Maestra del Alma (Spanish Edition) (21 page)

BOOK: Maestra del Alma (Spanish Edition)
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43. Fuego, Humo y Sangre

No fue difícil juntar la historia de Mariabelle con la que les contó Grundel aquél día al principio de su aventura. La mujer había alterado a sus hijos desde la panza, a la imagen que ella quería sin saber que eran dos y no uno. Había hecho una abominación y, cuando todo dejó de ser risas y diversión, eso la destruyó. Arianne estaba muerta. Mariabelle no pareció muy sorprendida pero lloró en silencio la pérdida de la prima que la había eclipsado toda su vida.

Mayra callaba, sin saber qué decir viendo que su plan había tomado un giro imprevisto, mientras Elio la miraba con atención buscando algún indicio de la depresión que la había tomado hacía unos días. Pero más que a Mayra, Alina observaba a Dai quien parecía haberse convertido en estatua. Apretaba su vaso con tal fuerza que sus dedos y nudillos estaban blancos y miraba a Mariabelle con una intensidad que Alina no lograba identificar del todo. Tomó y cinchó levemente la trenza de Dai para sacarlo de su trance, pero no la rechazó como era usual y Alina por un momento pensó que estaba mirando a un cachorro lastimado. Antes de que pudiese decir nada Dai se levantó y murmurando algo que sonó a "basta con historias quiero ir a dormir" salió como un rayo por la puerta de la cabaña.

 

* * *

 

Era muy entrada en la noche cuando los gritos despertaron a Alina, quien a pesar de estar extenuada no había podido conciliar el sueño hasta lo que parecía cinco minutos atrás. Maldijo en voz alta sin razonar todavía lo que significaba el bullicio. A su lado Mayra todavía dormía como siempre profundamente, sin que nada la despertase. Parecía poder dormirse en cualquier lado a cualquier hora, era envidiable.

Compartían una única cama matrimonial, una de las únicas habitaciones que tenía la posada del pueblo mientras Hikaru y Elio compartían otra similar. A Dai no lo habían vuelto a ver desde que se había ido de la casa de Mariabelle, tampoco lo buscaron puesto que había prometido que se separaría de ellos aquí y nadie parecía dudar que así lo había hecho. Al pensarlo, Alina tuvo un breve e indescifrable retorcijón en la panza antes de volver a intentar despertarse.

Un poco más lúcida prestó atención a los ruidos que la habían despertado, pero parecían ser caóticos. Extrañamente, no fueron los gritos que la pusieron en alerta sino el ardor de sus ojos y el olor acre a madera y paja quemada.

—¡Mayra despierta! ¡FUEGO! –dijo sacudiendo a su compañera y levantándose rápido para agarrar las cosas personales que encontraba.

—¿Qué está pasando? –preguntó Mayra aun desconcertada por el sueño

—¿Y cómo voy a saberlo? ¡VAMOS! –gritó Alina.

Los chicos salieron de su habitación en el mismo momento, tosiendo. Las escaleras al piso inferior estaban todavía sanas pero el resplandor que salía del piso de abajo indicaba que no iba a ser posible esa salida. Unos pocos huéspedes se acercaron a la escalera y aunque intentaron advertirles, uno de ellos decidió bajar de todos modos. La escalera cedió con su peso y el hombre calló a las llamas con un grito.

Fue entonces cuando el pánico reinó. Elio gritó que lo siguieran y los llevó hasta el cuarto que había compartido con Hikaru, dirigiéndose rápidamente a la ventana. La rompió con el pié y con una de las mantas de la cama sacó los vidrios en punta que habían quedado. Debajo de la ventana se encontraba el techo del establo y, aunque Alina tenía miedo de saltar y que el techo cediese, Elio se le adelantó comprobando que  el techo era lo suficientemente firme para soportar su peso. Uno a uno todos bajaron al techo del establo y con un salto un poco doloroso, alcanzaron el piso. Los otros huéspedes no perdieron tiempo y corrieron intentando escapar el caos que reinaba.

