Read Maestra del Alma (Spanish Edition) Online
Authors: Laura Navello
Asqueroso,
pensó Suke sintiendo lo que estaba pasando al otro extremo de su conexión
Cállate,
respondió con el pensamiento Dai.
Realmente tenían que aprender a cerrar su vínculo en algunos momentos cuando todo esto terminara.
No estoy seguro de querer eso.
Estaríamos solos.
Explícaselo a Alina cuando tengan un momento de intimidad a ver qué opina de tener a alguien espiando.
Somos uno.
No, no lo somos.
Tenemos que acostumbrarnos a la idea.
Dentro de su cabeza, ambas voces se mezclaban hasta que se hacía casi imposible distinguir cuál de los dos estaba pensando cierta idea. Estaban aprendiendo a distinguirse, pero deshacer dieciocho años de tratarse como a una persona no era sencillo.
No es momento de filosofar.
La batalla no va bien.
Aquí adentro creo que nos deparan más sorpresas.
Suke se concentró por un momento en despachar a los demonios que estaban atacando y miró alrededor, transmitiendo todo lo que veía. Dai no tendría momento de reportar lo que estaba sucediendo fuera pero mejor que estuvieran informados por si acaso.
Alrededor todo era sangre, suciedad y gritos. Suke se había unido a los battousanios para ayudarlos con su poder a crear el ataque más eficiente del ejército de la iluminada. Lo que ninguno pensó fue que los demonios los atacarían con más fiereza a ellos que al resto, previniendo el destrozo que podía realizar el pueblo guerrero.
En lo personal, los cetros no lo motivaban, pero sí podía observar el aliento que les provocaba a los solados. Cada vez que Rashieka atacaba a alguno de los demonios revoleando su nueva arma, el cetro emitía un estruendo simulando el cuerno de valentía de su pueblo. Un apabullador grito de guerra le seguía por parte de los soldados guerreros llenándolos de coraje. Nadie le diría a un battousanio que un gran palo no servía para atacar a enemigos, por más que los cetros eran más un símbolo que un arma.
Uno de los eleutherianos mantenía el cetro de su pueblo en el aire, girando en círculos fuera del ataque de las flechas. En su caso, el ruido de campanas de los anunciadores se escuchaba con cada brisa de viento guiando a los hombres alados en su ataque sincronizado. Más parecía un baile al son del ruido de los anunciadores que un ataque, si era honesto.
Por más que ya no tenía un vínculo con la sombra, Suke no se sentía arrepentido de destruir el símbolo primordial de Eleutheria. No entendía bien la importancia de los símbolos ni comprendía lo que decía la iluminada sobre crear fuerza en los pueblos a través de ellos. Eran meras cosas materiales.
Un poco más lejos, el Príncipe Mental brillaba con sus particulares rasgos haciendo juego con el cetro, seguido con confianza por todos sus soldados.
¿Cómo sería nuestro padre con los rasgos del Príncipe Mental?
No pienses en eso.
Podríamos pedir algún retrato… o incluso averiguar si se encuentra vivo.
¡NO!
Le hicimos perder el trono.
Exacto.
Suke se concentró nuevamente en la batalla dejando para otro momento la discusión de su reciente encontrada paternidad.
La batalla se volvía cada vez más fiera y, al son de algo parecido a una trompeta, varias trampas se abrieron del piso dando paso a decenas de demonios que rodearon a los battousanios. Con el objetivo fijo en el cetro, la mayoría de los demonios comenzaron a atacar simultáneamente a Rashieka haciéndola tambalear. Los battousanios se apresuraron a defender a su líder, pero eran superados en números. Poco puede hacer una única persona contra tantos ataques simultáneos focalizados, filosas espadas de por medio. Rashieka cayó de golpe y fue cubierta de apuñaladas por parte de los demonios que podían alcanzarla; el cetro rodando por el campo de batalla manchado de sangre.
Oh no.
¡Sal de ahí!
Los battousanios lanzaron un gemido de odio al ver a Rashieka morir, perdiendo todo control sobre su ataque conjunto y desperdigándose en rabia y venganza a lo largo del campo.
Esto es lo que quiere crear la sombra rompiendo los cetros, caos, desesperanza y rabia.
Suke se mantuvo inmóvil mirando hacia los otros portadores de cetros, dos de ellos se encontraban en la retaguardia con las Logias y algunos de los Farlingas, pero el resto estaba vulnerable al plan de la sombra. Es lo mismo que pasó en la anterior batalla, ¿por qué la iluminada volvía a repetir el mismo error?
