Read Maestra del Alma (Spanish Edition) Online
Authors: Laura Navello
El corazón de Mayra se detuvo cuando sintió el derrumbe a su espalda. Se volteó para distinguir a Dai y a Alina a unos metros de la entrada, cubriéndose de las rocas y tierra que caían, sus ojos abiertos como platos por la sorpresa. Intentó ir a ayudarlos, pero fue detenida por Elio.
—Mayra tenemos que irnos ya, de seguro es una trampa –dijo el chico sujetándola fuertemente con los brazos.
—Pero con mi poder puedo abrir nuevamente la entrada –respondió forcejando.
—Dai se encargará de entrar con Alina, si nos quedamos aquí nos encontrarán poco preparados. ¡VAMOS! –insistió Elio.
Tenía razón, Alina era de extrema importancia pero su intuición le decía que tenía que continuar. Dejando de luchar contra los brazos de Elio, los tres comenzaron a correr hacia el interior de la húmeda caverna iluminada con antorchas. ¿Por qué no había guardias? Un cosquilleo en la boca de su estómago le anunciaba que estaba entrando a la boca del lobo, y el lobo la estaba esperando.
Tembló mientras corría y lloró también, no quería morir. Una parte de ella imploraba que la sombra se hubiese ido para tener más tiempo en este mundo, mientras que la otra la castigaba con un sentimiento de culpa. Necesitaba terminar con todo esto por el bien de dos mundos, al menos, era para lo que había sido creada.
La falta de guardias los preocupaba, se notaba por la forma en que Elio miraba para todos lados con el ceño fruncido y cómo Hikaru disminuía la velocidad para estar entre los dos.
Los encontraron al llegar a una gran caverna principal, espadas desenvainadas mirando con macabro placer a los tres intrusos. Eran al menos treinta.
Instintivamente Hikaru se puso frente a Mayra y la presionó contra la pared, protegiéndola con el terror que su maldición provocaba. La chica se enterneció con esta actitud pero cariñosamente lo apartó de su camino y se acercó a los demonios.
—Apártense de mi camino. No tienen oportunidad contra mí –dijo con superioridad.
Algunos flaquearon un poco, mirándola de arriba abajo con confusión, pero la mayoría solo afirmó sus manos en las empuñaduras.
—No puedes lastimarnos, esa es la diferencia entre la sombra y tú. Tienes todo ese poder pero no puedes usarlo para herirnos, si lo haces te destruirá y eso es del agrado de la sombra —dijo uno de los demonios más altaneros y feroces.
—Que equivocado que estás –respondió Elio sonriendo ampliamente envainando su espada con tranquilidad–. Ella es la iluminada, poderosa como nadie en los elementos.
—Puede que lo evite usualmente, no está en mi naturaleza hacer daño, pero están parados entre mi objetivo final y yo... Y la fuerza que me lleva a terminar con la sombra es mayor que la que me impide enfrentarme a ustedes –agregó Mayra intentando sonar confiada.
Sin ningún anuncio más, altas llamas rodearon la caverna exceptuando por una de las entradas para el que quisiera escapar pudiese. Era poderosa pero no cruel. La temperatura aumentó varios grados haciendo sudar a Mayra, pero eso no evitó que pasara a través de las llamas sin quemarse para enfrentar a los demonios. Los inteligentes corrieron hacia la entrada que había dejado abierta pero otros se atrevieron a atacarla. Algunos salieron disparados con una simple cachetada al aire de Mayra, otros se quemaron con llamas, otros cayeron cuando el suelo tembló, algunos se desplomaron al suelo sin una gota de agua en su cuerpo.
A pesar de atacarlos, Mayra intentaba no matarlos, no había perdido su verdadera naturaleza, pero en algunos de los casos no lo pudo evitar pese a su gran control. El que había vociferado en su contra rugió con furia y se abalanzó hacia ella mientras estaba distraída con otros demonios. Espada en mano la alcanzó en el brazo sin que Elio pudiese alcanzarla para defenderla.
Existía una razón por la cual la sombra no mataba a la iluminada apenas sabía de ella haciendo uso de algunos espías, una razón por la cual hacía mucho tiempo que nadie escuchaba sobre una iluminada herida o muerta en manos de una persona cualquiera. Nadie podía lastimarla, solo la sombra podía matarla a ella y solo ella podía matar a la sombra, puesto que además de tener una resistencia, salud, poder y fuerza sobrehumanas, algo más las protegía.
