Lo que no te mata te hace más fuerte (46 page)

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Authors: David Lagercrantz

Tags: #Novela, #Policial

BOOK: Lo que no te mata te hace más fuerte
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—Como los Spiders, en efecto. Están remando en el mismo barco que esos tipos. No me sorprendería que incluso estuvieran implicados en el asesinato de tu catedrático de Estocolmo, porque lo que sí es cierto, al menos, es que tenían interés en que ese tío desapareciera del mapa.

—Estás de coña.

—Ni lo más mínimo. Tu catedrático poseía una información que podría haberles explotado en la cara.

—¡Me cago en la puta!

—Eso mismo.

—Y ahora vas a ir a Estocolmo como un auténtico detective privado para investigarlo todo.

—Como detective privado no, Alona. Voy a tener un apoyo total, y una vez allí, de paso, cogeré a esa
hacker
y le daré tal paliza que no se podrá ni tener en pie.

—Espera un momento, Ed. Creo que no te he entendido bien… ¿Has dicho «esa»?

—Sí, eso he dicho, querida amiga: «esa».

Los dibujos de August transportaron a Lisbeth al pasado, y de nuevo le vino a la mente ese puño que golpeaba rítmica y constantemente el colchón.

Se acordó de los golpes, y de los sollozos, y de aquellos llantos que procedían del dormitorio de sus padres. Se acordó de la época de Lundagatan, de cuando no tenía otro refugio que sus cómics y sus fantasías de venganza. Se los quitó de la cabeza. Volvió a la realidad y se cambió la venda de la herida. Acto seguido, cogió su pistola y se aseguró de que se hallaba cargada. Luego entró en el enlace PGP.

Andrei Zander le preguntó qué tal estaban, y Lisbeth le contestó brevemente. Allí fuera, la tormenta zarandeaba los árboles y los arbustos. Tras servirse un whisky, cogió un poco de chocolate, salió a la terraza y continuó andando hasta la pendiente con el fin de hacer un reconocimiento meticuloso del terreno, sobre todo de una pequeña hendidura que presentaba la roca un poco más abajo de la parte más empinada. Contó, incluso, los pasos que la separaban de la casa y memorizó el entorno hasta en su menor detalle.

Cuando regresó, August había terminado otro dibujo de Lasse Westman y Roger. Lisbeth supuso que el niño tenía necesidad de desahogarse. Pero seguía sin plasmar nada del momento del asesinato, ni un solo trazo. ¿Había bloqueado su mente esa experiencia?

A Lisbeth la invadió la inquietante sensación de que el tiempo apremiaba y de que se le estaba yendo de las manos. Miró preocupada a August y su nuevo dibujo, con los vertiginosos números que había apuntado al lado. Llevaría cerca de un minuto sumida en ellos estudiando su estructura cuando, de buenas a primeras, descubrió una serie de números que no parecían corresponderse con los demás.

Era relativamente corta: 2305843008139952128. Y de repente lo vio claro: no era un número primo sino más bien —al darse cuenta, su cara se iluminó— un número que, conforme a una perfecta armonía, es igual a la suma de todos sus divisores propios positivos. En otras palabras: se trataba de un número perfecto, al igual que lo es el 6, ya que 6 puede ser dividido por 3, por 2 y por 1, y 3+2+1 suman 6. Lisbeth sonrió y una extraña idea se le pasó por la cabeza.

—Explícate —pidió Alona.

—Sí, ahora mismo —respondió Ed—, pero antes, aunque sé que no es necesario, quiero que me jures solemnemente que no le vas a decir nada a nadie.

—Te lo juro, cabronazo.

—Bien. Lo que ha pasado ha sido lo siguiente: cuando he dejado de pegarle gritos a Jonny Ingram y de decirle alguna que otra verdad acerca de su persona, más que nada porque eso es lo que se esperaba de mí, le he dado la razón. Incluso he fingido estarle agradecido por habernos cerrado la investigación. Porque de todos modos no íbamos a llegar más allá de donde estábamos, le he dicho, lo que en cierto sentido es la pura verdad. Técnicamente hablando ya hemos agotado nuestras posibilidades. Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos y un poco más. Pero no nos ha servido de nada. El
hacker
ha dejado por todos los rincones pistas falsas que no nos conducen más que a nuevos laberintos y callejones sin salida. Uno de mis chicos dijo que aunque, en contra de todo pronóstico, llegáramos hasta el final no nos lo creeríamos, que nos imaginaríamos que se trataba de una nueva trampa. Nos esperábamos cualquier cosa de ese
hacker
, lo que fuera, todo menos puntos débiles y brechas. O sea que sí, que tenía razón, por la vía habitual estábamos bien jodidos.

—Pero tú no sueles ir por la vía habitual.

