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Authors: Erving Goffman

Tags: #Sociología

Los momentos y sus hombres (11 page)

BOOK: Los momentos y sus hombres
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De la tesis (1953), saldrán tres conjuntos de trabajos: los análisis sociolingüísticos, que rematará en
Forms of Talk
en 1981; los análisis de las propiedades locativas, que recogerá y desarrollará en
Presentation of Self in Everyday Life
(1959),
Encounters
(1961),
Behavior in Public Places
(1963) y
Relations in Public
(1971), mientras que refinará las grandes nociones teóricas de la tesis en
Interaction Ritual
(1967). Hay una notable coherencia de conjunto.

Asylums
(1961) y
Stigma
(1963) no derivan de la tesis, aunque encontramos en ellos la misma búsqueda de la identidad personal. De un enfermo mental, Goffman dirá que es un «interactuante deficiente»; de un impedido físico, que es un «desajustado». La dificultad está, por tanto, en relación con el otro, no en la persona misma; idea hoy aparentemente anodina, pero cuya trivialización es la ancha estela que han dejado, entre otras obras, estos dos libros de Goffman.
Internados,
relevado un año después por
Alguien voló sobre el nido del cuco,
de Ken Kesey, llevará al Senado californiano a reformar radicalmente su sistema hospitalario en 1967 y, uno tras otro, el de todos los Estados norteamericanos
[179]
: la fuerza de la compasión fría.

Goffman no participará en el movimiento que en Europa llegaría a ser la «antipsiquiatría», pero vivirá personalmente la tragedia de «la demencia en el lugar» (título del apéndice de
Relaciones en público,
págs. 32B-379). Su esposa atravesará todos los episodios descritos en este texto..., y dará fin a su vida en 1964. Goffman acogerá a sus amigos llegados a visitarlo manteniendo todas las apariencias de la cordialidad, pero, de hecho, vivirá momentos muy difíciles. Además, la atmósfera de Berkeley se le hace cada vez más penosa. Profesor titular en 1960 y nombrado catedrático dos años después (lo que es bastante rápido), no dejará de sentir, sin embargo, la enseñanza de segundo ciclo como una tarea ingrata..., e indigna de él. Además, los estudiantes se agitan mucho. El otoño de 1964 marca el comienzo del
Free Speech Movement:
huelgas, sentadas y detenciones se van a suceder durante dos años
[180]
. Goffman no toma partido, de ningún modo, por los estudiantes: «Cuando (los soldados de la Guardia Nacional) empiecen a disparar contra los estudiantes desde los escalones de Sproul Hall (el edificio central de la Universidad)», dirá a uno de éstos, «creo que intervendré, pero no antes
[181]
».

Su compromiso primordial sigue siendo la investigación fundamental. Para eludir cualquier otra actividad, tratará de acumular años sabáticos, vacaciones no remuneradas e invitaciones de fuera. Y no le costará mucho conseguirlo. En 1966-1967, está en Harvard, en el Centro de Asuntos Internacionales, en el círculo que rodea a Kissinger. Escribe allí un raro librito,
Strategic Interaction,
que se publicará en 1969
[182]
. Denunciando una acepción amplia de la noción de comunicación, se empeña en reinterpretar la interacción como «juego» y «estrategia». Naturalmente, reconocemos aquí al sujeto goffmaniano criptógrafo que la tesis nos había presentado ya. Pero se siente la voluntad de Goffman de rehacerse una virginidad; operación, a decir verdad, que no tendrá demasiado éxito.

Lo que sí logra, en cambio, es la tentativa de escapar a la enseñanza, a sus pompas y a sus obras. En 1968, deja Berkeley por Filadelfia, donde la Universidad de Pensilvania le ofrece una de las prestigiosas cátedras «Benjamín Franklin»: gana 30.000 dólares al año (en vez de 20.000) y sólo debe dirigir un seminario anual para un puñado de estudiantes de tercer ciclo, condiciones que, parece, le harán recuperar toda su creatividad.

En 1974, publica
Frame Analysis,
que había estado preparando desde hacía diez años. Es su gran libro de teoría, cuando los críticos le habían reprochado a menudo no tener ninguna. Pero la obra es tan ambiciosa y tan larga (576 prietas páginas) que desanima a más de uno. Sin embargo, este «análisis contextual», que se nos ofrece con todos sus elementos, puede aplicarse directamente: permite descomponer cualquier situación en sus diferentes registros existenciales. Porque éste es el objeto del libro, que precisamente se subtitula: «Ensayo sobre la ordenación de la experiencia»:

Sostengo que toda definición de una situación se concibe de acuerdo con principios ordenadores que rigen los hechos —al menos, los de carácter social— y la implicación subjetiva en estos hechos. La palabra que empleo para designar estos elementos básicos, según puedo identificarlos, es «contexto»
[183]
.

