Maestra del Alma (Spanish Edition)

BOOK: Maestra del Alma (Spanish Edition)
11.44Mb size Format: txt, pdf, ePub

 

 

MAESTRA DEL ALMA

 

Laura Navello

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Copyright © 2016 Laura Navello

All rights reserved.

 

Registro en Safe Creative N°: 1606168158547

Imágenes de portada obtenidas de Pixabay

 

Contents

Sinopsis

Prólogo

1. Despertar

2. El Príncipe Mental

3. Los dos mundos

4. Volver a casa

5. La sombra y la iluminada

6. El ángel

7. Padre Viento

8. El cuerno

9. Tipos de Poder

10. Grundel, la sabia

11. Las tres flores de Battousania

12. Demonio Supremo Daesuke

13. Traición

14. Elio y su secreto

15. Festejos

16. Los presentimientos de Mayra

17. El lado oscuro de Battousania

18. Dentro de la jaula de la muerte

19. Eleutheria

20. El origen de los eleutherianos del sol

21. Lluvia

22. Tormenta

23. Escape

24. Dentro del bosque de Faerl

25. Un nuevo despertar

26. Lorien

27. El pueblo de las ilusiones

28. Fiesta

29. El poder de Dai

30. El plan de la sombra

31. Espía

32. Hikaru

33. Maestra del Alma

34. Agradecimiento

35. Los celos de Emir

36. Fuerza

37. La debilidad de la iluminada

38. Las Logias

39. El temperamento de Alina

40. Una bolsa de alubias

41. Demonio Supremo Naná

42. Tabú

43. Fuego, Humo y Sangre

44. Líder

45. El rival de Misael

46 La sombra

47. Los dos hermanos

48. Espera

49. El juego

50. Abandonada

51 Sádica

52. La más valiente

53. El miedo de Joy

54 Alguien con quien hablar

55. Reencuentro

56. Manzana

57. La entrega de los cetros

58. Silencio

59. Estrategia

60. Joy, Maestro del Espacio

61. El poder de la iluminada

62. Secretos desvelados

63. La batalla

64. Dudas

65. Primera mirada a la sombra

66. Un verdadero Maestro de las formas

67. Ganar

68. La conexión entre la iluminada y la sombra

69. Alma, Poder, Energía

70. Consecuencias

Epílogo

Sinopsis

 

Alina despierta en un mundo diferente al suyo y mientras intenta determinar si está loca o no, se ve sumida en una guerra ancestral liderada por una enigmática chica llamada Mayra. Recorriendo este extraño mundo al que llaman Babia en busca de aliados junto a nuevos amigos, Alina pondrá a prueba su valentía y descubrirá que es dueña de un codiciado poder considerado extinto en Babia. Un poder que puede ser la clave para ganar la guerra. Nada es puramente blanco o puramente negro... nada es lo que parece ser.

Prólogo

 

Ambas sintieron el cambio en el mundo exactamente al mismo tiempo, haciéndolas parar en seco lo que se encontraban realizando.

Algo había comenzado a  interferir lo que con mucha cautela se había planificado; cambiando las posibilidades y probabilidades que tan certeras habían parecido unos segundos atrás.

Una de ellas decidió correr a buscar el origen de la interferencia.

La otra decidió apurar sus planes y, concentrándose en uno de los hilos de su conciencia, emitió una orden. Habría tiempo de investigar más adelante.

Ya no había vuelta atrás.

 

1
.
Despertar

 

Alina despertó con un inmenso dolor de cabeza y la espalda tan rígida como si hubiese dormido enroscada cual tirabuzón. Maldijo haber dormido tan tensa, aunque era cosa normal en ella amanecer con contracturas y dolores. A veces incluso se despertaba con los puños tan firmemente cerrados que las marcas de las uñas en la palmas de sus manos permanecían durante varios minutos. Lentamente abrió los ojos moviendo su cuello y sus muñecas para descansar sus músculos, en seguida notando que algo a su alrededor no estaba bien.

