Read Maestra del Alma (Spanish Edition) Online
Authors: Laura Navello
Las tres mujeres se pusieron de pie y observaron a los lascivos hombres aproximarse groseramente. Irina, como única respuesta miró a los hombres divertida y provocadoramente ante el horror de Alina, y de entre el tajo de su vestido obtuvo una pequeña daga plateada mientras Masha y Sveta ahogaban una risita.
—¿Te atreves a desafiarnos gaeleano? —preguntó Irina con picardía posando el filo de la daga en sus labios de forma sensual.
A Alina se le erizaron todos los vellos de su cuerpo al escuchar esa voz. Una voz invitadora y suave, pero que parecía oscurecer todo su alrededor y disminuir el tamaño de la tienda, una voz que hizo que la chica tuviese miedo de sus recientes amigas. El hombre, sin embargo, todavía con su sonrisa miró a su camarada con superioridad y luego posó su mirada en Irina nuevamente antes de acercarse con confianza a la provocadora mujer, como si la daga estuviese en manos de un niño. Su sonrisa duró solo unos segundos, pues cuando la distancia fue la suficiente, con un movimiento que los ojos de Alina, y al parecer los hombres, no pudieron distinguir, Irina aprisionó al hombre en sus brazos y posó el filo del cuchillo en su cuello.
—Arrogante... nosotras, mujeres de Battousania, no nos postramos ante el poder de los hombres —dijo, su provocadora voz y su sonrisa sin rastros de haber existido, y con un rápido movimiento degolló al hombre sin titubear.
Antes de que los otros pudiesen siquiera terminar de mostrar el horror y el pánico en sus facciones, una daga proveniente de Sveta voló hasta clavarse entre los ojos de uno de ellos, y los últimos dos, aunque tuvieron tiempo para defenderse, sucumbieron a la destreza de la corta espada de Masha, que Alina supuso que estaría escondida bajo las telas de su vestido al igual que las dagas.
Le vinieron ganas de vomitar y no podía desviar la mirada del cuerpo del hombre que tenía más cerca. Sin contenerse, vació el contenido de su estómago al costado de los almohadones.
Alina siempre se había considerado valiente. Nunca tuvo miedo a un examen, a una consulta médica, a un problema familiar. Cuando eran niñas, era ella la que prendía la luz cuando Carla tenía pesadillas o sentía algún ruido extraño. Era ella la que sermoneaba a su hermana cuando no quería abrirle al repartidor de comida o hablar con extraños. Carla era la cobarde y Alina la valiente desde niñas. Era muy fácil llamarse cobarde cuando tu vida no peligraba, cuando no veías a hombres morir frente a ti asesinados. Muy fácil si nunca habías visto a un hombre contener con una mano sus propias tripas.
Desvió la mirada a las mujeres que se habían negado a ensuciar sus ropas con barro, cubiertas de sangre ajena como si fuese agua. Su porte había cambiado de la delicadeza a la firmeza, pero sin perder su feminidad, algo que parecía incrementar su belleza peculiar. Masha la miró y pareció entender lo que pensaba y explicó.
—De nosotras nacen los hijos de Battousania, y por lo tanto la madre debe ser tan fuerte como el padre de lo contrario el niño nacerá la mitad de fuerte. Recuerda niña, nunca menosprecies el poder de las flores de nuestro pueblo... tenemos espinas muy filosas.
Mientras las miraba embelesada, entró un guardia Battousiano salpicado de sangre entró a la tienda y posó su mirada en los cuerpos de los cuatro desgraciados hombres.
—Ignorante... —dijo soltando una risita y luego miró a las mujeres— Veo que han tenido problemas.
—Oh, por favor, ni siquiera tuvimos tiempo de transpirar —dijo Irina sonriendo y usando nuevamente esa voz sensual que despertaba escalofríos en Alina.
—Mayra nos ha pedido que vengamos a buscar a Alina y la llevemos junto a ella. Dice que la protejamos con todo lo que tengamos... Al parecer la chiquilla no sabe usar ni un cuchillo de cocina –dijo con algo que parecía lástima—. Es hora de pelear –agregó con una sonrisa a las tres flores.
Irina y Sveta sacaron del otro tajo de sus vestidos unas espadas cortas idénticas a la de Masha, y de adentro de un baúl sacaron una cuarta que le dieron a Alina sin importarles que no sabía usarla. Luego se dirigieron a la salida de inmediato, no sin antes hacerle señas a Alina para que las siguiera. Con una en frente, y dos al costado, como protegiendo un pequeño cachorro dando por sentado que no sabría defenderse, las mujeres se dirigieron a la batalla.
