—Será difícil olvidarla a ella. Nunca había conocido a una mujer igual.
—Tal vez no estaba usted preparado. Permítame decirle que hay una gran diferencia entre el doctor Dreifuss que apareció por primera vez en mi despacho y el de ahora. Estoy convencido de que a partir de este momento las cosas le irán mejor.
»Me he enterado de su decisión de donar toda su herencia y repartirla entre diversas organizaciones benéficas. Realmente su tío tenía obras de arte que brillarán más expuestas al público. Ha sido usted muy generoso.
—Muy amable, inspector. Nada de eso me pertenecía y estaba manchado. Es una buena forma de limpiarlo, ¿no cree? No necesito ese dinero. Dígame, ¿qué hará usted?
—Lo mismo. Continuar con mi vida, ver las consecuencias que tiene todo esto en las espinosas relaciones con mi comisario. Lo de siempre.
—¿Y respecto a todo esto?
—Me temo que no pueda hacer nada más. A partir de ahora será la Interpol la que continúe la investigación. Muerto Schäuble, imagino que se apresurarán a cerrar el caso.
—¿Tienen alguna pista?
Herrero se sacó del interior de su abrigo un sobre alargado color salmón. Calibrándolo con la mirada lo tendió por fin hacia Ludwig.
—Tome. Después de todo lo ocurrido creo que se merece esto. Es el resultado de las primeras indagaciones. Si acepta el consejo de un viejo policía, no lo abra. Deshágase de él.
»Bien, doctor Dreifuss, me parece que es hora de que me vaya. Mi vuelo sale dentro de un par de horas y creo que mis colegas italianos están deseosos de perderme de vista. —Y tendiéndole la mano el policía añadió—: Ha sido para mí un placer haberlo conocido.
—Lo mismo digo, inspector —repuso Ludwig estrechándosela.
Herrero se dio la vuelta y enfiló hacia la carretera.
—Inspector —dijo Ludwig levantando la voz—. Si alguna vez pasa por Ginebra, llámeme.
—Gracias, doctor —contestó el policía sin darse la vuelta, levantándose el sombrero como saludo—. No creo que suceda, pero nunca se sabe.
Ludwig vio alejarse al inspector con envidia. No cabía duda de que éste se encontraba en paz consigo mismo y con el mundo. ¿Podía decir él otro tanto? Con las manos en los bolsillos de su trillado abrigo, el sombrero ajado y su desfasado bigote, el policía se montaba en ese momento en la parte trasera de un coche patrulla, que, con un toque de la sirena para que le abrieran paso, se alejó.
Con el sobre y sumido en estas reflexiones, Ludwig salió a la carretera. Había llegado hasta allí en un taxi y ahora no sabía cómo hacer para regresar pero, para su propia sorpresa, no le importó.
—¿Tiene coche? —le preguntó en pésimo inglés un
carabiniere
. Ludwig miró al agente. ¿Sería alguno de los que habían entrado en la escuela de música? No tenía ni idea.
—No. He venido en taxi.
—¿Quiere que lo llevemos?
—Muy agradecido —respondió Ludwig amablemente.
Pocas semanas antes, pensó, no hubiese montado en un vehículo policial ni aunque lo hubiesen desinfectado. El sobre le quemaba en las manos. No se decidía a hacer nada con él. ¿Por qué no seguir el consejo del inspector y romperlo?
Dos horas más tarde Ludwig se encontraba en la recepción del hotel entregando la llave de su dormitorio. En la calle aguardaba un taxi para llevarlo al aeropuerto de Milán.
—¿Doctor Dreifuss?
—¿Sí?
El recepcionista le mostraba un sobre blanco cuadrado en el que no venía nada escrito.
—Dejaron esto para usted.
—¿Quién?
—No sabría decirle señor. No lo recogí yo.
Ludwig, extrañado, aceptó el sobre y lo abrió. En su interior venía un disco compacto sin ningún título ni nada que lo pudiera identificar salvo la marca del fabricante.
—¿Cuándo lo dejaron? —preguntó al recepcionista.
—Lo lamento, pero no tengo idea.
—Da igual. Muchas gracias.
Con el disco en la mano, salió del hotel y se montó en el taxi, dando instrucciones para que lo llevaran al aeropuerto. Sentado en la parte trasera, miraba el disco, buscando inútilmente algo que le desvelara quién lo había dejado.