Alrededor, hombres y mujeres con aspecto fiero corrían con espadas apuñalando a quienes veían o entrando a saquear a las casas. Los hombres asaltantes acorralaban y violaban a las mujeres en cualquier rincón semi-escondido que encontraban para luego degollarlas cuando habían terminado.

Varios asaltantes notaron la presencia de Alina, Mayra, Elio y Hikaru casi al segundo de haber saltado al piso y, aunque Mayra y Elio hacían lo posible para defenderse con el poder, orientando el viento u el fuego, cada vez se acercaban más y no tenían espadas para defenderse. Eran demasiados.  Hicieron lo único que podían hacer, corrieron lo más rápido que sus piernas permitían. Se abrieron paso entre los asaltantes, entre las violaciones y los gritos, entre los descuartizamientos y el fuego. Pasaron frente a la casa de Mariabelle y vieron como varios asaltantes entraban ante los gritos de los niños, y aunque Mayra lloró e intentó dirigirse hacia allí, fue detenida por Elio y obligada a seguir corriendo. Si los asaltantes la retenían todo estaba perdido.

Alina corrió y corrió, con los ojos llenos de lágrimas por el llanto y por el humo. Le pareció ver a una mujer hermosa riendo entre el caos haciendo señas a varios de los asaltantes para que "la" encontraran, y Alina siguió corriendo. Cuando se detuvo para recobrar el aliento, casi al borde del pueblo, descubrió que había perdido a Hikaru, Elio y Mayra. Estaba sola. Sola entre los gritos la sangre y el fuego. Gritó sus nombres, y al no tener respuesta su instinto le dijo que siguiera corriendo porque varios hombres la habían escuchado gritar y ahora se acercaban a ella. Entre las lágrimas y el fuego Alina vio a una figura moverse desapercibida, escondiéndose en las sombras. Dai.

No quiso gritar de nuevo para no llamar la atención, pero se sintió aliviada de encontrar a alguien familiar entre todo el caos. Por más que Dai fuese un demonio que había hecho cosas terribles, que la había atacado más de una vez, que estuviese intentando escapar significaba algo, ¿no? No estaba del lado de los atacantes.

Siguió a la figura en silencio, pero cada vez más desesperada. Llegaron a la línea con el bosque y Dai apresuró su paso a través de los árboles en la oscuridad.

—¡Dai! —se atrevió a decir Alina, pero demasiado bajo y desesperado como para que Dai la escuchara.

Lo siguió a través del bosque y perdió el rumbo, Dai apenas visible a lo lejos en la oscuridad. Detrás quedaron los gritos y el resplandor del fuego.

—¡DAI! –dijo un poco más fuerte unos minutos después, su voz rasposa por el humo.

¿Cómo podía no escucharla? Ya estaban solos en el bosque y no había otro ruido.

Dai se detuvo, finalmente, en un pequeño claro en el bosque, volteándose lentamente con una expresión inescrutable.

—Dai, ayúdame, por favor –sonaba patética y se dio asco, pero estaba extremadamente asustada.

Dai la miró, como si no supiera bien que decir, y dio un paso adelante para ayudarla, pero luego se detuvo y enderezó su espalda. En el lado opuesto al claro se acercaba una figura. Alina comenzó a temblar. ¿Los había traicionado? Lentamente la figura se acercó y a medida que iba pudiendo distinguir a la figura bajo la luz de la luna Alina calló su llanto.

La figura paró al lado de Dai pero no se miraron entre ellos, como si hubiesen estado lado a lado siempre y nunca separados. Ambos pares de ojos la miraron con la misma mirada, con la misma intensidad, hombros en la misma postura, espalda igualmente recta, brazos en la misma posición. 
Una alucinación
, pensó Alina, 
Dai está jugando con mi cabeza
. Los dos Dais frente a ella caminaron unos pasos sincronizados, sus trenzas balanceándose con el mismo movimiento.

—Dai, ¡sal de mi mente! –gritó Alina agarrando su cabeza con ambas manos. Los pasos pararon.

Alina levantó la mirada y miró a los dos Dais, ¿Era decepción o rebeldía lo que veía en esos cuatro ojos? Desafío, tal vez.