Todo era un caos, pero Alina no vio gente corriendo despavorida y gritando como en las películas. En realidad, todos los battousanios gritaban en euforia sin casi armadura y corrían hacia el foco de la batalla en lugar de huir. Alina gritó también pero de pavor cuando vio que las flores también se dirigían hacia el centro de la batalla. Lágrimas comenzaron a caer de sus ojos cuando comenzó a ver los primeros atacantes y las primeras peleas a su alrededor. Alina odiaba que la vieran llorar y no recordaba la última vez que había pasado, pero ahora, sintiendo que podía morir por una espada en cualquier momento, ya no le importaba. Por suerte, ninguno logró romper la formación de las tres mujeres, que cortaban, empujaban y apuñalaban a cualquiera que se acercase a su triángulo.
De entre los esbeltos cuerpos de las Battousanias pudo distinguir una aglomeración de personas que intentaban atacar a Mayra, que haciendo uso del poder del viento expulsaba a todo el que se acercara a ella decenas de metros. En otro lado distinguió a Emir que hacía mover la tierra bajo los pies de sus atacantes haciéndolos tambalear para que alguno de los suyos pudiese terminar el trabajo. Rashieka se encontraba en frenesí, en el centro mismo de la batalla peleando con todas sus fuerzas y alentando a gritos a todos los aliados que pudieran escucharla. "
¡RECUPEREMOS EL CUERNO DE LA VALENTÍA!
",
"NO TEMÁIS ESTOS DEBILES HOMBRES", "MUESTRENLES EL CORAJE DEL PUEBLO DE BATTOUSANIA"
, exclamaba entre estocada y estocada.
Las tiendas a sus espaldas habían comenzado a arder, lo cual daba a la noche un color rojizo a todo lo que el fuego iluminaba. Solo dos veces lograron llegar a ella las espadas, y aunque se defendió lo mejor que pudo considerando que nunca había agarrado una espada en su vida, su mente era reacia a realizar una apuñalada y herir de gravedad a otro ser viviente. De todas maneras, siempre una de sus acompañantes salía a su rescate y abatían al adversario fieramente sin clemencia.
Fue entonces cuando lo vio. Un poco lejos del foco, observando la batalla con interés. La oscura figura del Demonio Supremo Daesuke se encontraba tranquila y confiada comparada con el caos que lo rodeaba. Aunque no distinguía sus facciones, Alina sintió alrededor del personaje una nube mezcla de odio y despreocupación.
El demonio comenzó a descender la colina con lentitud, con un objetivo fijo, y mientras lo hacía las personas en su cercanía soltaban sus armas en un grito de angustia y terror. Llevaban luego las manos a su sien y comenzaban a gritar desaforadamente, sin importar el bando en el que se encontraran. De este modo, el camino se abría ante sus pasos y el Demonio Supremo Daesuke logró alcanzar su meta sin necesidad alguna de retirar la espada de su funda. A medida que se acercaba, Alina pensó que llamarlo "brujo" sería más apropiado que "demonio" porque llevaba en su cabeza un gorro negro en punta torcida y con ala, y vestía una capa negra hasta los pies. Alina pudo distinguir una larga trenza que caía por la espalda del demonio hasta su cintura balanceándose de forma hipnotizadora.
El Demonio Supremo Daesuke llegó hasta Mayra a los pocos minutos y la chica cayó de rodillas junto a sus numerosos atacantes gritando y respirando agitadamente, mientras su observador reía entretenido. Todos a su alrededor se detuvieron y miraron a la iluminada de rodillas pidiendo clemencia.
—Con que esta es la famosa iluminada... ¿Piensas que puedes ganarle a nuestra sombra cuando siquiera puedes estar de pie en mi presencia? —comentó con frialdad el Demonio Supremo Daesuke.
Sin pensarlo detenidamente, Alina corrió desde su posición protegida por la tría de Battousania hasta Mayra, pero cuando llegó no supo cómo podría ayudarla más que poniéndose entre el demonio y la desconsolada muchacha.
Mierda, ¿y ahora qué?
, pensó.
