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Authors: Camilla Läckberg

Tags: #Policíaco

La sombra de la sirena (51 page)

BOOK: La sombra de la sirena
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—Eh, ¿qué pasa, muchacho? —Erik se echó a reír y le arreó unas palmadas en la espalda
.

—Bien —respondió Christian antes de dar otro trago para demostrar que así era
.

Pasaron la botella un par de rondas y Christian ya empezaba a notar una agradable calidez por todo el cuerpo. Empezó a ceder el desasosiego. El whisky inhibía todo aquello que últimamente lo mantenía despierto por las noches. Los ojos. El olor a carne en proceso de putrefacción. Tomó otro trago
.

Magnus se había tumbado boca arriba y tenía la mirada perdida en el firmamento. Kenneth apenas hablaba. Simplemente asentía lleno de admiración ante todo lo que decía Erik. Pero a Christian le gustaba estar allí. Era alguien, era parte del grupo
.

—¿Christian? —Se oyó una voz desde la entrada. Christian se giró. ¿Qué estaba haciendo ella allí? ¿Por qué tenía que presentarse en su fiesta y estropearlo todo? La furia de siempre despertó de nuevo
.

—Lárgate —le espetó, y ella hizo un mohín
.

—¿Christian? —repitió ella a punto de llorar
.

Él se levantó para echarla de allí, pero Erik le puso la mano en el hombro
.

—Deja que se quede —dijo. Christian lo miró atónito, pero se sentó otra vez. Obedeció
.

»¡Ven! —Erik le hizo a Alice una seña para que se acercara
.

Ella miró a Christian buscando su aprobación, y él se encogió de hombros
.

—Siéntate —dijo Erik—. Estamos de fiesta
.

—¡Fiesta! —exclamó Alice encantada
.

—Qué suerte que hayas venido, así hay alguna chica guapa también. —Erik le rodeó los hombros con el brazo y le acarició un mechón. Alice se echó a reír. Le gustaba que le dijeran «guapa»
.

»Toma. Para participar en esta fiesta hay que beber. —Le quitó la botella a Kenneth, que acababa de tomar un trago, y se la dio a Alice
.

Una vez más, ella miró a Christian, pero a él le daba igual lo que ella hiciera. Si iba detrás de él, tendría que hacer lo que tocara
.

Alice empezó a toser y Erik le acarició la espalda
.

—Eso es, buena chica. No pasa nada, ya verás, te acostumbrarás enseguida. Pero tienes que probar otra vez
.

Aunque indecisa, Alice empinó la botella y tomó otro trago. Esta vez, la cosa fue mejor
.

—Bien. Así me gusta, una chica guapa que sabe beber whisky —dijo Erik con una sonrisa que llenó de inquietud a Christian. Pensó que lo que en realidad quería era coger a Alice de la mano y llevarla a casa. Pero entonces Kenneth se sentó a su lado, le echó el brazo por los hombros y farfulló
:

—Joder, Christian, y pensar que estamos aquí contigo y con tu hermana. A que no te lo imaginabas, ¿eh? Lo que pasa es que hemos comprendido que había un tío legal debajo de toda esa grasa. —Kenneth le clavó un dedo en la barriga y Christian no sabía si tomárselo como un cumplido o no
.

—La verdad es que tu hermana es muy guapa —observó Erik pegándose a Alice un poco más. Luego le ayudó a empinar la botella otra vez, consiguió que bebiera otro par de tragos. Alice sonreía y tenía los ojos achispados
.

Christian notó de repente que todo le daba vueltas. Todo Badholmen daba vueltas. Vueltas y más vueltas, como el globo terráqueo. Sonrió y se tumbó boca arriba al lado de Magnus y se quedó mirando las estrellas, que también parecían girar en el cielo
.