El Príncipe Mental fue atacado de la misma forma, pero no tenía el código de honor de los battousanios y fue lo suficientemente inteligente como para llamar a la retirada. Su cetro le fue arrebatado de golpe por uno de los demonios, que victorioso alardeó mostrándolo a sus compañeros. Arriba en los cielos, el portador del cetro de los eleutherianos se desplomó al suelo atacado por una flecha enviada por medio de una extraña máquina escondida entre las rocas.
No ganaremos esto.
Tenemos que llegar a Mayra.
¡Deja de pensar cuan calientes están los labios de Alina, entonces!
Suke se preparó para emprender la retirada pero se detuvo al ver a un corpulento demonio blandir un hacha más grande que las cabezas de Dai y Suke juntas. Con la fuerza de cinco Battousianos y un sonoro y seco golpe, cortó el cetro a la mitad.
A los otros cetros les deparaba el mismo destino.
—¡Emir! ¡Basta ya! Sabes que no te atacaremos –suplicó Mayra sofocando el llanto.
El suelo comenzó a temblar, varias grietas abriéndose con un estruendo levantando polvo y haciendo que pedazos de piedra cayeran de las paredes. Mayra y Elio se llevaron los antebrazos a la boca para intentar no respirar el polvo, pero comenzaron a toser de todas maneras.
—No estoy bromeando, la sombra a compartido parte de su energía conmigo lo que me permite ser cien veces más poderoso que antes –anunció haciendo que las antorchas estallaran en altas llamas–. Puedo controlar más elementos.
Los ojos de Emir estaban desencajados de la excitación y sonreía ampliamente ante la muestra de su propio poder. Elio extinguió las llamas nuevamente a su fuerza normal y se acercó unos metros hacia Emir posando la mano en la empuñadura de su espada.
—Al menos uno de los dos está comenzando a tomarme en serio —dijo victoriosamente Emir.
Posando su mirada en Mayra la analizó detenidamente buscando algo en su rostro y estudiando cada uno de sus movimientos.
—Realmente existe alguna conexión entre ustedes dos... me encantaría poder estudiarlo a fondo, son pocas las personas que llegaron a conocer tanto a la iluminada como a la sombra. Me pregunto por qué no hay registros sobre esta evidente semejanza... —dijo Emir con su antigua voz estudiosa y aguda bajando un poco la empuñadura.
—Emir, Alina ha logrado controlar su poder, ¡podemos ayudarte a quebrar tu vínculo con la sombra! –explicó Mayra un poco desesperada sin escuchar del todo lo que decía el chico.
—Mayra, ¿por qué querría hacerlo? La sombra me ha dado poder, con su ayuda podré dominar todos los elementos –dijo nuevamente Emir desenfocando su mirada y volviendo a la posición de ataque.
—Porque somos tus amigos, porque no queremos luchar contigo –respondió Elio.
—¿Amigos? Me trataban como un pequeño payaso... Usaban mi mente cuando lo creían conveniente pero luego simplemente se reían de mi ambición y mi personalidad. Nunca dieron ni dos gramos de esfuerzo para alentarme, desde que llegó Elio, siempre ha sido así. La tercera rueda —espetó Emir con rabia.
—No te atacaremos —concluyó Mayra dejando caer sus lágrimas negándose a rebajarse.
—Entonces tendré que empezar yo.
Emir se abalanzó sobre Elio con la espada en el aire, con más destreza y energía que la que había demostrado durante toda su vida junto a Mayra. La energía que le compartía la sombra y su aumento en el uso del poder ayudaban a su confianza provocando una mejora en otros aspectos. Elio era un excelente espadachín, pero luchar con alguien a quien aún consideraba amigo afectaba su ímpetu de manera desmedida, cuidándose para no hacerle daño.
Estaba claro que el caso opuesto no se estaba dando, Emir abatía a Elio sin piedad, buscando estocarlo fieramente. Mayra lloró, su convicción escapando por los poros de su piel. Perfectamente podía atacar a Emir y terminar con todo esto, pero realmente no quería hacerle daño. No era como los demonios a los que había enfrentado hacía unos minutos, este era Emir, un chico que conocía desde la infancia, ¿Cómo había ido a parar su relación en este odio? ¿Qué había hecho durante el camino para que Emir tuviese tanto rencor acumulado?
¿Sería cierto que se había dejado llevar por la actitud cómica de Emir ante ciertas situaciones y actuado de forma arrogante frente a él? ¿Cómo podía ella, un ser creado puramente por energía positiva, haber lastimado tanto a alguien sin darse cuenta? ¿Era ella realmente un ser puro y sin maldad?