Las llamas iluminaron la figura del Demonio Supremo y Alina estudió las facciones de su adversario con detenimiento, resaltando únicamente sus ojos. Eran grandes y alargados, su pupila negra rasgada como la de un gato, y su color era de un verde brillante y luminoso a pesar de las rojas llamas que iluminaban el alrededor. El demonio la miró fijo y la chica sintió como si una ola invisible de mar la hubiese golpeado de frente. La sensación terminó bruscamente cuando Emir apareció corriendo tras ella haciendo mover la tierra bajo el demonio con fuerza.
—Parece que tenemos unos valientes este año —dijo el Demonio Supremo Daesuke con menosprecio sin ni siquiera tambalearse por el terremoto bajo él—. Tu pareces un poco más interesante que el resto, chico parecido a una rata. Ocultas algo bastante serio de tus queridos amigos —comento dirigiéndose a Emir, quién se movió un poco incómodo pero no respondió.
Rashieka también se hizo camino entre la multitud hasta llegar a su lado, pero ya entonces la batalla había terminado puesto que la mayoría de los de su bando se habían rendido al ver a Mayra caer de rodillas. Todos ahora observaban al pequeño grupo expectantes.
—Oh por favor, han perdido.... No hagan las cosas más difíciles de lo que ya son —dijo al ver que un cuarto Battousanio se unía a la barrera entre Daesuke y Mayra.
—¡Calla demonio! No tocarás ni un pelo de la iluminada —espetó Rashieka.
—Todavía no te has dado cuenta, fiera. No necesito tocarla... —explicó mientras Mayra lanzaba otro grito de agonía—. Podría hacer lo mismo con ustedes pero soy una persona civilizada. Ahora, bajen sus queridos cuchillos y ríndanse.
—Sabes bien que no lo haremos —chilló Emir aunque su voz parecía decir lo contrario.
—Tanta muestra de la supuesta lealtad. Pero ¿saben qué he descubierto leyendo la mente de la mayoría de las personas? Que todas son hipócritas... No existe tal cosa como la lealtad. Cuando llega el final, todos intentan salvarse a sí mismos.
—Seguramente con el resto de tus compañeros pasa eso, pero puedes leer la mente de cualquiera de nosotros y descubrirás lo contrario, Demonio Supremo Daesuke. —desafió Rashieka levantando su espada manchada de sangre hacia él.
—Ohh no necesito hacerlo... o puede que ya lo haya hecho en alguno ustedes... —contestó el demonio con una sonrisa mirando uno a uno—. De todas formas, aquí está una de las pruebas. ¿Por qué no te acercas a nosotros? —dijo Daesuke volviendo su cabeza hacia la oscuridad.
Desde la sombra, una figura surgió y Alina sintió como la expresión rebeldía de todos cambiaba por el indignación. Elio se acercó al grupo y se detuvo en el lado derecho del demonio.
—¿Qué es esto? —preguntó Alina confundida, aunque en el fondo no quería obtener la respuesta.
—Cuéntales chico bonito. Cuéntales como llegaste a mí a primeras horas de la noche de ayer y desvelaste el plan que tenían —dijo Daesuke.
—Es imposible, tú adoras a Mayra, nunca la traicionarías. ¿Qué te tienes planeado? —preguntó Emir chillando.
—La clave para volver a Mayra humana está en la sombra que sobrevivió la batalla setenta años atrás, ya se los he dicho. Daesuke me ha prometido que cuando capturen a Mayra, me concederán un tiempo para tener una entrevista con la sombra y encontrar la cura —respondió Elio con tranquilidad.
—Niño, ¿realmente crees que este ser te concederá lo que promete? —preguntó Rashieka asqueada– Quizás lo haga, pero matarán a Mayra de todas maneras.
—Todos saben que tanto la iluminada como la sombra dejan de existir luego de cada ciclo. Eso es considerado una victoria para la mayoría, pero no para mí. Además, esta una batalla perdida de todas maneras. Mira al grupo de este año: mi habilidad con el poder no es destacada, Emir tiene una mente incomparable y maneja el poder como pocos pero su estado físico deja mucho que desear, y por último tenemos a Alina que ni siquiera puede hacer uso del poder o de la espada —agregó Elio señalando a cada uno.
Alina sintió la ira crecer en su interior y las lágrimas asomarse a sus ojos. ¿Cómo podría Elio haberlos traicionado de esa forma? No le había parecido la clase de persona que hacía eso y usualmente acertaba cuando se trataba de entender a las personas, incluso cuando nadie lo creía así ella rara vez cambiaba su opinión respecto de cómo veía a las personas.
