Cada vez que se producían tales diálogos, los participantes parecían reafirmar su lealtad a las condiciones reinantes en la isla y a las personas que quedaban en ella.
La compra de utensilios domésticos era otro tema frecuente de palique en Dixon. Todo el mundo en la isla, tanto los burgueses como los aparceros, tenían que afrontar las mismas condiciones de incomodidad doméstica y tratar de ponerle remedio comprando cosas en las tiendas locales o por correo. Tanto los hombres como las mujeres se interesaban por estos problemas y, si la conversación languidecía, los participantes siempre podían volver sobre los méritos de la última compra, útil de cocina, artilugio o pequeña comodidad.
A propósito de todo esto, interesa destacar dos puntos. En primer lugar, ciertos grupos parecen invertir mucho en las aptitudes que requiere la parleta. Para ellos, es símbolo importante de pertenencia al grupo la capacidad de mantener una conversación anodina cada vez que la situación lo exige. Los miembros de estos grupos incluso pueden someterse a entrenamiento consciente en esta materia. En segundo lugar, parece ser propio del palique el agotarse rápidamente. La parleta se compone de comentarios, no de discusiones. Por tanto, cuando los individuos entran en larga conversación, tienen que servirse de otros recursos.
2. Durante los intercambios informales, los participantes acuden a menudo a un tema de conversación que se llama a veces el chisme
(gossip)
. Este implica una alusión a personas ausentes (a veces, a aspectos temporalmente inactivos de personas presentes) y a elementos de su pasado, considerados como otras tantas ilustraciones de los rasgos que se aprueban o desaprueban en ellas
[195]
. La conducta objeto del chisme debe ser bastante clara y espectacular para que todos los participantes la interpreten de la misma manera. A fin de mantener una acogida de conveniencias, se deben evitar los temas susceptibles de provocar controversias.
Dos formas de cotilleo parecían populares en la isla. En el primer caso, un locutor comunicaba sus sentimientos, heridos u ofendidos por un acto que consideraba incorrecto de una persona ausente, la criticada. De esta manera, se invitaba a los destinatarios a confirmar al locutor que se lo había dañado injustamente y, quizás, a confirmar, por tanto, los principios de justicia que el delito había negado. En el segundo caso, el chismoso no hablaba de actos que lo habían ofendido personalmente, sino de la conducta del criticado, que el orador aprobaba o desaprobaba, le viniese o no nada en ello. Suministraba, así, una especie de comentario editorial —que expresaba el punto de vista de la comunidad— sobre la conducta objeto de su cotilleo. Interesa observar que los isleños tenían aguda conciencia de las normas de la comunidad. Por tanto, al comentar un acto notable de una persona ausente, el orador podía ofrecer un informe frío, con señalada falta de énfasis lingüístico o expresivo, suponiendo acertadamente que bastaría para provocar en sus oyentes la reacción esperada. Así, la infracción más grave de las normas de la comunidad, por ejemplo, una franca reyerta durante una recepción, se comentaría en ambiente tranquilo, ofreciendo el orador sólo un breve informe apagado del suceso. Un observador externo se equivocaría, desde luego, sobre el sentido de tales conversaciones, creyendo que se hablaba de un acto sin importancia, o que los isleños eran extraordinariamente objetivos al hablar de los delitos sociales.
En cuanto recurso, el cotilleo es limitado por el hecho de que el yo atribuido a cada participante suele definirse en parte por lealtades mínimas hacia personas no presentes. La violación de estas lealtades con chismes francos o tolerados puede perturbar el desarrollo de una interacción. Un casado no cuenta chismes sobre su esposa, como tampoco los hijos, de cualquier edad, los van contando sobre sus padres. Tales actos de deslealtad harían sentirse incómodos a quienes los observasen. De modo semejante, un hombre del pueblo limitará la cantidad de chismes sobre otros plebeyos en una conversación con burgueses o forasteros. En general, los únicos despellejados en este marco son los plebeyos desconsiderados por todos y no protegidos.
En la isla no escaseaban las ocasiones que daban lugar a habladurías llamadas a veces «póstumas»
(post mortem),
Al día siguiente de una velada o de una recepción, una familia charlará, durante el desayuno o la comida, sobre los sucesos de la víspera, asegurándose de que todos los participantes en la conversación han tenido la misma experiencia y pueden dar su opinión. Hablarán de cómo vestía tal persona, de su comportamiento, del barítono local, que podría haberlo hecho mejor, de no haber querido ensayar una nueva aria; de los mozos de Northend, que no sabían todos la letra de la canción que cantaron, de una mujer que tenía el pelo gris por la raíz, porque, si una quiere teñirse el pelo, debe saber cuidarlo, etc.
