Legado (48 page)

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Authors: Greg Bear

Tags: #ciencia ficción

BOOK: Legado
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Largas ranuras en el cielo raso permitían que el sol trazara líneas brillantes sobre el suelo de lava.

Vi a dos hombres de pie en las sombras, junto a una mesa en el centro de la habitación blanqueada. Cruzamos la habitación, haciendo crujir la gravilla de lava, deslumbrados por los haces de luz.

La estancia contenía estantes repletos de grandes botellas de líquido, la mayoría de color verde o pardo. El suelo liso de cemento descendía hasta un desagüe central. El suelo estaba cubierto de manchas verdes y pardas, a pesar de que al parecer lo habían fregado recientemente. Manchas húmedas y un hilillo de agua oscurecían el cemento.

El aire olía a vegetación. En el techo se encendieron tres bombillas eléctricas, y vi a los dos hombres claramente.

Un sujeto menudo y nervudo estaba a la derecha de la mesa; el rostro enjuto, la nariz ganchuda, mejillas huecas que le daban una apariencia de niño. A primera vista parecía de mi altura, pero medía algunos centímetros menos. El pelo castaño y desgreñado le colgaba por debajo de las orejas. Tenía grandes y líquidos ojos verdes, cutis cetrino. Parecía dispuesto a sonreír como si fuéramos amigos que no se veían desde hacía tiempo. Llevaba una chaqueta y pantalones plateados; chaqueta con encaje delante, entreabierta para mostrar una camisa blanca y sin cuello. Tenía las manos enfundadas en unos guantes marrones sucios. En una mano llevaba un trozo de cordel que se anudaba sobre un dedo de la otra.

—Ser Brion, general Beys, éstos son ser Salap, ser Randall, y ser Olmy.

Brion me miró con picardía, frotándose el hombro con una mano como si le doliera, luego tamborileó con los dedos sobre los bíceps. Se aproximó y me miró como si estuviera decidiendo si aceptarme o no. Sonrió.

—¿General? —preguntó.

Beys llevaba un traje gris. Un poco más alto que Brion, era más fornido y de hombros más anchos, un pequeño toro de manos gruesas y rojizas. Sus ojos parecían casi joviales, hundidos en un semblante lechoso sobre mejillas rubicundas. Beys se encogió de hombros.

—Rara vez puedo juzgar a los hombres por su apariencia. Sabemos ocultarnos muy bien.

Randall estaba envarado, las manos entrelazadas a la espalda, escudriñando a los demás uno por uno. Por su postura y la tensión de sus dedos era evidente su animadversión por Beys y Brion.

Brion alzó los ojos y me miró con una sonrisa franca y vivaz.

—De acuerdo. Muéstrame algo. Mátame ahora en vez de esperar. Sin duda la gente de Lenk te ha llenado de odio.

Creo que esperaba que yo alzara un dedo y lo redujese a cenizas. Parecía feliz con ese pensamiento, y un poco defraudado cuando no hice nada. Sus ojos perdieron brillo y su sonrisa se atenuó.

—¿No quieres matarme?

—No.

—¿Podrías matarme si quisieras?

—No tengo armas.

Me examinó de nuevo, como si la primera vez no hubiese sido suficiente.

—¿Ni siquiera fuera de aquí?

—Ningún arma —insistí.

Se volvió hacia Salap.

—Tú eres Mansur Salap. Conozco tu nombre, claro. Tu ayudante, Shatro, parece creer que me ha sido útil. En realidad, hace tiempo que estoy al corriente de la presencia de ser Olmy en Lamarckia.

Me miró de nuevo, con una sonrisa más intensa, como si me leyera el pensamiento.

—Habitualmente recibo noticias acerca de farsantes e infortunados. En tu caso, es posible que mis contactos hayan dado con algo real. ¿Cuánto hace que estás aquí?

—Ciento cuarenta y tres días.

—¿Lenk sabe quién eres?

—No lo sé.

