La comunidad del anillo (10 page)

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Authors: J. R. R. Tolkien

Tags: #Fantasía épica

BOOK: La comunidad del anillo
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Frodo lo alzó y miró y vio líneas finas, más finas que los más finos rasgos de pluma y que corrían a lo largo del Anillo, en el interior y el exterior: líneas de fuego, como los caracteres de una fluida escritura.

Brillaban con una penetrante intensidad, pero con una luz remota, que parecía venir de unas profundidades abismales.

—No puedo leer las letras ígneas —dijo Frodo con voz trémula.

—No —dijo Gandalf —, pero yo sí; son antiguos caracteres élficos. El idioma es el de Mordor, que no pronunciaré aquí. Esto es lo que dice en la lengua común, en una traducción bastante fiel.

Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos,

un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas.

"Sólo dos versos de una estrofa muy conocida en la tradición élfica:

Tres Anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo

Siete para los Señores Enanos en palacios de piedra.

Nueve para los Hombres Mortales condenados a morir.

Uno para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro

en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.

Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos,

un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas

en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.

Gandalf hizo una pausa y luego dijo lentamente, con voz profunda:

—Este es el Dueño de los Anillos, el Anillo Unico que los gobierna. Este es el Anillo Unico que el Señor Oscuro perdió en tiempos remotos, junto con parte de su poder. Lo desea terriblemente, pero es necesario que no lo consiga.

Frodo se sentó en silencio, inmóvil: el miedo parecía extender una mano enorme, como una vasta nube oscura que se levantaba en oriente y que ya iba a devorarlo. — ¡Este anillo! — farfulló —. ¿Cómo rayos vino a mí?

 

—¡Ah! —dijo Gandalf—. Es una historia muy larga. Sólo los maestros de la tradición la recuerdan, pues comienza en los Años Negros. Si tuviera que contártelo todo, nos quedaríamos aquí sentados hasta que acabe el invierno y empiece la primavera.

"Ayer te hablé de Sauron el Grande, el Señor Oscuro. Los rumores que has oído son ciertos. En efecto, ha aparecido nuevamente y luego de abandonar sus dominios en el Bosque Negro, ha vuelto a la antigua fortaleza en la Torre Oscura de Mordor. Hasta vosotros, los hobbits, habéis oído el nombre, como una sombra que merodea en las viejas historias. Siempre después de una derrota y una tregua, la Sombra toma una nueva forma y crece otra vez.

—Espero que no suceda en mi época —dijo Frodo.

—También yo lo espero —dijo Gandalf —, lo mismo que todos los que viven en este tiempo. Pero no depende de nosotros. Todo lo que podemos decidir es qué haremos con el tiempo que nos dieron. Y ya, Frodo, nuestro tiempo ha comenzado a oscurecerse. El enemigo se fortalece rápidamente y hace planes todavía no maduros, pero que están madurando. Tenemos mucho que hacer. Tendremos mucho que hacer aun cuando no mediara ese riesgo espantoso.

"Al enemigo todavía le falta algo que le dé poder y conocimientos suficientes para vencer toda resistencia, derribar las últimas defensas y cubrir todas las tierras con una segunda oscuridad: la posesión del Anillo Unico.

"Los Señores elfos le ocultaron los Tres Anillos, los más perfectos de todos y él nunca los tocó o los mancilló. Los Reyes Enanos poseían siete, de los cuales pudo recuperar tres; los otros los devoraron los dragones. Les dio nueve a los Hombres Mortales, orgullosos y espléndidos: así los engañó. Hace tiempo fueron dominados por el Unico y se volvieron Espectros del Anillo, sombras bajo la gran Sombra, los sirvientes más terribles. Hace tiempo. Pasaron años desde que los Nueve se fueron lejos y sin embargo, ¿quién sabe? La Sombra crece otra vez y ellos pueden volver, y volverán. Pero no hablaremos de esas cosas ni siquiera en una mañana de la Comarca.

"En resumen: ha conseguido reunir los Nueve. También los Siete, a menos que hayan sido destruidos. Los Tres permanecen todavía ocultos, pero eso ya no le interesa. Sólo necesita el Unico, pues lo fabricó él mismo, es suyo y en él dejó gran parte del poder que tenía anteriormente, cuando gobernaba a todos los otros. Si lo recupera los dominará otra vez, donde se encuentren y hasta los Tres y todo aquello que se haya hecho con estos Anillos desaparecerá del todo y él será más fuerte que nunca.

