Kolonie Waldner 555 (13 page)

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Authors: Felipe Botaya

Tags: #Intriga, #Ciencia Ficción, #Bélico

BOOK: Kolonie Waldner 555
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—De acuerdo Helmut, y piensa que los americanos deben de estar presionando diplomática y economicamente al gobierno brasileño y a otros, para que se acabe el que Sudamérica sea considerada una zona alemana. Creo que podré obtener buena información del consulado español en Manaos. El delegado militar del consulado es germanófilo y estuvo en la División Azul en Leningrado, me puede pasar información que corre entre los embajadores y cónsules. Ya sabes que todo el mundo diplomático es un mundo de chismosos y afeminados. —Helmut sonrió por este último comentario, que no era sino un secreto a voces.

—Yo tengo un permiso de dos semanas, dentro de un mes, en que estaré en Manaos, Rio y Natal. También llegaré hasta la base que comparten los americanos con los brasileños en San Salvador, en el estado norteño de Bahía. No hay problema. Tengo buenos contactos y veré qué puedo descubrir. Iré con Waltraub y las niñas que son una excelente excusa turística para hacer fotos en lugares comprometidos.

Helmut se tapó mejor el cuello ante la baja temperatura que comenzaba a rodearles sin tregua.

—Yo no veré a mi mujer y a los chicos hasta dentro de tres meses y he de reconocer que se me hace duro y difícil. Espero que nuestro trabajo tenga un buen resultado y ayude en la victoria. Es un gran sacrificio para todos… —Luego sonriendo—. La verdad es que los envíos llegan mucho más regularmente ahora y no ha habido pérdidas. Becker nos lo aseguró y así está siendo. Eso también ayuda a la moral de los hombres en las diferentes bases. Se ve como algo positivo. —Schutz se giró hacia Helmut al tiempo que también se ajustaba mejor el cuello de su abrigo.

—Con respecto a la familia, yo prefiero Brasil a estar ahora mismo en Alemania y sus continuos bombardeos. Mi mujer y mis hijas parecen felices, no les falta de nada y estoy convencido de que están mejor que en Alemania en la actualidad. —Helmut miraba al horizonte.

—Sí, pero les faltas tú y eso es muy importante para tu familia. —Schutz se incoporó en el banco.

—Cierto, pero esa separación geográfica es ineludible hoy por hoy. También sucedería en Alemania si yo estuviese en el frente, de donde quizás ni volvería.

Helmut se puso de pie.

—Caminemos un poco o vamos a congelarnos. Nos hemos acostumbrado demasiado al clima cálido del Mato Grosso. —Schutz también se puso de pie.

—A mí, personalmente, no me desagrada un poco de frío y más en este entorno. Como te he dicho, me recuerda al sur de Alemania y eso también tiene su dosis buena para mí. —Caminaron lentamente hacia la entrada del búnker subterráneo y pasaron frente a una casa típica tirolesa con sus flores en los balcones y ventanas de madera. Se veía otra similar a su izquierda, un poco más apartada—. ¿Qué te parece, Helmut? ¿Es esto el Tirol o no? Sólo nos faltan unos pantalones de cuero, las botas y la camisa a cuadros y lograremos la atmósfera tirolesa. ¡Como en casa! —Helmut reía y agradecía el buen humor de su fiel colaborador. Era consciente de la importancia de Schutz en su trabajo diario y la buena consecución de muchos proyectos por su tenacidad. No podía tener un segundo mejor. Por ello, no sólo tenía la máxima confianza en él, sino que le permitía algunas licencias como fumar o tomar alguna cerveza en las reuniones oficiales. El ambiente nunca sería el mismo en Sudamérica que en Alemania. Era parecido al ambiente en los
U-Boots
y la cierta permisividad necesaria con los hombres. Aquello sólo se podía resistir así, siendo la entrega y la motivación muy altas entre su equipo diseminado por todas las bases.

Entrada al enclave Dignidad.

—La verdad es que después de la guerra, Chile es un país en el que me gustaría vivir —continuó Schutz con entusiasmo—. Tenemos presencia aquí desde 1846, la educación, el ejército, las empresas, el sistema de vida, etc., ha sido influenciado por compatriotas nuestros mucho más que en otros países sudamericanos. ¡Y siguen siendo alemanes! En la actualidad tenemos una presencia diplomática y consular muy grande por ejemplo: la embajada de Santiago, el consulado-general en Valparaíso, y siete consulados: Antofagasta, Concepción, Iquique, Punta Arenas, Santiago, Temuco y Valdivia. También disponemos de siete vice-consulados en Arica, Caldera, Corral, Coquimbo, Osorno, Puerto Montt y Talcahuano e incluso una ¡agencia consular! Y todo ello en un país que rebasa escasamente los cinco millones de personas. ¡Esto es Alemania, Helmut! En la Décima Región que va de Valdivia hasta Chiloé, los alemanes somos mayoría…

Helmut demostró su sorpresa por el exhaustivo conocimiento de su compañero sobre la presencia alemana en Chile hasta ese momento y el nivel diplomático y consular.

