Lo que no quiere decir que desde el
comic
, por ejemplo, como desde cualquier otro medio de expresión, no puedan abordarse temáticas relacionadas con la ciencia-ficción. Pero como su «vestidura formal» es distinta, su estudio no puede ser considerado en este trabajo sino como fenómeno sociológico, o epifenómeno, en torno al tema central que es la literatura.
En cuanto al cine de ciencia-ficción, por la importancia que ha adquirido en los últimos tiempos y también porque muchos de sus títulos más notables son adaptaciones de textos publicados anteriormente como cuentos o novelas, merecería un estudio aparte que escapa a las intenciones de este trabajo.
Las coordenadas espacio-temporales
Esa fina línea, que definíamos por negación, nos conducirá, si la seguimos, al tipo de salida que conviene a los fines orientativos de nuestro trabajo. Tiene entre otras la virtud de situar el fenómeno de la literatura de ciencia-ficción dentro de unos límites comprensibles y abarcables en el espacio y en el tiempo, dos términos tan manipulados, generalmente con acierto, por esta clase de literatura.
• En el tiempo, porque nos va a conducir a los finales del siglo XIX en la búsqueda de sus orígenes más próximos, dejando para otros niveles de especulación distintos a nuestra propuesta la consideración de otros orígenes, que siempre serán cuestionables, puesto que siempre se puede ir más allá.
• En el espacio, porque esta línea va a pasar por aquellos países donde nace la ciencia-ficción para recorrer después sus principales áreas de cultivo.
El resultado será un esquema que sin duda tendrá todos los defectos comunes a una idea general, no detallada; pero esta carencia podrá actuar también como virtud, puesto que habremos levantado al menos el esqueleto o armadura interna, sobre la que será más fácil ensamblar las distintas formas de este auténtico y desconocido gigante que es la literatura de ciencia-ficción. No es otro el objeto de esta colección básica de literatura, que se propone la creación de un conjunto orgánico a partir del cual se puede dar el salto para disfrutar de otros productos literarios de dificultades crecientes, pero de sorpresas cada vez más intensas.
Dos clases de estímulos
La literatura de ciencia-ficción, como fenómeno moderno y hasta donde nos podemos remontar de forma razonable, ha crecido bajo dos clases de estímulos:
• Uno de orden extraliterario, ligado en su origen a transformaciones sociales tan importantes como la revolución industrial.
• Otro de orden literario, que podemos asociar a las novelas científicas del autor francés Jules Verne (1828-1905) y, sobre todo, a alguno de los títulos del novelista inglés Herbert George Wells (1886-1946), profesor de ciencias en sus primeros tiempos, que supo combinar sus conocimientos científicos con una imaginación que cautivó a los lectores de su época.
Los factores extraliterarios
El maquinismo, como técnica de producción tendente a substituir el trabajo muscular del hombre, alcanzó durante el siglo XIX un gran desarrollo y fue el origen de la revolución industrial que conoció ese siglo, aunque muchos de los inventos aplicados entonces procedían del siglo XVIII.
La revolución industrial, como es sabido, transformó la vida social y urdió sobre esa trama un conjunto de cambios que dio lugar a un tejido social cuya necesidad de adaptarse a los nuevos modelos repercutió en todas las áreas de la actividad humana.
Estos cambios se notaron principalmente en las zonas industrializadas y desde estos focos, a la manera de círculos concéntricos, fueron actuando en mayor o menor medida, según la distancia que se guardara del centro, en los habitantes de todos los países industrializados. No es difícil imaginar, desde la perspectiva que nos proporciona esta segunda mitad del siglo XX, lo que hubo de suponer para la vida cotidiana de miles de hombres el nuevo desarrollo de la producción, la disminución de los precios de coste, y el ordenamiento urbano que exigía la nueva infraestructura económica en marcha.
La espectacularidad de este proceso dio lugar a finales del siglo XIX a un conjunto de novelas de escasa calidad literaria, cuyo soporte argumental solía estar constituido por aventuras más o menos descabelladas en las que jugaban un papel de primer orden supuestos descubrimientos científicos que el «maquinismo» de la época parecía posibilitar. Uno de los temas favoritos de esta clase de novelas eran los viajes al año 2000, vistos por estos autores de escasa formación científica repletos de artilugios que, en el mejor de los casos, hoy nos pueden parecer ingenuos.
La primera excepción
Dentro de toda esta literatura que constituiría algo así como la edad de piedra de lo que consideramos que es la ciencia-ficción, aparece en Francia una primera excepción digna de ser reseñada con todas las matizaciones que sean precisas. Esta excepción se llama Jules Verne.