Apenas la espada cortó su piel, el demonio cayó hacia atrás muerto sin un grito, sin sangre ni llanto, llevándose su espada con él. Simplemente se desplomó en el piso, le siguieron unos cuantos que habían mirado en el momento justo. Mayra llevó su mano al brazo tapando el pequeño rasguño y fulminó con la mirada el resto de los demonios.
—Nadie puede lastimarme excepto la sombra, ni siquiera los arrogantes –dijo.
Los demonios salieron despavoridos por la puerta, atropellándose los unos con los otros entre gritos y exclamaciones. Ninguno intentó atacar nuevamente.
Mayra extinguió las llamas y se acercó lentamente hacia Elio y Hikaru.
—La sombra sabe que no puede lastimarme, creo que intentaba matarlos a ustedes usando alguno de estos arrogantes demonios. Quiere debilitarme a través de la gente que quiero, como hizo usando a Emir y como hizo con la antigua iluminada –dijo aun tapando el corte de su brazo.
—¿¡No lo ven!? ¡Es lo mismo que nosotros pero en menor grado! ¡Mi teoría tiene que ser verdad! ¡En nuestro caso, las personas mueren al mirar nuestra piel, en el suyo mueren al mirar sangre! –comenzó a gritar Hikaru entusiasmado moviéndose unos pasos para un lado y para el otro.
—Todavía hay algo que no encaja –dijo Elio pensativo.
—¡Siguen diciéndome eso! ¡Pero miren! Es igual. Déjame ayudarte, Elio voltéate –dijo Hikaru exaltado.
Aun emocionado, Hikaru cortó parte de la camisa de Elio y con los ojos cerrados tanteando con las manos, movió la mano de Mayra y curó la pequeña herida. Luego le indicó a Mayra que se limpiase las manos con los trozos de tela y la quemase. Cuando hubo terminado, Hikaru volvió a abrir sus ojos y Elio volteó.
—Tenemos que seguir –dijo Mayra comenzando a caminar hacia una de las entradas de la caverna presintiendo el camino.
—Esperen, esperen, que antes de seguir creo que tenemos algo pendiente –dijo una voz proveniente de esa misma entrada
Todos quedaron inmóviles.
—Sabes Hikaru, eres muy inteligente, pero tu teoría no llega a ningún lado. Aunque sea una energía similar a la de la sombra y la iluminada, ellas tampoco pueden controlarla, no ayudará en nada a levantar la maldición de tu pueblo –continuó la aguda voz.
Emir apareció caminando lenta y confiadamente por la entrada de la caverna. Estaba solo pero tenía la espada envainada a su lado derecho.
—Antes de que intenten despacharme como un mosquito de la misma forma como lo hacían antes, déjenme decirles que la sombra encontró la forma de compartir su energía conmigo. Ya no soy la pequeña plaga de antes, tengo poder –dijo con una sonrisa macabra– y no les permitiré pasar.
Los tres lo miraron petrificados. Emir aún seguía siendo el flaco y débil amigo que conocían, ningún aspecto físico había cambiado. Pero sus ojos eran fieros, determinados en lo que decía. No había rastros de su antigua bondad o carisma, simplemente existía desprecio.
—¡Bueno no se queden ahí parados! ¿Piensan atacarme o no? –dijo desenvainando su espada.
Caminaron cautelosamente durante varios minutos en penumbras por los corredores sin ventilación, levemente iluminados con antorchas. Alina podía sentir la tensión de Dai esperando una emboscada en cualquier momento, pero siguieron delante de todas maneras. El chico la dirigía con seguridad hacia donde había dicho llegaba la entrada principal por donde Mayra, Elio y Hikaru habían entrado. Les llamaba la atención a ambos la falta de demonios controlando los pasillos y lo fácil que estaba siendo caminar por la guarida de la sombra, haciéndolos desconfiar de cualquier sombra que se moviese.
Alina continuó caminando, notando que cada vez los pasillos se volvían más oscuros y el aire más pesado y escaso. Finalmente, cuando entraron a una pequeña caverna, la luz se apagó por completo y Alina quedó sumergida en la oscuridad absoluta. Aterrorizada, intentó tirar de la trenza de Dai, pero se le había escapado de la mano y no la encontraba alrededor. No veía nada ni escuchaba a nadie.