3. Otro recurso que utilizaban en la isla era el de informar de su estado de salud, sobre todo, las personas de edad y las mujeres. Se sobreentendía que, hablar de sí mismo en estos casos, no implicaba jactancia ni demanda de atención exagerada. Se podía esperar que los locutores estuviesen dispuestos a dar una respuesta compasiva. La invalidez era más «seria» y, parece, mayor era el círculo de las personas con quienes el locutor podía utilizarla sin peligro como tema de conversación.
4. Una especie importante de recursos seguros es el empleo de una definición no seria de la situación. Una selección inofensiva de mensajes durante el intercambio debe ajustarse a tantas exigencias que, para el emisor, puede ser sensato abstenerse de toda comunicación seria, para transmitir, por el contrario, un mensaje lleno de ligereza. Los mensajes transmitidos en tono no serio pueden ser inofensivos, aun con palabras que ordinariamente serían hirientes
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. Dicho de otra manera: en muchas ocasiones, cuando se comunica en tono serio, es más fácil enviar un mensaje hiriente que un mensaje inofensivo
[197]
. La ligereza conviene, además, porque permite, y aun estimula, el servirse de una exageración sin límites. Este tipo de clasificación aumenta la posibilidad de que personas de posición muy distinta sean sensibles al mensaje y adopten la misma actitud, incluso si es bromeando.
La ligereza, como recurso seguro, suele llevar a una especie de profanación ritual no seria del locutor o de los destinatarios. Se habla, así, de chinchar, burlarse, ridiculizar, bromear, ironizar, hacer rabiar o tomar el pelo. Esta profanación es particularmente importante cuando unas personas que se han conocido siempre en una relación bien precisa se encuentran en un intercambio en el que prevalece otro tipo de relación
[198]
.
En la isla, la broma como recurso era utilizada particularmente entre labradores y no labradores. Así, el médico se quejaba de que todo el mundo insistiese en bromear con él cuando asistía a un acto social y de que cualquier otro comportamiento por su parte pareciese inconveniente. La broma parecía muy corriente y fácil entre mujeres de edad de las clases populares y los jóvenes de cualquier otra posición, quizá porque un miembro de uno de estos grupos competía muy poco con un miembro del otro grupo; de modo que podían permitirse la suficiente desenvoltura como para pasar a la broma
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.
5. Ofrecen otros recursos, además, las manifestaciones de cortesía, en especial, las que exigen pequeñas ofrendas y asistencias. Así, cada vez que se le presenta la ocasión a una persona de ser anfitrión, le es posible dedicar muchos mensajes de demandas y ofertas atentas relativas a la comodidad de los invitados, su necesidad de alimento, etc. Como hemos visto, los modales cifrados ofrecen una isla de refugio que se puede alcanzar a nado cuando la mar se agita o cuando uno quiere retirarse en paz.
Los recursos seguros han sido calificados como reservas de mensajes a las cuales pueden acudir los individuos cuando se hallan en una situación en la que deben mantener un intercambio aunque no tengan nada que decir. Observemos brevemente que los isleños emplean dos tácticas sociales cercanas a la utilización de los recursos seguros, y de los que quizá sean sucedáneos funcionales, aun siendo algo diferentes.
En primer lugar, los habitantes de la isla permitían que, entre los mensajes, se colasen ciertos actos instrumentales, como comer, fumar o tricotar, de modo que el mismo número de intercambios podía estirarse durante un lapso más largo sin dar la impresión de que se hubiesen producido silencios. Las mujeres de las clases populares empleaban a menudo esta técnica tricotando. Tres o cuatro mujeres tricotando juntas podían mantener una especie de interacción retardada o adormilada, dentro de la cual quedaba entendido que las personas presentes tenían la categoría de participantes acreditadas, mientras que ruidos de agujas y silencios subsiguientes se deslizaban, a intervalos lícitos, entre las palabras intercambiadas. No se admitía que los hombres tricotasen (aunque, en ciertos casos, esta actividad les hubiese hecho ganar más que con su actividad agrícola), y lo que, en cambio, empleaban a menudo era la pipa. El tiempo dedicado a cortar el tabaco, a llenar, encender y volver a encender la pipa y el lapso entre cada bocanada proporcionaba otras tantas pausas afortunadas entre los mensajes. Para los dos sexos, era medio frecuente de reposo el fuego de la chimenea. El constante cambio de forma de la llama parecía ejercer una especie de hipnosis, por la cual una persona que acababa de recibir un mensaje podía marcar una pausa fijándose en el fuego antes de contestar.