En lugar de encontrarse en su habitación, se descubrió en un bosque verde y silencioso, rodeada por el olor característico de naturaleza pura. Lo primero que pensó fue que seguía soñando pero pronto descartó la idea y comenzó a preocuparse.

¡¿Dónde demonios estoy?!,
se preguntó con un sobresalto.

Lo último que recordaba era estar en su cama intentando dormirse como todas las noches. No era sonámbula, y el primer bosque cerca de su casa quedaba a kilómetros de distancia. Mirando hacia abajo noto que vestía sus pijamas, o el rejunte de ropa vieja a lo que llamaba pijamas, y no parecían sucios ni desgarrados.

Se levantó rápidamente, poniéndose en guardia llevando su espalda hasta el árbol más cercano mientras miraba a su alrededor en busca de alguien sospechoso. ¿La habría raptado algún pervertido? ¿Se encontraban bien sus padres y su hermana? Entrando un poco en pánico buscó, sin muchas esperanzas ni resultados su celular alrededor. 
Piensa, ¿cómo hacía la gente antes de los celulares en este tipo de situación?
, se preguntó respirando hondo intentando calmarse y despejar su cabeza. Mirando hacia el cielo solo pudo distinguir las lejanas copas de los árboles, pero no podía ver en qué posición estaba el sol y, por lo tanto, no podía orientarse. Tenía que irse y buscar ayuda antes de que volviese quien fuera que la trajo a este lugar.

Sintió pasos. Aterrorizada buscó a su alrededor alguna piedra o algo que pudiese usar como arma, pero solo descubrió hojas húmedas por el rocío. Miro fijamente el lugar de donde provenía el sonido y clavó las uñas en la corteza del árbol a sus espaldas intentando convertirse en parte de él y silenciar los fuertes latidos de su corazón.

Espiando por entre unas ramas bajas, Alina distinguió que llegaban cinco caballos. Uno de ellos estaba elegantemente arreglado y era montado por un hombre que vestía una sencilla túnica celeste y sonreía como si estuviese en un día de campo común y corriente mirando en todas direcciones. Le antecedían dos caballos casi sin arreglar que eran cabalgados por dos chicos que se peleaban entre sí, aunque Alina no podía distinguir lo que decían. Uno de ellos era flaco, menudo y hablador, mientras que el otro con actitud desinteresada lo miraba de reojo, sonreía y esperaba la oportunidad para lanzarle pequeñas pelotitas rojas. El cuarto caballo era tan blanco que parecía pintado a mano, contrastando con su jinete que estaba cubierto enteramente por una capa gris.

La figura no hablaba ni se movía aunque cada tanto las pelotitas coloradas cambiaban de dirección repentinamente hacia el chico que las estaba tirando. Cuando ocurría, una pelotita roja era enviada de inmediato hacia la figura encapuchada, aunque nunca llegaban a tocarla cayendo en el suelo como si hubiesen chocado contra una pared invisible.

Los jinetes llegaron finalmente hasta el conjunto de árboles donde Alina se encontraba escondida, quien por un momento pensó en salir al descubierto y enfrentarlos pero ganó el miedo frente a la valentía.

—¿Dónde está? —preguntó el chico hablador— No veo a nadie.

—Que poco perceptivo —reprochó el hombre sonriente, sus ojos fuertemente delineados.

—Yo tampoco veo a nadie —intervino el lanzador de pelotitas.

—¿Qué les enseña Misael durante todas esas horas? —preguntó el hombre, más para sí mismo que para el resto—. Hola, personita escondida detrás del árbol, venimos a ofrecer nuestra ayuda.