—¡Dai! –susurró asustada tanteando la oscuridad con los brazos— ¿Dónde estás?
No tuvo respuesta, solo el eco de su propia voz.
—¡Dai, no es momento para hacer bromas! ¡DAI! –dijo más fuerte.
Estaba ciega y Dai no le respondía. Un nudo se armó dentro de la garganta de Alina e intentó buscar la pared de la caverna para encontrar un punto de referencia, sin éxito. Usando su poder, intentó encontrar a Dai usando sus emociones pero no logró sentir ninguna persona cerca. Entrando en pánico se acuclilló en la oscuridad e intentó despejar su mente y calmar su agitada respiración para buscar alguna forma de salir de la oscuridad. Abriendo los ojos nuevamente, distinguió algo más frente a ella.
Dai se acercaba lentamente, brillando por alguna luz propia, con una sonrisa malévola en el rostro.
Una ilusión,
pensó,
estoy dentro de una mierda de ilusión.
¿La habría Dai traicionado? Sabía tan poco sobre él… ¿Se habría dejado engañar por una cara bonita, nuevamente?
La imagen de Dai se acercó, sin emociones que Alina pudiese distinguir, pero continúo caminando por su izquierda sin prestarle ni un gramo de atención. Detrás de ella, había personas arrodilladas, brillando también por cuenta propia, implorando por sus vidas con las manos atadas a la espalda. Eso parecía, al menos, porque en realidad Alina no escuchaba una palabra de lo que decían, solo los veía. ¿Era Dai o Suke a quién estaba viendo? No tenía forma de diferenciarlo dentro de esta visión.
Daesuke levantó su espada y sin piedad decapitó a una de las personas manchando con sangre el alrededor y a las otras personas, que gritaban desesperadamente pero silenciosas. Los ojos del demonio eran fríos y no parecían inmutarse ante los gritos que le eran dirigidos Amenazó a otra de ellas preguntando algo, haciendo un leve corte en el cuello para aclarar su punto hasta que las personas comenzaron a hablar atropelladamente en llantos. La imagen se desvaneció.
Alina pasó unos nuevos minutos en la oscuridad llorando para luego distinguir nuevamente a Daesuke a su derecha. Esta vez enfrentando a un hombre atado de pies y manos a una silla, martillo alzado amenazando al hombre para luego aplastar fuertemente el martillo en una de sus manos.
Alina gritó y cerró sus ojos, pero la visión estaba dentro de su cabeza y era imposible eliminar la imagen. Alguien estaba mostrándole el pasado del Demonio Supremo Daesuke, segundo en rango a la sombra. Era una maldita ilusión y no iba a dejar que quien fuera que estaba jugando con ella la sacara de sus cabales.
Haciendo de tripas corazón, Alina reguló su respiración y miró fijamente todas las visiones del cruel Daesuke de ojos fríos y sádicos que le eran mostradas. Tuvo que aguantar un par más, pero no iba ni a llorar ni a gritar de miedo por culpa de un impertinente entrometido.
Las visiones pararon de golpe, la caverna iluminándose y los sonidos volviendo ser escuchados. Una risa femenina la aturdía rebotando por todos lados, mareando a Alina quien se encontraba arrodillada en el suelo con los puños aferrados. A su lado, Dai le aferraba el brazo eliminando la ilusión dentro de su cabeza.
Instintivamente se alejó de Dai con un sacudón y un pequeño grito involuntario. Dai no hizo ningún movimiento para detenerla y no la miró a los ojos en ningún momento. Arrepentimiento, impotencia y furia eran las emociones que más sentía provenir de él.
—Esto es tan divertido que ni te lo imaginas, Daesuke. ¿Realmente creías poder conquistar el corazón de una muchacha? Fea por donde la mires, ni siquiera ella soportaría tu pasado. Eres un monstruo, pensé que lo tenías claro –dijo una voz femenina frente a ella.
Era una mujer con imponentes curvas, extremadamente hermosa, que se movía controladamente de forma sensual alrededor de la caverna dominándola con su mera presencia. Su cabello negro flotaba detrás de sus hombros como un comercial de shampoo, seguramente siendo ayudado por el poder de la mente para crear el efecto. Su ombligo y cintura se encontraban al aire, su escote dejando a la vista más de lo que Alina mostraba en bikini.