Brion retrocedió sin dejar de mirarme.

—Esperaba que el Hexamon enviara un ejército para castigarnos y llevarnos de vuelta a Thistledown.

—Yo nunca esperé eso —comentó Beys.

—Bien, yo esperaba que fuera así —dijo Brion. Nos indicó que nos sentáramos en las sillas de xyla. Formamos un círculo en torno a la mesa del centro de aquella habitación cuadrada—. Ser Shatro pensaba que obtendría alguna ventaja o que podría vengarse entregándote. No te tiene simpatía. Ahora no siente simpatía por nadie. Es un hombre muy frustrado.

—No es mi mejor estudiante —dijo Salap.

—Es curioso. La primera vez que tengo la oportunidad de reunirme con Lenk y me trae a personas más interesantes que él... entre ellas, importantes científicos rescatados de un naufragio. Una nave capitaneada por Keyser-Bach... Me habría gustado conocer a ese hombre. Lamento su muerte. Es para mí un honor conocerte, ser Randall, y también a ti, ser Salap. He recibido ejemplares de todas vuestras publicaciones.

Salap asintió en silencio. Mi admisión había creado cierta confusión. Sólo Brion parecía conservar un sentido del rumbo.

Se volvió hacia mí, las manos en las rodillas.

—¿Estás aquí para juzgarnos? —preguntó.

—Estoy aquí para ver si los humanos han perjudicado Lamarckia.

—Habéis tardado tiempo en llegar a nosotros —dijo Brion—. Tiempo suficiente para que naciera una nueva generación... y para que muchos muriesen. ¿El Hexamon piensa descender aquí para reclamar nuestro planeta?

—No estoy en comunicación con el Hexamon.

—¿Tienes una clavícula?

—No.

—¿Ninguna manera de comunicarte con Thistledown?

—No.

—¿Lenk ha traído su clavícula en la nave? —le preguntó Brion a Beys.

—Sí —respondió el general, irguiendo la barbilla y rascándose el cuello. Sus dedos dejaron marcas pálidas en la piel rojiza. Sus ojos, un ojo castaño, otro verde, parecían pequeños en un rostro tan ancho.

—Ya no funciona —le confió Brion—. Todavía la lleva consigo pero la rompió hace años en un arranque de cólera. Se supone que esto es un secreto. —Brion sorbió y fijó su mirada en mí con velocidad de pájaro—. Pues si nadie viene a buscarte, no puedes regresar a la Vía. Eres uno de nosotros.

Beys negó con la cabeza.

—Nunca será uno de nosotros. Shatro nos cuenta que presenciaste la destrucción de una aldea en el río Terra Nova.

—En efecto. La aldea Claro de Luna.

—¿Estás aquí para juzgarnos por eso, y comunicar al Hexamon que somos unos criminales?

No respondí.

Beys movió la cabeza lentamente.

—Algo ha salido mal, ¿verdad? No creen que valga la pena enviar un ejército.

—Tal vez no puedan abrir una puerta el tiempo suficiente —comentó Brion.

—Yo tenía quince años cuando mis padres me trajeron aquí —dijo Beys—. He pasado hambre y sufrido enfermedades. Vi a mi hermana y mi madre morir de parto. Lenk nos hizo esto a todos. Si el Hexamon viene, estoy dispuesto a ser juzgado. Hemos hecho lo necesario para sobrevivir. —Desvió los ojos—. El sí que es un agente —concluyó, mirando el suelo—. Tiene aspecto de serlo. Los demás no lo tenían. Tal vez deberíamos matarlos a todos.

Brion pareció alarmarse ante la sugerencia.

—No creo que representen una amenaza.

La noticia —o rumor— acerca de la clavícula de Lenk comenzaba a pesar sobre nosotros.

Si estaba rota, y nadie más había llegado a Lamarckia, era improbable que yo terminara mi misión.

Mejor dicho, mi misión se había convertido en mi vida.

