—¿Puedo preguntarte una cosa? —gritó.
—¡Claro!
—¿Hay alguna, no sé, escuela secreta donde enseñan cosas así? ¿Una autoescuela para desafiar a la muerte?
—A decir verdad, lo llaman «conducción ofensiva». —respondió Schofield mientras miraba por encima de su hombro—. Se trata de un curso especial en Quantico impartido por un sargento de artillería retirado llamado Kris Hankison. Hank dejó los marines en 1991 y se convirtió en un especialista de conducción en Hollywood. Gana un dineral. Pero cada dos años, como una especie de favor al Cuerpo, imparte ese curso a los marines asignados al Batallón de la Guardia de Seguridad Marine. Me invitaron el año pasado. Si esto te ha parecido bueno, no te imaginas lo que Hank puede hacer sobre cuatro ruedas…
¡Brrrrrr!
Una ráfaga de balas impactó en la carretera tras el WRX de Schofield, destrozando el asfalto e impactando en la puerta del conductor. Un segundo después, uno de los Mi-34 de los Skorpion rugió por encima de ellos.
Pero entonces la carretera torció a la derecha, pegada al acantilado, y el helicóptero continuó recto mientras que el WRX salió de su línea de fuego cuando…
¡Bum!
La pared rocosa derecha de la carretera estalló, levantando una espectacular nube de tierra tras el coche de rali.
—Pero ¿qué…? —Schofield se giró, buscando el origen de la explosión.
Y lo encontró.
—Oh, esto no puede estar pasando… —murmuró.
Vio un buque de guerra acercándose a la costa, separándose de un grupo de buques de guerra que se vislumbraban en el horizonte.
Era un destructor francés de la clase Tourville y estaba disparándoles obuses. A cada disparo le acompañaba una columna de humo y un ruido tan sonoro que te retumbaba en el pecho: ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum!
Entonces, un segundo después…
¡Pum!
¡Pum!
¡Pum!
Los proyectiles golpearon con dureza ese lado de la carretera, levantando tierra alrededor del coche de Schofield. Asfalto y tierra volaron por los aires, dejando unos cráteres letales tras de sí que ocupaban casi la mitad del camino.
Tras el impacto del primer obús, el WRX logró rodear el borde del cráter y, al mirar abajo, Schofield vio que el proyectil había abierto un agujero semicircular en la carretera marítima que descendía hasta el mar.
Los otros proyectiles cayeron sobre la carretera, a izquierda y derecha. Schofield respondió virando el coche a uno y otro lado, esquivando los cráteres de reciente creación por escasos milímetros.
El helicóptero de Axon, que tenían tras de sí, comenzó a dar bandazos y a bambolearse, también intentando evitar los disparos letales del destructor.
Pero a los dos Mi-34 de los Skorpion, más ágiles, no les importó. Siguieron con su persecución mientras sus cañones laterales hacían trizas la carretera.
Y entonces Schofield dobló una curva y entró en un túnel situado en el carril del acantilado y los dos helicópteros rusos se elevaron rápidamente por encima del escarpado precipicio y, de repente, Schofield y Gant se vieron envueltos por el silencio.
Aunque no por mucho tiempo.
En el túnel, tras ellos, se acercaban los dos coches deportivos de ExSol (el Ferrari y el Porsche) con sus motores rugiendo y los copilotos disparando al WRX.
Schofield giró a la izquierda, hacia el lado del túnel que daba al océano, y fue entonces cuando descubrió que ese subterráneo no era técnicamente un túnel, porque el muro que daba al mar no era tal. Consistía en una serie de finas columnas que permitían a los conductores disfrutar de las vistas mientras recorrían el pasadizo.
Schofield asimiló la información en el mismo momento en que un helicóptero Skorpion apareció desde el exterior de la línea borrosa de columnas y comenzó a disparar hacia el interior.
Las balas impactaron en la carretera, en su coche y contra el muro más alejado.
Schofield se colocó a la derecha, lejos de los disparos, y pegó su WRX al muro derecho del túnel en curva, perdiendo velocidad…
… Y en cuestión de segundos los demás coches estaban encima de él: el Porsche golpeándole el parachoques trasero y el Ferrari dándole desde la izquierda, mientras sus pasajeros de ExSol les disparaban sin cesar.
Los disparos impactaron en el WRX.
La ventana del conductor se hizo añicos…
… Justo cuando una forma letal apareció al final del túnel.
El segundo helicóptero de los Skorpion, cerniéndose sobre la carretera, con sus lanzamisiles laterales apuntándolos, estaba listo para disparar.
