Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (68 page)

BOOK: Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España
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Capítulo CLX: Cómo Gonzalo de Sandoval llegó con su ejército a un pueblo que se dice Tustepeque, y lo que allí hizo, y después pasó a Guazacualco, y todo lo que más que le avino; que uno es Tustepeque e otro es Tutctepeque

Llegado Gonzalo de Sandoval a un pueblo que se dice Tustepeque, toda la provincia vino de paz, eceto unos mejicanos que fueron en la muerte de sesenta españoles y mujeres de Castilla que se habían quedado malos en aquel pueblo cuando vino Narváez, y era el tiempo que en Méjico nos desbarataron, entonces los mataron; en el mismo pueblo, e dende obras de dos meses que hobieron muerto los por mí dicho, porque entonces fui con Sandoval, posé en una como torrecilla que era adoratorio de ídolos, adonde se habían hecho fuertes cuando les daban guerra, y allí los cercaron, y de hambre y sed y de heridas los acabaron; y digo que posé en aquella torrecilla a causa que había en aquel pueblo de Tustepeque muchos mosquitos de día, e como estaba muy alto y con el aire no había tantos como abajo, y también por estar cerca del aposento donde posaba el Sandoval. Y, volviendo a nuestra plática, procuró el Sandoval de prender a los capitanes mejicanos que les dio guerra y les mató, y prendió el más principal dellos e hizo proceso contra él, y por justicia lo mandó quemar, y otros muchos hobo juntamente con él que merescían pena de muerte, y disimuló con ellos, y aquél pagó por todos; y desque esto fue hecho envió a llamar de paz a unos pueblos zapotecas, ques otra provincia questará obra de diez leguas de aquel pueblo de Tustepeque, y no quisieron venir; y envió a ellos para los traer de paz a un capitán que se decía Briones, que otras muchas veces ya lo he nombrado, que fue capitán de bergantines y buen soldado en Italia, según él decía, y le dio sobre cient soldados, y entre ellos treinta ballesteros y escopeteros, y más de cient amigos de los pueblos que habían venido de paz; e yendo que iba el Briones con sus soldados y con buen concierto, paresció ser los zapotecas supieron que iba a sus pueblos y échanle una celada en el camino, que le hicieron volver más que de paso rodaron unas cuestas abajo le hirieron más de la tercia parte de sus soldados que llevaba, y murió uno de las heridas; porque aquellas sierras donde están poblados estos zapotecas son tan agras y malas que no pueden ir por ellas caballos, y los soldados han de ir a pie por unas sendas angostas por contadero uno a uno, y siempre hay neblina y rocíos y resbalan los caminos, y tienen por armas unas lanzas muy largas, mayores que las nuestras, con una braza de cuchillas de navajas y de pedernal que cortan más que nuestras espadas, e unas pavesinas que se cubren con ellas todo el cuerpo, y mucha flecha y vara y piedra, y los naturales muy sueltos y cencenos a maravilla; e con un silbo o voz que dan entre aquellas sierras, resuena y retumba la voz por un buen rato; digamos agora como ecos. Por manera que se volvió el capitán Briones con su gente herida e un soldado muerto, y aun también trujo un flechazo. Llámase aquel pueblo que le desbarató Tiltepeque, y después questuvo de paz se dio en encomienda a un soldado que se decía Ojea el Tuerto, que agora vive en la villa de Santo Alifonso. Pues cuando volvió el Briones a dar cuenta al Sandoval de lo que le había acaescido, y se lo contaba cómo eran grandes guerreros, y el Sandoval, como era de buena condición y el Briones se tenía por muy valiente y solía decir que en Italia había muerto y herido, y hendido cabezas y cuerpos de hombres, le decía el Sandoval: «Paréceme, señor capitán, que son estas tierras otras que las donde anduvo militando»; y el Briones respondió medio enojado, y dijo que juraba a tal que más quisiera batallar contra tiros e grandes ejércitos de contrarios, ansí de turcos como de moros, que no con aquellos zapotecas, y daba razones para ello que parecía que cuadraban; y todavía el Sandoval le dijo que no quisiera haberle enviado, pues así fue desbaratado; creyó que pusiera otras fuerzas, como él se alababa que tanto había hecho en Italia. Dejemos desta entrada, pues no aprovechó, antes dañó, y digamos cómo el mismo Gonzalo de Sandoval envió a llamar de paz a otra provincia que se dice Xaltepeque, que también eran zapotecas y confinan con otros pueblos