La cara del miedo (28 page)

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Authors: Nikolaj Frobenius

Tags: #Intriga

BOOK: La cara del miedo
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Está de pie y se estira y busca la luz. Entonces se da cuenta de que hay algo en la oscuridad que se mueve hacia abajo, que se hunde despacio por el pozo, una cosa oscura con una superficie brillante. Contiene el aliento y observa el objeto. Tiene un borde oscuro que brilla, pero el borde se mueve de un lado a otro, y él no logra retener la imagen fija en la cabeza; no sabe si lo que baja hacia él es un gran plato de color marfil o un féretro.

Después de un rato ve que la cosa tiene dos agujeros, como dos ojos. Edgar le grita al objeto, pero éste no responde al ruido. Sólo continúa bajando despacio. Agotado, se acuesta en el suelo y duerme otra vez. Cuando se despierta, tiene tanta sed que se llena la boca de tierra y la mastica y chupa las piedras, pero no puede tragar. Escupe tierra y grita hacia la «cara» que se acerca desde arriba. Ahora ve que hay una luz que brilla en los «ojos», y grita el nombre de ella: «Sissy. Sissy». Pero nadie responde. Se sienta y descansa la cara en las manos. No sabe si es de noche o de día. No sabe dónde está, qué estación del año es, si es verano o invierno. La «cara» se acerca. Se pone de pie con un impulso. El objeto está directamente sobre él.

Asombrado, comprende que no es una cara, sino un enorme botón con dos agujeros en el medio por los que se cuela una luz pálida. El botón se acerca. Él pega la cara a los agujeros, pero la luz que le llega lo encandila. Le corroe los ojos. Pega la boca a los agujeros y grita:

—¡Estoy aquí abajo!

Grita muchas veces en los agujeros, pero nadie contesta. Después de un rato se rinde. El botón lo aprieta contra el suelo. Está sentado sobre una rodilla con la boca en uno de los agujeros. Ahora lo entiende. La luz lo alivia. Ya no tiene sed. Se cuela una luz bendita entre los labios y dentro de la boca. Abre la boca al máximo y siente que la luz penetra su garganta y lo calma, y llora y farfulla: «Muchas gracias a ustedes, gracias, ustedes no saben lo infeliz que he sido, pero ahora está todo bien, saben, gracias, gracias, gracias, no los olvidaré nunca».

Cuando sana, promete no beber nunca más. Se hace miembro de Hijos de la Abstinencia. Estará limpio. Durante varias semanas no bebe una sola gota, y se siente aliviado. Ahora se siente sano, y se dice a sí mismo que por fin se terminó: «Bebiste tu último trago».

A partir de entonces beberá solamente dos cosas en este mundo: café y agua.

Quizá tiene sus mejores obras por delante.

Si encuentra a alguien que lo cuide, todo se arreglará.

Acuerda casarse con Elmira Shelton. Ella le escribe una carta a Muddy en Fordham:

Te alegrará saber que todo está bien con él y que es todo lo que podríamos desear: sobrio, abstemio, moral y muy amado.

Elmira Shelton la lee en voz alta para Edgar, y él se imagina la cara redonda y sonriente de Muddy.

Ese mismo día se detiene en la calle frente a una cantina. Se queda parado mirando a los hombres que beben cerveza, oporto y whisky. Brindan y se ríen, y por suerte nada hay en esa vida —la vida del alcohol— que lo tiente. Por fin ha terminado con ello, y se dice mientras continúa: «Nunca es tarde». Todavía puede comenzar de nuevo. Casarse con Elmira Shelton. Gozar de una vida mejor. Muddy puede venir a Richmond y vivir con ellos. Él puede amar a Elmira. Puede amar sus ojos serios y la boca pequeña.

Puede conocer la alegría.

Puede escribir.

Puede comenzar otra vez.

A principios de septiembre de 1849, viaja desde Richmond hasta Norfolk para dar una conferencia: «El principio poético». De allí seguirá a Filadelfia y a Nueva York. El plan es regresar a Richmond más tarde durante el otoño, para planear la boda.

Samuel

Sexta carta al maestro

Baltimore

Esta carta se encontró oculta en una celda de la cárcel de Baltimore en 1853. En la cara anterior del sobre, en una caligrafía apenas legible a primera vista, se leía:

«Al nuevo señor Poe»
.

A
llí abajo en la oscuridad cerrada era como si yo pudiera ver una superficie de luz arriba. Pensé es una prueba. Si hay justicia voy a sobrevivir y si es cierto que todo lo que hice y mi gran proyecto no valen nada dejaré de respirar entre las losas. Estoy acostumbrado al encierro. Mi cuerpo puede estar quieto sin moverse durante muchos, muchos días. Ahora estaba herido. La sangre se coaguló en un cinturón alrededor del pecho. Pero el corazón late bajo la cáscara de sangre seca. Cuando busqué encontré el agujero en la espalda. El proyectil me traspasó de lado a lado y era una señal pensé de que la vida me quiere. Tuve tiempo de pensar ahí abajo día tras día estuve tendido y me curé solo. Salí haciéndome una pelota y apoyando las suelas de los pies contra el interior de la tapa. Soy más fuerte de lo que crees maestro. Nunca hubieras creído que tenía fuerzas para levantar la tapa. Pero en cuanto me sentí mejor empecé a juntar fuerzas. Mis piernas son fuertes de tanto andar. Te olvidaste de que yo hice un oficio de caminar. ¡Salí con mis piernas! En cuanto salí de la cámara empecé a cavar.