Las dudas la consumieron y Mayra sintió nuevamente hundirse en un pozo, toda su realidad tambaleándose frente a ella.
—Emir, lo siento –fue lo único que pudo decir.
—Mayra esto es lo que quiere la sombra, no te dejes ganar –le dijo Hikaru sacudiéndola de un brazo saliendo de su estupor.
—Es un poco tarde para eso. Déjame decirte Mayra, la sombra no tiene actitudes tan crueles como las tuyas –dijo Emir aun luchando con Elio.
Era peor que la sombra. ¿Qué significaba esto?
—Mayra, no lo escuches. Emir, ¡detente! Realmente no sientes lo que estás diciendo —afirmó Elio entrando en pánico.
—No, realmente lo siento y he esperado mucho para decirlo –contestó Emir.
Elio se turnaba entre mirar a Mayra y luchar con Emir, pero no podía continuar haciendo ambas. No cuando el brillo de Mayra estaba disminuyendo ante cada una de las afirmaciones de su antiguo amigo, o cuando Emir no daba señales de querer terminar de luchar. Otra vez, Elio tenía una gran decisión que tomar frente a él sin nadie que lo guiase y cuyo resultado afectaría a otras personas. ¿Lo odiaría Mayra por lo que estaba a punto de hacer? ¿Importaba sabiendo que la chica desaparecería en unas horas?
Gritando para obligarse a actuar, Elio dejó de defenderse y atacó la muñeca de Emir que aferraba la espada. Emir gritó de dolor sosteniendo únicamente un muñón sangrante, su espada y mano cayendo al suelo con un leve estruendo metálico.
—Lo siento, lo siento, Emir, pero esto va más allá de nosotros –imploró Elio intentando no lanzar el contenido de su estómago —Hikaru intenta parar el sangrado, por favor. Mayra, tenemos que seguir adelante.
Elio levantó la espada de Emir, intentando no mirar la mano cortada del chico yaciendo a su lado y se encaminó hacia Mayra intentando limpiar la sangre que lo había salpicado. La iluminada se había acuclillado ante el grito de dolor de Emir y miraba un punto fijo con ojos perdidos, lagrimas cayendo silenciosamente por sus mejillas.
Hikaru se acercó hacia Emir, intentando tomar el muñón en sus manos, pero Elio podía sentir como era apartado bruscamente por el chico que gemía de dolor. Elio se acuclilló frente a Mayra y la sacudió al principio levemente, luego con un poco más de fuerza como había hecho Alina tiempo atrás, pero el brillo de la iluminada continuaba aplacándose.
—Mayra perdóname pero tienes que seguir adelante, por favor, despierta –le susurró Elio abrazándola fuertemente–. Sabes que tampoco quiero esto, pero escapa a nosotros, vamos Mayra, levántate.
—¡ELIO, CUIDADO! –escuchó gritar a Hikaru desesperadamente a su espalda.
Volteándose espada en mano, con todos sus reflejos funcionando por instinto, Elio se defendió. Si hubiese tenido dos segundos para pensar, su actitud hubiese sido distinta, pero su cuerpo se movió solo, recordando años de entrenamiento. Sintió el impacto antes de entender lo que estaba pasando, y el corazón se le encogió de arrepentimiento incluso antes de levantar la vista. Emir lo miraba con ojos vacíos, sangre burbujeando en su boca, su estómago empalado en la larga espada de Elio y una de sus manos soltando un fino puñal al piso haciendo eco en la caverna.
Estoy besando a un chico, estoy besando a un chico, estoy besando a un chico...
pensaba Alina mientras se arrepentía al instante de sorprender a Dai de esta forma, y a sí misma, en un momento TAN poco oportuno.
Quedó inmóvil durante varios segundos, o lo que parecieron varios segundos, presionada junto a los labios del chico temiendo tener que volverlo a mirar estando tan avergonzada. Dai estaba petrificado, y aunque las emociones de confusión aún seguían emanando de él, también sentía como el chico quería que lo tragase la tierra en ese mismo instante.
Luego alerta.
Con un rápido movimiento Dai la apartó y la colocó con uno de sus brazos a su espalda mientras empuñaba la espalda con la otra. Naná lanzó un grito de impotencia y atacó a ambos con furia desmedida y poco elegante. Con un par de movimientos certeros Dai la desarmó rápidamente demostrando que el poder de la mente no lo es todo, especialmente si uno se enfrenta a alguien con más poder que el propio. Sin titubear, Dai le clavó la espada en el abdomen retirándola rápidamente cuando Naná se desplomó, su belleza nunca siendo eclipsada, ni siquiera por la muerte.