El ejemplo del cine dentro del cine (de
La mujer del teniente francés
a
La noche americana
) permite comprender fácilmente lo que Goffman quiere descubrir. Toda situación cotidiana es, en cierto
(
modo, una película dentro de otra, en el sentido de que en ella se mezclan diferentes realidades. Cada uno juega a ser él mismo, a estar presente, a captar el principio y el fin. Todo en ella es engaño y realidad a la vez, en grado diverso. Basta a veces un ligerísimo incidente (una mirada que se pierde...) para que toda la situación se «reafine», es decir, cambie de sentido para los interactuantes.

De hecho, Goffman funde todos sus estudios anteriores en una vasta obra magna dominada por la metáfora del cine. No por azar nos viene a la mente el ejemplo de la película dentro de otra cuando tratamos de hacer comprender el fin esencial de este libro: porque
Frame Analysis
es una obra fundamentalmente visual. Encontramos en ella al Goffman del National Film Board, el apasionado por el cine, que ilustra sus lecciones con diapositivas y que, durante toda su vida, amontona pilas de fotos recortadas de
Life
y de otras revistas ilustradas.

Se revela también la cinefilia de Goffman en un largo artículo de 1975, que se convertirá en libro en 1979:
Gender Advertisements.
Basado en un enorme cuerpo de fotos publicitarias (que en un primer momento se había negado a publicar), que muestran las posturas ritualizadas en que se presenta sistemáticamente a las mujeres, el análisis ofrece a la vez una idea sobre la categoría ontológica de la fotografía y sobre la posición de la mujer, no sólo en los anuncios publicitarios, sino también, más en general, en la sociedad occidental contemporánea. Y reconocemos en él al Goffman indignado de
Internados
y de
Stigma:
su cólera toma la forma de análisis frío. Y no se calmará hasta su último libro,
Forms of Talk
(1981): así, es alegre y fresco el humor que mana del propio análisis de una conferencia suya. Goffman parece feliz por fin. Y en realidad, lo es. Poco tiempo antes, se había casado con Gillian Sankoff, una lingüista de Montreal. En mayo de 1982, y como introducción a su intervención en el coloquio «Cotidianeidad e Historicidad», organizado en la Universidad de Lyon-II, ofrece la que debe de ser la única frase personal de su obra: «Por causa de un suceso ajeno a mi voluntad —el nacimiento de mi hija—, no he preparado ninguna comunicación
[184]
».

Después, todo ocurrirá muy rápido. Hospitalizado a fines del verano, tiene que anular su discurso de presidente de la Asociación Estadounidense de Sociología en San Francisco. La mañana del 20 de noviembre de 1982, muere de cáncer.

Sin duda, es peligrosa la comparación, por el peligro que encierra de simplificaciones abusivas: pero no podemos por menos de ver en Goffman una especie de Woody Allen de la sociología estadounidense. La misma estatura, los mismos orígenes étnicos y sociales, el mismo matiz autobiográfico en su obra (hasta cierto punto), Uno y otro tienen una producción abundante, pero original; intelectual, pero apreciada por nutridos públicos. Uno y otro son profundamente patéticos.

TEXTOS

Los textos escogidos para esta antología apoyan y prolongan la presentación biográfica. Permiten seguir la trayectoria intelectual de Goffman desde su tesis doctoral (1953) hasta su discurso de presidente de la Asociación Estadounidense de Sociología (1982). Vemos, así lo importante que ha sido para él la cuestión de los usos sociales del lenguaje desde el principio hasta el final de su carrera: constituye lo esencial de su tesis, y de su fundamental artículo de 1964 «El olvido de la situación», y de su escrito testamentario, «El Orden de la Interacción».

Si el lenguaje es para él un objeto importante de estudio, es también su principal medio de trabaja Porque Goffman escribe con un refinamiento que irá aumentando conforme vaya edificando su obra. Verdaderamente, cincela sus textos, y no por cuidado estético, sino para exponer, con la mayor concisión posible, toda la complejidad de la realidad social. La lengua francesa, a menudo más prolija, no siempre consigue reflejar esta calidad de estilo de Goffman.