Nacido en Nantes en 1828 y muerto en los primeros años de nuestro siglo (1905), Verne obtuvo a los 36 años de edad y con la publicación de
Cinco semanas en globo
un éxito que compensó ampliamente sus anteriores fracasos como autor teatral. A partir de entonces se consagra a la novela de aventuras convirtiéndose en uno de los escritores más populares de su época. Novelas como
Viaje al centro de la T
ierra
,
Veinte mil leguas de viaje submarino
, o
La isla misteriosa
, se reeditan hoy en todo el Mundo, habiendo alcanzado también un gran éxito sus versiones cinematográficas. Además Jules Verne, que durante tiempo fue considerado un escritor para niños, ha calado en los últimos años en un tipo de lector maduro que ha sabido encontrar en el alto valor simbólico de sus personajes un reflejo de sus propias fantasías.
Verne y la novela científica
El término
ciencia-ficción
, traducción del
Science-fiction
bajo el que circula este género en el mundo anglosajón, no comenzó a usarse hasta el año 1927. Y no conviene aplicarlo todavía a la narrativa de Verne por cuanto Verne no escribió ciencia-ficción, sino novela
científica
.
Con este término designaremos a aquella clase de narrativa en cuya trama argumenta!, y como elemento esencial de la misma, aparezcan descubrimientos científicos, imaginarios o reales, en torno a los cuales gire la acción de la novela. En Verne se dan estas condiciones y, si bien los adelantos científicos que muestra aparecen en su época como posibles, la crítica que de él se hace desde el mundo de la ciencia-ficción es que no profundiza bastante en la problemática social que generarían tales adelantos.
Que Verne sea o no un precursor de la ciencia-ficción es algo que se ha discutido con frecuencia. Desde nuestro punto de vista, no hay ninguna duda de que es así, y no sólo por el hecho de que en sus novelas combina sabiamente las aventuras con elementos científicos imaginarios, sino también porque en su obra se dan de forma más o menos explícita reflexiones que atañen al porvenir de la ciencia y del hombre en un Mundo dominado por ella.
El segundo foco
Tras esta primera excepción de novela científica de calidad, aparece de nuevo en Europa (en Inglaterra esta vez) un segundo foco de irradiación en la figura del escritor Herbert George Wells (1866-1946), cronológicamente posterior a Jules Verne.
La formación de este escritor, de cuya biografía nos ocuparemos más extensamente en el epílogo de esta obra, era eminentemente científica. Había estudiado ciencias naturales (con Huxley) en la universidad de Londres y llegó a publicar un manual de biología.
No hay duda de que esta base científica influyó notablemente en su actividad como escritor de anticipación. Sus novelas
La máquina del tiempo
,
El hombre invisible
, y
La guerra
de los mundos
obtuvieron pronto un éxito notable, siendo inevitablemente comparadas con las de Verne no ya por la fácil asociación temática, sino sobre todo por la minuciosa elaboración y el cuidado formal común en la obra de ambos escritores.
Pero es preciso hacer notar que Wells, aparte de poseer un bagaje científico considerable, es un autor muy politizado, que observa con cierta distancia crítica los adelantos de la sociedad industrial. La combinación de ambas tendencias darán lugar a un tipo de escritura más «realista» que la de Verne y en la que subyace siempre un cierto pesimismo sobre el futuro de la humanidad. Este pesimismo habría de aumentar con el inicio de la segunda guerra mundial, marcado por los primeros descubrimientos de la era atómica.
La discusión sobre si Wells es un precursor o no de la novela de ciencia-ficción se ha desarrollado en semejantes términos a la sostenida a propósito de Verne. Desde nuestro punto de vista no hay ninguna duda de que se trata de un escritor de novela científica de anticipación, y en ese sentido, aunque también por las connotaciones ideológicas presentes en su obra, nos parece el inmediato precursor del género que en esta introducción analizamos.
Persistencia de algunos rasgos y aparición del género
Si bien H. G. Wells fue quien alcanzó más fama, hubo en el mundo inglés otros autores, contemporáneos suyos, que cultivaron la novela de anticipación, siendo común a casi todos ellos una cierta preocupación sociológica ligada a la crítica de algunos aspectos de la época victoriana y del progreso industrial. Claro está que no todas las novelas de anticipación son necesariamente científicas, pero la incidencia en la utopía (y la ciencia-ficción es una clase de literatura utópica), combinada con las fantasías de lo que podría llegar a constituir el desarrollo tecnológico, van creando una serie de señales cuya síntesis darán lugar a la ciencia-ficción en el sentido más moderno del término.
