Read Maestra del Alma (Spanish Edition) Online
Authors: Laura Navello
¡Vete de ahí!
Alina no quiere.
¡Arrástrala, no me importa! Los cetros se han roto, todo es un caos, la iluminada ha perdido.
Suke había intentado huir del núcleo de la batalla pero había quedado estupefacto al sentir en el otro extremo a la sombra arribar frente a su hermano. Ahora la salida estaba cubierta de demonios que lo atacaban alentados por su reciente victoria con los cetros sin darle ningún tipo de respiro. No quería pensarlo, pero no veía una salida victoriosa de este embrollo.
¡Pásales por encima, no me importa, sal de ahí!
No tengo como.
Te doy la fuerza.
¿Estás loco? ¿Con la sombra frente a ti? Protege a Alina si no la quieres dejar sola ahí.
Suke le tenía cariño a la chica que había conquistado el frio corazón de su hermano al punto de lograr separar sus mentes. Era la primera persona que los había reconocido como individuos y no como una abominación, por lo que entendía perfectamente que Dai se quisiera quedar con ella e intentase protegerla. Lo que no comprendía era qué le veía de interesante a la escuálida chica de atractivo, pero no le importaba agregar un tercer integrante a su cerrada sociedad si de ella se trataba.
Intentando secarse el sudor de la frente con su mano sucia, Suke estaba comenzando a perder las esperanzas como muchos soldados a su alrededor. A su espalda, sintió un grito de guerra femenino y tres mujeres atléticas y hermosas entraron como un torbellino al núcleo de batalla donde Suke se encontraba. Espalda con espalda, las mujeres se movían al unísono y giraban avanzando con una destreza inigualable. En sus rostros se denotaba rabia descontrolada.
En pocos segundos se detuvieron rodeando de espaldas el cadáver de Rashieka. Una de ellas, se agachó al costado de la líder de Battousania y acarició la mejilla del cuerpo con ternura, mientras las otras dos la cubrían de los agresores. Entre estocada y estocada, Suke observó como la mujer buscaba algo alrededor de Rashieka, finalmente levantando con victoria el cetro de su pueblo.
Estaba completo. El maldito cetro no tenía ni rastros del hachazo que había recibido.
No puede ser.
Seguro que vistes mal.
El hacha era del tamaño del ego de los eleutherianos, te aseguro que el maldito cetro estaba partido en dos.
Con un grito que resonó a varios metros a la redonda, la mujer arrodillada salió de la protección de sus compañeras y procedió a romperle el cráneo a cuanto demonio se le cruzase.
—Vengan a mi asquerosos demonios y prueben la furia de las flores de Battousania –gritó la portadora del cetro revoleándolo nuevamente.
Cuando los battousanios escucharon nuevamente el sonido del cuerno proveniente del cetro, el grito del pueblo guerrero fue ensordecedor y Suke entendió finalmente el poder que tenía el símbolo. Incluso él mismo sentía su fuerza renovada y gritaba al son de los battousanios, la esperanza creciendo al observar el milagroso cetro reconstruido.
Dirigiendo su mirada hacia donde había caído el eleutheriano portador del cetro, Suke pudo apenas distinguir al hombre alado que voló en picada protegido por varios compañeros y tomó el cetro del suelo. Manteniéndose a una distancia visible, el eleutheriano de plumas oscuras y cabellos atados en una cola, revoleó el cetro a su alrededor para emitir nuevamente el sonido de los anunciadores. En un momento poco usual para su raza, los eleutherianos gritaron de pura honesta alegría al escuchar el sonido que pensaban extinto por segunda vez y se lanzaron al ataque como nunca antes.
En el otro extremo del campo de batalla, el Príncipe Mental se abría paso prácticamente solo entre un mar de demonios desaforados. Logró llegar al lugar donde le habían arrebatado el cetro con un par de heridas, pero lleno de determinación, levantando finalmente el cetro que hacía juego con sus plateados cabellos. Los soldados gaeleanos se abalanzaron en una mezcla de realidad e ilusión proporcionada por los faerlingas alrededor.