—No, creo más en las de atrás. En realidad no nos habíamos rendido, en absoluto. Habíamos hablado con los contactos que tenemos en el mundo de los
hackers
y con nuestros amigos de las empresas de
software
. Habíamos realizado búsquedas muy avanzadas, interceptaciones, y también intrusiones. Un ataque tan complicado como ése, ya lo sabes, siempre va precedido de una fase de
research
: se plantean ciertas preguntas, se visitan determinados sitios, y resulta inevitable que algo de eso llegue a nuestro conocimiento. Pero sobre todo, Alona, contábamos con un factor a nuestro favor: la habilidad del
hacker
. Era tan impresionante que limitaba drásticamente el número de sospechosos. Es como si, en el lugar del crimen, un malhechor corriera cien metros lisos en 9,7 segundos; podríamos estar bastante seguros de que el culpable es Usain Bolt o alguno de sus competidores más directos, ¿verdad?

—¿Tanto nivel tiene?

—Sí. Hay partes de ese ataque que me dejan boquiabierto, y mira que he visto cosas… Por eso dedicamos mucho tiempo a hablar con
hackers
y gente iniciada en ese mundo, para preguntarles: ¿quién sería capaz de hacer algo muy muy gordo?, ¿quiénes son las verdaderas estrellas hoy en día? Naturalmente nos vimos obligados a realizar las preguntas con cierta astucia para no levantar sospechas. Estuvimos mucho tiempo sin llegar a ninguna parte. Era como pegar un tiro al aire, como gritar en plena noche. Nadie sabía nada, o fingía no saber nada, es decir: se mencionaban nombres, por supuesto, pero ninguno nos convencía. Durante un tiempo nos ocupamos de un ruso, Yuri Bogdanov. Es un viejo drogadicto y un ladrón con magia en las manos. Se mete donde sea. Al cabrón no hay sistema informático que se le resista. Incluso cuando no era más que un esquelético y andrajoso vagabundo de cuarenta kilos que vivía en las calles de San Petersburgo y se dedicaba a robar coches las empresas de seguridad se lo rifaban. Hasta la policía y los servicios de inteligencia querían reclutarlo para que las bandas criminales no se les adelantaran. Pero, como no podía ser de otra manera, perdieron la batalla, y en la actualidad Bogdanov sigue siendo esquelético aunque por lo menos pesa cincuenta kilos, está desintoxicado y le van bien las cosas. Estamos bastante seguros de que él es uno de los malos de la banda que tú andas buscando, Alona, y ése era también uno de los motivos por los que nos interesaba. Comprendimos que había una conexión con los Spiders teniendo en cuenta el tipo de búsquedas que hizo el
hacker
, pero luego…

—No podíais entender por qué uno de los propios miembros de los Spiders os iba a dar nuevas pistas y conexiones que implicaran a la propia banda.

—Exacto. Pero seguimos. Y algún tiempo después otra banda apareció en las conversaciones.

—¿Quiénes?

—Se hacen llamar
Hacker Republic
. Es un grupo que goza de un estatus muy elevado. Está compuesto por una serie de figuras de élite extremadamente prudentes y celosas con sus cifrados. Con toda la razón del mundo, habría que añadir, pues nosotros mismos, como muchos otros, intentamos, en todo momento, infiltrarnos en sus foros, y no sólo para averiguar lo que están tramando sino también para reclutar a alguno de ellos. Hoy en día hay auténticas batallas para llevarse a los mejores
hackers
.

—Ahora que nos hemos vuelto todos unos delincuentes.

—Ja, ja. Bueno, sí, quizá sí. En cualquier caso, resulta que en la
Hacker Republic
había toda una eminencia, fueron muchos los testimonios que nos lo confirmaron. Pero no sólo eso. También corrió el rumor de que se traían entre manos algo gordo y, sobre todo, de que alguien conocido como Bob the Dog, que creemos que pertenece a esa banda, parece haber hecho algunas búsquedas y realizado preguntas sobre uno de los nuestros, un chico llamado Richard Fuller; ¿lo conoces?

—No.

—Un tipo autosuficiente y maníaco-depresivo por el que llevo ya tiempo preocupándome. Es todo un peligro para la seguridad, el típico tío que se vuelve soberbio e imprudente cuando entra en una fase maníaca. Para un grupo de
hackers
es el blanco perfecto, pero para averiguar eso se requiere información muy cualificada. La salud mental de ese hombre no es precisamente de dominio público. No creo que ni su madre se encuentre al corriente. Ahora bien, a pesar de todo, estoy bastante convencido de que no han entrado a través de Fuller. Hemos analizado cada uno de los archivos que ha recibido últimamente y ahí no hay nada. Le hemos examinado de arriba abajo. Sin embargo, creo que Richard Fuller formaba parte de la estrategia inicial de la
Hacker Republic
. Y eso que no dispongo de pruebas contra ese grupo, nada de nada, pero aun así tengo la corazonada de que son ellos los que están detrás de la intrusión, sobre todo ahora que creemos poder excluir a los servicios de inteligencia de algún país extranjero.

—Pero has dicho que era una chica.

—Eso es. Una vez que nos centramos en el grupo averiguamos todo lo que pudimos sobre ellos, aunque no siempre resultó fácil separar los rumores y las leyendas de los hechos. Pero había un asunto que aparecía con tanta frecuencia que al final no vi ningún motivo para ponerlo en entredicho.

—¿Y qué era?