—Creo que se te olvidó ponerte ropa… —dijo sin analizar mucho la situación– Dai, ¿puedes hacer que parezca que tiene un cuello de tortuga? Siento que uno de sus pechos me va a atacar en cualquier momento.
La mujer se detuvo y la miró como deseando patearle la cabeza, mientras que Dai dejó escapar una risa aliviada pero aun sin mirarla a los ojos.
—No puedo, ese anillo que tiene bloquea las ilusiones, está conectado al poder de la sombra –explicó sin desviar su mirada de la demonio.
Alina gritó.
Creyó que moría al sentir un dolor punzante en su cabeza que parecía a punto de hacerla estallar. Rápidamente Dai la sujetó de los hombros y el dolor se detuvo.
—Te crees graciosa, Maestra del alma –dijo la demonio–. Si no estuviera Daesuke con nosotros tu cerebro estaría frito.
—Dai, creo que esta mujer se sobrevalora a sí misma. ¿Sabes que ni siquiera pudo mostrarme visiones con sonido? –siguió tentando Alina poniendo una mano sobre la de Dai mostrándole apoyo, disimulando su temblor.
—Naná tiene más pechos que poder, eso te lo aseguro –respondió Dai siguiendo la corriente.
—No podemos comparar el poder con esos gigantes melones, es obvio que le ganan por lejos. Yo diría que es del mismo tamaño que su cerebro.
La Demonio Supremo Naná gritó en frustración y se abalanzó contra ellos pero fue repelida por Dai quién mantuvo en todo momento una mano sobre el hombro de Alina. Naná se retiró un poco, respirando fuerte por la furia, mirando entonces a Alina y sonriendo.
—¿Cuánto sabe de ti Daesuke, pequeña apestosa criatura? –preguntó cambiando de estrategia.
—No todo, eso está claro –respondió ella.
—Dime, Daesuke, ¿sabes de dónde ha salido este feo elemento de mujer? –preguntó Naná relamiéndose los labios.
—Tengo entendido que de adentro de un repollo –contestó Dai con seguridad.
Sus emociones, sin embargo, estaban descontroladas.
—Mucho estás sacrificando por una persona que no estará aquí apenas pueda volver a donde vino –dijo Naná sonriendo–. La Maestra del alma es de otro mundo.
Alina sintió las emociones de Dai sacudirse en una mezcla de desconfianza y miedo.
—Debes estar bromeando, ¿realmente crees que vino de otro mundo? Me creo más la historia del repollo.
—Eres patético Daesuke, pregúntale entonces, si tanta confianza tienes.
Dai se mantuvo en silencio, la mano sobre su hombro temblando apenas.
—En serio que das lástima. Gran Demonio Supremo Daesuke engañado por una fea niña –dijo exagerando sus palabras—. ¿Qué pasará cuando se haya ido y vuelvas a estar solo, cuando todos los que ahora te ayudan por conveniencia te vuelvan a echar por ser una monstruosidad?
Naná lanzó nuevamente su carcajada posando una de sus manos sobre la cadera haciendo resaltar aún más sus curvas. Alina sentía como la inseguridad de Dai hacía que la parte oscura y pesada de su alma, la que más había advertido la primera vez que lo conoció, se agitaba y crecía. Estaba perdiendo el control sobre sí mismo.
—¡Estúpido demonio! –espetó Alina alzándose e ignorando la mirada de rabia que le dirigía Daesuke y la satisfacción que emanaba de Naná.
—¿Ves? La desagradecida muestra sus verdaderos colores –provocó Naná.
Alina la ignoró y se volteó para enfrentar a Dai
—¿Realmente crees que me iría así sin más? Que después de todo lo que ha ocurrido entre nosotros, ¿simplemente me despediría y desaparecería? Incluso las preciosas ilusiones de Barbie hace unos minutos no lograron que saliera huyendo —acusó fuertemente.
Dai no respondió, pero aun la miraba con ojos desenfocados por el tumulto de emociones que lo apabullaban, la oscuridad en él aprovechándose de la situación.
—Oh, por favor, no seas necio. Es verdad que soy de otro mundo, pero no pienso irme –dijo Alina.
Sin más, Alina posó su mano en la mejilla de Dai y lo besó tiernamente en los labios.