Eso me perturbó más de lo conveniente. Tenía que conservar la calma delante de aquel hombre pueril y simiesco y del jovial y fornido Beys, con sus mejillas alegres y sus mortales palabras.

—Aun así, eres interesante —dijo Brion—. He respetado a ser Salap durante muchos años. Algunas de sus obras me han dado las claves que necesitaba para realizar mis mayores descubrimientos. También debo mucho al general Beys. El me ha dado tiempo para concentrarme.

—Espero que tengamos tiempo para mantener una larga conversación —dijo Beys—. Lamento no poder quedarme mucho tiempo. Me gustaría saber qué ha sucedido en Thistledown y en la Vía.

—Debemos resolver las cuestiones diplomáticas, deliberar con Lenk —dijo Brion—. Si podemos llamarlo deliberar. El Hombre Hábil no escucha demasiado. Hay muchas cosas que planear, muchos proyectos para concretar. Tenemos que estar atentos. Ser Salap, ¿por qué viniste a Lamarckia?

—Creía en Lenk.

—¿Crees en lo que ves aquí, en el vivero, en todo nuestro trabajo?

—Sí.

—¿Colaboración, comunicación?

Salap asintió.

—¿Ser Randall?

—Parece real —dijo Randall.

Brion rió entre dientes.

—Todo esto, el cráter, las cámaras de piedra, era la sede de la madre seminal. Hace miles de años la madre seminal se trasladó a otro sitio, canal arriba. Iremos allí. Quiero mostraros parte de lo que hemos hecho. Mi esposa y yo. Hace meses que no remonto el canal. Pero con caballeros tan ilustrados, y con un visitante tan especial como ser Olmy, creo que las negociaciones pueden esperar. —Cabeceó decisivamente—. Es importante que veáis lo que hemos logrado.

Brion se inclinó hacia mí como si hablara con un niño.

—No sé qué estás pensando. Tienes carácter y eres disciplinado, ser Olmy. Eso te hace diferente de la mayoría de nosotros. Fuimos traídos aquí por un tonto, con una promesa que se rompió en cuanto llegamos. Desde entonces nos estamos hundiendo.

»Ven mañana canal arriba y te mostraré cuánto nos queda por recorrer antes de tocar fondo.

El general Beys me miró con sus ojos hundidos y arrugó las mejillas rosadas en una sonrisa amistosa. Cabeceó como despidiéndose de un camarada de armas.

Esta vez los guardias nos juntaron en una sola habitación, en otro túnel, supuestamente más cerca del lago. No dormí mucho esa noche. Me quedé en el catre duro y estrecho preguntándome qué habrían hecho otros agentes de estar en Lamarckia. ¿Habrían revelado su identidad con tan poco provecho?

Salap se movió en el catre de arriba. Bajó la escalerilla.

—Me siento como si fuera de mañana. Me siento encerrado.

Se alisó la chaqueta negra y se pasó la mano por el cabello, luego fue al lavabo a enjuagarse la cara.

Randall se incorporó en su catre y se desperezó.

—¿Qué crees que se proponen? —preguntó.

—No lo sé —dijoSalap—. Me niego a sorprenderme.

Randall me miró.

—¿Y tú puedes hacer algo que nos sorprenda?

—No lo creo.

—¿En qué eres diferente de Mansur o de mí?

—Nunca he dicho que fuera diferente.

—¿Eras todo lo que podían enviar... un explorador, para tantear el terreno? ¿Y nadie después de ti?

—Supongo que eso es lo que ha sucedido.

Salap apoyó una mano en la pared de ladrillo.

Randall miró la pared con los ojos húmedos.

—En todas estas décadas hemos esperado como niños a que alguien nos rescatara de nuestra propia estupidez. Y el Hexamon sólo envía a un hombre.

—Un mortal como nosotros —murmuró Salap.

—¿Ambos erais adventistas? —pregunté.

Salap asintió.

—Yo simpatizaba con la causa —dijo Randall—, pero sabía de qué lado quedarme.