Cada Dai comenzó a caminar en direcciones diferentes alrededor de ella, siempre de forma idéntica, incluso más que antes.

—¿Por qué estás aquí? –preguntaron al unísono en el mismo tono.

—Estaba sola, te vi caminando hacia el bosque, Dai, por favor, ayúdame... tenemos que ver si el resto está bien –dijo, intentando hacer caso omiso a la sensación de mareo que le producía que los dos Dais caminaran de ese modo alrededor de ella— ¿Por qué estás haciendo esto Dai? Basta

—No estoy haciendo nada –respondieron—. No volveré, vuelve por donde viniste.

Seguían caminando alrededor de ella en sentidos opuestos, hablando al mismo tiempo. Alina se sentía dentro de un caleidoscopio, o en una casa con muchos espejos. Su cabeza comenzó a doler, y empezó a tener nauseas.

—No... no sé cómo volver, basta por favor, deja de moverte así, sal de mi cabeza –respondió, intentando disimular, intentando no vomitar.

—¡NO ESTOY HACIENDO NADA! –gritaron los Dais, ambos levantando las manos al mismo tiempo.

Alina no lo pudo contener, cayó de rodillas y vomitó. No se animaba a levantar la mirada porque la vergüenza la carcomía. Esperó el comentario sarcástico, esperó la burla, esperó cualquier cosa. Todo menos el silencio desaprobador de los dos Dais que la miraban.

—Deberías haberla parado a la entrada del bosque... —dijo un Dai.

—Cállate –dijo el otro.

Alina levantó la mirada cuando los dos Dais comenzaron a caminar alejándose de ella. Con poca fuerza e inestable, Alina se levantó y los miró alejarse, luego comenzó a seguirlos. Como un perro se sentía, siguiendo de este modo a alguien a quien ni siquiera le importaba. Pero estaba sola, en el bosque, en la noche, y el miedo pudo más que ella. Alina ya no se consideraba valiente, estaba cansada de disimular ser fuerte.

Ninguno de los Dais la detuvo.

44. Líder

Elio nunca había tenido tanto miedo en su vida. Había sentido miedo si, por ejemplo cuando no podía controlar su poder y dejaba de saber quién era su verdadero ser. Pero nada se había comparado con el terror que sentía ahora al mirar a Mayra y Hikaru y no saber qué hacer ni qué decir. Él siempre había sido más un seguidor que un líder, dejaba que todo fuera resuelto por mentes seguro más rápidas que la suya. Mayra con su gran intuición, Emir con su extrema inteligencia, Misael y Joy por su sabiduría, el Príncipe Mental por su liderazgo, y tantos otros.

Pero ahora no había nadie que tomara decisiones por él y había dos personas que dependían enteramente de su poder de liderazgo. Eso era lo que más lo asustaba, que no era solo su seguridad la que estaba en juego, sino también la de Hikaru y la de Mayra.

Hikaru sollozaba y temblaba abrazando sus piernas. Elio a veces se olvidaba que se trataba solo de un niño que, aunque siempre estaba contento, Alina una vez le había confesado que veía una tristeza e inseguridad emanando de él. Este niño nunca había salido de las logias hasta hacía unos días, nunca se había enfrentado a nada y una de las primeras experiencias que había tenido en el mundo detrás de los límites de su pueblo había sido una traumática. Mayra por otro lado le preocupaba. No había vuelto a su estado catatónico pero Elio lo esperaba en cualquier momento. La chica hablaba ni emitía sonido, parecía estar en un pensamiento profundo pero por suerte todavía se movía por su propia voluntad y seguía emanando su brillo característico.

Cuando estaban corriendo, escapando de los atacantes que los perseguían, habían perdido a Alina en el caos y Mayra quería volver a entrar en el núcleo de la pelea solo para encontrarla. Elio sabía lo difícil que era para ella no parar y ayudar a los habitantes de la aldea, verlos siendo masacrados, violados o incinerados no estaba dentro de su naturaleza. Cada vez que Mayra veía a un ser sufrir, un pedazo de su corazón se rompía y si no podía ayudar se le clavaba una espina el alma. Era capaz de morir defendiendo un conejo de un cazador si no tenía a nadie como Elio que la ayudara a seguir su camino.