que se dicen los minxes, gentes muy sueltas y guerreras, que tenían diferencias con los de Xaltepeque, que agora, como digo, son los que enviaba a llamar; y vinieron de paz obra de veinte caciques y principales, y trujeron un presente de oro en joyas de muchas hechuras, y diez canutillos de oro en grano, que entonces habían sacado de las minas, y traían vestido aquellos principales unas ropas de algodón muy largas que les daban hasta los pies, con muchas labores labradas en ellas, y eran, digamos ahora, a la manera de albornoces moriscos; y desque vinieron delante el Sandoval, con mucho acato se lo presentaron, y lo rescibió con alegría, y les mandó dar cuentas de Castilla, y les hizo honra y halagos; y demandaron al Sandoval que les diese algunos teules, que en su lengua así nos llamaban a los españoles, para ir juntamente con ellos contra los pueblos de los minxes, sus contrarios, que les daban guerra; y el Sandoval, como no tenía soldados para en aquella sazón les dar ayuda, como la demandaban, porque los que le llevó el Briones estaban todos heridos y otros habían adolescido, y cuatro muertos, por ser la tierra muy calurosa e doliente, con buenas palabras les dijo que le enviaría a Méjico a decir a Malinche, que ansí llamaban a Cortés, que le enviase muchos teules, e que se reportasen hasta que viniesen, y que entre tanto que iban con ellos diez de sus compañeros para ver los pasos y tierra para ir a dar guerra a sus contrarios los minxes; y esto no lo decía el Sandoval sino para que viniesen y viésemos los pueblos e minas donde sacaban el oro que trujeron, y desta manera los despidió, eceto a tres dellos que mandó que quedasen para ir con nosotros; y luego despachó para ir a ver los pueblos y minas, como he dicho, a un soldado que se decía Alonso del Castillo el de lo Pensado, y me mandó el Sandoval que yo fuese con él y otros seis soldados, y que mirásemos muy bien las minas y la manera de los pueblos. Quiero decir por qué se llamaba aquel capitán que iba por nosotros por caudillo, Castillo el de lo Pensado, y es por esta causa que diré: en la capitanía que tenía el Sandoval había tres soldados que tenían por renombre Castillos; el uno dellos era muy galán y preciábase dello en aquella sazón, y a esta causa le llamaban Castillo el Galán; los otros dos Castillos, el uno dellos era de tal calidad que siempre estaba pensativo, y cuando hablaban con él se paraba mucho más a pensar lo que había de decir, y cuando respondía o hablaba era necedad o cosas que teníamos que reír, y por eso le llamábamos Castillo de los pensamientos, y el otro era Alonso del Castillo que agora va con nosotros, que de repente decía cualquier cosa y respondía muy a propósito de lo que le preguntaban, se decía Castillo el de lo Pensado. Dejemos de contar donaires y volvamos a decir cómo fuimos aquella provincia a ver las minas, y llevamos muchos indios de aquellos pueblos, y con unas como hechuras de bateas lavaron en tres ríos delante de nosotros, y en todos tres sacaron oro e hinchieron cuatro canutillos dello, y era cada uno del tamaño de un dedo de la mano, el de enmedio, y eran poco más anchos que cañones de patos de Castilla, y con aquella muestra de oro volvimos adonde estaba el Gonzalo de Sandoval, y se holgó creyendo que la tierra era rica, y luego entendió en hacer los repartimientos de aquellos pueblos y provincia a los vecinos que habían de quedar allí poblados, y tomó para sí unos pueblos que se dicen Guazpaltepeque, que en aquel tiempo era la mejor cosa que había en aquella provincia muy cerca de las minas, y aun le dieron luego sobre quince mill pesos de oro, creyendo el Sandoval que tomaba una buena cosa, y la provincia de Xaltepeque donde trujimos el oro depositó en el capitán Luis Marín: pensaba que le daba un condado, y todos salieron muy malos repartimientos, ansí lo que tomó Sandoval como lo que dio a Luis Marín, y aun me mandaba quedar en aquella provincia y me daba muy buenos indios y de mucha renta, que pluguiera a Dios que los tomara, que se dicen Matlatán y Orizaba, donde está ahora el ingenio del virrey, y otro pueblo que se dice Ozotequipa, y no los quise por parecerme que si no iría en compañía del Sandoval, teniéndole por amigo, que no hacía lo que convenía a la calidad de mi persona; y el Sandoval verdaderamente conosció mi voluntad, y por hallarme con él en las guerras, si las hobiese adelante, lo hice. Dejemos desto, y digamos que nombré a la villa