—Desconocía que supieses tanto de Chile, Wilhelm.

—No debe extrañarte, lo he hablado con Waltraub en muchas ocasiones y creo que es el país que nos puede ofrecer más ventajas y oportunidades después de la guerra. Europa requerirá ser reconstruida y buena parte de la fabricación será hecha por países amigos nuestros, como Chile, Brasil o Argentina. —Helmut demostró cierta duda ante los últimos comentarios de Schutz.

—Te recuerdo que después de Pearl Harbour y nuestra declaración de guerra a los Estados Unidos, Roosevelt pidió a los gobiernos de veinte países sudamericanos el endurecimiento de sus relaciones diplomáticas con el eje Italia, Japón y Alemania. También recordarás que en enero de 1942 se llevó a cabo, en Río de Janeiro, la Conferencia Interamericana de ministros de asuntos exteriores y todos se comprometieron a lo que solicitaba Roosevelt, excepto Argentina y Chile. Y ¿sabes qué se votó allí? Que cualquier acto de agresión por parte de un estado no americano contra cualquiera de ellos se consideraría un acto de agresión contra todos ellos. De hecho, el ataque japonés a Pearl Harbour se ha considerado así y ha sido un ataque contra uno de los estados miembros y por ello válido para los demás como declaración de guerra. Sin embargo, Chile y Argentina han seguido manteniendo presencia diplomática hasta que Chile la rompió en enero de este año de 1943. —Schutz desconocía el dato. Helmut siguió—: y Argentina parece que también romperá sus relaciones con nosotros pronto. —Y así fue, en enero de 1944.

Helmut se detuvo, mirando a Schutz.

—Tenemos problemas en Brasil para mantener nuestra presencia secreta, ya que Brasil sí rompió sus relaciones con nosotros en 1942. Logramos mantener nuestra presencia como empresa pública porque el corrupto presidente brasileño Getúlio Vargas, sigue recibiendo dinero a raudales y hace la vista gorda. Pero como hemos comentado antes, no podemos fiarnos de esa gente. Los norteamericanos presionan a todos estos países fuertemente. Brasil ha sido un país muy importante en operaciones de
import-export
con Alemania y de hecho llegamos a superar a los Estados Unidos en volumen de negocio y trueque antes de la guerra y al inicio de la misma. Eso puso en serios apuros a la economía norteamericana que ha buscado un elemento emocional para motivar a estos países además de enormes ventajas económicas si trabajan con ellos de nuevo. La idea era sacarnos de en medio y lo están logrando. Por otro lado, te recuerdo que los agentes del Abwehr de Canaris han sido un desastre en toda Sudamérica y sobre todo en Brasil. Recuerda la estupidez de muchos de ellos y su poca preparación y cuidado en su trabajo. Gracias a Friedrich Kempter y a su ineptitud y arrogancia en los mensajes secretos, que eran fácilmente decodificados por los americanos, ponía los nombres reales y dirección de una buena parte de agentes del Abwehr como, por ejemplo, Beno Sobisch, Hans Muth, Karl Häring, Karl Fink, Karl Mügge y Albert Schwab, todos del grupo de Starziczny, a Walter Giese en Ecuador y a Georg Nikolaus en México. Todos fueron neutralizados en poco tiempo entre 1941 y 1942. La confesión del propio Starziczny fue el final y Argentina se convirtió en el país-base del Abwehr. Nosotros trabajamos como SS y tenemos otros sistemas mucho más seguros. Seguimos el ejemplo y la estructura por círculos de confianza del general SS Kammler y su Kammlerstab. Y por ahora funciona muy bien. —Tras unos segundos de silencio, Helmut inició de nuevo el paseo—. Por ello, Wilhelm, la idea de Chile, aunque es una opción, me parece hoy por hoy complicada. No sé cómo acabará la guerra y todos tenemos dudas, pero si acaba mal para Alemania, no podremos escondernos fácilmente y más como SS. Seremos blanco de esta gente que olvidará rápidamente lo que hemos significado para ellos a lo largo de la historia y lo que les hemos aportado a todos los niveles.

Un potente sonido desde el interior del búnker les llamó la atención. Era como un silbido que fue bajando de intensidad, hasta hacerse casi imperceptible.