Él no iba a permitir que se suicidara aquí. No cuando el resto de Babia dependía de ella. El peso que cargaba Mayra en sus hombros era uno muy grande, tan pesado y Mayra tan insegura que varias veces estuvo a punto de aplastarla. A menudo Elio se preguntaba si esta persona, que no podía hacerle daño ni a quienes cometían un acto de la barbarie como la que acababan de presenciar, podría salvarlos a todos ante la sombra. Era frágil, como una copa de cristal, era mucho lo que se le pedía, mucho ser un símbolo más que una persona. Pero Elio siempre la apoyaría, la respaldaría ya sea siendo un hombro para llorar sus preocupaciones fuera de los oídos y los ojos de las personas que confiaban en ella, o sea para que tuviese éxito en su misión. Aunque significara que la perdería para siempre.

En todos los pueblos que habían parado Elio había buscado información sobre cómo podría salvar a Mayra de su destino, como podría hacer para mantenerla a su lado. Pero por más que hablase con los más sabios, los más viejos, los más estudiosos, no había encontrado nada. La información más nueva que había escuchado fue la teoría de Hikaru, un niño de doce años. Si la ayudaba, la perdería. No sabía cómo podría seguir sin ella, alguien que lo entendía y lograba hacerle recordar quién era él. Seguramente volviera a perderse entre personalidades, pero no era lo suficientemente egoísta para no ayudarla.

Entonces durante el ataque la contuvo, aunque las personas que estaban a su alrededor gritaban, sangraban e imploraban por ayuda, arrastró a Mayra fuera del caos. Incluso cuando perdieron a Alina, la alejó del pueblo, envueltos en una niebla de humo. Corrieron ocultos durante varios minutos hasta que estuvieron lo suficientemente lejos como para poder tomar aire. Mayra tenía la mirada perdida y Hikaru lloraba y temblaba. Elio tenía que tomar una decisión, y no se sentía confiado como para hacerlo. Entonces hizo lo único que se le ocurrió, emprendió el camino a casa esperando que fuese la decisión correcta. A Gael.

 

* * *

 

Durante todo el camino de vuelta, Elio pensó que era cuestión de segundos a que Mayra decidiese volver a la aldea incinerada a buscar a Alina y ayudar a la gente. Pero no lo hizo, simplemente se mantuvo callada, obedeciendo a Elio en todo cuanto le decía. Con Hikaru pasaba igual, aunque por lo menos el niño había vuelto a hablar, sin el entusiasmo ni la alegría que lo caracterizaba, pero era algo. 

Caminaron durante largas horas, solo descansando lo necesario al principio previniendo que los siguieran. Dormían de a turnos, apretados los unos con los otros por el frío y porque habían perdido su equipaje. No llevaban comida ni agua por lo que tuvieron que parar unas horas para poder pescar y tomar agua de un arroyo cercano cuando pensaban que sus fuerzas se estaban debilitando en demasía.

Al tercer día consiguieron que un campesino, un poco sorprendido y asustado por ver a la iluminada andrajosa, los llevara hasta en su carreta a Gael, donde pensaba vender cueros en el mercado principal. Por lo que pareció una eternidad de pozos, tumbos, olor a paja y la voz rasgada del campesino, comenzaron a distinguir los muros de Gael a lo lejos y Elio, después de varios días, se permitió un respiro de Alivio.

 

* * *

 

—Lo recuperaremos —fue lo primero que dijo Mayra en la mañana, luego de haber dormido desde el momento en que llegaron al palacio.

—Mayra, sabes que eso es imposible. No podemos arriesgar la guerra entera en solo una persona —dijo Murdock.

—No es su decisión, es mía, y se lo que estoy haciendo. No necesito que me lo repitan —respondió sin siquiera mirarlo. Elio sonrió a esta Mayra llena de confianza y fuerza.

Apenas llegar al palacio, Mayra se había retirado a sus aposentos sin hablar con nadie y no había dado señales de vida hasta la media mañana del siguiente día cuando apareció con fuerzas renovadas y emanando seguridad. El temor de Elio de que Mayra se sumiera nuevamente en un pozo depresivo se disipó al instante, y sintió que un gran peso se iba de su pecho. 