"Este es el terrible peligro, Frodo. Creyó que el Unico había sido destruido, que los elfos lo habían destruido, como tendría que haber sucedido en realidad. Ahora sabe que no fue así y que lo encontraron hace un tiempo. Así que no hace otra cosa que buscarlo y buscarlo, incesantemente. Vive de esa esperanza y esa esperanza es nuestro temor.

—¿Por qué, por qué no lo destruyeron? —exclamó Frodo—. ¿Cómo el enemigo pudo perderlo, si era tan poderoso y tan valioso para él? —Apretó el Anillo en la mano, como si ya viera unos dedos oscuros que se alargaban para robárselo.

—Se lo quitaron —respondió Gandalf —. El poder de resistencia de los Elfos era mayor mucho tiempo atrás; y no todos los Hombres se habían apartado de ellos. Los Hombres de Oesternesse acudieron entonces a ayudarlos. Este es un capítulo de historia antigua que sería bueno recordar, pues en aquella época había también aflicción y oscuridad crecientes pero había asimismo mucho valor y grandes hazañas que no fueron totalmente vanas. Quizás algún día te contaré toda la historia o la oirás por boca de alguien que la conozca mejor.

"Por el momento, pues, necesitas saber sobre todo cómo el Anillo llegó aquí, lo que es bastante, no diré más. Fueron Gil-Galad, el Rey de los Elfos, y Elendil, de Oesternesse, quienes derrocaron a Sauron, aunque murieron en la lucha. El hijo de Elendil, Isildur, cortó el Anillo de la mano de Sauron y se quedó con él. Sauron fue vencido; el espíritu desapareció, ocultándose por muchos años, hasta que la Sombra tomó nueva forma en el Bosque Negro.

"Pero el Anillo se había perdido. Cayó a las aguas del Río Grande, el Anduin. Desapareció cuando Isildur, que iba hacia el norte siguiendo la margen este del río, fue asaltado por los Orcos de la Montaña, cerca de los Campos Gladios. Los Orcos de la Montaña mataron a casi toda su gente. Isildur se zambulló en las aguas, el Anillo se le salió del dedo mientras nadaba, y los enemigos lo vieron, y lo mataron a flechazos.

Gandalf hizo una pausa. —Allí, en los lagos oscuros, en medio de los Campos Gladios —continuó—, el Anillo murió para la tradición y la leyenda. Ahora sólo unos pocos conocen la historia, y el mismo Concilio de los Sabios no pudo descubrir más, pero al fin sé cómo continúa.

 

—Mucho después, pero aún en un pasado remoto, vivía junto a las márgenes del Río Grande, en los límites de las Tierras Asperas, una gente pequeña, sedentaria y diestra. Creo que eran de raza hobbit emparentados con los padres de los padres de los Fuertes, pues amaban el río y a menudo nadaban en él, o construían pequeños botes de juncos. Había entre ellos una familia de gran reputación, por ser más numerosa y más rica que la mayoría, encabezada por una abuela austera y docta en cuestiones tradicionales. El más preguntón y curioso de esa familia se llamaba Sméagol. Se interesaba en las raíces y orígenes subterráneos; se zambullía en lagos profundos, cavaba bajo los árboles y plantas y abría túneles en los montículos verdes. Un día dejó de mirar hacia arriba, a la cima de las montañas, las hojas de los árboles o las flores que se elevaban en el aire; llevaba la cabeza y los ojos vueltos siempre hacia abajo.

"Sméagol tenía un amigo, Déagol, muy parecido, aunque de mirada más aguda y no tan fuerte y rápido. En una ocasión tomaron un bote y fueron a los Campos Gladios donde crecían matorrales de lirios y junquillos. Una vez allí, Sméagol comenzó a curiosear por las márgenes, mientras Déagol permanecía sentado en el bote, pescando. De repente un pez grande picó el anzuelo y antes de darse cuenta de lo que ocurría, Déagol se vio arrastrado al agua, hasta el fondo. Se dejó llevar, porque creyó ver algo brillante allá en el fondo del río y conteniendo la respiración extendió la mano y lo alcanzó. Luego salió a la superficie, chorreando, con hierbas en los cabellos y un puñado de barro y nadó hacia la orilla. Se quitó el barro de la mano y, oh qué era aquello, un hermoso anillo de oro que brillaba y centelleaba a la luz y le alegraba el corazón. Sméagol había estado observándolo desde detrás de un árbol y mientras Déagol se deleitaba mirando el anillo, se le acercó en silencio.

""Dámelo, Déagol, mi querido", dijo Sméagol por sobre el hombro de su amigo.

""¿Por qué?"

""Porque es mi cumpleaños, querido, y lo quiero para mí", respondió Sméagol.

