.

—Ven hacia este lado, si puedes —le gritó, mientras trataba de dirigirse hacia la costa.

El ruido en su cabeza parecía un terremoto.

De alguna forma, Toshio consiguió ponerse en pie y avanzar dando tropezones por el bosque.

Cuando llegó al borde de la colina, el mar estaba cubierto de espuma. Toshio miró en todas direcciones pero en ninguna parte parecía más calmado.

En aquel instante se oyó el rugir de unos motores. Se volvió y vio cómo un torbellino de vegetación desgarrada se elevaba a menos de cien metros de distancia. La lancha gris metálico despegaba rápidamente sobre el oscilante bosque. La rodeaba un brillante nimbo de ionización. A Toshio se le pusieron los pelos de punta cuando la isla fue barrida por un campo de antigravedad. La lancha viró despacio y pareció vacilar. Luego, con un sordo retumbar se lanzó hacia el horizonte oriental.

Toshio se agazapó y se sujetó las ropas cuando le alcanzó la onda expansiva.

No había tiempo que perder. Tanto si Charles Dart había podido escapar como si no había podido hacerlo. Toshio se puso la máscara sobre el rostro, la sujetó con una mano, y saltó.

—Tutor de Ifni... —rezó. Y cayó en las aguas tumultuosas.

101
GALÁCTICOS

Sobre él planeta, las pequeñas flotillas de los destruidos acorazados hicieron una repentina pausa en su generalizada carnicería.

Habían abandonado sus escondites en las minúsculas lunas de Kithrup sospechando la posibilidad de que las extrañas emisiones que se producían en el hemisferio norte del planeta fueran de origen humano. En su camino hacia Kithrup, las pequeñas alianzas se habían enzarzado las unas contra las otras con sus debilitadas fuerzas, hasta que una súbita oleada de sonidos psíquicos azotó a todo el grupo. Surgía del planeta con una potencia que nadie hubiese esperado, venciendo a los escudos psi y dejando a las tripulaciones temporalmente inmóviles.

Las naves continuaron su ruta hacia el planeta, pero sus tripulantes se sentían incapaces de disparar sus armas y de pilotar los navíos. Si hubiera sido un disparo, hubiera bastado para acabar con la mitad de las tripulaciones de las naves. Pero era un arma mental y sólo produjo gritos de terror que resonaban en las cabezas de los tripulantes, conduciendo a los menos adaptables hacia una completa locura.

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