—Lo primero que debemos hacer es contactar a Saladin. El plan de los cetros sigue en pie, tenemos todas las piezas, solo necesitamos al siguiente Maestro de las formas mejor que Arianne.

—¡NO ÉL! —exclamó Misael con indignación y una mueca en su cara de extremo disgusto. Mayra sonrió dejando ver que todavía seguía ahí, que su confianza y seguridad no era solo fruto del shock.

—Saladin es el mejor Maestro de las formas y tú lo sabes, deberán trabajar juntos para ayudarnos a todos. Orgullo de lado.

Misael parecía haberse comido un limón. De solo pensar en los dos ancianos juntos, cacareando y peleando todo el día lo cansaba y no pudo evitar dar un resoplido. Habiendo estudiado juntos desde la niñez, Misael y Saladin se detestaban. Una rivalidad que iba tan lejos como sus propias memorias, aunque Elio estaba seguro que ninguno de los dos recordaba cómo había empezado todo. En realidad, a estas alturas de su larga vida, verlos juntos era como ver a dos niños chicos peleando por un juguete más que enemigos propiamente dichos. Incluso estaba seguro que, si no llegaba a amistad, se respetaban mutuamente, solo eran demasiado obstinados como para admitirlo.

—Los convence a todos con humo de colores bonitos —refunfuñó encogiéndose en su asiento.

—Esto será divertido —agregó Joy con una sonrisa que decía que pasaría todo su tiempo con ellos pinchándolos para que se peleen.

—Lo segundo, necesitamos organizar un equipo de búsqueda. Debemos encontrar a Alina y a Dai —continuó Mayra sin desviar los ojos, sin temblar ni titubear.

Los presentes se movieron en sus sillas incómodos, un poco disgustados. Hikaru el único que se irguió en su silla, intentando demostrar su apoyo sin interrumpir.

—Mayra —empezó el Príncipe Mental—, entiendo de ir a buscar a Alina, no es de por aquí y puede estar perdida. ¿Pero Daesuke? Es un demonio, estaremos gastando recursos en buscarlo, debe estar al otro lado de Babia a esta altura —intentó explicar con delicadeza.

—Incluso es un riesgo enviar a un equipo a buscar a Mayra, estaríamos seguramente en una misión suicida. No estamos en condiciones de perder hombres —intervino Murdock un poco más bruscamente.

—Respecto a Dai, encuentren a Alina y lo encontrarán a él. Tendrán que ir sin uniforme, en cubierto. No podemos abandonar a Alina, la necesitamos... sin ella no seremos exitosos.

—¡¿Para qué?! No puede usar el poder, no puede pelear, ¿de qué es útil? Es una chica inteligente, seguramente esté tranquila aprovechando las vacaciones.

—Sí que puede usar el poder, lo ha demostrado en nuestro camino. Es la más poderosa de todos nosotros, y siento que va a tener un papel importante en el resultado de todo esto. Es una Maestra del alma.

Se hizo un silencio en la habitación.

—¿Estás segura Mayra? El poder del alma es algo que nadie ha visto durante mucho tiempo, quizás sea un poder de la mente... —titubeó Misael.

—Estoy segura, ella puede ver dentro de cada uno, puede incluso ayudar a cambiar a las personas. Lo hizo conmigo por eso estoy aquí con ustedes y no llorando en mi habitación, lo hizo con Dai, lo hizo con todos en cierto grado.

Los participantes seguían sin salir de su asombro.

—Ahora les pregunto. ¿Están dispuestos a dejar que la única Maestra del alma en años caiga en manos de la sombra y la convenza de usar su poder para sumar gente a su causa? ¿Perder esta posibilidad de aprender sobre un poder casi que no tememos memoria? Si no es así, quiero un equipo yéndola a buscar.... ¡HOY!

Mayra siendo razonable y explicando de forma clara sus intuiciones. 
Por fin,
 pensó Elio recostándose en su silla dispuesto a dormitar mientras terminaba la reunión.

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