""No me importa", contestó Déagol. "Ya te di un regalo; más de lo que estaba a mi alcance. El anillo lo encontré yo y me lo guardaré."

""¿De veras, querido?", dijo Sméagol y tomó a Déagol por la garganta y lo estranguló, pues el oro era brillante y hermoso. Luego se puso el Anillo en el dedo.

"Nadie pudo descubrir qué había sido de Déagol. Había sido asesinado lejos de la casa y el cadáver estaba bien escondido. Sméagol volvió solo y descubrió que la familia no podía verlo, cuando tenía puesto el Anillo. El hallazgo lo entusiasmó y ocultó el Anillo empleándolo para descubrir secretos y poniendo este conocimiento al servicio de fines torcidos y maliciosos. Alcanzó a tener ojo avizor y oído alerta para todo lo que fuera dañino. El Anillo le había dado poder, de acuerdo con su talla moral. Se hizo muy impopular y los parientes se mantenían apartados (cuando él era visible). Lo pateaban y él les mordía los pies. Se acostumbró a robar y andar de aquí para allá, murmurando entre dientes y gorgoteando y por eso lo llamaron Gollum. Lo maldijeron y le ordenaron que se fuera lejos. La abuela, deseando tener paz, lo expulsó de la familia y lo echó de la cueva.

"Gollum anduvo vagabundo y a solas, lloriqueando por la crueldad del mundo; remontó el río hasta un arroyo que fluía de las montañas y siguió esa dirección. Pescó en lagos profundos con dedos invisibles y se comió los pescados crudos. Un día de mucho calor, estando agachado junto a un lago sintió que algo le quemaba la nuca y que una luz deslumbrante que venía del agua le lastimaba los ojos húmedos. Se preguntó qué sería eso, pues casi se había olvidado del sol. Por última vez miró hacia arriba y lo amenazó con el puño.

"Cuando bajó los ojos, vio en la lejanía las cimas de las Montañas Nubladas de donde nacía el arroyo, y pensó de pronto: "Bajo aquellas montañas habrá fresco y sombra. El sol no podrá mirarme allí. Las raíces de esas montañas tienen que ser verdaderas raíces. Hay allí sin duda grandes secretos enterrados que nadie ha descubierto todavía."

"Gollum viajó pues durante la noche hacia las Tierras Altas y allí encontró una pequeña caverna de la que salía el arroyo sombrío. Fue abriéndose paso como un gusano hacia el corazón de las colinas y desapareció para el mundo. El Anillo bajó con él a las sombras y ni siquiera aquel que lo había fabricado, cuando recobró de nuevo el poder, pudo averiguar qué había ocurrido.

 

—¡Gollum! — exclamó Frodo —; ¿Gollum? ¿Quieres decir que es el mismo Gollum que Bilbo encontró? ¡Qué espanto!

—Me parece que es una historia triste —dijo el mago—, que podría haberle sucedido a otros, aun a algunos hobbits que he conocido.

—No puedo creer que Gollum estuviera emparentado con los hobbits, ni de lejos —dijo Frodo acalorado—. ¡Qué abominable idea! —De todos modos es verdad —replicó Gandalf —. Sobre los orígenes de los hobbits, al menos, creo saber más que ellos mismos. Hasta la historia de Bilbo sugiere de algún modo ese parentesco; en el fondo de los pensamientos y la memoria tenían muchas cosas parecidas y se entendían de modo notable; mucho mejor de lo que un hobbit podía entenderse, por ejemplo, con un enano, con un orco, o hasta con un elfo. Piensa para empezar en los enigmas que los dos conocían.

—Sí —dijo Frodo—, aunque otros pueblos además de los hobbits tienen enigmas semejantes y los hobbits no trampean. Gollum trampeaba siempre, trataba de sorprender descuidado al pobre Bilbo y no me cabe duda de que se regocijaba en su maldad proponiendo un juego que terminaría dejándole una víctima fácil y que en caso de derrota no le haría ningún daño.

—Me temo que sea demasiado cierto — dijo Gandalf —, pero pienso que en todo esto había algo más que tú todavía no ves y es que Gollum no estaba totalmente perdido. Había demostrado tener una resistencia que nadie hubiera adivinado, ni siquiera los sabios; como podía tenerla un hobbit. En la mente de Gollum había un rinconcito que aún le pertenecía y en el que penetraba la luz como por un resquicio en las tinieblas: la luz que venía del pasado. Era realmente agradable, me parece, escuchar de nuevo una verdadera voz, que despertaba recuerdos del viento, de los árboles, del sol sobre los pastos y otras cosas olvidadas.

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