—Estamos muertos —dijo Schofield de un modo realista.
Una llamarada salió disparada de uno de los lanzamisiles cuando, sin previo aviso, el helicóptero estalló en el aire, alcanzado por un obús del destructor francés. El misil del Mi-34 también estalló, pues no había llegado a salir del lanzador.
El impacto del obús naval al helicóptero fue tal que este se estrelló contra el borde de la carretera, donde se combó como una lata de conservas antes de precipitarse a una caída de ciento veinte metros. Schofield tenía la sensación de que no había sido un ataque deliberado. El helicóptero se había interpuesto en la trayectoria del obús.
—Ha estado cerca —suspiró Gant.
—Un poco —admitió Schofield mientras su coche salía del túnel y dejaba atrás el punto donde el Mi-34 había caído, todavía encajonado contra el muro rocoso por los dos coches de ExSol.
Los tres vehículos recorrieron un breve tramo de la carretera, pero entonces Schofield vio otro túnel ante ellos, a unos ciento ochenta metros…
¡Bang!
El Ferrari golpeó el lado izquierdo del WRX, forzándolo a pegarse más a la pared rocosa.
Schofield se aferró a su volante.
El Porsche, mientras tanto, empujaba su parachoques trasero.
Al principio Schofield no sabía por qué hacían eso, pero entonces miró hacia delante y vio que la entrada en forma de arco del siguiente túnel no estaba alineada contra ese muro, sino que sobresalía cerca de un metro ochenta de este.
Y, si el Ferrari y el Porsche seguían teniendo al coche de Schofield y Gant aprisionado contra el muro y obligándolo a avanzar, este se daría de bruces contra el saliente.
Schofield calculó que disponían de cinco segundos.
—Esto pinta muy mal… —se lamentó Gant.
—Lo sé, lo sé —dijo Schofield.
Cuatro segundos
…
Los tres coches siguieron avanzando en formación a lo largo de la estrecha carretera.
Tres segundos
…
El Ferrari los empujó contra la pared rocosa a su derecha. Las ruedas derechas del WRX se elevaron ligeramente, rozándose contra el muro rocoso. Pero el Porsche tras ellos siguió empujándolos hacia delante.
—Por favor, haz algo —le rogó Gant.
Dos segundos
…
La entrada en forma de arco del túnel se aproximaba a toda velocidad hacia ellos.
—De acuerdo… —dijo Schofield—. ¿Queréis jugar sucio? Juguemos sucio.
Uno
…
Entonces, cuando el WRX estaba a punto de precipitarse a tremenda velocidad contra la entrada en forma de arco del túnel, Schofield dejó que el Ferrari lo empujara más hacia la pared, haciendo que el WRX se elevara cerca de sesenta grados. En esos momentos sus ruedas derechas rodaban en el muro propiamente dicho.
Entonces el tiempo se ralentizó y Schofield hizo lo imposible. Dejó que el WRX siguiera ascendiendo por la pared rocosa de modo que, a cinco metros de la entrada del túnel, el coche de rali subió demasiado… y rodó… a la izquierda, dándose la vuelta por completo… de manera que aterrizó, sobre su capota… en el techo del Ferrari que corría a su lado.
Y así, durante el más breve de los instantes, el WRX y el Ferrari avanzaron techo con techo, las ruedas del WRX apuntando hacia arriba y su techo descansando momentáneamente en el techo del Ferrari, mucho más bajo que el coche de rali.
Y entonces el tiempo se aceleró de nuevo y el WRX rodó y cayó de encima del Ferrari, volteándose de nuevo a su posición inicial, a salvo por el momento, en el carril que daba al océano, a la izquierda del coche rojo, por lo que Gant y Schofield accedieron al túnel dejando al Ferrari a su derecha.
El Porsche, por desgracia, no tuvo ninguna opción.
Su intención había sido apartarse en el último momento. Su conductor, sin embargo, jamás se habría imaginado que Schofield rodaría por encima de la parte superior del Ferrari. Cuando Schofield hizo tal cosa, el conductor del Porsche se quedó contemplando su hazaña demasiado tiempo.
Y así, fue el Porsche el que se golpeó con la entrada en forma de arco a vertiginosa velocidad. Estalló en una bola de fuego al instante.
El Ferrari fue algo más afortunado, pero solo algo.
Tras haber rodado al otro lado, Schofield comenzó a golpearlo contra la pared del túnel. Y lo hizo mucho mejor que ellos, pegándose al morro del Ferrari y haciendo que se golpeara de lleno contra la pared derecha del túnel y comenzara a dar tumbos y vueltas de campana en el reducido espacio del subterráneo cual juguete zarandeado por un niño, casi rozando sus paredes antes de detenerse sobre su techo abollado. Sus ocupantes ya estaban muertos.