Los demonios entraron en pánico debido a la confusión de ver los cetros nuevamente formados, y el ejército de la iluminada aprovechó para atacar aún más fieramente. Algunos de los demonios huían despavoridos hacia las cavernas o hacia el bosque, pero pocos eran los que lo lograban. ¿Había visto este desenlace la iluminada cuando armó el plan?
No entiendo…
El Maestro de las formas.
¿Lo ha hecho?
Un verdadero Maestro de las formas, pocos existen que puedan usar el poder así. Pero el precio a pagar es muy alto…
Deja la poesía de lado y concéntrate en la sombra, por aquí tenemos todo controlado.
¿Crees que la iluminada sabía lo que iba a pasar? ¿O solamente apostó a que el Maestro de las formas sería lo suficientemente leal y poderoso?
No lo sé, no te olvides que la primera opción de la iluminada era nuestra madre. Si hubiese sido ella habríamos perdido por más que fuera la mejor Maestra de las formas… Nunca habría dado tanto de ella por una causa.
No pienses en ella.
Todo ahora está en manos de ustedes, por aquí está todo dominado.
Con una sonrisa en el rostro, Suke juntó fuerzas para unirse a las tres flores de Battousania.
La sombra se sintió orgullosa de sí misma por haber creado tal impacto en los que la miraban. Había anhelado tanto este momento de revelación que tuvo que hacer fuerza para no sonreír como una tontuela y mantenerse en el personaje. Intentó no mirar a Emir, que yacía en el piso como un muñeco de trapo, esparciendo sangre por doquier, sus ojos sin vida y un muñón en lugar de una mano.
Por un momento sintió un ápice de tristeza, pero fue rápidamente suplantado por desinterés. No podía negar que Emir había tenido más coraje que el resto de los demonios y más interés por entenderla, pero estaban en una lucha más allá de ellos. Seguramente su semejanza con la iluminada y su mente inquisitiva habían tenido algo que ver en su comportamiento, pero la sombra tenía que admitir que había disfrutado el acercamiento. Haber querido que Emir sobreviviera su plan no significaba nada, había hecho su trabajo bien.
Definitivamente no miraría el cuerpo tendido en el piso.
Acercándose un poco más a la iluminada la observó con interés, viéndose reflejada de forma idéntica pero aun así tan diferentes. Su brillo se estaba extinguiendo, de la misma forma que lo había hecho hace setenta años cuando aplastó su confianza con una traición parecida.
—¡MAYRA! ¡¿Qué estás esperando?! ¡REACCIONA! –gritó la Maestra del alma entre nerviosa y enojada.
Maldita peste
, pensó la sombra mirando con desprecio a la Maestra del poder extinto. Aunque Daesuke la estaba protegiendo y su poder sería disipado en intensidad, no podría pararlo del todo. La chica necesitaba una lección para no entrometerse en asuntos enteramente lejos de su alcance. Sin ni quiera mirarla, la sombra envió dolor puro a su mente y sintió satisfacción incomparable cuando la escuchó gritar de dolor.
La iluminada llevó su mirada hacia la Maestra del alma pero manteniendo en su rostro la expresión de apatía.
La sombra vaciló.
Algo había cambiado, pero no entendía qué. ¿Su plan se le escapaba, pero qué era lo que ya no estaba cómo antes? Tendría que apurarse.
La sombra estiró su brazo para aferrar el rostro de la iluminada pero fue interrumpida por la repentina sensación de brillo que comenzó a emanar de su enemiga, como si hubiese estado contenida y saliese a la libertad de repente. Los ojos de la iluminada se enfocaron en ella con determinación.
Antes de que la iluminada pudiese mover un músculo, la sombra salió corriendo despavorida hacia la entrada escapando de su rival recuperado, lanzando todo su poder contra el resto de los presentes.
¡NO! ¡No puedo haber fallado!
, pensó mientras huía.
¡
La iluminada había estado acabada solo unos segundos atrás, estaba segura de que había vencido!