Alina se movió nerviosa detrás del grueso tronco preguntándose cómo sabía que ella estaba allí. Quizás la había visto mientras dormía, razonó pero no salió de su escondite por si acaso. Los chicos comenzaron a mirar primero al hombre y luego a la figura encapuchada como si esperaran que uno de ellos tomara la iniciativa. La figura levantó su mano lentamente e hizo un movimiento rápido y brusco, como una cacheteada al aire. Alina sintió entonces una repentina ráfaga de viento seguido de un golpe de una rama del árbol empujándola por la espalda fuera del escondite.

—Ahora sí la veo —dijo el chico hablador con una sonrisa.

—Hola, no tengas miedo, no somos malos —agregó una voz.

Alina, plenamente al descubierto, miró a todos los recién llegados con desconfianza y dedujo que la voz provenía de la persona encapuchada. Era una voz de mujer, que sonaba extrañamente musical y melodiosa, casi artificial. Por supuesto que Alina no se confió de tal voz, podía ser un señuelo para intentar que bajara la guardia, no era tonta. Había visto demasiadas películas de terror como para dejarse convencer por una voz bonita; usualmente detrás de ella venían unos filosos dientes. Como respuesta Alina retrocedió unos pasos, pero tropezó con una de las raíces del árbol y cayó de espaldas al piso provocando las risas de todos. Enojada consigo misma y con el resto, se levantó ofendida y los miró desafiante, la valentía estaba comenzando a ganarle al miedo.

—Bueno, bueno, basta de rodeos —dijo el hombre bajándose del caballo y caminando despreocupado hasta la mitad de la distancia que lo separaba con Alina—. Mi nombre es Joy, mucho gusto.

Como Alina no contestaba continuó.

—Supongo que estarás un poco desorientada, preguntándote dónde te encuentras y quiénes somos, te aseguro que es todo un poco difícil de explicar. Trajimos un caballo extra para llevarte a un lugar más cómodo y poder charlar un rato.

—¿Me creen idiota? No pienso acompañar a un grupo de extraños a ningún lado —fue su cortante respuesta.

—Este lugar es completamente diferente a lo que estas acostumbrada. —explicó el chico hablador–. Precisas de nuestra ayuda sin lugar a dudas.

—Necesitarán más que eso para convencerla —dijo el disparador de pelotitas, poco convencido—. Yo tampoco iría con ustedes en su lugar. Lindos pijamas, por cierto.

—No estás ayudando, Elio —reprochó la encapuchada.

—Puedo hacerlo mejor que ustedes.

—Bueno niños, niños, este no es momento ni lugar para discutir —intervino el hombre mirando hacia los jinetes.

El lanzador de pelotitas bajó de su caballo y miró breve pero divertidamente a la encapuchada. Se acercó a Alina con menos cuidado y más naturalidad que el hombre pero aun así se detuvo a unos pocos metros de ella.

Juntó con un golpe las palmas de sus manos y luego adelantó la derecha hacia Alina para que observase con atención. De su palma comenzó a crecer una llama de fuego y el muchacho adelantó su mano izquierda. La llama de su mano saltó literalmente de una mano a otra y luego volvió a la primera. Repitió el proceso cada vez más rápido hasta formar un arco que el chico manejó como si fuese un elástico. Látigos de llama danzaban alrededor del chico que miraba fijamente a Alina estudiando su reacción, encontrándola boquiabierta.

—Créenos cuando te decimos que este no es el mismo lugar de dónde vienes —explicó el chico mientras los látigos cambiaban lentamente del color anaranjado característico al verde.

—Sigue pudiendo ser un truco barato. ¿Trabajan en un circo o algo así? —logró articular Alina retrocediendo un paso más.

—Difícil de convencer —dijo el hombre sonriendo.

Con esas palabras, Elio volvió a juntar sus manos uniendo los látigos de fuego verde para formar la figura de un pájaro que salió volando hacia el cielo y se extinguió antes de llegar a las nubes.

Alina no sabía exactamente cómo reaccionar y se quedó inmóvil mirando fijamente el punto donde el ave había desaparecido, aun sintiendo el calor de las llamas en sus mejillas.