Schofield y Gant salieron cual bólido del túnel en el mismo momento en que el segundo Mi-34 Skorpion se colocaba junto a ellos, volando en paralelo por el lado del acantilado con un francotirador en su puerta derecha disparándoles sin piedad.
Una cosa estaba clara: si bien Schofield conducía su coche todo lo rápido que podía, el helicóptero estaba avanzando a velocidad de crucero.
—¡Zorro! —gritó Schofield—. Tenemos que librarnos de ese helicóptero. ¡Dispara a ese tirador!
—Con mucho gusto —dijo Gant—. ¡Échate hacia atrás!
Schofield lo hizo y Gant sacó su Desert Eagle y disparó a través de la ventana del conductor al helicóptero. Dos disparos. Los dos dieron en el blanco. Y el francotirador cayó… del helicóptero. Pero estaba atado a una cuerda de seguridad así que, tras metro y pico de caída, su cuerda se tensó y frenó su desplome.
—¡Gracias, nena! —gritó Schofield mientras observaba la figura que colgaba del helicóptero.
De repente, Gant chilló:
—¡Espantapájaros! ¡Mira! ¡Otra bifurcación!
Se volvió hacia delante y vio una nueva bifurcación en el camino, esta vez a la izquierda, descendente, mientras que la carretera marítima proseguía a su derecha.
Izquierda o derecha
, pensó.
Escoge un lado
.
Una ráfaga de obuses del destructor francés impactó en el lado derecho de la pista.
Izquierda entonces
.
Giró el coche a la izquierda y, con el estridente chirrido de sus ruedas, descendió por la empinada carretera lateral.
El helicóptero los siguió.
A casi un kilómetro de Schofield, Aloysius Knight recorría la Gran carretera marítima con su reluciente Lamborghini Diablo negro.
Los dos camiones semirremolque que habían conformado la barrera instantes antes avanzaban a la par por delante de él mientras que, más allá, vio los tres Peugeot con el logo de Axon que los hombres de ExSol habían cogido del castillo.
Y, a menos de cincuenta metros tras los Peugeot, vio el WRX azul de Schofield alcanzar una bifurcación de la carretera, acosado por el restante helicóptero de los Skorpion.
Knight miró un instante a la izquierda, al destructor situado en el agua, justo cuando dos sombras atravesaron el aire por encima del buque de guerra en dirección a la carretera costera. Parecían cazas provenientes del portaaviones que podía divisarse en el horizonte.
Oh, oh
, pensó Knight.
Volvió a mirar hacia delante en el mismo instante en que Schofield giraba a la izquierda y desaparecía por una carretera lateral dispuesta en el lado del acantilado.
Y entonces los perseguidores de Schofield hicieron algo muy extraño: se dividieron.
Solo uno de los Peugeot siguió a Schofield por la carretera lateral. Los otros dos continuaron por el lado derecho, por la carretera marítima, esquivando un nuevo cráter en el asfalto.
Entonces los dos camiones llegaron a la bifurcación y se fueron a la izquierda. Siguieron a Schofield.
Un movimiento coordinado
, pensó Knight.
Tienen un plan
.
Y entonces fue Knight el que llegó a la bifurcación y, sin dudar, dirigió el Lamborghini a la carretera de la izquierda, descendiendo por la pendiente tras Schofield.
El WRX de Schofield descendió la empinada carretera que daba al cobertizo para botes, esquivando puntos ciegos y doblando estrechas curvas.
Mientras avanzaba, una ráfaga de disparos golpeaba sus flancos y las paredes rocosas a su alrededor (seguían siendo atacados por el Mi-34 que volaba bajo tras ellos, disparando al WRX con sus ametralladoras laterales).
El francotirador muerto pendía inerte de su puerta lateral abierta y su cuerpo se balanceaba de un lado a otro, en ocasiones golpeándose contra la carretera y dejando su sangre en el asfalto.
Más disparos provenían del Peugeot amarillo que había seguido a Schofield por esa carretera, efectuados por un mercenario asomado por la ventanilla del copiloto con un fusil de asalto Steyr.
A unos ciento ochenta metros tras ellos, Knight también estaba conduciendo a gran velocidad.
Su Lamborghini rebasó sin problemas a los dos semirremolques con un fluido movimiento en «S», antes siquiera de que se percataran de que estaba allí.