Era la inmunda Maestra del alma, la había menospreciado por su poca experiencia pero lo había arruinado todo. Le había hecho algo a Mayra y entre las dos la habían engañado.
La sombra gritó con todas sus fuerzas, no supo si por rabia o por temor.
La sombra era una mujer, pero no una desconocida.
Tanto ella como la iluminada tenían exactamente el mismo rostro, la misma voz y la misma presencia abrumadora pero de diferente forma.
—Dai, ¿esta es su verdadera forma o está jugando con nosotros? –preguntó Alina en susurros.
—Es la verdadera, y antes que lo preguntes no sé lo que significa –respondió Dai poniéndose en guardia.
—¿Estás seguro que Suke y tú no tienen hermanas? –intentó bromear Alina.
—Estoy seguro, y no creo que ellas lo sean –dijo Dai presionando su mano más fuerte.
A diferencia de Dai y de Suke, la iluminada y la sombra no actuaban en sincronización ni parecían compartir pensamientos o emociones. Las náuseas que había sentido cuando conoció a los dos hermanos nunca aparecieron al ver a las dos aglomeraciones de energía. Simplemente eran idénticas en apariencia física y en presencia.
La sombra se acercó a Mayra, intentando no mirar el cuerpo de Emir, Alina distinguiendo una breve emoción de tristeza, apenas visible detrás de una gruesa capa de orgullo y ambición. ¿Acaso la famosa sádica sombra, personificación de todo lo negativo, podía sentir cariño? Había algo que no cerraba en todo esto, algo se les escapaba.
Intentó usar su poder para lograr sentir la esencia de ambas chicas, de la forma cómo había aprendido a reconocer a Dai, buscando algún indicio de la conexión entre Mayra y la sombra, pero era imposible poder concentrarse.
La sombra era un depredador, y estaba a punto de atacar a su presa. Si llegaba a tocar a Mayra todo estaba perdido, todo lo que había luchado hasta ahora sería en vano. Dentro de Mayra, la oscuridad y el vacío crecían, aunque todavía no había llegado al punto de consumir su brillo como había pasado cuando Emir los traicionó. Quizás no todo estuviera perdido después de todo.
Juntando su coraje y respirando hondo para darse valor, Alina gritó.
—¡MAYRA! ¡¿Qué estás esperando?! ¡REACCIONA!
La sombra la fulminó con la mirada, tan diferente a la de Mayra pero con un rostro tan familiar. Alina esperó el ataque con coraje, gritando de dolor cuando llegó y perdiendo el equilibrio por más autocontrol que aparentase. Su cabeza y su pecho parecían que iban a estallar desde adentro hacia afuera, pero sabía que si no fuera por Dai el ataque hubiese sido mil veces peor. Seguramente hubiese muerto de dolor en menos de un segundo.
Respirando fuertemente e intentando volver a enfocar la vista, Alina distinguió entre jadeos una mirada de Mayra, aun con su rostro apático. Sus emociones le transmitían algo diferente, sin embargo, fuerza, esperanza, rabia… y desesperación también.
Alina juntó toda su fuerza, estabilizándose con el brazo de Dai quién la miraba consternado, y se concentró como nunca en ocultar el creciente brillo de Mayra. En controlar aquél vacío dentro de ella y dominarlo con su poder. No quería extinguirlo, no ahora al menos, solo quería mantenerlo bajo su control.
La sombra se acercó a Mayra con una sonrisa sobradora, titubeando solo un segundo para luego alzar su brazo en dirección a la iluminada.
Alina eliminó entonces el vacío y la oscuridad que amenazaba a Mayra con un pulso de poder igual al que había sentido provenir de Joy, Dai y Suke. El brillo de la iluminada retornó encandilándolos a todos y bañándolos en una luz de esperanza como si hubiese estado retenido con una represa para luego quedar libre.
La sombra maldijo y volteó rápidamente para comenzar a correr en dirección a la puerta, huyendo por miedo y confusión, pero no sin antes enviar una fuerte ilusión de dolor a todos los presentes.