que pobló Medellín, porque ansí le fue mandado por Cortés, porquel Cortés nació en Medellín, de Extremadura; y era en aquella sazón el puerto un río que se dice Chalchocueca, ques el que hobimos puesto por nombre el río de Banderas, donde rescató diez y seis mill pesos, y por aquel río venían las barcas con mercadería que venía de Castilla hasta que se mudó a la Veracruz. Dejemos desto, e vamos camino de Guazacualco, que será de la villa de la Veracruz, que dejamos poblada, obra de setenta leguas, y entramos en una provincia que se dice Zitla, la más fresca y llena de bastimentos y bien poblada que habíamos visto, y luego vino de paz; y es aquella provincia que he dicho de doce leguas de largor y otras tantas de anchor, muy poblada toda, y llegamos al gran río de Guazacualco; y enviamos a llamar a los caciques de aquellos pueblos que eran cabeceras de aquellas provincias, y estuvieron tres días que no vinieron ni enviaban respuesta, por lo cual creímos questaban de guerra, y aun así dizque lo tenían consultado que no nos dejasen pasar el río, y después tomaron acuerdo de venir de ahí a cinco días, y trujeron de comer y unas joyas de oro muy fino, y dijeron que cuando quisiésemos pasar que ellos traerían muchas canoas grandes. Y Sandoval se lo agradesció mucho y tomó consejo con algunos de nosotros si nos atreveríamos a pasar todos juntos de una vez en todas las canoas; y lo que nos paresció y aconsejamos, que primero pasasen cuatro soldados y que viesen la manera que había en un poblezuelo questaba junto al río, y que mirasen y procurasen de inquirir y saber si estaban de guerra, y antes que pasásemos tuviésemos con nosotros el cacique, mayor, que se dice Tochel; y ansí se fueron los cuatro soldados y dieron todo lo que les enviamos, y se volvieron a dar relación al Sandoval cómo todo estaba de paz, y aun vino con ellos el hijo del mismo cacique Toche, que así se decía, y trujo otro presente de oro, y aunque no de mucha valía. Entonces le halagó el Sandoval y le mandó que trujesen cient canoas atadas de dos en dos, y pasamos los caballos un día después de Pascua del Espíritu Santo; y, por acortar palabras, poblamos en el pueblo questaba junto al río, y era muy bueno para el trato de la mar, porquestaba el puerto de allí cuatro leguas él abajo, y pusimos nombre la Villa de Espíritu Santo, e pusimos aquel sublimado nombre, lo uno, porque en Pascua santa del Espíritu Santo desbaratamos a Narváez, y lo otro porque el santo nombre fue nuestro apellido cuando le prendimos y desbaratamos; lo otro, pasar aquel río en este mesmo día, y porque todas aquellas tierras vinieron de paz sin dar guerra; y allí poblamos toda la flor de los caballeros y soldados que habíamos salido de Méjico a poblar con el Sandoval, y el mesmo Sandoval y el mismo Luis Marín, y un Diego de Godoy, y el capitán Francisco de Medina, y Francisco Marmolejo, y Francisco de Lugo, y Juan López de Aguirre, y Hernando de Montes de Oca, y Juan de Salamanca, y Diego Azamar, y un Mansilla, y otro soldado que se decía Mejía «Rapapelo», y Alonso de Grado, y el licenciado Ledesma, y Luis de Bustamante, y Pedro Castellar, y el capitán Briones, e yo e otros muchos caballeros e personas de calidad, que si los hobiese aquí de nombrar a todos es no acabar tan presto; mas tengan por cierto que solíamos salir a la plaza a un regocijo e alarde sobre ochenta de a caballo, que eran más entonces aquellos ochenta que agora quinientos, y la causa es ésta: que no había caballos en la Nueva España, sino pocos y caros, y no los alcanzaba a comprar sino cual a cual. Dejemos desto, e diré cómo repartió Sandoval aquellas provincias y pueblos en nosotros, después de las haber enviado a visitar e hacer la discreción de la tierra y ver las calidades de todas las poblazones, y fueron las provincias que repartió lo que agora diré: primeramente Zitla, Guazaqualco, y Guazpaltepeque, e Tepeaca, e Chinanta, e los Zapotecas, y otros pueblos que están de la otra parte del río, la provincia de Copilco, y Zimatán y Tabasco, y las sierras de Cachula, todos los Zoques hasta Chiapa, e Zinacantán, y todos los Quilenes, y Papanaguasta, y estos pueblos que he dicho teníamos los vecinos que en aquella villa quedamos poblados en repartimiento, que valiera más que yo allí no quedara, según después subcedió la tierra pobre, y muchos pleitos que trujimos con tres villas que después se poblaron: la una fue la Villa Rica de la Veracruz, sobre Guaspaltepeque