Dai mantuvo inseguro a Alina a su espalda durante unos segundos para luego voltearse y señalarla con la espada sangrante como si fuera una continuación de su dedo índice.
—Hablaremos de todo esto más tarde –dijo volteándose nuevamente hacia la entrada, su rostro ruborizado como una remolacha.
Alina sonrió y lo siguió.
—Tuve que hacerlo, si llegaba a llamar la atención de la sombra para pedirle más poder estaríamos siendo torturados en este mismo instante –explicó de golpe enfrentándola nuevamente.
—¡Deja de señálame con una espada chorreando sangre! Estaba de acuerdo con eso de hablar sobre todo esto en otro momento. Tenemos que apresurarnos –contestó ella dándole un leve empujoncito hacia la entrada.
Alina no podía negar que las imágenes que la Demonio Supremo Naná le había mostrado eran perturbadoras al punto que le darían pesadillas, pero no era momento de pensar en ello. Si sobrevivían tendrían una larga charla con Dai al respecto y analizaría si podría superarlo.
Corrieron por los pasillos y apresuraron el paso cuando comenzaron a escuchar gritos. Los pasajes entre las cavernas parecían un laberinto, y Alina perdió el rastro a los pocos minutos de estar corriendo detrás de Dai. Cuando finalmente vio una enorme caverna abrirse paso frente a ellos, Alina estuvo a punto de lanzar un grito de victoria si Dai no se hubiese parado de golpe frente a ella.
—¡ELIO, CUIDADO! –sintió a Hikaru gritar.
Alina se adelantó a Dai y vio de primera mano cómo Elio, acuclillado frente a Mayra y el rostro hinchado de llorar, se volteaba con la espada en mano atacando a Emir quién se acercaba corriendo con una daga en la mano. Alina perdió el equilibrio cuando las emociones de Elio estallaron descontroladamente en el momento que se dio cuenta que había atravesado a Emir con la espada. Su grito fue desgarrador y retumbó a lo largo de la caverna. A su lado, Mayra estaba a punto de extinguirse, y a unos metros Hikaru se hizo un novillo llevando las rodillas a su mentón.
Llegaban tarde. Para ayudar a Emir, para darle fuerzas a Mayra, para detener a Elio. Alina quedó mirando la escena estupefacta y sin saber cómo proceder, habían perdido. No había forma que Mayra pudiese vencer a la sombra en este estado de miseria absoluta.
Dai se posó a su lado y tomó su mano izquierda con su derecha, entrelazando los dedos y presionando fuerte. Al principio Alina pensó que lo había hecho para darle apoyo, pero la idea se esfumó cuando sintió su terror. Enseguida, escuchó los pasos haciendo eco en las paredes de la caverna.
—Larguémonos de aquí –susurró Dai en su oído tirando de su mano.
Alina negó con la cabeza y soltó su mano para comenzar a empujarlo hacia la entrada.
—No puedo dejarlos aquí, tú vete Dai. Por favor –susurró intentando convencerlo.
Dai afirmó su posición en el piso y tomó nuevamente la mano de Alina intentando esconderla detrás de él haciendo señas para que mantuviera el silencio.
A través de una de las entradas, una figura encapuchada se acercaba sin apuro, pero Alina podía distinguir ya el vacío que generaba a su alrededor. Mientras Mayra brillaba una luz de esperanza al punto de ser venerada como una diosa, la sombra parecía llevar consigo lo opuesto, alentando los peores sentimientos y pensamientos que Alina había tenido a lo largo de su vida. No era que fuese oscura, o negra, sino que su mera presencia daba ganas de perder toda la fe y la confianza que alguna vez tuvo.
La sombra se acercó a través de la entrada, iluminando su esbelta figura y comenzó a acercarse hacia Mayra, ignorando por completo al resto de los acompañantes. De todas maneras, Alina sentía cómo Dai la cubría contra el poder de la mente a través de su palma previniendo un ataque.
—Daesuke, nos encontramos nuevamente. Si sigues vivo cuando esto termine me encargaré personalmente de hacer tu existencia miserable.
Alina se tensó, pero no por la amenaza ni por el creciente pavor que la sombra generaba, sino por la voz extremadamente familiar. Dai presionó un poco más su mano, intentando transmitirle algo que no entendió.
Lentamente, como practicado mil veces para generar el mejor efecto en los espectadores, la sombra se sacó la capucha y dejó que la luz de las antorchas iluminase su rostro. Alina no pudo contener las palabras.
—¡¿QUE DEMONIOS SIGNIFICA ESTO?! –gritó con su corazón en la garganta sin poder contenerse.