—Disculpe, ¿su radio tiene compact disc? ¿Le importaría poner este cedé?
Instantes después la cálida voz de la cantante de jazz Ella Fitzgerald entonaba una versión del tema
Over the rainbow
. Ludwig miró el reproductor asombrado. Aquélla era la canción con la que se había enamorado de Martha.
Cuando todas las nubes
oscurecen el firmamento,
aparece el camino del arco iris
para que lo encuentres,
conduciéndote desde tu ventana
hacia un lugar detrás del sol
unos pasos más allá de la lluvia.
Pero ¿quién le había mandado ese disco? ¿Quién podía saber el significado que tenía para él? Sólo se le ocurría una persona: Martha. De alguna forma ella se había dado cuenta de que Ludwig la espiaba mientras tocaba el violín y le mandaba un mensaje.
Con el corazón latiendo a toda velocidad, echó el cuerpo para delante, como si el compacto pudiera darle alguna pista. ¿Cuál era ese mensaje? ¿Cuándo había sido entregado en el hotel ese disco? ¿Antes o después de la tragedia?
En algún lugar, sobre el arco iris
los cielos son azules
y todos los sueños
que te animes a soñar
se hacen realidad.
Con lágrimas en los ojos, Ludwig trataba de interpretar el mensaje oculto que, como ocurría con el escrito por Antonius Stradivarius en su Biblia, resultaba difícil de descifrar: ¿era un mensaje de despedida, o Martha quería decirle que había sobrevivido al accidente?
Había conocido por fin el significado del amor y éste se le había escapado tan pronto…
A su lado, olvidado, el sobre de Herrero descansaba conteniendo en su interior quién sabe qué planes, sobre otro tipo de arco iris, para un futuro del que por ahora se habían librado.
Si los pajaritos felices vuelan
más allá del arco iris
¿Por qué, oh, no puedo hacerlo yo?
U
n valioso violín stradivarius fue robado la noche del martes del Museo de Instrumentos Musicales de Berlín. Según fuentes de la policía, los ladrones accedieron al edificio en la madrugada del martes al miércoles a través del tejado y, tras inmovilizar a los vigilantes y desconectar las alarmas, se lo llevaron de la vitrina donde estaba expuesto estos días con motivo del cincuentenario de la muerte del berlinés Wilhelm Furtwängler, antiguo director de la Orquesta Filarmónica de Berlín.
Se da la circunstancia de que el Canto del cisne, llamado así por ser el último instrumento que fabricó el genial
luthier
en 1737, ya fue sustraído hace dos años, siendo recuperado, junto con otros once más, también de Antonio Stradivarius, en una operación de la Interpol. El violín, valorado en unos cinco millones de euros, pertenece en la actualidad a la Escuela Nacional de Música de Roma, que lo había prestado para la ocasión…
Extracto de una noticia publicada en la última página del diario alemán
Berliner Spiegel
el sábado 13 de mayo de 2006.
ALLANAMIENTO EN UNA MANSIÓN
La noche del viernes pasado se produjo un allanamiento en un domicilio a las afueras de Sidney. Los ladrones retuvieron a los ocupantes de la casa hasta la llegada del propietario.
La policía no ha querido hacer declaraciones pero, al parecer, los asaltantes lograron hacerse con un costoso violín fabricado por el
luthier
cremonés A. Stradivarius a principios del siglo XVIII.
Este instrumento fue coprotagonista recientemente de un extraño suceso que la Interpol aún investiga. Otro de los instrumentos que también se vio implicado en estos hechos ha sido sustraído hace seis meses en la ciudad de Berlín.
Fuentes de la Interpol rechazan que ambos robos estén relacionados.
Noticia aparecida en el diario
The New Sydney Daily
el jueves 30 de noviembre de 2006.
D
e bien nacido es ser agradecido», dice el refrán. Por eso mi más sincero agradecimiento por su ayuda, paciencia, ánimo y amistad a: Pablo, Juan Falke, Evaristo, Carlos, Francisco, Rodrigo y Marta de Mallorca, Juan Ezquerra, Jesús, Alberto Arruti, Oiana, Aitor, José y a todos aquellos que de cualquiera de las maneras han contribuido a que esta novela haya llegado hasta tus manos
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No quiero olvidarme de mi representante Montse Yáñez y de mi editora Elena Ramírez
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