y Chinanta y Tepeaca; la otra, con la villa de Tabasco, sobre Zimatán y Copilco; la otra, con Chiapa, sobre los Quilenes y Zoques; la otra con Santo Alifonso, sobre los Zapotecas; porque todas estas villas se poblaron después que nosotros poblamos a Guazacualco, y a nos dejar todos los términos que teníamos fuéramos ricos; y la causa que se poblaron estas villas que he dicho es que envió a mandar Su Majestad que todos los pueblos de indios más cercanos e comarca de cada villa le señaló por términos, por manera que de todas partes nos cortaron las aldas y nos quedamos en blanco, y a esta causa el tiempo andando se fue despoblando Guazacualco, y con haber sido la mejor poblazón y de generosos conquistadores que hobo en la Nueva España, es agora una villa de pocos vecinos. Volvamos a nuestra relación, y es questando Sandoval entendiendo en la poblazón de aquella villa y llamando otras provincias de paz, le vinieron cartas cómo había entrado un navío en el río de Ayagualulco, ques puerto, aunque no bueno, questaba de allí quince leguas, y en él venían de la isla de Cuba la señora doña Catalina Juárez la Marcaida, que ansí tenía el sobrenombre, mujer que fue de Cortés, y la traía un su hermano, Juan Juárez, el vecino que fue el tiempo andando de Méjico, y venia otra señora, su hermana, y Villegas el de Méjico, y su mujer la Zambrana, y sus hijos, y aún la agüela, y otras muchas señoras casadas, y aun me paresce que entonces vino Elvira López la Larga, mujer que entonces era de un Juan de Palma, el cual Palma vino con nosotros, que murió ahorcado, y después fue mujer de un Argeta, y también vino un Antonio Diosdado, el vecino que fue de Guatimala, y vinieron otros muchos que no se me acuerdan sus nombres. Y como Gonzalo de Sandoval lo alcanzó a saber, él en
persona con todos los más capitanes y soldados fuimos por aquellas señoras y por todos los más que traía en su compañía; e acuérdome que en aquella sazón llovió tanto que no podíamos ir por los caminos, ni pasar ríos ni arroyos, porque venían muy crecidos que salieron de madre, y había hecho grandes Nortes, y por mal tiempo y por no dar al través entraron con el navío en aquel puerto de Ayagualulco, y la señora doña Catalina Juárez la Marcaida y toda su compañía se holgaron con nosotros; y luego trujimos todas aquellas señoras y su compaña a nuestra villa de Guazacualco, y lo hizo saber el Sandoval muy en posta a Cortés de su venida, y las llevó luego camino de Méjico, y fueron acompañándolas el mesmo Sandoval, y Briones, y Francisco de Lugo, y otros caballeros. Y desque Cortés lo supo dijeron que le había pesado mucho de su venida, puesto que no lo demostró, y les mandó salir a rescibir, y en todos los pueblos les hacían mucha honra hasta que llegaron a Méjico; y en aquella ciudad hobo regocijos y juegos de cañas, y dende a obra de tres meses que hobo llegado oímos decir que la hallaron muerta de asma una noche, e que habían tenido un banquete el día antes en la noche, y muy gran tiesta, y porque yo no sé más desto que he dicho no tocaremos en esta tecla, y otras personas lo dijeron más claro y abiertamente en pleito que sobre ella hobo el tiempo andando en la Real Audiencia de Méjico. Dejemos de hablar desto, pues ya pasó, y digamos de lo que le acaesció a Villafuerte, el que fue a poblar a Zacatula, y a Juan Álvarez Chico, que también fue a Colimar. Al Villafuerte le dieron mucha guerra y le mataron ciertos soldados, y estaba la tierra levantada que no les querían obedescer ni dar tributos; y al Juan Álvarez Chico, ni más ni menos; y desque lo supo Cortés le pesó dello, y Cristóbal de Olí había venido de lo de Mechuacán, y venía rico, y lo había dejado de paz, y le paresció a Cortés que tenía buena mano para ir asegurar y a pacificar aquellas provincias de Zacatula e Colimar, acordó de le enviar por capitán y le dio quince de a caballo y treinta escopeteros y ballesteros; y yendo por su camino, ya que llegaba cabe Zacatula le aguardaron los naturales de aquella provincia muy gentilmente a un mal paso, y le mataron dos soldados e hirieron quince; e todavía les venció e fue a la villa donde estaba el Villafuerte con los vecinos que en ella estaban poblados, que no osaban ir a los pueblos que tenían en encomienda porque no los capillasen, como ya le hablan muerto cuatro vecinos en sus mismos pueblos; porque comúnmente en todas las provincias e villas que se pueblan, a los principios les dan enconmenderos, y