He hecho cosas terribles. Acciones inhumanas alguien dirá seguramente que ya no soy una persona. Pero no han visto en mi corazón no saben nada mi corazón es limpio no existe nada malo en él dijo mi madre bendita sea su memoria. He hecho cosas terribles pero las hice para alcanzar el gran cambio. Pronto todo irá hacia arriba para ti.

El mundo cambia. Cuando lees esto eres una parte de él. Todo lo que surge de los crímenes que cometí ayuda al cambio.

Primero el miedo y la destrucción y después la nueva vida.

Algunas vidas han de sacrificarse para mejorar el mundo. Te alegrarás cuando al final veas lo que he logrado.

Todo tiene un final eso es lo terrible y también lo mejor. Tú escribiste que la muerte es la meta de todas las cosas. Al principio no entendí lo que querías decir y empecé a leer de nuevo. No existe la muerte porque todas las cosas se atraen. Cuando algo muere se convierte en otra cosa y por eso nada puede morir y entonces lo viejo se hace nuevo y así la muerte es lo más importante de todo si la muerte no existiera todo estaría muerto pero como existe, existe la esperanza y también lo nuevo y un nuevo mundo.

Tú escribiste eso.

Para que lo viejo se haga nuevo tiene antes que morir.

Mientras estaba en la bóveda comencé a pensar cosas totalmente nuevas de ti.

Tú no eres más mi amo. Ya no tengo a nadie. Mi madre me contó sobre el cuidado que los propietarios tienen con sus esclavos y de cómo el hombre blanco ama su propiedad. El hombre que me disparó en la bóveda y me arrojó dentro del féretro como si fuera un saco de leña no me amaba. Hace muchos años que ese hombre dejó de sentir el cariño que un maestro «debe» sentir por su siervo.

Soy más grande que tú ahora que mi obra de arte comienza donde la tuya termina. Soy tu superior. Edgar Allan Poe me dio la teoría pero yo la llevé adelante y la hice realidad.

Ésta es mi última tarea.

El nuevo mundo no puede comenzar sin que tú te hayas renovado.

Empaqueté mis cosas y viajé a Richmond en donde te encontré en la taberna del Cisne. Una vez entré a tu casa durante la noche y me senté al borde de tu cama y estudié los restos del hombre que admiré. Respirabas tan delicadamente como si tus pulmones fueran pequeños fuelles escuché tu respiración.

Fuiste a la casa de la mujer y vi que mejorabas y empezaste a creer que podrías estar sin beber.

Pero no era así como debía terminar. No en su casa. No entre los Hijos de la Abstinencia.

Una noche bebiste de más en la taberna del Cisne y casi te mueres en el hospital.

Entonces supe que mi plan era bueno.

Encontrarías todas las botellas que coloqué para ti y beberías una después de la otra y al final me agradecerías el haberte dado una nueva oportunidad.

Poe

Último viaje

Richmond-Baltimore

Estamos al borde de un abismo. Miramos hacia el vacío, tenemos náuseas y mareos. Nuestro primer impulso es alejarnos del riesgo. Inexplicablemente nos quedamos parados.

El demonio perverso
, E. A. Poe

A
sí es el plan que tiene: a finales de septiembre tomará el barco desde Richmond hasta Baltimore. En Filadelfia visitará a un fabricante de pianos para corregir los poemas de su esposa —un aficionado con talento— y de ello obtendrá dinero suficiente como para pagar los gastos del viaje. Entonces regresará a Fordham para buscar a Muddy y volverán juntos a Richmond junto a Elmira.

Y entonces comenzará una vida nueva, tranquila.

Cuando abre la maleta en la estación para sacar un par de guantes de piel que le dio Elmira, encuentra una botella llena de aguardiente entre las ropas y sus manuscritos. Se coloca los guantes y empuja la botella hasta el fondo. No la ha visto. ¿Una botella? ¿Qué es esto? ¿Un pequeño
fata morgana
? ¿Un espejismo degradante? Se niega a aceptarlo. Mira a su alrededor. No lo entiende. ¿Quién deja una botella de aguardiente en la maleta de un hombre que no tolera la bebida? No lo sabe. ¿Elmira? Cuando se la imagina con la botella en las manos, se da cuenta de cuán absurdo es «eso». ¿Qué ha sucedido? ¿Y por qué no saca él la botella, la descorcha y vacía el contenido como hizo en Fordham? La razón es porque eso es imposible. La botella queda en la maleta, y allí se ha de quedar. Edgar se detiene en el andén y espera sin moverse. Sin levantar un dedo. Piensa. ¿Lo hizo él mismo? ¿Puso la botella en la maleta sin darse cuenta? ¿Es posible que en su sueño haya encontrado una botella, abierto la maleta y la haya escondido allí entre las ropas, como un polizón?