Estudió con cuidado al chico y dejó fluir sus emociones en ella, mirando fijamente sus ojos para detectar algún índice de mentira o de indecisión, pero todo fue en vano. Elio parecía una persona completamente diferente. Ofendida, se dejó llevar por sus emociones y con la espada corta en su mano derecha se abalanzó sobre Elio sin pensarlo dos veces dejando de lado el pánico de hacía unos minutos, pero llorando de todas maneras.
Fue detenida por Emir, que aun en esta situación decidió proteger a su amigo.
—¡Suéltame! ¡Es un traidor! No puedo creer que nos diese la espalda —gritó desconsolada.
—Espera, espera, no estoy del todo convencido sobre eso —susurró Emir con cierta esperanza en su voz.
—Emir, ¡puedo sentirlo! Sé lo que Elio siente y estoy completamente segura de que realmente cree lo que está diciendo. Sé que no está mintiendo. ¡Nos ha traicionado! —sollozó Alina, y luego dirigiéndose a Elio preguntó— ¿Cómo pudiste?
—Bueno, dejemos las melancolías para otro momento —interrumpió Daesuke un poco asqueado, aunque mirando con interés a Alina.
Emir también parecía mirarla con interés, pero antes de que ninguno de los dos pudiese agregar algo, una vocecita a sus espaldas dijo en con precaución.
—¿Elio...? —Mayra había dejado de sollozar y se estaba poniendo de pie.
Emir, en un acto que tomó por sorpresa a todos, empujó a Alina a un lado y luego dio dos pasos atrás para que Elio y Mayra quedasen enfrentados. La iluminada, dejó escapar solo un par de redondas lágrimas más antes de que Elio enviase desde la punta de sus dedos una flecha de fuego verde hacia el bosque.
—¿Qué haces? —preguntó Daesuke siguiendo con la mirada a la flecha.
Elio aprovechó ese momento de distracción y sacó de uno de sus bolsillos un largo collar de plata con un dije de piedra azul que ágilmente colocó en el cuello del demonio mientras se escuchaban cuernos battousanios sonar entre la oscuridad.
—Imposible... leí tu mente... no estaba en tus planes traicionarnos... imposible —dijo desconcertado el demonio intentando sacarse el collar de un tirón.
—Y yo lo sentí... estoy segura de que se había unido a la sombra... imposible —concordó Alina.
—Yo todavía no estoy convencida —dijo Rashieka dirigiendo su espada a Elio.
Sin embargo, al mirar de nuevo al chico, que se había adelantado para preguntarle a Mayra como se encontraba, descubrió que esa sensación de que era una persona diferente se había desvanecido. Había vuelto a ser el mismo Elio que conoció desde un principio, y todas las palabras que había dicho y sentimientos que había tenido hacía ellos solo unos segundos atrás habían cambiado completamente.
—¿Qué significa esto? —preguntó todavía en estado de shock mientras comenzaban a sentirse nuevamente los gritos de batalla en los alrededores mientras los refuerzos llegaban.
—Luego te explicamos —dijo Mayra con una sonrisa—. Daesuke, es tu turno de rendirte.
—Veo que esta basura que me han puesto en el cuello intenta suprimir mi poder de la mente.... Ingenuos. Creen realmente que algo así puede detenerme. ¿No conocen mi fama? ¿Mi poder? —dijo con pedantería dando un nuevo tirón al collar.
Alina notó como una sacudida del ambiente, que nada tenía que ver con el poder del viento, como si la realidad por un momento se moviera de su lugar. Entonces, la sonrisa de Daesuke se transformó de odio a ira, y con un grito de rabia sacó de su funda la espada y atacó a Elio. El chico, demostró entonces que, a falta de talento con el poder, su maestría con la espada superaba incluso a las Battousanias y en menos de tres movimientos, había desarmado por completo a Daesuke. Varios battousanios se acercaron para atar las manos y la boca del demonio manteniéndolo inmóvil bajo brazos y piernas mientras él rugía de ira.
—Alina, quédate con Rashieka y vigila a Daesuke. Nosotros iremos a ayudar a los recién llegados —ordenó Mayra.
Los tres chicos se alejaron corriendo, mientras Emir golpeaba con el puño fuertemente el hombro de Elio reprochándole con enojo hasta que Alina ya no lo pudo oír.
Eso fue por haberme engañado, y por haber dicho que mi resistencia era mala, y por aparecer como un traidor, y por no haberme dicho, y por dejar que Mayra llorara y...