desde les piden tributos se alzan y matan los españoles que pueden. Pues desque el Cristóbal de Olí vio que ya tenía apaciguada aquella provincia y le habían venido de paz, fue desde Zacatula a Colimar, y hallóla de guerra, y tuvo con los naturales della ciertos reencuentros, y le hirieron muchos soldados; los desbarató y quedaron de paz. El Juan Álvarez Chico, que había ido por capitán, que no sé qué se hizo dél, parésceme que murió en aquella villa. Pues como el Cristobal de Olí hobo pacificado a Colimar y le paresció questaba de paz, como era casado con una portuguesa hermosa, que ya he dicho que se decía doña Felipa de Araúz o de Zaraúz, dio la vuelta para Méjico; e no se hobo bien vuelto, cuando se tornó a levantar los de Colimar y Zacatula; y en aquel instante había llegado a Méjico Gonzalo de Sandoval con la señora doña Catalina Juárez la Marcaida, y con e Joán Juárez y todas sus compañas, como ya otra vez dicho tengo en el capítulo que dello habla, acordó Cortés de le enviar por capitán para apaciguar aquellas provincias, y con muy pocos de a caballo que entonces le dio, obra de quince ballesteros y escopeteros, conquistadores viejos, fue a Calimar y castigó a dos caciques, y tal maña se dio, que to a la tierra dejó muy de paz, y nunca más se levantó, y se volvió para Zacatula e hizo lo mismo, y de presto se volvió a Méjico. Y volvamos a Guazacualco y digamos cómo luego que se partió Gonzalo de Sandoval para Méjico con la señora doña Catalina Juárez, se nos rebelaron todas las demás provincias de las questaban encomendadas a los vecinos, e tuvimos muy grave trabajo en los tomar a pacificar y la primera que se levantó fue Xaltepeque, zapotecas que estaban poblados en altas y malas sierras, y tras esto se levantó la de Zimatán e Copilco, questaban entre grandes ríos y ciénegas, y se levantaron otras provincias, y aun hasta doce leguas de la villa hobo pueblos que mataron a su encomendero, y lo andábamos pacificando con grandes trabajos; y estando questábamos en una entrada con el capitán Luis Marín e un alcalde ordinario y todos los regidores de nuestra villa viniéronnos cartas que había venido al puerto un navío, e que en él venía un Juan Bono de Quexo, vizcaíno, e que había subido el río arriba con el navío, que era pequeño, hasta la villa, e que decía que traía cartas y provisiones de Su Majestad para nos notificar, e que luego fuésemos a la villa y dejásemos la pacificación de la provincia. Y como aquella nueva supimos y estábamos con el teniente Luis Marín, ansí alcalde y regidores fuimos a ver qué quería; y después de nos abrazar y dar el para bien venido los unos a los otros, porquel Juan Bono era muy conocido de cuando vino con Narváez, dijo que nos pedía por merced que nos juntásemos en cabildo, que nos quería notificar ciertas provisiones de Su Majestad e de don Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, arzobispo de Rosano, que traía muchas cartas para todos, y según paresció traía el Juan Bono cartas en blanco con la firma del obispo, y entre tanto que nos fueron a llamar en la pacificación donde estábamos se informó el Joan Bono quiénes éramos los regidores, y las cartas que traía en blanco escribió en ellas palabras de ofrecimientos quel obispo nos enviaba si dábamos la tierra al Cristóbal de Tapia, quel Juan Bono nunca creyó que era vuelto para la isla de Santo Domingo, y el obispo tenía por cierto que no le rescibiríamos, e aquel efeto envió al Joan Bono con aquellos recaudos, e traía para mi, como regidor, una carta del mismo obispo quescribió el Juan Bono. Pues ya que habíamos entrado en cabildo e vimos sus despachos e provisiones que nunca nos había querido decir lo que era hasta entonces, de presto le despachamos en decir que ya el Tapia era vuelto a Castilla; que fuese a Méjico, adonde estaba Cortés, e allá le diría lo que conviniese. E desque aquello oyó el Joan Bono quel Tapia no estaba en la tierra, se paró muy triste e otro día se embarcó e fue a la Villa Rica, y desde allí a Méjico; y lo que allá pasó yo no lo sé, salvo que oí decir que Cortés le ayudó para la costa y se volvió a Castilla. Y dejemos de contar más cosas, que había bien que decir cómo siempre que en aquella villa estuvimos nunca nos faltaron trabajos y conquistas de las provincias que se habían levantado, y volvamos a decir de Pedro de Alvarado cómo le fue en lo de Tututepeque y en su poblazón.

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