—Que la gran estrella de la
Hacker Republic
es alguien que se hace llamar Wasp.

—¿Wasp?

—Exacto, y no te voy a cansar con detalles técnicos. Pero Wasp, en determinados círculos, es algo así como una leyenda, entre otras razones por su capacidad para darles la vuelta a los métodos establecidos. Alguien dijo que en una intrusión informática se puede percibir la presencia de Wasp del mismo modo que se intuye a Mozart en una melodía. Wasp tiene un estilo propio e inconfundible, y de hecho ésa fue una de las primeras cosas que uno de mis chicos comentó después de haber analizado la intrusión: esto se diferencia de todo lo que hemos visto hasta ahora, posee un umbral de originalidad absolutamente desconocido, una sorprendente forma de plantear el ataque, de manera directa y eficaz. Justo al contrario que los demás.

—O sea, que es un genio.

—Sin duda. Y por eso empezamos a buscar en Internet todo lo que había sobre ese tal Wasp, para intentar desvelar su identidad. Pero a nadie le sorprendió demasiado que eso resultara imposible. No sería muy propio de ese personaje dejar resquicios y no cubrirse bien las espaldas. Pero ¿sabes lo que hice entonces? —preguntó Ed orgulloso.

—No.

—Empecé a indagar en lo que representaba la propia palabra.

—Aparte del insecto, quieres decir.

—Sí, exacto, y no porque yo o cualquier otra persona pensáramos que aquello nos conduciría a alguna parte. Pero, como ya he dicho, cuando no podemos avanzar por el camino principal hay que ir por los senderos más sinuosos. Uno nunca sabe lo que se puede encontrar. Y resultó que
wasp
, aparte de ser ese insecto que te pica con su aguijón y de poder tener relación con la comedia de Aristófanes
Las avispas
, podía significar un buen número de cosas. Entre otras muchas,
wasp
es un avión de guerra británico de la Segunda Guerra Mundial, una conocida película corta de 1915, una revista satírica del San Francisco del siglo 
XIX
y, por supuesto, la abreviatura de
White Anglosaxon Protestant
. Ahora bien, todas esas referencias me parecieron demasiado convencionales para un genio
hacker
; no pegaba en ese entorno cultural. ¿Y sabes qué era lo que más le cuadraba?

—No.

—La referencia que con más frecuencia aparecía en la red: la superheroína Wasp de los cómics de Marvel, uno de los miembros fundadores de
Los vengadores
.

—Que se ha llevado también al cine.

—Sí, eso es. Ese grupo compuesto por Thor, Iron Man, el Capitán América y todos los demás. En los cómics originales aparece, incluso, como líder. Debo admitir que Wasp es un personaje de cómic realmente guay. Tiene una pinta un poco rockera y rebelde, va vestida de negro y amarillo, con alas de insecto, y luce un pelo oscuro y corto y una actitud muy chulesca; una chica que lucha desde una posición de desventaja y que posee la capacidad tanto de reducir como de aumentar su tamaño. Las fuentes con las que hemos mantenido contacto piensan que se trata de esa Wasp. Ahora bien, eso no tiene por qué significar que la persona que se esconde detrás de esa firma sea fan de los cómics de Marvel, claro está, sobre todo ahora. Ese alias podría llevar ahí mucho tiempo. Quizá no sea más que algo que la ha acompañado desde la infancia, o un simple guiño irónico, algo que no tiene mucho más significado que el hecho de que yo, en su día, llamara a mi gato
Peter Pan
, sin que ni siquiera me cayera bien esa figura autosuficiente que no quiere crecer. Y sin embargo…

—¿Sí?

—No pude dejar de constatar que también esa banda criminal a la que Wasp buscaba durante su intrusión usa nombres sacados de los cómics de Marvel, o más que eso, pues a veces incluso se hace llamar
The Spider Society
, ¿no es así?

—Ya, pero a mí me parece que eso no es más que un juego, algo que hacen para reírse de nosotros porque saben que estamos pendientes de ellos.

—Sí, claro, estoy de acuerdo. Pero incluso los juegos pueden ofrecer pistas u ocultar algo más serio. ¿Sabes qué es lo que caracteriza a
The Spider Society
en los cómics de Marvel?

—No.

—Que están en guerra con
Sisterhood of the Wasp
, «la hermandad de la avispa».

—Vale, lo capto, es un detalle a tener en cuenta, pero no entiendo que eso os haya podido hacer avanzar en la búsqueda.

—Tú espera, ya verás. Oye, tengo que ir al aeropuerto dentro de nada. ¿Te apetece acompañarme hasta el coche?

Los ojos de Mikael Blomkvist empezaban a cerrarse. No era particularmente tarde, pero sentía que ya no podía ni con su alma. Tenía que marcharse a casa a dormir unas cuantas horas para poder continuar por la noche o al día siguiente por la mañana. Quizá le viniera bien, incluso, tomarse unas cervezas por el camino. La falta de sueño le palpitaba en las sienes, y necesitaba ahuyentar algunos malos recuerdos y temores; tal vez lograra convencer a Andrei de que lo acompañara. Lo miró.

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