Un sonido procedente de Alice lo hizo incorporarse. Le costaba mantener firme la mirada, pero vio a Erik y a Alice. Y le pareció ver que Erik tenía la mano por dentro de la camiseta de su hermana. Pero no estaba seguro. Todo daba vueltas sin parar. Se tumbó otra vez
.

—Chist… —La voz de Erik y el mismo gemido de Alice. Christian se tumbó de lado con la cabeza apoyada en el brazo extendido. Observaba a Erik y a su hermana. Ya no llevaba la camiseta. Tenía los pechos pequeños y perfectos. Fue lo primero que pensó. Que tenía los pechos perfectos. No se los había visto nunca
.

—No pasa nada, solo quiero tocar un poco… —Erik le magreaba el pecho con una mano y empezó a respirar entrecortadamente. Kenneth miraba embobado el torso desnudo de Alice—. Ven a tocar —le dijo Erik
.

Christian se dio cuenta de que estaba asustada, de que intentaba taparse el pecho con los brazos. Pero a él le pesaba tanto la cabeza, era imposible levantarla
.

Kenneth se sentó al lado de Alice. A una señal de Erik, alzó la mano y empezó a tocarle el pecho izquierdo. Apretaba despacio al principio, luego cada vez más fuerte, y Christian notó que le crecía el bulto de debajo de los pantalones
.

—¿Y el resto? ¿Estará igual de bien? —murmuró Erik—. ¿Tú qué dices, Alice? ¿Tienes el culo tan estupendo como las tetas?

Alice estaba aterrada y tenía los ojos desorbitados. Pero parecía que no supiera cómo oponer resistencia y, totalmente apática, dejó que Erik le quitase las bragas. La falda no se la quitó, solo se la levantó, para que Kenneth pudiera ver
.

—¿A ti qué te parece? Seguro que ahí dentro no ha estado nunca nadie, ¿eh? —Le separó las piernas a Alice, que se dejaba hacer como petrificada, incapaz de protestar
.

—Coño, mira, qué guay. ¡Magnus, despierta, que te lo estás perdiendo!

Pero Magnus respondió con un débil gemido de borracho
.

Christian notó que le crecía un nudo en el estómago. Aquello no estaba bien. Vio que Alice lo miraba pidiéndole ayuda sin hablar, pero tenía los ojos como cuando lo miró desde debajo del agua y Christian no podía moverse, no podía ayudarle. Lo único que podía hacer era seguir allí tumbado y dejar que el mundo continuara dando vueltas
.

—El primer turno es mío —dijo Erik desabrochándose las bermudas—. Si se resiste, la sujetas
.

Kenneth asintió. Estaba pálido, pero no podía apartar la vista del pecho de Alice, que relucía blanco a la luz de la luna. Erik la obligó a tumbarse, la obligó a quedarse quieta y a mirar al cielo. Christian sintió alivio al no tener que ver aquellos ojos, al comprobar que ahora miraban las estrellas y no a él. Luego empezó a crecerle el nudo otra vez, hizo un esfuerzo y logró incorporarse. Las voces gritaban y sabía que debería hacer algo, pero no sabía qué. Además, Alice no protestaba. Seguía allí tumbada, y dejó que Erik le separase las piernas, dejó que se tumbara encima, que la penetrara
.

Christian sollozó. ¿Por qué tenía que ir a estropearlo todo? ¿Por qué tenía que arrebatarle lo que era suyo? ¿Por qué tenía que ir tras él y quererlo? Él no le había pedido que lo quisiera. Él la odiaba. Y allí estaba, tumbada, sin oponer resistencia
.

Erik se puso rígido y dejó escapar un gemido. Salió y se abrochó el pantalón. Encendió un cigarrillo protegiendo la llama con la mano y luego miró a Kenneth
.

—Te toca
.

—Pero… ¿yo? —balbució Kenneth
.

—Sí, ahora te toca a ti —afirmó Erik. Su voz no admitía réplica
.