Cuando lograron reaccionar, Alina, Dai y Hikaru corrieron hacia Mayra, quién se estaba levantando determinada respirando pausadamente, seguramente intentando controlar su miedo. A sus pies, Elio aún estaba afectado por haber matado a Emir, manteniéndose en sus rodillas con la mirada perdida en el cadáver de su amigo. Hikaru temblaba de miedo y se podía sentir sus sollozos a través del tul que cubría su rostro.
—Mayra, ¿por qué compartes apariencia física con la sombra? ¡Si sabes algo dímelo, puede que sea la clave para salvarte! –preguntó Alina desesperada.
—Lo único que sé es que existe una conexión entre nosotras, pero no más que eso –respondió Mayra apacible.
¿Había alguna vez prestado atención al alma de Mayra? ¿Había mirado con detenimiento cómo estaba compuesta? Con esfuerzo, Alina usó su poder sobre la iluminada para estudiar su esencia y prestó atención a cada uno de los detalles. Se sentía igual que otras almas que había analizado, un aura en constante movimiento, quizás un poco más clara y menos densa. Pero tenía que haber algo más.
No podía usar a Dai como punto de referencia por su conexión con Suke, así que se concentró en Hikaru y en Elio intentando protegerse contra las fuertes emociones que ambos sentían. Descartó al niño enseguida, su aura demasiado descontrolada y fuerte por alguna razón, pero este no era el momento para filosofar si podría ayudarlo a estudiar el origen de su maldición. Se concentró en Elio entonces, un chico normal aunque con un poder particular.
El alma de Elio era cambiante, como un rio en turbulencia, pero cuya fuerza no era molesta. Se sentía balanceada, en paz. La de Dai también tenía este mismo sentimiento aunque fuesen dos almas que se entremezclaban en fuertes torbellinos. Ambas hacían a Alina sentir tranquila y calma. Recordando las veces que había usado esta rama de su poder con Dai y Suke, buscó aquel núcleo que había visto una vez desde donde el alma parecía emanar y lo observó detenidamente dentro de Elio.
Luego se concentró en Mayra, su poca densidad llamaba la atención pero el alma no tenía nada más particular. El problema estaba en el núcleo. Le costó encontrarlo, y tuvo que concentrarse tanto que su cabeza comenzó a dolerle punzantemente pero una vez que lo halló supo que había encontrado algo.
Su núcleo se estaba incompleto, era una sensación difícil de escribir pero era la razón por la que el alma de Mayra no transmitía la misma tranquilidad y paz que la de Elio y de Dai. Misteriosamente, Hikaru tenía el mismo problema, solo que en su caso era lo opuesto. Algo sobraba de él, como un tumor pegado a su núcleo, que hacía que su alma tuviese una fuerza fuera de lo normal y perturbadora.
Hikaru tenía razón, había algo en común entre la iluminada, la sombra y la maldición. Comparó ambos de sus núcleos pero eran dos piezas de puzles distintos, no encajaban.
—¿A d d dónde llev lleva esa pu puerta? –logró articular Hikaru entre llantos despertándola de su estudio.
—Lleva afuera, hacia la batalla… se conecta con la entrada por la que ingresamos con Alina –respondió Dai haciendo silenciar al grupo.
—Oh no…. ¡SI NO LA ALCANZAMOS LA PERDEREMOS! –gritó Alina empezando a perder las esperanzas.
—La alcanzaré, pero solo cuando haya salido. Mantengan todos su distancia, no quiero que se vean atrapados por nuestra colisión de energías. Dai, necesito tu ayuda y la de Suke –explicó Mayra aun sin perder la calma pero con voz distante.
—Estamos en eso –dijo Dai entendiendo algo que se le escapaba a Alina.
Mayra se acuclilló frente a Elio, tomándole la mejilla con la mano y moviendo su rostro para estar frente a frente. El chico todavía parecía en un trance, pero pareció despertar levemente cuando vio los ojos de la iluminada y las pequeñas lágrimas que caían de ellos.
—Perdónate, Elio… Y perdóname a mí. Te amo –dijo Mayra y sin ninguna palabra más salió corriendo detrás de la sombra.