La síntesis
Y esta síntesis se produce en América. La fecha que se suele citar es 1911; el autor, Hugo Gernsback, y la obra un cuento titulado
Ralf 194 C 41 +
. A este mismo autor se atribuye la paternidad del término
Science-fiction
y fue asimismo el fundador de la gran primera revista dedicada exclusivamente al cultivo de la ciencia-ficción. Esta revista apareció en 1926 bajo el nombre de
Amazing Stories
. Con ella se inaugura, ahora sí, la ciencia-ficción, que habrá de conocer un desarrollo espectacular en EE. UU. y no en forma de novela, sino de relato corto o cuento.
¿Por qué en Norteamérica?
Antes de continuar con la breve historia de este género, es preciso hacer un paréntesis reflexivo que nos explique por qué algo cuyos antecedentes están localizados en Europa, y además sobre la base de dos autores de prestigio localizables en cualquier manual de literatura, aparece con toda su fuerza en Norteamérica y bajo una forma distinta (el cuento) de la original.
El itinerario es parecido al de la novela policíaca. Es sabido que durante el siglo XIX los editores norteamericanos habían preferido publicar novelas inglesas, cuyas posibilidades de éxito ya eran conocidas de antemano por su funcionamiento comercial en el país de origen. Esta resistencia de los editores norteamericanos a publicar novelas de compatriotas suyos había obligado a los autores a refugiarse en el cuento o la narración breve, que era un género más fácil de vender a las numerosas revistas literarias y suplementos de periódicos que circulaban en Norteamérica. Este hecho, bajo el que laten motivaciones de orden económico, dio lugar en aquel país a una tradición cuentista de gran calidad, que se prolonga hasta nuestros días.
Así pues, no es raro que sea en Norteamérica, un país joven de gran empuje, en constante desarrollo acelerado y con cantidad de autores que dominan las técnicas narrativas del cuento, donde se produce la síntesis que dará su forma definitiva a la ciencia-ficción.
Por otra parte, la oposición cuento-novela, tratada también a propósito del género policíaco, parece decantarse hacia el cuento. Si bien es cierto que se han escrito novelas magníficas de ciencia-ficción, la mayoría de los estudiosos están de acuerdo en que es la narración breve el contenido formal que mejor va a este género, porque es bajo esa forma donde la paradoja y el elemento sorpresa (factores ambos importantes en la ciencia-ficción) alcanzan su mayor virtualidad.
La ciencia-ficción en América hasta 1956
La aparición del cuento ya citado de Hugo Gernsback, pero, sobre todo, la fundación años más tarde de la primera revista periódica especializada (
Amazing Stories
) actuaron como una contraseña que movilizó hacia el género a un numeroso grupo de escritores agrupados bajo publicaciones diferentes.
La década de los 30
Fue durante la década de los años 30 (
Amazing Stories
había aparecido en 1926) cuando este género conoció un desarrollo más espectacular. Los editores, sorprendidos por el éxito de ventas de la pionera de estas publicaciones, deciden prestar más atención a esa nueva narrativa. De este modo aparecen
Astounding Science-fiction
y
Galaxy
, revistas ambas que llegan a alcanzar tiradas superiores a los cien mil ejemplares, sin considerar las traducciones que de ellas se hacen en diferentes países.
Los premios «Hugo»
Pronto aparecen también los premios «Hugo», que premian anualmente la mejor narración de ciencia-ficción y cuya ceremonia, que tiene también las características de un congreso, se realiza cada año en un lugar diferente. La euforia del triunfo es contagiosa y el triunfo es tal, que atrae a escritores consagrados en otros campos de la literatura y que llegan al género investidos por el reconocimiento crítico conseguido en otras áreas.
La pureza del género
Desde esta época y hasta los primeros años de la década de los 50, conocida como la era del cambio, se producen centenares de títulos. La mayoría de quienes detentan puestos de responsabilidad en publicaciones especializadas se esfuerzan por mantener la pureza del género. Para ellos la ciencia-ficción es casi un sistema filosófico, una visión del Mundo, y no se les puede confundir con quienes sólo escriben de platillos volantes o de aventuras espaciales.
Veamos cómo recuerda el final de esa época Michael Ashley en la introducción a un cuento del escritor británico Kenneth Bulmer, publicado por
Authentic Science Fiction
en 1956:
«Los años cincuenta conocieron una clase de relato de ciencia-ficción que en la actualidad no goza de tanta popularidad. Se trataba de la narración limpia y precisa, basada en una simple premisa tratada con precisión por el autor para conducirla a un resultado explosivo.»