Kenneth dudó un instante. Pero luego volvió a agarrarle aquellos pechos firmes de pezones rosados y duros a la brisa estival. Empezó a desabrocharse el pantalón muy despacio, luego cada vez con más prisa. Al final, prácticamente se tiró encima de Alice y la penetró embistiéndola salvajemente. Tampoco él tardó mucho en soltar un hondo gemido, le temblaba todo el cuerpo, como si sufriera espasmos
.

—Impresionante —dijo Erik y dio una calada—. Ahora le toca a Magnus. —Señaló con el cigarrillo al amigo, que estaba dormido, con un hilillo de saliva colgándole de la comisura de los labios
.

—¿Magnus? Imposible, tiene una curda colosal. —Kenneth se echó a reír. Había dejado de mirar a Alice
.

—Pues tendremos que ayudarle un poco —dijo Erik, y empezó a tirarle a Magnus del brazo—. Pero échame una mano —le dijo a Kenneth, que se apresuró a obedecer. Entre los dos consiguieron arrastrar a Magnus hasta donde estaba Alice, y Erik empezó a desabrocharle el pantalón
.

»Bájale los calzoncillos —le ordenó a Kenneth, que hizo lo que le decía asqueado
.

Magnus no estaba para nada y Erik se irritó. Le dio con el pie a Magnus, que se despabiló un poco
.

—Tendremos que tumbarlo encima de ella, joder, él también se la tiene que follar
.

Las voces habían enmudecido y ahora la cabeza le resonaba vacía. Christian tenía la impresión de estar viendo una película, algo que no estaba ocurriendo en realidad y de lo que no era partícipe. Vio cómo tendían a Magnus encima de Alice, cómo también él se despertaba lo suficiente como para empezar a moverse y a emitir sonidos salvajes, repugnantes. Nunca llegó tan lejos como los demás, sino que se durmió a medio camino, encima de Alice
.

Pero Erik estaba satisfecho. Apartó a Magnus. Él estaba listo para otra ronda. El espectáculo de Alice allí tumbada, tan guapa y tan ausente, parecía excitarlo. La penetró una y otra vez, cada vez con más fuerza, se había enrollado en la mano un mechón de su melena y tiraba tanto que se lo arrancaba a puñados
.

Entonces empezó a llorar. Un chillido raudo e inesperado que cortó la noche, y Erik paró en seco. La miró. Sintió el pánico. Tenía que hacerla callar, tenía que lograr que dejara de gritar
.

Christian oyó que el grito se adentraba en su silencio. Se tapó los oídos con las manos, pero no sirvió de nada. Era el mismo llanto que cuando era pequeña, cuando se lo arrebató todo. Vio a Erik sentado a horcajadas sobre ella, vio que levantaba la mano y golpeaba, que él también trataba de conseguir que parase. La cabeza de Alice se estrellaba contra la madera a cada golpe, se levantaba un poco al rebotar sobre la superficie y luego se oyó el ruido de algo que se quebraba, cuando el puño de Erik se estrelló contra los huesos de la cara de Alice. Vio que Kenneth, pálido y atónito, miraba a Erik. También Magnus se había despertado con los gritos. Se había incorporado medio dormido, miraba a Erik y a Alice y sus pantalones, que estaban desabrochados
.

Luego se hizo el silencio. Todo quedó en la calma más absoluta. Y Christian huyó. Se levantó y echó a correr lejos de Alice, lejos de Badholmen. Corrió a casa, cruzó el umbral, subió la escalera y corrió a su habitación. Y una vez allí, se tumbó en la cama y se tapó con el edredón, se cubrió la cabeza, cubrió las voces
.

Y poco a poco, el mundo dejó de dar vueltas
.


L
a dejamos allí. —Kenneth no era capaz de mirar a Erica—. La dejamos allí, sin más.

—¿Qué ocurrió después? —preguntó Erica. Seguía sin hacer ningún reproche, por lo que Kenneth se sentía aún peor.