¿Hay alguien más que se haya acercado a su equipaje?

Mientras piensa, le golpea una sed repentina.

Y cuando camina hacia el tren, se arrepiente seriamente de no haberse desecho enseguida de la botella. Pero no hay nada que pueda hacer con ello, es imposible, la cuestión ya está decidida. No desperdiciará ni una gota. A través de la ventana, observa que el andén desaparece detrás de él y sabe que dentro de no mucho tiempo abrirá la maleta, sacará el aguardiente y se permitirá un vaso.

Siente en la mano el vaso frío, cierra los ojos y deja que los labios se separen. Entonces comienza a beber.

Oh, Cielo santo, es tan delicioso.

Se despierta debajo de una cama en una pensión de Baltimore. No recuerda cómo ha llegado allí. Su boca está tan seca que no logra mover la lengua. Duele levantarse de la cama. Tiene los miembros de un hombre viejísimo, las piernas están rígidas como barras de hierro. Avanza con dificultad a través del cuarto hasta una cómoda en donde reposa una botella con algo dentro. Bebe desnudo, de pie en el suelo. Se siente libre. Tiene un nudo en el estómago. Pero continúa bebiendo. No se rendirá ahora. Cuando vacía la botella, tropieza por el suelo hasta caer sobre la cama. Se cubre la cabeza con la frazada y ve un cielo que explota en colores frente a sí. Al final se duerme, feliz.

Cuando se despierta, hay una nueva botella de aguardiente en una bolsa de papel, afuera de la puerta.

«No está seguro, el que bebe antes del desayuno», piensa.

No. Él no está seguro.

Hay alguien ahí afuera que quiere que esté muy bien.

El whisky de la bolsa es de una buena marca.

Un color fantástico en el vaso.

Oh, tan bello.

En un instante estará otra vez como muerto.

Una noche en el parque, comienza a reírse y no puede parar. No recuerda qué es lo que es tan gracioso, pero no logra detener la risa, que le brota del pecho como una cascada. Cuando por fin se detiene, piensa: «Por suerte se terminó». No lo entristece ni le causa regocijo. Pero está seguro de que esta vez va en serio. Ahora se acabó.

Las botellas de whisky lo siguen.

¡Bastardas cabezonas!

En cuanto se le acaba la bebida, hay una nueva botella frente a él.

Le acaricia el cuello y el torso. Le quita el corcho y bebe de ella hasta vaciarla.

—Eres maravillosa…, ¿olvidé decírtelo?… Bella…

La ama.

—Eliza. Sissy. Elmira —murmura.

Cuando levanta la botella contra la lámpara del techo, descubre que hay un animal dentro del vaso. La botella se le cae de las manos y se rompe contra el suelo. Una araña de patas largas escapa sobre la alfombra entre los trozos de vidrio. La persigue por la habitación armado de una almohada, le lanza golpes pero no la alcanza. La araña salta a la cama y se escurre bajo la manta. Enfadado, la emprende con la almohada contra la cama. Cuando se detiene, oye roces debajo de la manta. Corre el tejido con cuidado hacia un costado. Hay cientos de arañas hormigueando sobre la cama.

No se rinde. La emprende a golpes con un cepillo, mata muchas, una sustancia como crema brota de las arañas aplastadas. Pero son demasiadas. El pánico se extiende entre los insectos y bajan en cascada hacia el suelo. Ahora asume que es inútil, es una lucha que no ganará. Frente a la puerta, las arañas comienzan a trepar hacia el picaporte. Edgar se vuelve hacia la ventana. Cuando corre las cortinas para abrirla y saltar, ve otra araña enorme frente al edificio. Ésta sobresale por encima de los postes de alumbrado y las piernas enormes se mueven con decisión sobre la calle; por lo visto quiere trepar sobre los techos. Edgar retrocede y cae sobre la cama. Las arañas gatean por dentro de sus ropas, sobre su piel, en las axilas y en su entrepierna. Mira entre las cortinas hacia la enorme araña peluda; un ojo amarillo lo mira a través de la ventana con afable intensidad. Ahora entiende que no hay peligro. Las arañas son sus amigas, no le harán ningún daño.

Se levanta de la cama y camina hacia el espejo. Las arañas cubren casi todas sus ropas, trepan por el cuello y lo acarician y le hacen cosquillas en las orejas. El rostro en el espejo adquiere un brillo oscuro por los relucientes caparazones azul negro.

Cuando sale a la calle ya está más tranquilo.

«Ya es hora de ponerse sobrio. Con sólo estar sobrio, mis problemas desaparecen. Ahora voy al sastre y me hago con un traje nuevo, y así me deshago del hedor de estas ropas. En cuanto consiga un vaso de agua y un nuevo traje, lo veré todo mucho más claro», piensa.

En una placita ve el cartel de una sastrería, pero cuando acciona el picaporte, está cerrado.

Sigue de largo.

La calle se oscurece.

—Perdón… ¿Sabe usted dónde puedo encontrar un sastre?

En una callejuela ve el cartel del sastre Smythee.

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