Salap sonrió como un demonio que comprende demasiado bien la naturaleza humana.

—¿Crees que Shatro estaba escuchando en la balsa?

—Eso parece —dije.

—Tal vez hubiera sido mejor que le revelases quién eras a la primera persona con la que te encontraste —comentó Randall.

—La primera persona con la que me encontré fue Larisa Strik-Cachemou —dije—. En aquel momento no me pareció buena idea.

22

La lancha aguardaba frente a la dársena ministerial del canal, y sus dos tripulantes vestían de blanco inmaculado. Medía dos metros de eslora y estaba hecha de xyla blanca pintada, con un solo árbol de metal en el medio, en el cual ondeaba una bandera gris con una mancha blanca en el centro. Disponía de dos motores eléctricos situados debajo de un compartimiento de metal a popa; delante del árbol, un dosel blanco cubría un cuadrado de bancos acolchados, hundidos bajo cubierta. Delante del dosel había una pequeña cabina y una cocina destinada a Brion y sus huéspedes.

Salap y yo cruzamos el muelle y subimos a la lancha, escoltados por nuestros guardias. Randall no estaba invitado.

Lo que hacía diferente a Brion —más parecido a Lenk que otros líderes de Thistledown— era su papel de figura de culto. Los líderes de Thistledown eran administradores, burócratas; de ahí los poco atractivos títulos de los altos cargos. Brion era un jefe tribal que recibía de su gente un poder discrecional, aunque tuviera recursos limitados y pocos súbditos. Comprenderlo, saber qué decir y qué esperar, podía salvarnos la vida. Esperaba que Salap pensara de la misma manera, y me alegraba de que Randall no nos acompañase. Randall estaba harto de Naderville, Lenk, Fassid y la maraña de mundolíneas de Lamarckia. Tal vez no le importara encender la ira de Brion.

Brion llegó minutos después, con cuatro soldados armados y un hombre ágil y moreno de cabello erizado y negro. Brion parecía ansioso.

—Os presento a ser Frick —dijo—. Hace muchos años que está conmigo, desde que vine a Godwin.

Nos presentamos como si estuviéramos en un crucero de placer, luego nos acomodamos en los asientos acolchados, y nuestros guardias y tres de los guardias armados regresaron al muelle.

Brion llevaba guantes, pantalones color caqui y una camisa parda, y en una mano un trozo de cordel ceñido en torno al índice.

Frick vestía una chaqueta negra holgada, un chaleco rosa y pantalones marrones anchos.

—Hoy el tiempo será cálido canal arriba —dijo Frick, acomodándose en el asiento—. Hace semanas que ella lo mantiene cálido.

Brion cabeceó y miró la ribera de enfrente, enarcando una ceja. Anudaba y desanudaba el cordel.

—¿Cuánto dura este viaje? —preguntó Salap.

—Dos días de ida, dos de vuelta —dijo Frick.

El piloto encendió los motores eléctricos y el bote se internó en la corriente, que fluía hacia el oeste desde el interior de Hsia.

—Esa mujer es terrible —dijo Brion minutos después, alzando la barbilla e irguiéndose en el asiento.

—¿Qué mujer? —preguntó Salap.

—Fassid. Esta mañana hemos tenido una discusión. Muy injusta. Creo que ayer expliqué muy bien mi posición, diciéndoles que no podía hacer mucho más aunque negociáramos durante meses. De nuevo me pidieron que retuviera aquí al general Beys y a sus soldados, y les dije que no podía.

—Beys secuestró niños y asesinó aldeanos —dije.

—No defiendo todos sus actos, pero me es demasiado útil para retenerlo aquí. Es una espina en el flanco de Lenk. —Brion evitaba mi mirada, pero hizo una serie de muecas y gestos mientras miraba el río—. Ni siquiera sé si defendería mis propios actos si decidieras llevarme ante un tribunal del Hexamon —continuó.

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