—Yo estaba aterrado. A la mañana siguiente, cuando me desperté, pensé que habría sido un mal sueño, pero al comprender que había ocurrido de verdad, al tomar conciencia de lo que habíamos hecho… —Se le quebró la voz—. Estuve todo el día temiendo que la Policía llamara a la puerta en cualquier momento.

—Pero no lo hicieron, ¿verdad?

—No. Y unos días después oí que los Lissander se habían mudado.

—¿Y vosotros? ¿No hablasteis del asunto?

—No, jamás. No porque lo hubiésemos acordado, simplemente nunca lo comentamos. Hasta que Magnus bebió de más aquel verano y lo sacó a relucir.

—¿Fue la primera vez en todos esos años? —preguntó Erica incrédula.

—Sí, fue la primera vez. Pero yo sabía cómo sufría Magnus. Él era el que peor lo llevaba. Yo conseguí no pensar en ello. Me centré en Lisbet y en mi vida. Elegí el olvido. Y Erik, bueno, no creo que tuviera ni que intentarlo. No creo que le preocupase nunca.

—De todos modos, os habéis mantenido juntos todos estos años.

—Sí, ni yo mismo lo entiendo. Pero nosotros… en fin, yo me merecía esto —dijo señalándose los brazos vendados—. Merezco algo peor, pero no Lisbet, ella era inocente. Lo peor es que debió de enterarse de todo, fue lo último que oyó antes de morir. Yo no era quien ella creía, nuestra vida fue una mentira. —Kenneth hacía lo posible por contener el llanto.

—Lo que hicisteis fue horrendo —respondió Erica—. No podría decir lo contrario. Pero tu vida con Lisbet no fue una mentira y yo creo que ella lo supo, oyera lo que oyera sobre ti.

—Intentaré explicárselo —dijo Kenneth—. Sé que pronto será mi turno, ella vendrá a verme a mí también, y entonces tendré la oportunidad de explicárselo. Tengo que creer que podré, de lo contrario, todo será… —se interrumpió y volvió la cabeza.

—¿Qué quieres decir? ¿Quién va a venir a verte?

—Alice, naturalmente. —Kenneth se preguntó si Erica no le había prestado atención mientras hablaba—. Ella es la responsable de todo.

Erica no dijo nada, solo se quedó mirándolo compasiva.

—No es Alice —respondió al cabo de unos instantes—. No es Alice.

C
erró el libro. No lo había entendido todo, era demasiado profundo para su gusto y el lenguaje resultaba a veces muy enrevesado, pero había podido seguir el hilo argumental. Y comprendió que debería haberlo leído antes, porque ahora empezaba a ver con más claridad algunas cosas.

Recordó algo. La imagen de un instante en el dormitorio de Cia y Magnus. Algo que había visto y a lo que no atribuyó demasiada importancia en aquel momento. ¿Cómo fijarse en aquello? Sabía que habría sido imposible. Aun así, era imposible no reprochárselo.

Marcó un número en el móvil.

—Hola, Ludvig, ¿está tu madre? —Aguardó mientras oía los pasos de Ludvig y un leve murmullo, hasta que se oyó en el auricular la voz de Cia.

—Hola, soy Patrik Hedström. Perdona que te moleste, pero me estaba preguntando… ¿qué hizo Magnus la noche antes de su desaparición? No, en realidad, no me refiero a la tarde, sino a la noche, cuando os fuisteis a la cama. ¿Ah, sí? ¿Toda la noche? De acuerdo, gracias.

Concluyó la conversación. Encajaba, todo encajaba. Pero Patrik sabía que no llegaría a ninguna parte con meras teorías infundadas. Necesitaba pruebas concluyentes. Y sin esas pruebas concretas, no quería desvelar nada a los demás. Existía el riesgo de que no lo creyeran, pero había alguien con quien sí podía hablar, alguien que podría ayudarle. Una vez más, cogió el teléfono.

BOOK: La sombra de la sirena
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