—Yo podría haber hecho eso —chilló el muchacho hablador— ¿Era realmente necesario el espectáculo?

—Nuestro querido amigo, Elio, ha demostrado de forma bastante eficiente nuestro punto. Prometo que no somos malas personas, ven con nosotros y te explicaremos todo —dijo el hombre señalando al animal sin jinete.

—¿Por qué me han traído aquí?

—No te hemos traído, encontraste tu camino solita y sin ayuda. Algo de lo más interesante —respondió el hombre.

Alina seguía sin confiar en ninguno de ellos, entonces buscó los ojos del hombre y los observó detenidamente intentando encontrar alguna señal de traición en sus palabras. Estaba de pijamas, sin celular, sin nada con qué defenderse, en el medio de un bosque extraño, sin dinero ni comida, muchas opciones no tenía. O los acompañaba o pasaría quien sabe cuánto tiempo perdida antes de encontrar cualquier indicio de civilización.

Lentamente Alina se acercó con la frente en alto hacia el grupo ante las sonrisas de los presentes y, con poca elegancia, subió al caballo que le fue asignado sin decir una palabra. Seguiría a este grupo de lunáticos y si intentaban cualquier cosa no se dejaría ganar tan fácilmente. Usaría las riendas del caballo para ahorcar a alguno si era necesario.

—¿Vieron que no había que dar tantas vueltas? —dijo Elio jocosamente.

—Entonces díganme... ¿dónde estoy y quiénes son ustedes?

—No te preocupes, Misael se encargará de todas tus preguntas, nosotros lo único que lograríamos es confundirte más. Él ya tiene bastante experiencia en esto de explicar los dos mundos. A veces puede ser aburrido, pero puedo asegurarte que sabe mucho sobre todo. Por cierto, no me he presentado, mi nombre es Emir —respondió en una cascada con voz chillona el flacucho.

—¡No la agobies, Emir! Ya estas empezando a molestarme a mí que te escucho todos los días —intervino Elio nuevamente con un suspiro.

—Perdón, a veces me dejo llevar. Simplemente tienes que pararme porque hay veces que hablo mucho y la gente dice que mi voz puede tornarse un poco molesta, cosa que no entiendo, pero igual que no me importa.

—Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh —exclamó la encapuchada—, sigues haciéndolo Emir. Mi nombre es Mayra y te pido que disculpes a estos dos —dijo señalando con su mano a Elio y a Emir—. Él es Joy —agregó señalando al hombre.

Cabalgaron por el bosque sin cruzar muchas palabras dado que aunque Alina estaba sumamente ansiosa ninguno de sus acompañantes estaba dispuesto a responderle. Emir era un muchacho de voz aguda, muy flaco y bajo pero que sus ojos emitían cierta inocencia. Por otro lado, su amigo Elio era más bien callado y absorto de sus alrededores, y a los segundos de empezar a cabalgar cabeceaba de sueño. Joy, supuestamente el adulto en la compañía, parecía ser más niño que cualquiera y siempre estaba sonriendo aunque varias veces Alina sintió su disimulada mirada de evaluación en la nuca. Mayra era un caso aparte, todavía no podía ver sus rasgos pero parecía tímida e incómoda al lado de Alina, como si no supiese qué decir o cómo actuar con ella.

Hacía casi diez años que no andaba a caballo, algo que comenzó a hacerse evidente cuando sus piernas empezaron a doler e irritarse. Por suerte, no estaban muy lejos de su destino y un par de horas después unas murallas blancas comenzaron a distinguirse entre los árboles.

—Hemos llegado —dijo Mayra despertando a Elio de su prolongada siesta con un sacudón de brazo.

Other books

Penny's Choice by Annette Archer
Dark Peril by Christine Feehan
A Bullet for Billy by Bill Brooks
The Endangered by S. L. Eaves
What a Bear Wants by Winter, Nikki
Unknown by Unknown
A Man Without Breath by Philip Kerr