—Es el motor—dijo Helmut. Franquearon la puerta y se dirigieron a la zona de pruebas. El silbido se oía con más intensidad a medida que se acercaban a la zona donde habían estado antes. Entraron en la cabina de control, desde la que se observaba perfectamente el trabajo de los técnicos y científicos. Dos de ellos estaban manipulando el motor que se hallaba sujeto a una bancada, a través de una tapa lateral abierta. Trabajaban con unas herramientas que movían con presteza. A pesar de la corta distancia, el sonido era ya apenas audible. Florian Gaedke, uno de los técnicos que se hallaban en la cabina sonrió.

—¡Parece que lo han conseguido! —Se giró hacia sus compañeros presentes—. Ahora viene la prueba de verdad… —Helmut y Schutz esperaban nuevos acontecimientos a partir del comentario del técnico. Uno de los científicos junto al motor trabajaba con una máscara protectora, que levantó sobre su cabeza. Miró a la cabina de control y sonrió, dando a entender que todo iba bien. Era el mismo doctor Karl Sommer con uno de sus ayudantes, Max Mockel. Sommer volvió a girarse hacia otro punto de la sala aislada y, con el micrófono de garganta que portaba, habló con alguien. Al instante, cuatro ayudantes aparecieron junto a los dos científicos que se hallaban manipulando el motor.

El sonido se apagó definitivamente y los recién llegados dispusieron una potente grúa-puente que se movía a través de un rail móvil por el techo y de la que colgaban cuatro enormes cadenas. La ubicaron justo encima del motor DKA118. Sin perder tiempo, anclaron el motor con las cadenas y lo separaron lentamente de la potente bancada cogida al suelo, izándolo suavemente. Mientras esto sucedía, el doctor Sommer y su ayudante entraron en la cabina de control, para dirigir el experimento desde allí. Sommer miró a Helmut y a Schutz.

—Hemos trabajado mucho tiempo para esto. Veamos cómo funciona. —Los operarios que estaban junto al motor lo situaron en el centro de la sala, colgado únicamente por las cadenas y se retiraron por otra puerta, justo en el lado opuesto de la cabina de control. Los focos de la sala iluminaban perfectamente todo lo que sucedía en la misma. En una tercera cabina, justo a la izquierda de la de control, un equipo de televisión y cine de la UFA iba a filmar aquel acontecimiento con un sistema de 3D, que había sido desarrollado en Alemania desde antes de la guerra y llamadas «Raum Films» (películas espaciales). Helmut recordaba haber visto dos películas de treinta minutos en ese formato. Una se llamó
Tan real que puedes tocarlo
y la otra
Seis chicas de fin de semana
. Era un momento histórico y cualquier esfuerzo propagandístico estaba justificado. Aquel motor podía hacer la diferencia entre la victoria y la derrota.

La sala ya estaba vacía y el motor pendía silencioso y como esperando órdenes. Unos cables, que desaparecían de la sala hacia el exterior, estaban conectados al motor y le daban la energía necesaria para su puesta en marcha. El doctor Sommer, desde su silla de mando, giró una rueda de control frente a él y movió varios conmutadores que provocaron un leve chasquido al ser puestos en marcha. Una pantalla de televisión, a la derecha, permitía ver el motor desde otro ángulo. El doctor Max Mockel seguía la evolución de datos a través de una especie de teletipo que iba arrojando información impresa y que este seguía con interés, apuntando información en una libreta que portaba. Casi imperceptiblemente, el motor emitió un zumbido muy suave, apenas audible y empezó a elevarse elegantemente. A través de la rueda de control, el doctor Sommer guiaba con seguridad el ingenio que dejó a todos estupefactos, sin habla. Parecía increíble que algo tan pesado se moviese con esa suavidad. Las cadenas colgaban, sin ningún tipo de esfuerzo, al lado del motor que casi alcanzaba la grúa en el techo.

Sommer hizo girar suavemente el motor, que no emitía prácticamente ningún sonido, lo cual era algo extraño, irreal. Schutz miró a Helmut, afirmando con la cabeza. El doctor Mockel se giró hacia Sommer y, tras mirar y cotejar unos datos impresos con las imágenes en la pantalla de televisión, se dirigió hacia este.

—Creo que podemos pasar a la fase dos, doctor Sommer. Cuando quiera.

—Excelente, doctor Mockel. Empecemos pues. —Sommer apretó un botón y las cadenas se soltaron del motor al unísono. El motor flotaba absolutamente solo. Ni siquiera había variado una décima al verse libre de las cadenas. Era un espectáculo increíble. Con maestria, el doctor Sommer lo hizo volar por toda la estancia, subiendo, bajando, girando, etc., sin dificultad. Lo llevó hasta la vertical de la bancada y lo hizo bajar muy despacio hasta que se colocó en la posición inicial, posándolo suavemente. Paró el motor. Un estruendoso aplauso acompañó a esa última maniobra. Las felicitaciones se sucedían sin parar. El ambiente era de alegría absoluta. ¡Lo habían conseguido! Helmut felicitó personalmente al doctor y a su equipo.

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