Después, una especie de intercambio puede mantenerse gracias a un recreo organizado, o sea, gracias a los juegos. En general, estos sistemas de interacción permiten mantener una participación acreditada y un solo foco de atención, si bien los mensajes que circulan pueden no ser de carácter lingüístico. En el caso de juegos como el
whist
o el billar, la rotación del papel de distribuidor, la longitud y el número de los mensajes por participante y por partida y el carácter general de los mensajes son determinados y aceptados desde el principio como reglas generales del juego. Cada vez o cada turno, dentro del lenguaje limitado del juego y de su lógica, es una especie de enunciado que debe ser recibido y recogido de cierta manera por los demás jugadores. En la isla, era muy frecuente la organización de juegos. Se la podía esperar en cuanto ocho o nueve personas se reuniesen para una interacción jovial. Sin este medio, bastante automático, de ordenar los mensajes, podían organizarse y repetirse incansablemente partidas entre isleños, o entre otros isleños y no isleños. Los juegos, como fuentes de mensajes, son inagotables
[200]
.
La Fundación Josiah Macy Jr. se hizo famosa por su apoyo a los diez coloquios que alumbraron la cibernética, de 1946 a 1953. De hecho, esta Fundación ha costeado una cantidad enorme de reuniones científicas, organizadas de acuerdo con un mismo principio: un pequeño grupo de investigadores escuchaba una comunicación de uno de ellos, que después se discutía largamente, sin precipitación (como ocurre a menudo en los grandes congresos). Los debates se transcribían y publicaban inmediatamente. Así, de 1954 a 1958, la Fundación patrocinó un ciclo de conferencias sobre los «procesos de grupo». En 1956, Erving Goffman fue invitado a exponer su trabajo de
observación del manicomio Sainte-Elizabeth, de Washington. El texto traducido aquí recoge ¡as veinte primeras páginas de la transcripción, omitiendo algunas intervenciones secundarias.
Véase una presentación más detallada de este texto en la pág. 78.
Goffman:
—Creo que convendría aclarar nuestra terminología al comienzo de la discusión. Entiendo por «institución» un establecimiento social como, por ejemplo, un edificio administrativo, una casa o una fábrica. Empleo el término
institución
porque nosotros los sociólogos estamos más acostumbrados a él, aunque no se trate, prácticamente hablando, de un uso afortunado. Creo que se debiera emplear
institución
al hablar del matrimonio, del contrato comercial o de cualquier otro proceso social institucionalizado y habitual en una sociedad determinada. Pero emplearé
institución
para aludir a un establecimiento social, por ser la palabra que encontramos natural.
Me parece que lugares como las cárceles, los campos de concentración, los manicomios, los acuartelamientos militares y tos barcos forman parte de una sola clase natural, en el sentido de que, si queremos saber más sobre una de estas instituciones, conviene estudiar las demás. Tal aspecto de tal institución revela más sobre las otras de lo que éstas podrían decirnos nunca. Y es en este sentido como forman parte de una clase natural.
Las llamo «instituciones totales» porque creo que, en cierto sentido, son realidades extremadamente persuasivas. Sobre ellas quisiera hablar hoy.
Ante todo, quisiera destacar algunas características generales de estas instituciones totales. No siempre se dan y, cuando se nos muestran, lo hacen en grado diverso.
En primer lugar, advertimos que el lugar suele estar rodeado por un cerco o barrera, que constituye una especie de barricada contra las interacciones sociales. Puede tratarse de un foso, de una zona difícil de atravesar, de una superficie de agua, o simplemente de un cerco o de un muro de ladrillo, como ocurre en el manicomio.
En segundo lugar, la institución está cubierta por una especie de amplia bóveda de
autoridad,
una autoridad que se difunde a través de ella y que domina todo lo que se le acerca, con casos particulares que quedarían por precisar. Importa añadir (y volveré sobre este punto) que en las instituciones totales hay también clases de personas con una autoridad considerable sobre otras. No es cosa, simplemente, de que haya unos cuantos policías. En este punto, las instituciones totales difieren profundamente de las comunidades civiles ordinarias.
Una tercera característica es que los usuarios viven
en el lugar
; es decir, que pasan enteros día y noche en el recinto de la institución total. Esto es muy importante. Llamaré a esta gente internos.
Las personas que viven en el lugar están situadas a menudo en el rango, o categoría de posición, más bajo. Yo voy a hablar de estos grupos de internos.