Texto 1
El orden social y la interacción
[185]
*

Esta colección de textos comienza con uno que puede parecer relativamente árida Se trata del modelo que se fija explícitamente Goffman al principio de su tesis doctoral. En sus trabajos posteriores, encerrará este programa en un razonamiento mucho más fluido, pero mucho más alusivo, del que habrán desaparecido las elaboraciones teóricas «brutas». El interés intrínseco del texto compensa
,
pues, su sequedad. La finalidad de Goffman es establecer un paralelo entre nueve proposiciones que definen las características del orden social en el plano macrosociológico y nueve proposiciones correspondientes que
fundan el «orden de la interacción», es decir, el orden social en el plano microsociológica Aparecen muchos conceptos importantes
,
muy particularmente el de «compromiso de conveniencias»
(working acceptance),
acuerdo por el cual los actores consienten en proseguir la interacción a pesar de incidentes, porque la sanción que sufren en caso contrario, el embarazo, es peor que las pequeñas ofensas mutuas.

Cuando se estudia la vida en sociedad, es corriente tomar como modelo básico el concepto de orden social y analizar el comportamiento real según su grado de conformidad o desviación de él. En el presente estudio, parto de la idea de que una conversación entre dos personas reales que se hallan en presencia directa pertenece a cierto tipo de orden social y que se la puede estudiar aplicándole este modelo
[186]
. Abajo indicamos la aplicabilidad de este modelo a la interacción conversacional. Postularemos que, en la sociedad occidental, la conversación ofrece la base empírica para la cual este marco debe ser pertinente.

El modelo

1. Hay orden social donde la actividad distinta de diferentes actores se integra en un todo coherente, permitiendo el desarrollo, consciente o inconsciente, de ciertos fines o funciones globales.

En el caso de la interacción conversacional, los actos que se integran en un todo coherente son actos de comunicación, o mensajes. El flujo de mensajes durante una conversación es continuo y no es interrumpido por otros mensajes. Todo mensaje emitido por uno de los participantes es suficientemente significativo y aceptable para los demás participantes, con lo que ofrece el punto de partida del mensaje siguiente. El intercambio continuo e ininterrumpido de mensajes es el proceso ordinario de la interacción conversacional.

2. El que un actor contribuya (a la interacción) es una expectativa legítima por parte de los demás actores, que así pueden conocer de antemano los límites dentro de los cuales el actor se comportará probablemente, y tienen el derecho virtual a esperar de él que se comporte de acuerdo con estas limitaciones. A la inversa, él debe comportarse como se espera de él, no por simple eficacia, sino por sentir que se trata de una manera moralmente conveniente de comportarse.

Este criterio del orden social es aplicable, sin modificación ni elaboración, al caso de la interacción conversacional.

3. La contribución adecuada de los participantes se garantiza o «estimula» por medio de sanciones positivas, o recompensas, y sanciones negativas, o castigos. Estas sanciones aseguran o retiran inmediatamente la aprobación social expresada, así como bienes de carácter más instrumental. Estas sanciones apoyan y sostienen la definición de reglas sociales que son a la vez prescriptivas y proscriptivas, que estimulan ciertas actividades y prohíben otras.

La relación entre el orden conversacional y las sanciones que lo regulan parece algo diferente de la que se establece entre otros tipos de órdenes sociales y sus sanciones reguladoras. En efecto, las sanciones empleadas para mantener el orden conversacional corresponden en gran medida al orden de la aprobación o desaprobación directamente expresada y sentida. No parece que se insista en sanciones de género más instrumental. Por otra parte, y mucho más que en el caso de otras órdenes sociales, el problema del orden conversacional es emplear una sanción cuya simple aplicación no elimine el orden que dicha sanción debe mantener.

4. Toda manifestación concreta de orden social debe producirse dentro de un contexto social más amplia La acción que se extiende entre este orden y su medio social debe ser dirigida por una regulación integrada en este orden como tal. El mantenimiento de esta relación depende del mantenimiento del orden social en et medio. En conjunto, se pone el énfasis sobre las sanciones negativas que miran a la no interferencia, a diferencia de las sanciones positivas que acompañan a las contribuciones específicas intercambiadas entre el orden y su medio
[187]
.

Este elemento del orden social es directamente aplicable al caso de la interacción conversacional.

5. Cuando no se respetan las reglas, o cuando ninguna regla parece aplicable, los participantes dejan de saber cómo comportarse y de saber lo que deben esperar de otro. En el plano social, queda perturbada la integración de las acciones de los participantes, con ¡a consecuencia de desorganización social o desorden social. Al mismo tiempo, ¡os participantes padecen de anomia y de desorganización personal.

En el caso de la interacción conversacional, el debilitamiento de las reglas provoca una desorganización sentida habitualmente como embarazo. La aparición del embarazo manifiesta un momento de confusión y desorientación. Los participantes perciben una nota falsa en la situación. De los participantes embarazados se dice que están turbados, incómodos, o que han perdido su aplomo.

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